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Un debate necesario. Diálogo epistolar: "Yo acepto esa invitación que él tan desesperadamente está haciendo y me uno a quienes, como el profesor Medófilo Medina, quieren establecer un debate epistolar con Timochenko"
Timochenko, el escritor
"Un hombre que escribe así no puede ser una persona insensible a los deseos de paz de tantos colombianos"
María Jimena Duzán / Domingo 15 de enero de 2012
 

A pesar de estar en orillas distintas, de que no soy partidaria de la lucha armada ni de la combinación de las formas de lucha y de que repudio el secuestro y la siembra de minas quiebrapatas, confieso que me ha sorprendido encontrar en Timochenko, el nuevo jefe de las Farc, a un pulcro escritor.

Desde que asumió la jefatura de esa guerrilla, me leo sus cartas con un interés que no me había despertado ninguna de las misivas escritas por Alfonso Cano o las del propio Marulanda, las cuales eran siempre unas pastorales insoportables. Su lectura terminaba siendo un ejercicio difícil y poco productivo. Cano nunca dijo nada nuevo que no hubiera dicho Marulanda, siempre mantuvo su mismo discurso, su misma rigidez en sus argumentos, su vocabulario pesado, tan propio de una guerrilla ensimismada y autista como lo han sido siempre las Farc.

En ese sentido, las cartas de Timochenko sí representan un cambio cualitativo. No solo están bien escritas, que eso ya es un avance importante, sino que su retórica está construida sobre premisas interesantes y novedosas que demuestran que detrás de este jefe guerrillero hay un hombre que se preocupa por leer en medio de la guerra.

Y ese dato también me sorprendió: un guerrillero que no ha perdido el gusto por la buena literatura -en su última carta hace mención a un libro del escritor estadounidense Jack London- es una persona que en el fondo debe saber que esa guerra que está librando solo puede terminar convirtiéndolo en un monstruo insensible a la estética, a la lectura de un buen libro o de un poema. ¿Querrá eso Timochenko?

Y aunque me imagino que él debe ser un guerrillero que ha caído en la degradación que produce la guerra y que ha cometido actos atroces, me impresiona la honestidad con que escribe, cosa que nunca tuvieron sus antecesores.

Su primera carta, aquella en que protestó airadamente por la forma indigna como habían expuesto el cadáver de Cano, me impresionó porque, en su airada arenga, dejó que viéramos su dolor y su rabia por la muerte de su jefe Alfonso Cano. "Esa carta demuestra que están asustados", recuerdo que me dijo un general a quien le pregunté su opinión sobre lo escrito por Timochenko. A mí en cambio me dio otra impresión: la de que quien escribía esa carta era un hombre adolorido por la guerra, hastiado por la guerra. Y por un momento pensé que un ser así, capaz de hacernos sentir ese dolor a través de una carta, tiene que ser un hombre que no está pensando en morir, sino en vivir. Por un instante pensé que un guerrillero que era capaz de escribir así, con las entrañas expuestas, debía estar escribiendo novelas en lugar de estar empuñando un arma.

En su carta al profesor de la Nacional, Medófilo Medina, también hace confesiones que deben haberle costado mucho trabajo escribir: en ella dice que las Farc no quieren la toma del aparato del Estado a través de la derrota del Ejército, sino que lo que buscan ser es un movimiento social que impulse los intereses de los menos favorecidos. Un cambio cualitativo desde las épocas de Marulanda y Marquetalia cuando ellos pensaban que iban a tomarse el Estado, como sucedió en Cuba y en Nicaragua.

Pero tal vez lo más importante de las cartas de Timochenko es que detrás de estas se adivina a un guerrillero que quiere ser escuchado. No en vano ha escrito tres cartas en tan solo dos meses que lleva de jefe de las Farc.

Yo acepto esa invitación que él tan desesperadamente está haciendo y me uno a quienes, como el profesor Medófilo Medina, quieren establecer un debate epistolar con Timochenko.

Así no comparta su mundo, sus concepciones, y así me separe un océano inmenso de ideas y percepciones, creo que es importante responder a su llamado. Un hombre que escribe así no puede ser una persona insensible a los deseos de paz de tantos colombianos.

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