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Estudiantes colombianos
La esperanza reescrita con ingenio y sin violencia
En Colombia, las protestas juveniles, alegres y pacíficas, no sólo lograron que el gobierno diera marcha atrás a una reforma de ley estudiantil, sino que despertaron en la población el interés por informarse en medios de comunicación diferentes a los convencionales
Henry Alejandro Molano y Juan Camilo Biermann / Domingo 4 de diciembre de 2011
 

En noviembre pasado, mientras caminábamos para reunirnos enla Plaza de Bolívar de Bogotá, evitar cierto júbilo era tarea infructuosa. Había en el aire una íntima convicción de estar participando en algo más grande que la mera celebración por el aviso presidencial de retiro del proyecto de reforma ala Ley de Educación Superior. Desde edificios, estaciones de gasolina, tiendas y autobuses atrapados por el paso de la marcha se veían carteles y se escuchaban consignas de apoyo: “¡Que viva el paro estudiantil!”, “¡No dejemos privatizar la educación!”, “¡Abajo la Ley 30 y su reforma!” Hasta donde la vista alcanzaba se veían marchantes, muchos de ellos disfrazados, cantando y bailando, sin que el recio aguacero menguara los ánimos. Y así como ocurrió en Bogotá ocurrió en Cali, Pereira, Medellín, Barranquilla, Bucaramanga, Tunja, Cúcuta, Quibdó, Popayán, Neiva, Ibagué, Villavicencio, Cartagena, Manizales, San Andrés… Pero, ¿a qué se debía tanto entusiasmo y tanta gente unida en torno a una movilización social?

El paro nacional había sido declarado desde la radicación, en octubre pasado, del Proyecto de Reforma número112 ala Ley30 de 1992 o Ley de Educación Superior. Este proyecto de reforma, según el gobierno, había sido debatido públicamente desde el primer trimestre del año a través de numerosos foros y charlas. Sin embargo, frente al resultado final quedaba claro que muchas de las propuestas formuladas desde diversas instancias estudiantiles y universitarias habían sido ignoradas. Así, ante la obstinación del gobierno (cuyos rostros visibles son la ministra de Educación, María Fernanda Campo, y el presidente de la república, Juan Manuel Santos) en presentar su proyecto de reforma, desdela Mesa AmpliaNacional Estudiantil (MANE) se convocó al paro nacional. Para cuando esto se estableció, ya había siete universidades públicas en paro debido a su incierta situación financiera y a los riesgos de seguridad que corren tanto profesores como estudiantes.

La Ley 30 de 1992 y su reforma

¿Qué se le criticaba al proyecto de reforma del gobierno? Principalmente la profundidad y ampliación que daba al modelo de educación superior establecido ya enla Ley30 de 1992. Exponemos algunos elementos:

- Educación entendida como servicio, condicionada por sus méritos en el mercado.

- Ampliación de la cobertura, definida por la cantidad de estudiantes matriculados y no en términos de estudiantes graduados o egresados. Para “garantizarla” se propuso un aumento presupuestal en términos absolutos, cuya destinación específica y forma de cálculo no se explicaron; en términos relativos, este aumento ni siquiera garantiza las condiciones mínimas necesarias que permitan ampliar efectivamente la cobertura en términos del gobierno.

- Un sistema de subsidios a la demanda a través del crédito bancario que garantiza el endeudamiento progresivo y creciente de quienes deseen acceder a la educación superior.

- Pese a que no se hace explícito el ánimo de lucro para las universidades, éste se reconoce al presentar a la educación superior como fuente de mano de obra con formación básica flexible, apta para el mercado internacional en el marco de acuerdos internacionales, como el recién aprobado Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos, a partir de una inversión pública que no se corresponde con el IPC[1] o con la tasa de crecimiento económico.

Ante este panorama, el movimiento estudiantil y otros estamentos sociales, incluidas voces expertas a las que suelen apelar los medios tradicionales, adelantaron algunas consecuencias:

- La consolidación de las universidades como productoras de mercancías bajo el principio de la eficiencia económica.

- Criterios de control de calidad basados en resultados cuantitativos –en particular la cobertura y la calidad estandarizada– sin que en éstos tengan verdadera relevancia temas como la autonomía universitaria, la excelencia de los programas académicos o la proyección profesional de los egresados.

- Un sistema educativo no estructurado, sin diferenciaciones ni jerarquías internas, sin definición clara de funciones propias ni articulaciones con otros segmentos del sistema educativo.

- Relaciones de competencia de mercado entre las universidades y los institutos de formación técnica por un presupuesto insuficiente, y de dependencia del sector privado al forzarlas a apelar a éste para solventar sus gastos.

- El establecimiento de una ley que no cuenta con la aprobación de los sectores educativos directamente relacionados con ella.

Movimiento en los medios

Al principio, medios tradicionales de información como El Tiempo, El Espectador, RCN (radio y televisión), Caracol Televisión o Semana cuestionaron la comprensión dada al proyecto de reforma por parte del estudiantado. “¡No te dejes engañar!”, “No insistan”, “Infórmate”, repetía la propaganda que empezó a circular explicando las apuestas del gobierno. Ante el paro y la movilización estudiantil aparecieron las declaraciones estos medios y, aunque fueron alterando su discurso a medida que la situación cambiaba, mantuvieron una postura de defensa del gobierno y buscaron banalizar las exigencias y argumentos del movimiento estudiantil. En los debates públicos entre la ministra de educación y representantes estudiantiles se puso en evidencia lo bien informado que está el movimiento estudiantil frente al reiterativo y poco claro discurso de la ministra.

Ésta fue la primera evidencia que el movimiento estudiantil colombiano hizo emerger. En varios medios tradicionales los argumentos del gobierno flaqueaban, mientras que la presencia de los voceros estudiantiles fortalecía al movimiento. En pocas semanas algunos medios advirtieron la fortaleza del movimiento: no solo tenía las razones de las que los defensores del proyecto carecían, sino que se trataban de argumentos contundentes. Además, la construcción de un programa mínimo para discutir con la sociedad y las formas novedosas de protesta merecieron la simpatía de sectores que se habían mostrado apáticos.

Y cuando las marchas, los “pupitrazos”, las “besatones” y la movilización de cientos de estudiantes en las calles por todo el país comenzaron a mostrar una forma de acción inesperada para las comunidades que las presenciaban con algo de desconcierto, risas y aceptación, los medios tradicionales criticaron las molestias que generaban las protestas públicas en cuanto a movilidad y resaltaron la cantidad de dinero que se perdía por cada día de paro y, con el tiempo, se comenzó a insinuar que simplemente los estudiantes estaban de vacaciones. No faltó la acostumbrada vinculación del movimiento estudiantil con disturbios violentos, lo que se sumó a los rumores de infiltración guerrillera en las movilizaciones y en el movimiento estudiantil mismo.

Muy poco se mencionó acerca de la participación de universidades privadas en la movilización o de los mecanismos democráticos que fueron implementados dentro del movimiento estudiantil para alcanzar consensos, organizar la movilización y tomar decisiones estratégicas. Mayor relevancia le dieron a otros hechos, como el reinado nacional de belleza, las eliminatorias al mundial de fútbol y las presumidas bondades del TLC firmado con Estados Unidos.

De todas maneras, demostrados el ingenio y la no violencia estudiantil a través de las manifestaciones realizadas, los medios tradicionales apuntaron hacia la idea de que los estudiantes no habían querido notar lo positivo que traía consigo la reforma; incluso se hizo un particular llamado a la sensatez y a la cordura, como si “movimiento estudiantil” se tratara de un problema psicológico que obedece a los ímpetus juveniles. Irónicamente, esta postura establecida frente al movimiento estudiantil –al que los medios no consideran como tal y lo denominan protesta estudiantil o paro universitario– ha despertado en la población el interés por consultar medios de información menos oportunistas para evitar los filtros que se hicieron evidentes en la comunicación, y acceder así a una información más amplia y menos sesgada. El movimiento estudiantil hizo evidente que los medios tradicionales en Colombia no solamente no son una muestra de pluralismo, sino que son algo que requiere la sociedad.

Movimiento estudiantil 2012

Tras el logro del retiro efectivo del proyecto de reforma en noviembre pasado y el levantamiento del paro (condicionado por el cumplimiento de una serie de garantías mínimas exigidas, no alcanzadas aún en todas las universidades), al actual Movimiento Estudiantil se le presentan nuevos retos. Lo primero es mantener su unidad y coherencia internas, fortaleciéndolas y ampliándolas a medida que pase el tiempo. Lo segundo, consolidar vínculos solidarios con otros movimientos sociales (campesinos, indígenas, mineros, etcétera). Asimismo, el movimiento deberá mantenerse como interlocutor participante en el debate y la definición de la política gubernamental en educación. Pero sobre todo, formular una propuesta alternativa de Ley de Educación Superior que garantice accesibilidad, calidad, permanencia, proyección profesional y respeto por la diversidad, teniendo en cuenta que lo que esto implica de fondo es la transformación del modelo de sociedad y país que queremos en el presente y para el futuro.

El movimiento estudiantil en Colombia concluye este año con algunas universidades aún en paro, debido en buena medida a que las garantías para restablecer las clases no se han dado localmente. Ello hace que la unidad del movimiento sea el aspecto que con más cuidado debe tratarse.

Tener la capacidad de reflexionar sobre lo hecho no es un reto nuevo. El movimiento estudiantil colombiano está aún a tiempo de escuchar con mayor atención las críticas que se formulan desde el propio movimiento y desde otros espacios académicos y sociales: cargar al movimiento estudiantil con las necesidades de otros sectores, pensar la educación técnica y tecnológica desde una perspectiva crítica como otras opciones de formación superior y pensar las dinámicas que han permitido, luego de 40 años, volver a conformar un movimiento estudiantil tan vinculante y amplio como el actual son sólo algunas de ellas.

La construcción de pensamiento crítico requiere fortaleza y las evidencias cotidianas nos dejan ver que la fuerza no ha mermado. El entusiasmo de una sociedad que se atrevió a salir a las calles, a aplaudir desde sus ventanas, a tocar las bocinas de sus vehículos al paso de los manifestantes, a fijar en el papel y con sus voces que otra forma de habitar el mundo es posible, no fue una sorpresa. Lo que muchos medios ya han mostrado es evidente para muchos de nosotros: hay una sociedad que quiere un cambio, que está dispuesta a reclamarlo y a luchar por él. Desde Estados Unidos hastala Patagoniahay una sociedad convencida de que sus orígenes están en la educación.

[1] Índice de Precios al Consumidor