Agencia Prensa Rural
Mapa del sitio
Suscríbete a servicioprensarural

Serie de Crónicas-Problemas Rurales
Narraciones con huellas de la violencia
“… y entonces fue cuando los campesinos se alzaron y se fueron, y donde se hicieron las marchas y la asociación, ahí fue donde la asociación hizo la acción humanitaria. Por el lado de Remedios muchos campesinos murieron de esa manera por parte de los paramilitares y del ejército, eso andaban juntos, uno los veía juntos y todavía andan juntos"
Marcela Pinto / Miércoles 4 de mayo de 2011
 

La violencia en Colombia no es un fenómeno aislado como dicen muchos. Es una realidad, no se puede negar que existe y persiste, dentro de la historia de los colombianos y colombianas, y que parte de una realidad social, política y económica que ha generado este conflicto interno. Aquel que diga que no lo toca la guerra lamentablemente ha sido cegado por el Modelo neoliberal individualista y olvidadizo de la sangre que este país ha tenido que dejar correr.

Después de hacer varios inicios de crónicas decidí comenzar recordando una serie de eventos y narraciones de vida de las campesinas y campesinos del Magdalena Medio, especialmente de una Mujer Campesina que aunque Joven en edad tiene mucho que contar: una de esas historias caracterizadas por la huella de la violencia que por años se han tenido que vivir en los campos colombianos.

“…Ellos [los paramilitares] compraban gente, concientizaban gente para hacer servicio de inteligencia a los mismos campesinos, gente que informaba, y cuando uno menos lo pensaba tenia los paramilitares en la zona. Eso paso en Dos Quebradas y la Cooperativa que fue quemada dos veces, por acá quemaron hasta acá muy cerquita, hasta allí en la finquita quemaron unas casas, mataron muchos campesinos de Cañaveral para acá…”

El paramilitarismo no nació en los noventas; es una historia de intereses que por décadas se han ido transformando para salvaguardar bienes materiales o ideológicos de la burguesía: el caso del Magdalena Medio –más exactamente el municipio de Puerto Boyacá-, fue una de las cunas de estos grupos armados, que se extendieron por la zona rural; el único modo de seguir viviendo fue resistir.

El pasado 11 de noviembre de 2010, se conmemoraban 22 años de la Masacre de Segovia, Antioquia; 22 años de impunidad de uno de los inicios más claros de lo que se venía encima para los que pensaban diferente y para aquellos que sin quererlo se convertirían en mártires de esta guerra frontal. Esta fue una de las primeras muertes masivas producto de la represión y señalamiento contra la Unión Patriótica (UP), partido que representaba los pensamientos alternativos que querían un cambio profundo. Días antes, iniciaron los corrillos por las calles. Muchos presagiaban la muerte, otros no la tenían planeada; se distribuyeron panfletos amenazantes contra los militantes de la UP firmados como Muerte a Revolucionarios del Nordeste Antioqueño.

“… y entonces fue cuando los campesinos se alzaron y se fueron, y donde se hicieron las marchas y la asociación, ahí fue donde la asociación hizo la acción humanitaria. Por el lado de Remedios muchos campesinos murieron de esa manera por parte de los paramilitares y del ejército eso, andaban juntos, uno los veía juntos y todavía andan juntos. Los mismos que mataron esa gente todavía andan en Remedios, ya supuestamente están dizque retirados… [Mi mamá] ella canta la canción a Héctor, el hermanito mío que mataron en Barranca…”

Esa noche, faltando unos minutos para las 7 pm, en una camioneta en un recorrido de una hora, hombres armados dispararon sin condiciones sobre pobladores Segovianos, recorrieron las calles llevándose a tiros hombres, mujeres, ancianos y niños: un total de 43 personas y más de 80 heridos. Ríos de sangre se vieron bajar por las calles de un municipio minero disputado por los paramilitares y grupos insurgentse, frente a los ojos de la policía Nacional y el Batallón del Ejercito Bomboná que extrañamente se esfumaron de las calles y no aparecieron hasta que cesaron los tiros.

“Lo que más me ha marcado [de la guerra] es perder los hermanos- eso fue lo que más me dolió, también mi tío. Ósea fuimos atropellados porque no tuvimos un papá que verdaderamente nos apoyará eso es más duro que la guerra que vivimos ahora, es por eso que caemos en la guerra, por eso están muertos todos, solo estamos las mujeres y mi mamá que todavía la lucha…”

Hoy 22 años después de esa sangre y tras una conmemoración de 3 días, aún se siente el sollozo de muchas voces que piden justicia pero que han escondido sus rostros por miedo, miedo a represarías de los que hoy en día siguen siendo parte de este conflicto. Después de 22 años, al desandar la muerte en modo conmemorativo llenos de amarillo y verde –colores de la UP- no era extraño ser vigilados, registrados fotográficamente, señalados y reseñados por las consignas que llamaban a no olvidar. En esta marcha, después de 22 años, muchas lágrimas se derramaron por el olvido y por el recuerdo.

” Yo quisiera ver [mis hijos] que fueran diferentes, sin perder la conciencia que uno lleva, ser consciente de lo que está pasando, tirar a un cambio…hay que luchar por un cambio, ahorita esta duro pero uno debe unirse a las organizaciones sociales y con eso hay esperanzas de un cambio…cambiar lo que está mal, unidos… hay que reconocer que hay gente que no esta consciente de las cosas, gente que está en el campo y han sufrido y usted les preguntan y dicen que viven bien, pero igual si viven bien es porque tienen un cajón lleno de comida y un cajón lleno de ropa, pero miren alrededor que lo que está mirando gente más llevada que uno pobreza y desempleo vaya usted al pueblo como viven los profesores, eso es lo que uno tiene que entender, uno no va a decir que uno viven bien salgo de acá me meto a un hueco y saco un poco de oro y me lo bebo. Pero eso no es vivir bien, vivir bien es mirar lo que está mal, vivir miles de personas quien están mal. No están conscientes de lo que pasa, yo no sé de política ni del estado nada pero sé que está mal y que y uno ve mucha cosa. De todas maneras el país tiene que cambiar a menos que se forme una guerra más grande y nos defenderemos. Yo creo que los paramilitares ya no nos van a matar como lo hacían antes por que el campesino no creo que sea tan bobo, es que llegaban dos personas a una casa y mataban todas las personas y nadie hacia nada, como pasaba en Remedios cualquier persona llevaba y degollaba a otra y ya, creo que ahora eso no pasa porque el campesino ya despertó así le toque que se arme mas la guerra pero uno no se puede dejar matar así y yo creo que varios piensan lo mismo. Como lo engañaban a uno, en brigadas de salud metían uno de allá, y como se prestaban esa gente para eso sabiendo que era para matar el campesino, toda la lista se la llevaban ellos, y a uno se le hacía raro por que en un reten con nombre completo con cedula o los mismos médicos se la pasaban a ellos…ahora mandaban las vacunadoras casa por casa y después el ejercito ya se sabían el nombre de todas las personas de la casa desde el más chiquito hasta el más grande “.

Se sembraron 43 árboles simbolizando la vida, pero también la memoria y la organización. No solamente Segovia es uno de los municipios azotados por el dolor y la mirada cruel del paramilitarismo, la muerte y los señalamientos que acusan de pertenecer a la guerrilla por ser diferente. en Colombia mueren como “Falsos positivos” – Ejecuciones Extrajudiciales- muchos Colombianos inocentes al año; solo en el Nordeste en los últimos años murieron 16 personas, que se suman a la limpieza de los municipios Mineros de oro de la zona.

“A la mujer la toca la guerra, uno como madre que le maten un hijo, como a mi mama que le matan 3, sin embargo mi mamá sale a cantar. Ella tiene una historia mi papa era de los que amarraban a mi mama de un palo y le daba con una rula, le quitaba la ropa éramos 3 grandecitos. Dos profesoras y un padre la sacaron de allá para Yolombó. Nosotros quedamos solos y mi tío que nos ayudaba lo mataron…y para el estado no pasa nada, porque frente a todas las víctimas de los paramilitares no pasa nada, para ellos es normal, se cuadra con plata y más, se paga el muerto, le dan 13 millones a la viuda y el que lo mató por ahí caminando, así no tienen como acabarse los crímenes en Colombia”.

Como mujeres, esta guerra nos toca porque muchas ven morir sus hijos en medio de la guerra -de un bando o del otro-, vemos hijos, hermanos, nietos, sobrinos, etc. morir en brazos, bajo justificaciones inverosímiles que pretenden confundir los pensamientos y sentimientos de mujeres luchadoras por la vida. Ahora la pregunta, ¿Cómo nos toca la guerra?, tal vez la respondería con otras preguntas: ¿cuánto más vamos a seguir negando esta guerra, este conflicto armado, social y político?, ¿Cómo y cuándo abrirán los ojos los intocables, ante la sangre colombiana derramada? ¿Cuándo y cómo llegaremos a la paz y al cambio estructural?... , son dudas que solo se puedan resolver si logramos ver más allá, de un modo distinto, más cercanos a la sociedad.