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Marcha Patriótica
Sólo en algo podrían tener razón quienes han tejido un manto de duda frente a la Marcha Patriótica: es un movimiento de desarraigados.
Julián Cubillos / Lunes 23 de abril de 2012
 

Un movimiento político y social nuevo, pero anacrónico y peligroso, por ser de izquierda, de desarraigados que insisten en revolucionar la manera como se hace política en Colombia. Un movimiento más. Un verdadero despropósito. Esa es la imagen que hoy se puede percibir del Movimiento Marcha Patriótica que en los últimos tres días se ha reunido en Bogotá, en busca de su consolidación.

Y esa percepción no es del todo injustificada. El mismo comandante del ejército, general Sergio Mantilla, ha ayudado a estigmatizar el movimiento vinculándolo con las Farc. La idea sería la de crear un partido político en el que se legitimaran organizaciones que sirvieran de fachada a la lucha revolucionaria. Idea que se sostiene en información de computadores incautados; en que el movimiento ha sido promocionado en las páginas de las Farc; y en que cuenta, además, con el apoyo de Piedad Córdoba –la cabeza más visible que en la sociedad civil puede ser relacionada con ese grupo guerrillero–. ¿Qué tipo de futuro podría tener, entonces, un movimiento que pretende erigirse bajo el estigma de nuestro mayor sinónimo del mal (las Farc) y, más aún, al margen de la ayuda mediática?

Si bien se trata de un futuro incierto, dicha percepción tampoco es justificada. Porque la concentración reúne a más de 1.500 organizaciones de por lo menos 26 departamentos del país –más de 4 mil delegados de organizaciones sociales y populares, campesinos, indígenas, afros y, en general, población civil de centro y periferia–. Es el resultado de un proceso que (según Isaac López, estudiante miembro de la comisión política de Marcha Patriótica y de la Mane) nació en el 2010, en la conmemoración crítica que varios sectores sociales hicieron del Bicentenario de la Independencia. Es un movimiento civil, campesino, indígena y estudiantil con claras pretensiones de llegar al poder, y cuyo común denominador son las consignas en contra del neoliberalismo y el imperialismo. El Movimiento Marcha Patriótica y las Farc sólo comparten, entonces, un ideario político, mas no los métodos de lucha. De ahí que, en lugar de estigmatizar, deberíamos celebrar que las Farc apoyen este movimiento.

Sólo en algo podrían tener razón quienes han tejido un manto de duda frente a la Marcha Patriótica: es un movimiento de desarraigados. Y, gústenos o no, el desarraigo político nace de la legítima insatisfacción frente a la percepción de injusticia en la administración del poder; es una virtud, no un vicio. Esta es la marcha de quienes se atreven a pensar y actuar políticamente diferente, en busca de un país más justo y haciendo valer el legítimo derecho a la oposición. Si el presidente Santos se arroga el derecho a decir que tiene la llave de la paz, eso no significa que no la tenga, también, el pueblo colombiano.