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Resguardo de Cañamomo busca su soberanía alimentaria
Autoabastecerse y recuperar el patrimonio alimenticio son dos de los propósitos esenciales de esta comunidad en Riosucio. Reivindican su cultura y autonomía reconocidas desde el año 1540. Madre Tierra.
La Patria / Lunes 5 de abril de 2010
 
Don Luis Aníbal Restrepo Cañas tiene en su parcela un biodigestor (en el suelo) que suministra el gas para su cocina

Por tardar, a las 5:30 am se levanta de la cama Luis Aníbal Restrepo Cañas, habitante de la comunidad de Sipirra, en el resguardo indígena de Cañamomo Lomaprieta, a cinco minutos del casco urbano de Riosucio.

A esa misma hora se hacen sentir, pidiendo el desayuno, las gallinas, los piscos, el pato, los marranos, el caballo y la vaca, todos bajo su protección, en la media cuadra que está bajo su cuidado. “Además, no soy capaz de quedarme más tiempo acostado”.

Don Luis Aníbal es un hombre del campo orgulloso de sus raíces indígenas, elegido en 1989 gobernador de Cañamomo, la más alta dignidad en los resguardos, y reelegido por un año más. Casi todos los alimentos que requiere los consigue en su finca, que es uno de los ejemplos de la soberanía alimentaria a la que le está apostando el Resguardo.

Entre los cafetales cuenta con cultivos de maíz y fríjol que le sirven, entre otros, para alimentar sus gallinas de engorde y ponedoras que están el corral a la entrada de la finca. Las aves de vez en cuando se escapan a un lombricultivo cercano.

De allí adquiere el humus con que abona la huerta y en la que tiene desde hortalizas hasta plantas medicinales que disminuyen el cansancio al final de duras jornadas. Algunas suministran el forraje para complementar el concentrado para los marranos.

En la noche se reconforta con un plato caliente que prepara doña Carmen, su esposa, en la estufa alimentada con el gas de un biodigestor, al que llega el agua con que lavan las cocheras. “Es una cuestión redonda, se trata de aprovechar cada espacio”, dice.

Experiencias como éstas, promovidas por el cabildo y la Asociación Asproinca, son las que se quiere replicar en la principal apuesta de futuro en los últimos tiempos para esta población.

Territorio libre de transgénicos

La soberanía alimentaria que busca Cañamomo pretende generar un cambio en el modelo de producción agrícola que se realiza en las parcelas de sus 22 mil habitantes, y donde predomina el trabajo con un solo cultivo, que a veces es café, maíz u otra actividad, sin diversificar.

Esto se debe, según cuestionan, a la revolución verde que promovió el uso de agroquímicos y al olvido de sus tradiciones para labrar la Madre Tierra.

Hace tres años el Resguardo decidió levantar con más fuerza su bastón de mando y luchar contra esa realidad, reivindicando de paso sus costumbres y autonomía reconocidos desde el año 1540 por la Corona española.

Debido a ello, el 30 de noviembre del año pasado surgió una de las decisiones más importantes para las 32 comunidades de la zona. Ese día, mediante la Resolución 018, declararon al resguardo de Cañamomo Lomaprieta como zona libre de transgénicos, como lo aprobaron unas tres mil personas en la asamblea general de comunidades.

Efrén de Jesús Reyes, gobernador suplente, explicó que el objetivo es posicionar la política en busca de una alimentación sana. “Estamos muy preocupados por los químicos que se aplican para mejorar las semillas y los cultivos. Sabemos que son perjudiciales para el ser humano. Por eso el sueño es que la gente vuelva a cultivar de una manera natural y utilice los productos de las parcelas, sin depender tanto de alimentos de otras partes que pueden ser más caros y nocivos para la salud”.

Ley contra los transgénicos

Hernando Escobar Zuluaga, dinamizador del programa de Soberanía Alimentaria, muestra las semillas

Hasta el momento sólo la cultura Zenú, en los departamentos de Córdoba y Sucre, tiene una experiencia similar al declarar el resguardo de San Andrés de Sotavento territorio libre de transgénicos. Pero Cañamomo es el primero en Colombia que lo hace a través de una resolución, que tiene la misma relevancia de una ley.

Hernando Escobar Zuluaga, dinamizador del programa de soberanía alimentaria, expresó que el reto es que el 80% de lo que consume el resguardo se obtenga en sus cerca de 4.800 hectáreas que se extienden hasta Supía. “El otro 20% sería aquello que no podemos producir como el aceite y la sal”.

El 2015 es el plazo inicial para cumplir ese propósito de autoabastecimiento, según quedó dispuesto en el Plan de Vida del Resguardo, similar a un Plan de Ordenamiento Territorial (POT). Una vez se cumpla el objetivo, el proyecto es pasar a la comercialización aprovechando el valor agregado que significa la producción orgánica.

Parte de las acciones se concentran en fortalecer los reservorios de semillas establecidos en las tres fincas administradas por el resguardo. Son áreas cuidadas por los llamados custodios de semillas que cultivan alimentos que han nutrido la historia de los pueblos indígenas como fríjol, maíz, variedades de yuca, arracacha y plátano.

Esos espacios también son escenario del tradicional trueque que siglos atrás marcó el comercio de estos pueblos y que también está en proceso de recuperación. Óscar Nelson Reyes, cabildante de la comunidad de La Iberia, explicó que unas tres veces al año realizan ese intercambio en el que “una persona trae un producto y lo cambia por semillas”.

Semillas de identidad

Nilgen Campeón y Óscar Nelson Reyes han identificado 45 variedades de fríjol

Gracias a ese proceso, en Cañamomo también están volviendo a producir variedades exóticas de maíz como el púrpura y el negro, traídos de San Andrés, en el resguardo indígena Zenú.

Y es que el rescate de las semillas tradicionales tiene alcance nacional e internacional a través de la campaña Semillas de Identidad, que es una iniciativa de Swissaid en Colombia, Ecuador y Nicaragua, en coordinación con organizaciones indígenas, campesinas y afrodescendientes, ONG y redes ambientalistas de América Latina.

Sólo en cultivo de papa, los zenúes cuentan con muchas más de las tres variedades más conocidas. Eso es lo que quieren rescatar.

Nilgen Hernández Campeón cuenta con orgullo que en la investigación que realiza junto a Óscar sobre el fríjol que se siembra en los resguardos de San Lorenzo y Cañamomo han identificado 45 variedades. Estiman que llegarán a 60 cuando terminen la caracterización que representa su trabajo de grado en la carrera de Agronomía en la Universidad de Santa Rosa de Cabal (Unisarc), en Risaralda, donde cursan noveno semestre.

“Necesitamos saber lo que tenemos en nuestro territorio. Nuestros mayores se han llevado todo el conocimiento y la idea es recuperarlo y plasmarlo para que la comunidad lo pueda consultar y aplicar. Es un saber empírico y propio”.

Nilgen reconoce que este es un esfuerzo de largo aliento. La anima que hasta el momento unas 300 familias hacen parte de los 52 grupos de soberanía alimentaria conformados, pero en total son cerca de seis mil.

Es un reto grande, pero los motiva la idea de impedir que se pierda lo que a sus antepasados les costó tanto conservar.

Don Luis Aníbal espera que la vida le alcance para ver muchas parcelas que funcionen como la suya, que todo se lo da.

“Es una resistencia al mercado de consumo”

Carlos Eduardo Gómez

El segundo gobernador del resguardo indígena de Cañamomo Lomaprieta, Carlos Eduardo Gómez, explicó los alcances del proceso de soberanía alimentaria al que le están apostando:

Manejo sustentable

- ¿Cuál es el propósito?

- Hacer un aprovechamiento sustentable, que no sólo es la tierra, sino el agua y las semillas tradicionales. La meta es tener el manejo sobre los elementos que permiten la vida, respetándolos y diversificando sus productos. Se ha avanzado en producir nuestro propio café, desde el cultivo hasta la tostión, con un manejo agroecológico. Lo mismo en la caña de azúcar.

- ¿Qué otros avances han logrado?

- Ya se hizo un ejercicio con el programa de seguridad alimentaria REZA, ellos ponen los recursos y nosotros las semillas. De igual forma, el trabajo con los custodios de semillas nos permitirá aprovechar el conocimiento para entregar semillas propias y repoblar el territorio.

- ¿Qué implica declarar al territorio libre de transgénicos?

- Es una transformación política, porque crea conciencia de salvaguardar nuestras semillas, que tienen ventajas nutricionales, son resistentes a las plagas y aptas al territorio. También es una resistencia al mercado de consumo, que nos trae elementos de afuera, pero no nos garantiza calidad nutricional.

Producción limpia

- ¿Cómo es su actual sistema de producción?

- Ya hay un bajo uso de agroquímicos. Por ejemplo, para la diatrea en la caña se aplica un control biológico a través de una avispa. En el café, que es un renglón importante, queremos volver a las especies nativas que son resistentes a la broca y la roya, contrario a las especies mejoradas.

- ¿Qué beneficios económicos se pueden generar?

- Valores agregados, los productos serán nutritivos y tendrán más aceptación comercial. Además, muchas personas apoyan esta clase de alimentos porque se relacionan con el cuidado del planeta y uno de los compromisos de las comunidades indígenas es salvaguardarlo.

- ¿Qué tanto se están cerrando las puertas a la tecnología?

- No podemos alejarnos de los procesos tecnológicos, ni de las nuevas tendencias de producción, pero sí tenemos claro que debemos hacer un uso distinto de esas tecnologías. Si bien nos interesa comercializar, la prioridad es el autoabastecimiento de la comunidad.