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Esmad reprime protesta en el Nordeste Antioqueño
Graves enfrentamientos con el Esmad en Segovia y Remedios por la lucha laboral de los mineros tradicionales contra la multinacional Gran Colombia Gold.
Jandey Marcel Solviyerte / Jueves 3 de agosto de 2017
 
El Esmad en las intalaciones del hospital San Juan

Desde el 31 de julio de 2017 se vienen presentando repetidos disturbios entre los mineros y el Esmad en Segovia y Remedios, dos municipios del nordeste antioqueño.

Los antimotines, violando el Derecho Internacional Humanitario, tomaron por asalto y como centro de operaciones para la represión -orquestada por las directivas de la multinacional-, el Hospital San Juan de Dios de Segovia, el único del municipio, teniendo que trasladar los heridos hacia el hospital de Remedios que también fue afectado por los disturbios y por la problemática con la Gran Colombia Gold.

El Esmad, no contento con tomarse el hospital, atacó con gases a una ambulancia de la Cruz Roja, por lo cual la coordinación de esta entidad suspendió las misiones realizadas entre los dos municipios por falta de seguridad para el personal médico.

Al principio era una protesta pacífica de los mineros tradicionales contra los abusos de la multinacional sobre su derecho al trabajo, en una tierra a la cual han pertenecido por generaciones, desde antes de que los advenedizos llegasen a expropiarlo todo, incluso el subsuelo “a perpetuidad”, con el respaldo irrestricto de las autoridades locales, departamentales y nacionales. Ahora se ha tornado en una jornada de violencia que arroja varios heridos en los choques que aún no han parado y que se agudizaron en las horas de la noche del 31 y de la madrugada del 1 de agosto.

Hay una bebé de 15 meses en grave estado de salud al exhalar los gases que el Esmad arrojó contra la población. Desde el 20 de julio los mineros mantienen un paro cívico, donde el comercio, los contratistas, los chatarreros, barequeros y propietarios de pequeñas minas legales e ilegales pararon funciones y con ello la dinámica social de estos municipios azotados tantas veces por la violencia empresarial, estatal y paramilitar.

La tensión continúa porque tras la ocupación del hospital por el Esmad, según el informe de los voceros de la Mesa Minera de Segovia, algunas personas sin identificar atacaron al escuadrón atrincherado causando daños en las instalaciones de salud. En horas de la tarde en el corregimiento La Cruzada del municipio de Remedios, el Esmad también atacó las instituciones educativas y lanzó proyectiles de gas lacrimógeno al interior de las casas.

Según testimonios, algunos habitantes como respuesta a la agresión del Esmad hicieron uso de armas de fuego, luego de que la fuerza pública hiriera a algunos de los manifestantes con disparos de fusil.

Según un funcionario del servicio médico de Remedios, hasta el momento hay más de 20 heridos, ocho de ellos de gravedad, que fueron remitidos a Medellín. Se tiene conocimiento de que hay heridos en la fuerza pública pero no se sabe la cifra exacta.

La historia de los choques entre los mineros y la multinacional data del año 2010, cuando el gobierno de Álvaro Uribe Vélez cerró la empresa Frontino Gold Mines, al declararla no rentable, entregando los terrenos y las licencias de explotación a la Gran Colombia Gold, de capital canadiense, la cual nació de la fusión de las firmas Zandor Capital y Medoro Resources. De inmediato la nueva junta ordenó el despido de mil 400 mineros, generando el primer paro durante la administración de la multinacional.

En la actualidad, la empresa mantiene la postura de cerrar todas las minas “ilegales” y propone a los mineros que todo el oro que extraigan tiene que ser vendido exclusivamente a la Gran Colombia Gold, obteniendo ésta una ganancia del 70% frente al 30% de ganancia de los mineros; situación que en la práctica tampoco se da, porque la multinacional, para no cumplir con lo establecido, argumenta que los valores del oro salieron bajos, lo que ha sido una constante desde el inicio del monopolio de la empresa canadiense en el territorio.

Hace siete años esta problemática se ha agudizado, generando lo que en su momento el periodista Juan José Hoyos llamó como “La nueva guerra del oro en Antioquia”, donde han sido asesinados varios líderes sindicales, dirigentes de las distintas mesas mineras y líderes sociales. La primera víctima de este nuevo ciclo de violencia fue John Jairo Zapata Marulanda, quien fue atacado a balazos el 5 de junio de 2010 que gracias a unos compañeros que lo encontraron y lo llevaron al hospital logró salvar su vida, teniendo que exilarse de la población a raíz de las constantes amenazas.

Rafael Tobón, miembro fundador del Sindicato de Mineros de Segovia, fue abaleado el 26 de julio de 2011, siendo la primera víctima fatal. Durante el paro del año 2012, el día 27 del mes de julio, después de denunciar ante el canal Teleantioquia la situación en la región y las amenazas en su contra, fueron asesinados Jaminson Adrián Amaya y Nelson Cadavid, reconocidos líderes del paro. No se puede olvidar la masacre del 11 de noviembre del año de 1988, cuando un comando paramilitar denominado Muerte a Revolucionarios del Nordeste asesinó a 43 personas y dejó heridas a medio centenar, por razones políticas y económicas, principalmente mineras.

Cabe recordar que la excanciller del segundo gobierno de Uribe Vélez, María Consuelo Araújo, actual funcionaria de la administración de Peñalosa en la Secretaría de Inclusión Social, fue hasta el año 2016 presidenta en funciones de la Gran Colombia Gold y que la compañía minera, la de mayor producción en Colombia, cuenta dentro de su cúpula en la junta directiva con nombres como los de “Augusto López, ex presidente del Grupo Santo Domingo; Hernán Martínez, ex Ministro de Minas de Álvaro Uribe; y Mario Pacheco, ex presidente del Grupo Colpatria”. Uribe, Noguera, Araújo son algunos de los apellidos funestos que han traído a estos municipios la nueva oleada de violencia generada por la guerra del oro en Antioquia.

El temor de los mineros no es única y exclusivamente por la pérdida de sus fuentes de empleo; los chatarreros y los barequeros no tienen a quién venderle lo que producen y los dueños de los entables donde se procesa el mineral saben que las nuevas legislaciones no los favorecen, sino a las grandes empresas extranjeras. Lo que buscan la empresa y el gobierno es su judicialización y no una concertación con la mediana y pequeña minería.

Mientras los medios de comunicación nacionales, al servicio de los intereses neoliberales se centran en meternos hasta los tuétanos la “represión y el hambre” que vive el hermano pueblo venezolano, aquí en la bella y terrible Colombia tapan la represión y el hambre que los grandes señores hacedores de muertos y de miseria producen.

Hoy Segovia y Remedios se levantan de nuevo en zozobra, o más bien, con la seguridad de nuevas agresiones. Ni por todo el oro del mundo podrán silenciar las voces que reclaman condiciones dignas para ejercer la labor que aprendieron desde niños en una tierra espléndida y rica, lo que también se ha convertido en su desgracia.

La guerra por el oro en Antioquia no es una guerra como tal, es una masacre contra los pueblos del nordeste, y es preciso que los antioqueños y los colombianos lo sepan para que no se acallen nunca más y ayuden a frenar esta ola de violencia, reiterativa e infame.