Corporación Caguán Vive
:: Caquetá, Meta y Guaviare Colombia ::
Mapa del sitio
Suscríbete a servicioprensarural

Testimonio de campesinos del Caquetá
Abusos del soldado Martínez
Camilo Raigozo / Miércoles 24 de marzo de 2010
 

“Soy Campo Elías Valderrama Rojas, tengo 62 años, resido en la vereda Gibraltar, jurisdicción del municipio La Montañita (Caquetá), y he sido agricultor toda mi vida.

"El pasado 14 de marzo, en horas de la mañana, tuve que salir de mi finca a la de mis vecinos Jorge Osorio y su esposa Lidia Yate, con el ánimo de que me prestaran una cuchilla para la guadaña. Allí arribé a la nueve y media de la mañana.

“Al momento de mi llegada, con mis vecinos se encontraban varios soldados del Ejército Nacional. La señora Lidia me ofreció agua y antes de que terminara el segundo sorbo un soldado me llamó para la parte posterior de la vivienda.

“¿Quién lo mandó venir?”, me preguntó con alevosía, a lo que yo le respondí la razón de mi visita. Luego me preguntó dónde vivía, a qué me dedicaba y qué caserío me quedaba más cerca, sí San Isidro o Miramar. En su orden le fui contestando cada interrogante, mientras que él escudriñaba mi cédula de ciudadanía.

“Terminado el interrogatorio, mis vecinos me comentaron que ya iban a salir para mi casa a pilar arroz, por lo que salimos todos juntos. Estábamos en esas cuando de repente se desató una balacera como a unos 800 metros del lugar.

"Era un enfrentamiento entre las tropas del Ejército y la guerrilla. Al rato, varios soldados llegaron corriendo y se metieron a la casa a donde nosotros nos encontrábamos realizando nuestra tarea.

“Uno de los uniformados, el soldado Martínez, me cogió por el cuello e intentó ahorcarme en cuatro oportunidades. A Jorge, mi vecino, al intentar interceder para salvarme la vida, también lo tiraron al piso y nos dieron una golpiza.

“¡Suéltelo! ¡Suéltelo! Que lo va a matar”, le gritaban infructuosamente los otros militares a Martínez, quien no soltaba su presa. Mientras nos golpeaban disparaban hacia la montaña indiscriminadamente.

“Cuando estaba a punto de perder el sentido por la asfixia mi verdugo me increpó: “Acuérdese muy bien lo que le voy a decir. Cuando nosotros volvamos a tener enfrentamientos, le pego dos tiros y lo dejo ahí”. Acto seguido se marcharon por donde habían llegado”.

Coartada del soldado Martínez

"Soy Lidia Ynés Yate Bucurú, tengo 25 años, vivo con Jorge Eliécer Osorio en unión libre y mi grado de educación es tercero de primaria. El pasado 14 de marzo, en horas de la mañana, llegaron a mi casa varios soldados pertenecientes al Batallón Diosas del Chairá, quienes permanecen acantonados en la vereda La Libertad.

"Los militares pidieron plátanos y gallinas, pero no se les pudo suministrar nada porque somos muy pobres.

“En esos momentos llegó nuestro vecino Campo Elías Valderrama a pedirnos el favor de que le prestáramos una cuchilla para su guadaña. El soldado Martínez lo hizo ir a la parte de atrás de la casa donde lo interrogó. Posteriormente nos fuimos a la casa de Campo Elías a pilar arroz.

"Luego sucedieron la balacera y la llegada violenta de los soldados y fue cuando casi matan a golpes a mi esposo y a don Campo Elías, a quien el soldado Martínez por poco ahorca.

“Posteriormente a todo eso, nos fuimos con mi esposo para la casa. Estando allí, como a las tres y media de la tarde se apareció nuevamente el soldado Martínez en el lugar. Iba solo. Obligó a mi compañero a que fuera a conseguirle unos cigarrillos a donde el vecino.

"Aprovechando que quedé sola, el uniformado me tumbó, me apuntó con el fusil en la cabeza y trató de besarme y de violarme. Así pasó un buen rato sin lograr el objetivo. Sin embargo, casi logra quitarme la ropa, cuando afortunadamente regresó mi esposo y con su presencia impidió el ultraje”.

Los anteriores relatos son acontecimientos cotidianos que padecen los pobladores en el departamento del Caquetá, a quienes el Plan Patriota y la "seguridad democrática" les ha arrebatado todo asomo de respeto a sus derechos fundamentales. Es lo único que les llega del Estado.

Las víctimas, como es costumbre, denunciaron ante la Defensoría del Pueblo y ante otras instancias oficiales y ONG defensoras de los derechos humanos con la vaga ilusión de que se haga justicia y de que las cosas cambien algún día.