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Nacer bajo un nuevo sol
Martina Cortez / Miércoles 4 de julio de 2012
 

Desde el primer instante en que respiré, grité, grité con las fuerzas y ganas traumáticas del dolor y del cambio, del desapego total a la vieja existencia. Así inicia la vida, desgarrándonos para poder respirar; desde ese instante inicié la pérdida de mí mismo en el regocijo del llanto, del grito
manipulador y egocéntrico.

Con el tiempo me he dado cuenta que aunque todo cambia, sustancialmente sigue igual: las mentiras para justificar la podredumbre, el bienestar de las gentes de bien, la caridad hacia los necesitados, la seguridad para preservar la paz, la obediencia para mantener la democracia y la fe que mueve montañas; son simplemente pequeños adornos para regocijarnos en el fango, por eso los cortos instantes se vuelven mas breves.

Aún grito, mas no de regocijo, tampoco de decepción, grito porque no quiero perderme de mí mismo, grito porque veo el desencanto de un tiempo que no existe; una realidad vacía y viciada, condenada a negarse a sí misma, con el único fin de continuar destruyéndose y a nosotros con ella, volviéndonos fantasmas incapaces de tomar decisión sobre nuestras vidas.

Por esto me he dado cuenta que desde que nací estoy muriendo cada instante, cada instante en que sólo veo en el horizonte imágenes lejanas, románticas-apocalípticas, más concretas. A veces, fuera de mi cordura social las veo como alucinaciones colectivas del poder, espectros construidos desde el miedo.

Desde que naciste, el miedo a salir de la cuna y sus rejas, el miedo a las calles oscuras, el miedo a los seres diferentes, el miedo a tus instintos, el miedo a preguntar, el miedo a reflexionar, a recordar, a sentir, a gritar, a caminar, a ser tú mismo auténtico y salvaje, sin pretensiones de nada más que de ser vos auténtico.

Mas esto no basta, sigues muriendo poco a poco, sientes que la ruptura al desencanto no existe, si estás en estos momentos autistas faltos de relación con una realidad decepcionante y neurotizante, ajá, sí, ésta es la enfermedad. Diálogos autistas, igualmente construidos por el miedo, por la no relación y la elaboración del enemigo, esta otra hereje, bruja, demoníaca, terrorista, atea, lesbiana, leprosa, loca, rebelde y de raza inferior. Los sentidos que elabora la sensacionalidad del abandono de la cuna, rol, identidad, seguridad, cárcel-sueño inducido por la televisión.

Mas sigues en un sueño del cual no despertaste, tienes la posibilidad de hacer todo, de hacer que cada una de tus huellas generen vida, generen fuerza, alegría, nuevos sueños y pensamientos, convirtiéndose en un romance mortal con la vida, un desafío a cada latido, a cada respiración en
cada instante en que mueres.

De allí nace la hermosa contradicción, porque la vida se goza más con un poco de muerte, con el dulce veneno que nos construye en seres despiertos, más perspicaces, más vivos y a la vez más contradictorios; veo como muchos de estos seres “exóticos” demonios apocalípticos, se
encuentran en los confines de nuestros sueños y la realidad.

Este ultimo grito de la noche clara, lo doy junto a la abrumadora luz del fuego denso y oscuro de muerte, en una tea petrolera de una refinería, en medio de esta “exótica” Amazonia, vendida como el último eslabón de la naturaleza salvaje, pagado con tarjeta de crédito, financiado por la sangre de nuestros ancestros y protegida de nosotros por los aberrantes guardianes de “la conservación y la seguridad” para el bien de la humanidad.

Por esto nos hemos “convertido en salvajes”. En este mundo de cárceles, tener un mundo y pensamiento propio es delito, es mejor que te prepares, pues no te has dado cuenta y despertarás en este sueño … ¡¡¡es hora de cantar para curar el nuevo Sol!!!

Publicado originalmente en El Arador de Leticia.