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Ejercicio permanente contra la mentira, la impunidad y el olvido. Gerson Gallardo y Edwin López: víctimas de los paramilitares
Freddy Ordóñez / Jueves 10 de junio de 2010
 

El 3 de diciembre de 2009, el diario La Opinión, de Cúcuta, reseñaba la diligencia de “confesión de hechos”, adelantada por un grupo de ex integrantes de la estructura paramilitar del Frente Fronteras de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), entre los cuales se encontraba el ex comandante de dicho frente, Carlos Andrés Palencia, conocido también como “Andrés” o “Visaje”, quien en su declaración ante el fiscal 8 de la Unidad de Justicia y Paz, señaló que en la desaparición y muerte del estudiante de la Universidad Francisco de Paula Santander, Gerson Gallardo Niño, ocurrida el 3 de abril de 2003, participó de manera activa Óscar Andrés Delgado Gil (alcalde del municipio de Chinácota, Norte de Santander), quien acusó al estudiante, ante los comandantes paramilitares, de ser integrante de un grupo guerrillero [1].

Esta infundada y mentirosa afirmación de Óscar Delgado fue determinante en la desaparición forzada y posterior asesinato de Gerson a manos de los paramilitares, homicidio que sólo seis años después de haber sido cometido (y a cinco de la “desmovilización” del Bloque Catatumbo) es reconocido por integrantes de estos grupos armados ilegales, “quienes desconocieron la dignidad humana, demostraron que la imaginación del hombre no tiene límites a la hora de infligir dolor a sus semejantes y sumergieron al país en un baño de sangre del que aún no se repone” [2].

Las confesiones de hechos: victimizar dos veces a la víctima

La mención a la autoría del homicidio de Gerson no obedece a un acto de confesión de crímenes cometidos por integrantes de un grupo armado que adelanta un proceso de reincorporación social, ni se da en el marco de la justicia transicional, ni pretende la reconstrucción social, mucho menos buscan pedir perdón y dignificar a la víctima. Todo lo contrario, el delito fue justificado por las AUC como parte de su accionar contrainsurgente en Norte de Santander, no obedecía a una solicitud de perdón y se dio en el marco de un proceso cuyas principales características han sido la impunidad, la mentira y el olvido.

Los ex paramilitares han entendido por “confesión de hechos” el hacer una relación de acciones, incluyendo el asesinato de civiles, cometidas durante su permanencia como estructura armada denominada AUC. Ésta ha sido la constante presentada por los integrantes del Bloque Catatumbo en cada una de las narraciones de actividades que salvajemente cometieron en el departamento. Lo que es abiertamente violatorio de los derechos de las víctimas y es una tergiversación de la verdad misma, así lo señala el Movimiento Nacional de Víctimas de Crímenes de Estado:

“No basta entonces que los paramilitares confiesen una serie de historias macabras para luego justificarlas en la lucha contrainsurgente […] Más que una verdad a medias, las versiones de los paramilitares […] representan una inversión de la verdad misma, porque tras este sofisma se esconde el mensaje claro de que sus víctimas selectas eran en realidad victimarios y a la par, que ellos como victimarios eran y son las víctimas” [3].

Desde que Salvatore Mancuso inició el mal llamado proceso de “confesión de hechos”, en el 2006, las víctimas en Norte de Santander nunca han tenido tal condición. Repetimos: los paramilitares han excusado en una supuesta lucha antiguerrillera la comisión de crímenes de lesa humanidad, categorizando a los civiles como “bajas al enemigo” y a los delitos como “operaciones militares antisubversivas”. Tal fue el caso, entre otras, de las víctimas reconocidas por los paramilitares [4], en hechos ocurridos en mayo, julio y agosto de 1999 en La Gabarra y en las zonas rurales de Cúcuta, Tibú y El Zulia en julio de 1999; de los asesinatos en Santiago, en agosto de 1999; y los homicidios del ex concejal de La Gabarra, Bernabé Sánchez; del padre Pauselino Camargo, ex alcalde de Cúcuta; los fiscales Carlos Arturo Pinto y María del Rosario Silva Ríos; los funcionarios del CTI Carlos Pinzón y Jesús David Corzo; y Tirso Vélez, precandidato a la Gobernación de Norte de Santander.

Nadie podría señalar de manera más categórica lo que ha sido esta negación de la verdad y esta ofensa a las víctimas que la viuda de Tirso Vélez, Isabel Obregón:

“Mancuso, de manera infame, dijo que a Tirso lo habían matado por subversivo. Atentó también contra su honra. Fue como haberlo asesinado dos veces. Por eso creo que este proceso no es más que un montaje, una manipulación de la verdad. Porque Mancuso no pierde, pierden sus víctimas. […] En circunstancias como ésta, verdad, justicia y reparación son palabras que suenan vacías. La única reparación posible para mí y para mis dos hijos, de 17 y 14 años, es que nos digan la verdad completa. No que a Tirso lo mataron por guerrillero, sino que nos expliquen exactamente a quiénes les convino su muerte, quiénes se beneficiaron con ella. De otra manera, seguiré con mi escepticismo, aunque empeñada en mi esfuerzo de llevar una vida en paz” [5].

La violencia paramilitar

Contrario a lo expresado por los ex paramilitares, su accionar no se dirigió a combatir la guerrilla, sino que entre los años 1999 y 2004 fueron blanco de los paramilitares: celadores, vigilantes, zapateros, ayudantes de zapatería, vendedores ambulantes, vendedores de chance, comerciantes, albañiles, obreros, ornamentadores y sus ayudantes, conductores y ayudantes de busetas y taxis, chequeadores de rutas, prestamistas, joyeros, y cambistas, pimpineros, trabajadores de empresas, obreros de empresas formales, dependientes, ayudantes y coteros de zonas comerciales y plazas de mercado, trabajadores de establecimientos públicos como bares, restaurantes, billares, talleres y salas de belleza, obreros recolectores de hoja de coca, recicladores, trabajadoras sexuales, travestís, desempleados, expendedores y consumidores de drogas alucinógenas, ladrones, integrantes de bandas delincuenciales, funcionarios judiciales, autoridades civiles, líderes cívicos, dirigentes comunales, sindicalistas, miembros de asociaciones, integrantes de organizaciones sociales y no gubernamentales, profesionales, abogados, educadores, médicos, enfermeras, defensores de derechos humanos, estudiantes universitarios, dirigentes políticos de izquierda y de otros partidos, y desplazados forzados.

Hasta hace poco los comandantes paramilitares reconocían su autoría únicamente en el asesinato de dos mil personas en Cúcuta y su área metropolitana [6], pero diferentes informes indican que las AUC pueden llegar a ser responsables de 5.200 homicidios en la capital nortesantandereana entre 1999 y el 2004. El estudio “Paz te han vestido de negro” señala a los paramilitares como responsables del 92.3% de las violaciones a los derechos humanos y las infracciones al derecho internacional humanitario identificadas en Cúcuta, entre los años 2001 y 2003 [7]. Posteriormente Salvatore Mancuso, en audiencia llevada a cabo en el Juzgado Quinto de la Corte Federal de Washington, señaló que el Bloque Catatumbo tiene más de siete mil hechos por confesar e imputar [8].

Además de reconocer su responsabilidad en los hechos, la verdad sobre los crímenes cometidos implica conocer quiénes fueron los beneficiarios y aliados del paramilitarismo, tanto políticos como económicos, así como de sectores privados como del aparato estatal. Especialmente es necesario este conocimiento ante declaraciones de la comandancia paramilitar en las que se indica que si “no hubiese sido por la complicidad del Estado, las AUC no hubiesen surgido en el país” (caso El Iguano) [9] o quienes van más allá y se reconocen como prueba fehaciente del paramilitarismo de estado (caso Mancuso).

Frente a quiénes fueron sus aliados en Norte de Santander las declaraciones de “El Iguano” y Mancuso han sacado a relucir algunos datos importantes, que llevan a concluir que los paramilitares lograron hacerse al control militar, económico y político del departamento y su capital, infiltrando entes gubernamentales y organismos del poder local y regional. La injerencia paramilitar en Norte de Santander incluyó –según declaró Mancuso– el pago de mil millones de pesos para los servidores públicos que hacían parte de una “nómina paralela”, nómina que envolvía a altos funcionarios de la Fiscalía de Cúcuta, del Ejército, la Policía y el DAS.

Gerson Gallardo y Edwin López: víctimas del accionar paramilitar en Norte de Santander

Hace cinco años, en Cúcuta, paramilitares del Bloque Catatumbo de las AUC, con apoyo de integrantes de las Fuerzas Militares y la Policía Nacional, segaron la vida de dos activistas estudiantiles de la Universidad Francisco de Paula Santander (UFPS), desplazaron forzadamente a otros más (incluyendo a un profesor) y cercenaron un proceso organizativo del estudiantado, que sólo hasta ahora esta volviendo a reconstruirse. En ese entonces las AUC identificaron como “integrantes de la guerrilla” a sus objetivos.

El jueves 3 de abril de 2003, el estudiante de Licenciatura en Biología y Química, Gerson Gallardo Niño fue víctima de desaparición forzada. Luego de cumplir con sus compromisos académicos, el estudiante fue abordado por dos hombres, que se identificaron como miembros de las AUC, a la salida de la sede central de la UFPS. Gerson fue un destacado líder y ocupó la representación estudiantil en su carrera. Conocido por su amor y dedicación a las artes, especialmente al teatro, la música y la cuentería, estuvo vinculado a la mesa de trabajo de la ACEU en la UFPS y formaba parte del comité editorial de la revista estudiantil Museo.

Después de dos meses de retención, los paramilitares le dieron muerte, hallándose su cuerpo sin vida el día 6 de junio en el kilómetro 18 de la vía que del municipio de Tibú conduce al corregimiento de La Gabarra. Los asesinos, como parte de los mecanismos utilizados para garantizar la impunidad en el crimen, pintaron en el cajón donde dejaron el cuerpo de Gerson las siglas de un grupo guerrillero.

Otra de las víctimas de la guerra sucia y el terrorismo de estado fue Edwin Ariel López Granados, quien terminó materias correspondientes al programa de Tecnología Electromecánica. Durante sus estudios formó parte de los grupos institucionales de danza y teatro, estaba vinculado como docente a la Vicerrectoría de Bienestar Universitario (coordinador cultural de educación a distancia) en la UFPS, y era estudiante del programa de Filosofía en la Universidad de Pamplona. Fue objeto de desaparición forzada la madrugada del domingo 13 de abril, cuando sujetos encapuchados y fuertemente armados (alrededor de diez hombres) irrumpieron en el hogar de familiares en la ciudadela de Atalaya, Cúcuta, donde Edwin acostumbraba a pasar los fines de semana en compañía de su familia y su hijo Sebastián.

Después de violentar las entradas a la vivienda, de requisar y tomar algunas pertenencias del joven, procedieron a llevárselo en un carro con rumbo desconocido. Dos meses después de su desaparición forzada, fue encontrado su cuerpo sin vida, junto al de su compañero Gerson. Edwin era reconocido en el ámbito cultural de la ciudad, fue profesor de danzas folclóricas de varias instituciones educativas, coordinaba el taller de literatura y escritura para niños entre los 5 y 10 años en el Área Cultural del Banco de la República y al igual que Gerson era un amante de las artes y las letras, fue fundador de la mesa de trabajo ACEU en la UFPS y de la revista Museo.

Responsabilidad estatal en el crimen de Gerson y Edwin

La complicidad entre Fuerza Pública y AUC, hoy en día reconocida por los comandantes Mancuso, “El Iguano” y “El Pecoso”, también se vio reflejada en este caso, ya que el traslado de Cúcuta a La Gabarra implica el pasar, por lo menos, por cinco controles de la Policía Nacional, siendo además esta vía constantemente patrullada por el Ejército. En ese entonces en el departamento tenia jurisdicción la Quinta Brigada.

Estos dos crímenes estaban dirigidos a desarticular y desestabilizar el proceso organizativo del estudiantado de la UFPS, que tenía en la mesa de trabajo ACEU y en Museo sus más grandes referentes. La muerte de Gerson y Edwin desestabilizaron el escenario estudiantil en la UFPS. Hoy en día en esta universidad el estudiantado es un sujeto pasivo de las transformaciones y procesos que se gestan en esta alma máter y en la ciudad de Cúcuta, por ejemplo, se carece de un medio de comunicación estudiantil. Desde las directivas y representaciones estudiantiles no se ha propuesto (en lo que comúnmente se conoce como “silencio cómplice”) ningún tipo de actividad que permita recordar y conmemorar el asesinato de los dos estudiantes, en lo que busca claramente eliminar de la memoria colectiva y de la historia oficial estos hechos.

Es evidente que la paramilitarización de Norte de Santander incluía el copamiento del espacio universitario local y regional, para lo cual se debía silenciar cualquier voz de inconformidad y crítica que desde la UFPS pudiera salir, evidenciando que los crímenes contra el estudiantado no son hechos aislados, sino que forman parte de una estrategia de guerra sucia, que como en el caso concreto contó con el apoyo (por lo menos logístico) de la Fuerza Pública, estrategia de quienes quieren mantener y perpetuar un modelo de país. El asesinato de Gerson y el de Edwin continúan en la impunidad.

Poder expresar nuestras ideas sin temor…

Apartes de un texto inédito de Gerson Gallardo Niño

Poder expresar nuestras ideas sin temor, sin los perjuicios del señalamiento insano y de la satanización ya institucionalizada por parte de quienes pretenden condenar nuestra alma máter a ser un simple aparato intelectualoide, formador de lacayos al estilo politécnico, completamente deshumanizada y de espaldas a la verdadera realidad de la región y del país; y donde la falaz politiquería, el clientelismo, la burocracia y la corrupción cobran cada vez más fuerza.

Corremos el riesgo y lo hacemos con convicción porque queremos nuestra institución y porque mientras estemos aquí, vamos a ejercer nuestro derecho a la utopía, vamos a ejercer nuestro derecho a soñar con una universidad llena de vida, verdaderamente generadora de conocimientos donde la excelencia académica esté incentivada por el amor hacia el arte y encaminada hacia el rescate de nuestros valores en pro de la construcción de una verdadera identidad cultural, donde los procesos de construcción del conocimiento se enmarquen dentro de una verdadera introspección y que nos permita asumir desde nuestra autonomía y con nuestros instrumentos la responsabilidad de apostarle y de coadyuvar a gestar los cambios y las transformaciones que nuestro país tanto necesita.

Desde hoy: No al espíritu vacío, no a la negación de la universidad como epicentro generador del libre pensamiento, del arte y de la cultura, no a los dogmas institucionales, no a la enajenación y no a la indiferencia. Arranquemos nuestra universidad de las garras del lúgubre fantasma que la envuelve.

“Tú creerás que soy un soñador, pero no soy el único y espero que algún día te nos unas”
John Lennon (Imagine)

[1La Opinión, jueves 3 de diciembre de 2009, p. 6A.

[2Corte Suprema de Justicia, Auto de febrero 24 de 2009, dentro de la causa adelantada contra Ómar Enrique Martínez Ossías, alias “Máicol”, desmovilizado del Bloque Norte de las AUC, Rad. No. 30999.

[3Movimiento Nacional de Víctimas de Crímenes de Estado, Sin justicia y sin paz – verdad fragmentada, reparación ausente. Balance de la aplicación de la Ley de justicia y Paz, Bogotá, Movice, 2009. p. 99.

[4La relación de crímenes son tomados de http://www.cipcol.org/files/mancuso.ppt

[5Cambio, La verdad de las víctimas, 29 de enero al 4 de febrero de 2007, p. 33.

[6La Opinión, “El canto de ‘El Iguano’”, Cúcuta, diciembre 30 de 2007, p. 4B.

[7Villarraga Sarmiento, Álvaro. Paz, te han vestido de negro. Estudio sobre los Derechos Humanos en Cúcuta, en el contexto de la violencia y el conflicto armado en Norte de Santander, Bogotá, Fucude y Progresar, 2005.

[8Mancuso necesitaría 200 años para confesar sus crímenes y ser condenado, junio 25 de 2009. http://www.caracol.com.co/nota.aspx?id=834967

[9Semana, El oficio de matar. Diciembre 10 al 17 de 2007. p. 89.