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Emisoras comunitarias
Misterio doloroso
Es difícil entender por qué el Ministerio no abre la convocatoria en Bogotá aún.
Cristian Valencia / Domingo 22 de julio de 2007
 

El asunto de las emisoras comunitarias se salió de madre. Luego de muchos años de lucha, por fin lograron el reconocimiento del Ministerio de Comunicaciones. Un reconocimiento, valga decir, ordenado por la Corte Constitucional. Así que el Ministerio se vio obligado a decir "listo". Lo dijo, como siempre, en el papel. Y el papel es el papel. Una cosa ahí en forma de ley o decreto que puede o no volverse realidad. En teoría, la noble institución deberá hacer una convocatoria pública para la concesión del servicio público de radiodifusión sonora comunitaria en Bogotá y en todas las capitales del país. Y las personas que llevan trabajando años en emisoras comunitarias se pusieron felices. Entrarían al mundo de la legalidad y podrían emitir sus programas de servicio social con mejores soportes.

Y hace poco, efectivamente, el Ministerio abrió la convocatoria pública. El borrador del rimbombante decreto dice cosas como servicio público participativo y pluralista, ejercicio del derecho a la información y la participación de los habitantes, convivencia pacífica, desarrollo social, valores democráticos, construcción de ciudadanía, fortalecimiento de las identidades culturales y sociales.

Dice un pocotón de cosas que harían llorar al mismísimo Robespierre. Pero solo están puestas ahí en un papel membreteado, como letras muertas que no significan nada. Porque aquella convocatoria pública tan solo es para Quibdó, Mitú, Puerto Carreño, Riohacha y Tunja. Y una vez más, Bogotá, la capital ampulosa, la enorme metrópoli colombiana, la que recibe gente de todos los rincones del país, la que tiene un trabajo en emisoras comunitarias desde hace tiempo, la gran Bogotá, quedó por fuera.

Nadie entiende cómo rayos un Ministerio de Comunicaciones pone tanta traba para promover las comunicaciones. Nadie entiende que ese dichoso ministerio sea un obstáculo enorme para las emisoras comunitarias en esta ciudad. Y la palabra ministerio se ha ido cambiando lentamente, y por generación espontánea, por la palabra misterio. Un Misterio de Comunicaciones. Un misterio que no es gozoso ni glorioso. Es un misterio doloroso.

La cantidad de ciudades dentro de Bogotá tienen derecho a tener su radio. Ciudad Bolívar, que en realidad son más de 200 barrios, tiene derecho a promover desde la radio el desarrollo social, participativo y democrático. Y Suba, y Engativá, y Kennedy, y Barrios Unidos. Y claro que en todas partes de esta ciudad existen emisoras comunitarias. Aunque por ese accionar del Misterio ese, están condenadas a ser ilegales. Ilegal es Suba al Aire, por ejemplo; ilegal decir "Buenos días habitantes, invitamos a la comunidad..."; ilegal organizarse.

Es difícil entender la motivación que tiene el Ministerio de Comunicaciones para no abrir la convocatoria en Bogotá todavía. Una motivación que me llena de sospechas, sin duda. Sólo que no sé exactamente de qué sospecho. Supongo que hay mucho billete de por medio, por ejemplo; intereses enormes también. Y cuando dinero e interés se conjugan al tiempo, pues lo que pasa es que sucede es que ajá, como reza el vallenato.

Hace muy poco, Carlos Acero Rincón, presidente de la Red Distrital de Radios Comunitarias, y Jorge Alberto Londoño, de la Red Colombiana , enviaron un derecho de petición al Ministerio en el que exigían claridad: "(...) Demandamos de su despacho, en cumplimiento de la sentencia T-460 del 2006 de la Corte Constitucional (...) que el Ministerio abra una convocatoria pública para la concesión del servicio público de radiodifusión comunitaria en Bogotá, fijando fecha y términos precisos".

Como ciudadano colombiano, veo atropellados mis derechos fundamentales. Quiero tener la opción legal de escuchar la radio que más me guste. Espero poder oír Suba al Aire sin sentirme un delincuente. Y espero que el Misterio, de súbito, se vuelva gozoso.