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La guerra que madrugó
De cómo algunos decretos de distintos gobiernos colombianos han perseguido y condenado tanto la lucha de clases como el comunismo
Tatiana Acevedo / Jueves 5 de abril de 2012
 

A algunas cuadras de la Casa de Nariño, en Bogotá, reposan en anaqueles metálicos las leyes de la república. Compiladas desde hace casi 150 años en el Diario Oficial, éstas dan cuenta de las reglas del juego, los debates, temores y ansiedades de la clase dirigente. En horario de oficina, los ciudadanos podemos consultar los diarios que desde el siglo XIX se imprimen.

Nos está permitido conocer no sólo la legislación, marco en el que se desarrolla nuestra historia, sino también el nombre y características de los personajes que defendieron, atacaron o aceptaron cada iniciativa o reforma.

En el Diario Oficial No. 28.588 del 28 de septiembre de 1954 quedó inmortalizado, por ejemplo, un acto legislativo conciso: “Queda prohibida la actividad política del comunismo internacional. Este Acto rige desde su sanción”. La regulación, que reformaba la Constitución de 1886, fue concebida por la Asamblea Nacional Constituyente, en cabeza de Mariano Ospina Pérez, y sancionada por Rojas Pinilla, quien para entonces firmaba como “Excelentísimo, Señor, General y Jefe Supremo”.

La medida se veía venir. En la represión al partido comunista hubo continuidad entre los últimos años del período Ospina, el gobierno de Laureano Gómez y los años en el poder de Rojas Pinilla. Sus divididos directorios urbanos habían sido perseguidos y las regiones campesinas en donde contaban con apoyo, atacadas militarmente. La lacónica ley fue reglamentada dos años después, cuando se aclaró que el comunismo se prohibía porque atentaba “contra la tradición y las instituciones cristianas y democráticas”, perturbando “la tranquilidad y sosiego públicos”, y se determinó que quien tomase parte en actividades políticas comunistas incurriría en presidio de uno a cinco años, y sería privado de sus derechos ciudadanos durante diez años.

Es posible pensar que estas medidas hacían parte de una reacción global contra “la amenaza” del comunismo en el polarizado contexto de la posguerra. Sin embargo, si se sigue hurgando entre los diarios oficiales, se puede comprobar que los sentimientos y el lenguaje de la guerra fría pueden ser rastreados en Colombia, desde antes, hasta las primeras décadas del siglo XX. De hecho, el decreto No. 2, firmado por José Vicente Concha durante los primeros días de 1918, ya prohíbe, en términos muy parecidos a los usados en los cincuenta, las huelgas. Y de paso, cualquier “reunión popular en vía o plaza pública”. Quienes fuesen descubiertos en huelga o corrillo, así como los “autores y editores de escritos”, serían arrestados y juzgados en jurisdicción militar.

El temor al contagio, para entonces de “revolución mexicana” o “bolcheviquismo”, llevó también a mayores controles en las fronteras y a la búsqueda de agitadores internacionales. Tras el surgimiento del Partido Socialista Revolucionario, comenzaron entonces a discutirse nuevas medidas penales contra la “amenaza”. Así, durante el gobierno de Abadía Méndez —y pese a la férrea oposición de algunos conservadores y de la minoría liberal— el Congreso aprobó la Ley 69 de 1928, “sobre defensa social”, mediante la que se prohibió, entre otras cosas, "agruparse, reunirse, o asociarse” para “provocar el desconocimiento del derecho de propiedad o la institución de la familia”. La regulación, que abonó el terreno para la masacre de las bananeras, fue retomada por la Comisión de Estudios Constitucionales que, en el gobierno de Laureano Gómez, proscribió la “lucha de clases”.

Nada de lo anterior quiere decir que no haya, en los diarios oficiales de este período, leyes distintas (de promoción de derechos) y que cada gobierno no hiciese sus concesiones: durante el gobierno Concha, por ejemplo, se aprobó la primera ley sobre reparaciones y accidentes de trabajo; Abadía promovió la cédula; durante la administración Gómez se promulgó el código de trabajo y Rojas institucionalizó el sufragio universal. Con todo, la obsesión con un enemigo interno, huelguista o bolchevique, persistió durante la primera mitad del siglo XX. Y aunque la prohibición del comunismo se derrocó en el 57, esto no impidió que perdurara la desconfianza. Entre tanto, el partido comunista se dividió y se ridiculizó.

Pero esa es otra historia.

Surgimiento del Partido Comunista Colombiano

1913 Asociaciones obrero-artesanales forman en Bogotá la "Unión Obrera de Colombia".

1919 Se realiza la primera conferencia nacional obrera y es creado el "Partido Socialista”.

1921 Después de obtener algunos triunfos en las elecciones municipales de 1921, el Partido Socialista es absorbido por el partido liberal que postula al General Benjamín Herrera como candidato presidencial.

1924 Bajo la tutela ideológica del ruso emigrante Vicente Staviky, un círculo de estudios de marxismo comienza a autodenominarse partido comunista

1926 Se crea el Partido Socialista Revolucionario, afiliado a la Internacional Comunista. Éste participa activamente en los movimientos huelguísticos y campesinos y colabora activamente en el levantamiento que, a nombre del bolchevismo, tiene lugar en el Municipio de El Líbano, Tolima, en el año 1929.

1929 El Partido Socialista Revolucionario se divide en dos facciones; una que se aproxima a los liberales "putchistas" y otra que conforma, en 1930 el Partido Comunista de Colombia

1934 El partido comunista elige como candidato presidencial al dirigente indígena Eutiquio Timoté, quien obtiene 4.000 votos.

* acevedo.tatiana@gmail.com