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La agricultura capitalista no alimenta: hambre y obesidad en el nuevo orden global alimentario
Freddy Ordóñez / Martes 19 de abril de 2011
 

El nuevo orden global alimentario

Desde la década de los 80 del siglo pasado , el modelo agroalimentario capitalista, ha llevado un derecho fundamental de la humanidad, la alimentación, a parámetros y estándares propios del mercado y el libre comercio transnacional:

“Hoy, el sistema alimentario ya no responde a las necesidades alimenticias de las personas, ni a la producción sostenible basada en el medio ambiente, sino que se trata de un modelo enraizado en una lógica capitalista: de búsqueda del máximo beneficio, de optimización de costes y de explotación de la mano de obra en cada uno de sus tramos productivos” (Montagut y Vivas, 2009).

La producción y comercialización de alimentos, es un negocio rentable a escala planetaria, que encuentra soporte fundamental en la aplicación indiscriminada de las políticas neoliberales, especialmente las impulsadas por la Organización Mundial del Comercio, OMC, después de la Conferencia de Doha (realizada en noviembre de 2001), que propenden por la “integración de la agricultura” en el conjunto de las reglas generales de la “competencia”, reduciendo los productos agrícolas y alimentarios a mercancías como cualquier otras (Amin, 2005). Anteriormente las iniciativas formuladas entre 1986 y 1994 (vinculadas al Acuerdo General para las Tarifas y el Comercio GATT y a la Ronda Uruguay), orientadas a la reducción de aranceles, eliminación de subsidios y ayudas a la producción agraria, fueron determinantes para facilitar la dependencia e inseguridad alimentaria de países del Sur global.

EEUU y la Unión Europea lograron mantener la protección a su agricultura, por medio de las subvenciones, mientras que el resto del mundo renunció a este derecho. Así se construyó el nuevo orden global alimentario: “En vez de usar la ayuda alimentaria para demostrar su generosidad, Estados Unidos desarrolló unos nuevos acuerdos comerciales sofisticados, mientras seguía apoyando a su industria agropecuaria y regulando el ámbito internacional a través de la deuda” (Patel, 2008).

Esta “capitalización de lo agroalimentario”, que como se señaló ha tenido a la OMC como uno de los actores fundamentales (de igual forma a instituciones como el BM y el FMI), ha sido el responsable directo de la llamada crisis alimentaria evidenciada entre el 2006 y el 2008 y –aunque se ha querido negar– presente todavía en el 2011.

La cadena que va de la producción al consumo de alimentos, se ha diseñado desde la visión capitalista. En el caso de la agricultura, el modelo se ha orientado a la constitución de élites rurales. Este tipo de agricultura, regida por principios como la productividad, la competitividad, “se localiza principalmente en Norteamérica, Europa, el Cono Sur de América Latina y Australia” (Amin, 2005). En Colombia, los primeros diez años del siglo XXI significaron una arremetida del capital por lograr su implementación y consolidación, especialmente orientada a agrocombustibles y monocultivos de exportación tradicional. Este tipo de agricultura emplea a nivel mundial unas decenas de millones de obreros que, dejaron de ser campesinos, y que han sido inmersos en diferentes procesos socioeconómicos que han jalonado el devenir de las sociedades rurales contemporáneas como son la urbanización, industrialización, ampliación en infraestructura y medios de transporte, tecnificación agropecuaria, transformaciones en la demanda y el consumo de productos agroalimentarios, nacimiento y expansión de la agroindustria (Segrelles, 2010) lo que ha significado para los campesinos la pérdida de aspectos culturales, de identidad y de derechos como la tierra, el territorio, la vivienda, el trabajo, la salud y la alimentación . Pero lo paradójico es que la implementación, expansión y profundización del modelo agroalimentario del capital no se ha traducido en la garantía del derecho a la alimentación de la población.

La agricultura capitalista no alimenta…

Una de las paradojas que se presenta en el sistema agroalimentario, es el crecimiento en el número de personas subnutridas a pesar del aumento de la agricultura: “La producción de cereales a nivel mundial se ha triplicado desde los años sesenta, mientras que la población a escala global tan sólo se ha duplicado” (Montagut y Vivas, 2009).

Es imperativo señalar que el hambre en el planeta iba en aumento mucho antes de la crisis alimentaria, crisis relacionada directamente con el alto costo de los alimentos y la crisis capitalista, pero con un carácter estructural, resultante de la consolidación de los negocios agroalimentarios bajo el régimen alimentario corporativo (Delgado, 2010). La FAO ha indicado que desde el año 1995 ha crecido constantemente el número de personas subnutridas en el mundo, coincidiendo con el despliegue global del neoliberalismo, encontrando su pico más alto en el 2009, con 1.023 millones de personas (FAO, 2010). El hambre ha tenido como origen, no la disminución de las cosechas, mucho menos reducciones en la producción de alimentos, sino la imposibilidad de acceder a ellos como consecuencia de sus precios, del desempleo, la pobreza mundial, el modo de distribución y la destinación de la producción agrícola a usos diferentes al de la alimentación humana.

Manuel Delgado (2010) en el estudio citado, cuestionando las falsas soluciones al problema de la subnutrición, señala que:

La interpretación convencional del problema insiste en tratarlo como un problema de escasez en el mercado, y la receta consiguiente reclama un aumento de la producción de alimentos desde los patrones de funcionamiento del sistema agroalimentario globalizado. De nuevo, el origen del problema se propone como solución, cuando la propia FAO ha llegado a reconocer que “resolver el problema del hambre en el mundo no es una cuestión de producción de alimentos, sino de acceso y distribución”.

La recuperación de la crisis económica mundial ha implicado la reducción del número de personas subnutridas en el globo, aunque la cantidad sigue siendo, en palabras de la FAO, “inaceptablemente alta” (FAO, 2010).

Lo anterior se traduce en que, en la actualidad, el derecho a la alimentación se rige por las leyes del mercado. Jacques Diouf, Director General de la FAO y Josette Sheeran, Directora Ejecutiva del PMA, indican: “Si persiste el reciente aumento de los precios, se podrían crear nuevos obstáculos a la lucha contra la reducción del hambre” (FAO, 2010), lo que es un claro respaldo a la tesis aquí sostenida. El referido informe de la FAO expresa:

En la mayoría de los países de bajos ingresos y con déficit alimentario los precios de los alimentos siguen siendo superiores a los precios de comienzos de 2008 previos a la crisis, lo que afecta negativamente el acceso a alimentos por parte de la población vulnerable. El análisis del hambre durante la crisis y la recuperación pone de manifiesto la vulnerabilidad de muchos países pobres ante las perturbaciones económicas.

Indudablemente, el aumento de los precios de los alimentos ha sido una constante. En enero de 2011, el índice de la FAO para los precios de los alimentos, tuvo un promedio de 231 puntos en el mes, un 3,4% de incremento frente a diciembre de 2010 (FAO, 2011).

Si bien es cierto que se ha presentado un aumento en la producción de cereales la tendencia reciente ha sido la utilización de estos cultivos con fines diferentes a la alimentación humana. Esto ha ido de la mano, con la adquisición de grandes extensiones de tierras: “Un inventario reciente del Banco Mundial en el que figuran 389 adquisiciones de gran escala o arrendamientos de tierras a largo plazo en 80 países revela que, si bien el 37% de los llamados proyectos de inversión está destinado a producir alimentos (cultivos y ganado), los agrocombustibles representan el 35% de esos proyectos” (Naciones Unidas, 2010), tal como lo expresa el Relator en su informe, las tierras y sus cultivos se están destinando a agrocombustibles, pero también preocupa el creciente aumento en producción de cereales para alimentar ganado.

José Antonio Segrelles (2007) docente e investigador de la Universidad de Alicante, España, comenta: Gran parte de las tierras arables del mundo se utilizan para cultivar plantas que después se emplean para fabricar piensos para ganadería (fundamentalmente cereales y oleaginosas) en vez de dedicarlas al cultivo de alimentos para las personas. De este modo, por influencia de algunos países, como Estados Unidos, y sus empresas transnacionales del sector agroalimentario, se crea una cadena alimenticia artificial donde el eslabón principal está representado por la carne, sobre todo la de vacuno. El ganado alimentado con cereales y oleaginosas en vez de forrajes se destina a satisfacer la demanda de los consumidores de los países ricos.

A modo de ejemplos ilustrativos baste señalar que el 36% del cereal mundial se destina a la alimentación de la ganadería intensiva de los países del Norte; la producción de una caloría animal requiere cuatro calorías vegetales; para conseguir un kilogramo de carne de bovino es necesario aportar previamente dieciséis kilogramos de cereales.

El caso paradigmático lo constituye el mayor productor de maíz en el mundo, Estados Unidos, responsable del 40% de la producción total global, con un área cultivada de 412 millones de hectáreas, en el año 2010, destinó el 35% de la cosecha para etanol y un 76% del consumo interno lo dedica a la alimentación de ganado.

Pero el sistema agroalimentario actual no solo produce hambre, también produce sobrepeso: más del 10% de la población mundial sufre de sobrepeso, lo que ha sido considerado como una “pandemia de obesidad”, asociada al modo de vida occidental (El Espectador, 2011 Feb. 03), que va de la mano con enfermedades cardiovasculares y la diabetes. La obesidad y el sobrepeso no son problemas de ricos que comen alimentos que engordan: “Estos trastornos de la salud asociados a la comida se relacionan con una alimentación que tiene cada vez más productos refinados, alimentos de origen animal, grasas y aditivos químicos añadidos, no para mejorar su calidad, sino para garantizar la manufactura, el almacenamiento y transporte. Para sostener la expansión de los imperios alimentarios” (Delgado, 2010).

Raj Patel, en Obesos y famélicos (2008), un estudio muy completo sobre globalización, hambre y negocios en el nuevo sistema alimentario mundial, presenta una serie de ejemplos sobre la forma de construir obesidad en diferentes partes del mundo:

 México, un país con un ingreso medio de 6.000 dólares por persona, presenta en la actualidad el mayor número de casos de adolescentes con sobrepeso de toda su historia, aunque la pobreza aumenta, la obesidad no se asocia con la riqueza, sino con la proximidad a los Estados Unidos, ya que las familias residentes en la zona de frontera, influenciadas por el hábito alimenticio estadounidenses rico en comidas procesadas, grasas y azucares, poseen mayor cantidad de niños con sobrepeso, que aquellas familias distantes de la frontera.

 En Inglaterra, los niños tienen la posibilidad de escoger en los supermercados entre veintiocho marcas de cereales infantiles para el desayuno. El contenido de azúcar de veintisiete de éstos, excede las recomendaciones del gobierno. Lo anterior es clave para entender que en el Reino Unido, 8,5% de los niños de seis años y más de uno de cada diez chicos de quince años sean obesos.

 En 1992, en la India, en las mismas aldeas y pueblos donde la malnutrición había comenzado a atacar a las familias más pobres, el gobierno permitió que se colara en su sistema económico, hasta entonces muy protegido, los fabricantes de refrescos extranjeros y multinacionales de la alimentación. En una década, la India logró la mayor cantidad de diabéticos del mundo, la mayoría niños, consumidores excesivos de alimentos inadecuados.

Estados Unidos es, entre los países desarrollados, el que mayor obesidad presenta, esto debido a la masificación de la comida rápida, reina de la alimentación de los estadounidenses: en un año consumen siete mil millones de hamburguesas con queso (lo que implica la preparación de 36 millones de papas fritas al día), 85 mil millones de tortillas (base de la preparación de comidas mexicanas como tacos, burritos y fajitas), 22 millones de “hot dogs” en los estadios durante los partidos de beisbol y 350 porciones de pizza cada segundo (100 acres de pizza por día). (History Channel, 2011).

En Latinoamérica recientemente se ha evidenciado que los índices de obesidad en menores de 20 años son alarmantes: un 30% de esta población sufre de sobrepeso, de este porcentaje, la mitad tiene un índice de obesidad de más de 95%, es decir son niños y adolescentes clínicamente obesos (El Espectador, 2011 Feb. 11).

Para el caso colombiano, la última Encuesta Nacional de Situación Nutricional, reveló que, a 2010, el 51,1% de todos los adultos tienen sobrepeso u obesidad, lo que implica un 5,3% más que las cifras de hace cinco años. En niños y adolescentes, uno de cada seis, tiene sobrepeso. El problema del sobrepeso en el país está asociado, con cambios en la alimentación, la cual se ha orientado hacia las comidas chatarras y rápidas, los embutidos, las bebidas gasificadas y azucaradas (El Tiempo, 2011 Abr. 17).

De esta forma el modelo agroalimentario del capital no sólo ha producido 1.000 millones de personas subnutridas, sino también 1.000 millones de seres humanos que hoy en día sufren de sobrepeso. Estas dos catástrofes de la humanidad han significado el enriquecimiento de quienes se encuentran detrás del modelo.

Mientras el sistema continúa generando obesos y subnutridos, el alza en los precios de los alimentos no para. El informe más reciente del Banco Mundial revela que el precio internacional de los alimentos no ha bajado y por el contrario sigue en ascenso, ubicándose el índice de precios de los alimentos cerca del nivel máximo registrado en 2008. Los cereales presentan precios muy superiores a los del año pasado: el maíz (74%), el trigo (69%), la soya (36%) y el azúcar (21%). Dentro de las razones que presenta el Banco para que se dé el alza se encuentran, el aumento generalizado de los costos de los productos agrícolas (lo que promovió la competencia por la tierra y otros insumos) y el alza en el valor de los combustibles (Banco Mundial, 2011), dos elementos claramente relacionados con el modelo agroalimentario capitalista.

Levantar la bandera de la soberanía alimentaria

Ante las diversas amenazas y afectaciones que se presentan con la expansión y profundización del sistema agroalimentario capitalista (cuya finalidad no es cubrir las necesidades nutricionales de la población, sino la maximización de las ganancias), particularmente la vulneración de derechos a las campesinas y campesinos, la subnutrición y la obesidad, es imperativo, si se quiere ejercer el derecho humano a la alimentación adecuada, levantar la bandera de la soberanía alimentaria, y volver y potenciar la agricultura campesina y la comercialización local de alimentos, como alternativas a un sistema agroalimentario que no alimenta.

Fuentes:

Amin, S. (2005). Las luchas campesinas y obreras frente a los desafíos del Siglo XXI. España: El Viejo Topo.

Delgado, M. (2010). El sistema agroalimentario globalizado: imperios alimentarios y degradación social y ecológica. En: Revista de Economía Crítica, No. 10. pp. 32 – 61.

El Espectador (2011 Feb. 11). “Tres de cada diez niños en Latinoamérica tiene problemas de sobrepeso. En: http://www.elespectador.com/noticias/salud/articulo-250342-tres-de-cada-diez-ninos-latinoamerica-tienen-problemas-de-sobrep

EL Espectador (2011 Feb. 03). Más del 10% de la población mundial es obesa. En: http://www.elespectador.com/noticias/salud/articulo-248765-mas-del-10-de-poblacion-mundial-obesa

El Tiempo (2011 Abr. 17) Editorial: Un problema gordo de verdad. En: http://www.eltiempo.com/opinion/editoriales/editorial-un-problema-gordo-de-verdad_9183585-4

FAO (2011). Los precios mundiales de los alimentos alcanzan un nuevo récord histórico En: http://www.fao.org/news/story/es/item/50538/icode/

Golay, C. (2009). Los derechos de los campesinos. Ginebra: CETIM.

History Channel (2011). Food Tech. En: http://www.history.com/shows/food-tech/episodes/

Montagut y Vivas (2009). Del campo al plato. Los circuitos de producción y distribución de alimentos. Barcelona: Icaria.

Naciones Unidas, Asamblea General, Sexagésimo quinto periodo de sesiones (2010. Ago. 11). El derecho a la alimentación. Informe provisional del Relator Especial sobre el derecho a la alimentación, Olivier De Schutter. A/65/281;

Naciones Unidas, Asamblea General, Consejo de Derechos Humanos, 16° período de sesiones (2011 Feb. 18). Estudio preliminar del Comité Asesor del Consejo de Derechos Humanos sobre la promoción de los derechos de los agricultores y de otras personas que trabajan en las zonas rurales. A/HRC/16/63.

Patel, R. (2008). Obesos y famélicos. Buenos Aires: Marea.

Segrelles, J. A. (2010). La distribución agroalimentaria y su influencia en la pobreza campesina. En: Scripta Nova, Revista electrónica de Geografía y Ciencias Sociales, Vol. XIV, No. 325. Departamento de Geografía Humana, Universidad de Barcelona. 26p.

Segrelles, J. A. (2007). Una reflexión sobre la reciente reorganización de los usos agropecuarios en América Latina. En: Anales de Geografía de la Universidad Complutense, vol. 27, nº 1, 2007. pp. 125-147.

Ziegler, J. (2009). Peasants Farmers and the Right to Food: a History of Discrimination and Exploitation. A/HRC/AC/3/CRP.5;