Asociación Campesina del Catatumbo
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El suspiro que reflorece el Catatumbo
Freddy Ordóñez / Martes 24 de octubre de 2006
 

Del 13 al 16 de octubre, los habitantes del Catatumbo salieron del miedo y del terror al que han sido condenados a vivir, y se volvieron a reunir durante el Primer Encuentro de la Asociación Campesina del Catatumbo, “En medio de la violencia reflorece el Catatumbo”. En los cientos de campesinos que se reunieron en San Pablo (Teorama, Norte de Santander) convergieron sentimientos como la rabia y el dolor ante el abandono estatal y la violencia paramilitar, junto a los sueños, los anhelos y las esperanzas de construir un nuevo Catatumbo que permita para todos la vida en condiciones dignas.

Y fue la dignidad y la resistencia que han caracterizado al campesinado las que se percibían en el aire del parque central de San Pablo, sitio donde se desarrolló el evento, y del cual ni siquiera la lluvia nos pudo sacar. Por el contrario, parecía ésta el aporte de la naturaleza para el reflorecer del Catatumbo. Aunque al encuentro muchos campesinos y delegados no pudieron llegar, mientras otros llegaron durante el transcurso o al final del evento, según la evaluación realizada por la directiva de Ascamcat, el Primer Encuentro fue un éxito y la Asociación salió fortalecida de él.

Una de esas comunidades que no pudo asistir y en la cual existe un gran trabajo organizativo es la de la vereda El Suspiro, en la que tanto la junta de acción comunal, como las asociaciones de mujeres y de jóvenes son filiales de Ascamcat. De hecho, la iniciativa de la asociación campesina surge en ese sector de la región. Su inasistencia tuvo como origen el desarrollo de un operativo militar en la vereda, en el cual el ejército advertía a los pobladores que “las fincas que se encontraran vacías serían quemadas”. A pesar de lo anterior, algunos delegados de El Suspiro llegaron a San Pablo, y ante la situación que se estaba presentando, solicitaron a Ascamcat y a los acompañantes del encuentro que conformaran una comisión que fuera hasta El Suspiro en un gesto de solidaridad y hermandad con sus habitantes. La respuesta fue afirmativa, y el día martes 17, después de la asamblea de la asociación, tuvo lugar la salida hacia esta zona del bajo Catatumbo.

Un suspiro por el Catatumbo

Ese día, cerca de 15 personas, entre directivos de Ascamcat, estudiantes, comunicadores, y por supuesto, los dos incondicionales amigos gringos del campesinado: Nico y Carmen, voluntarios del Observatorio Internacional de Paz (IPO), salimos en un camión a las 7:30 de la mañana de San Pablo rumbo al puerto de El Cable (municipio de El Tarra), al cual llegamos a la 1:00 pm, y donde abordamos dos chalupas que nos llevaron a lo largo del río Catatumbo, hasta el sitio conocido como Puerto Barranca. Durante el trayecto pudimos ver la majestuosidad, infinidad y variedad del paisaje del Catatumbo: selva y montañas atravesadas por infinidad de caños y quebradas que vienen a dar a este bravo río. Pero también vimos la realidad a la que tanto teme la comunidad: la guerra. Un helicóptero Arpía ametrallaba, según nuestro boga, en la región de El Martillo, donde al parecer sostenían combates las tropas del ejército y la columna móvil Arturo Ruiz de las FARC-EP, grupo guerrillero que tiene presencia en esa zona.

Después de navegar por dos horas y media las aguas del río Catatumbo, llegamos a Barranca, donde luego de tomar un fresco, salimos en caminata hacia El Suspiro, en una travesía que se extendió por seis horas. En el recorrido pudimos ver los rastros de la violencia paramilitar ejecutada por el Bloque Catatumbo, iniciando en Barranca, un puerto que como nos contara Juan, integrante de Ascamcat, era punto de congregación y de comercio, donde llegaban víveres e insumos agrícolas, donde existía oficina del comité de bogas, el cual no ha podido recuperarse aún. Está hasta ahora levantándose de las cenizas dejadas por el paso del paramilitarismo, que quemó todo lo que encontró a su paso. Pudimos observar que sus palabras eran ciertas: la oficina del comité de bogas está en ruinas, y en sus muros se puede leer la terrorífica sigla “AUC”.

La larga trayectoria nos dejaba perplejos. Los paramilitares destruyeron todo a su paso: muchas fincas otrora ganaderas fueron quemadas y abandonadas, y hoy son devoradas por el monte; el camino en cemento, construido con el esfuerzo y los recursos de la comunidad, estaba lleno de rastrojo; los puentes fueron reconstruidos ya que habían sido volcados por los paras; la escuela todavía tiene impactos de arma de fuego que hablan por sí solos.

También pudimos ver que ante el abandono estatal y la crisis económica del campesinado, esta comunidad no ha tenido otra opción que cultivar coca, lo que a cualquier luz me parece sensato y aceptable como alternativa de subsistencia. Lo que no es de ningún modo aceptable son las fumigaciones como única opción presentada por el estado, porque ni siquiera propuestas tan ridículas como la de “familias guardabosques” han llegado a esta zona.

El encuentro con la comunidad

Llegamos cansados y en la noche a El Suspiro. La sorpresa y alegría de la comunidad salió a la vista: nunca ha hecho presencia en la vereda una comisión u organización alguna –ni siquiera regional–. Doña Nidia, presidenta de la junta de acción comunal e integrante de la asociación campesina, nos dio la bienvenida. Su alegría se mezclaba con la preocupación por no tener mercado para hacernos una cena especial. Nosotros le aclaramos que eso no importaba, lo importante era que estábamos allí para manifestar nuestra solidaridad con la resistencia que ella y los demás habitantes adelantan.

El miércoles en la mañana conversamos con integrantes de la comunidad, quienes nos contaron sobre los robos cometidos por el ejército a su paso días atrás (aves de corral fueron su objetivo principal), así como sobre los atropellos cometidos contra campesinos por integrantes de la Brigada Móvil No. 15 en meses anteriores. Una de las denuncias nos dejó desconcertados: la comunidad tenía en dos astas la bandera de Colombia y una bandera blanca, como muestra de ser una comunidad civil y pacífica. A su paso, los soldados del ejército las quitaron aludiendo que la guerrilla era la que izaba banderas en sus campamentos. Es algo paradójico que una de las únicas reivindicaciones de la soberanía de la nación en el campo colombiano, como lo es un símbolo patrio, sea retirada por los “soldados de la patria”. ¿Harían lo mismo con las banderas estadounidenses y británicas que ondean en los campos de las multinacionales que usurpan los recursos?

En la tarde salimos rumbo a un cerro cercano donde pudimos observar los restos de una avioneta fumigadora en la cual se alcanza a ver la bandera yanqui. Uno de nuestros guías nos contó que en el año 2003, durante una fumigación, esta fue impactada por guerrilleros de las FARC y que los dos tripulantes murieron. Pero el ejército retiró sólo uno de los dos cuerpos: el de un militar de nacionalidad costarricense, mientras el otro quedó allí. Era un militar colombiano. Los restos de prendas militares estadounidenses que se encuentran en la montaña confirman la historia.

Al día siguiente, la comunidad tenía preparada una actividad político-cultural, que incluyó un informe del Primer Encuentro de la Asociación Campesina y un saludo por parte de la junta directiva de Ascamcat y de los integrantes de la comisión. También unas bellas palabras preparadas por el señor Roldán, líder de la comunidad, las cuales fueron leídas por doña Nidia, donde se expresaba la difícil situación que la comunidad atraviesa a diario, pero también las esperanzas puestas en “esta semilla llamada Ascamcat, a la cual cercaremos entre todos, y entre todos la regaremos y abonaremos para que florezca y dé frutos”.

A lo lejos se escuchaba todavía el helicóptero, pero esta gente aprendió a robarle a la guerra el silencio, y las fonomímicas y danzas llegaron para completar la jornada. Finalmente, hablaron el presidente de Ascamcat y, por parte de la comunidad de El Suspiro, doña Nidia, quien muy emotivamente dijo unas palabras para clausurar las actividades.

El viernes 20 salimos de regreso. Por el camino conversaba con Vladimir, sobreviviente, al igual que Roldán, del genocidio contra la Unión Patriótica, quienes prefirieron, antes que exiliarse, internarse en una comunidad como El Suspiro, perdida entre la selva, y construir allí un proyecto organizativo con las bases y las masas campesinas. Vladimir manifestaba que si bien la guerra sucia fue muy fuerte, a los cuadros y dirigentes de la izquierda les faltó astucia y malicia para enfrentarla, y que ahora que la cosa “ha mermado”, se pueden construir proyectos organizativos en el Catatumbo, como nuestra asociación campesina. Pero eso sí, sin descuidarse y aprendiendo de los errores del pasado.

La comisión se despidió con la esperanza y la promesa de volver pronto a esta comunidad digna y resistente, presta a cuidar, abonar y regar la semilla de Ascamcat, volver a este suspiro que reflorece el Catatumbo.