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Y del ELN ¿qué?
Carlos Medina Gallego / Jueves 13 de septiembre de 2012
 

Los acercamiento del Gobierno del presidente Juan Manuel Santos con las FARC-EP, en el camino de iniciar un proceso de solución política negociada al conflicto armado han sido recibidos por la comunidad nacional e internacional de la mejor manera, con grandes expectativas y motivaciones y, no por ello sin objeciones, escepticismos y pronosticados fracasos por parte de algunos sectores radicales unidos ideológica y políticamente a la administración del ex - presidente Uribe.

La posibilidad de ampliar este proceso para que el ELN ingrese a él o se posesione de manera simultánea y paralela un proceso independiente que se fije propósitos similares, debe colocarse al frente de las preocupaciones no solo del Gobierno Nacional, sino, igualmente de la dirigencia del ELN representada por la Dirección Nacional y el Comando Central (COCE) de la organización.

Se especula, más con deseo que con veracidad alguna, que se están produciendo acercamientos entre las partes y, eso seria de la mayor importancia, si estos acercamientos se hacen con discreción y sus resultados expresan la voluntad de las partes de avanzar en concretar en acciones e iniciativas conjuntas las permanentes manifestaciones de disposición para marchar en un proceso de solución negociada.

El ELN transitó una largo proceso de acercamientos y diálogos durante la administración Uribe en siete rondas de conversaciones en la Habana-Cuba en el periodo que se extendió entre el 16 de Diciembre del 2005 y el 18 de Julio del 2007, en los que se avanzó de manera importante en la elaboración de un Acuerdo Base, que hoy habría que revisar pero que contienen un acumulado de conversaciones que son susceptibles de ser repasadas, transformadas y mejoradas. La mayor herencia de ese proceso fue la creación de una metodología de diálogo y negociación que constituyen sin duda patrimonios intelectuales y políticos para viabilizar un proceso con la insurgencia cuando se ha tomado de manera irreversible la decisión de ir hacia la paz y, la lucha social y política.

Ninguna organización armada en el país, se ha peleado tanto un proceso de paz como el ELN, y ninguna organización ha sido tan irrespetada, al reducir sus iniciativas a un procedimiento residual de procesos mayores. Las rondas de negociación con el ELN dejaron en claro dos aspectos que resultan primordiales a tomar en consideración hoy en los diálogos con la insurgencia y que son razón de la preocupación de los sectores que miran el proceso con escepticismo e incertidumbre: el primero la necesidad de ir construyendo en el proceso mismo un ambiente para la paz, que tendría como temáticas de reflexión, discusión y acuerdo, el cese al fuego y las hostilidades y, el segundo, ponderar en su justa dimensión los espacios de participación de la sociedad, en escenarios operativos de construcción de programas de desarrollo y paz, Consejos Nacionales, Regionales, Departamentales y Municipales de Paz, y espacios ciudadanos y comunitarios para hacer seguimiento a los acuerdos, establecer las veedurías y garantizar el cumplimiento de los mismos.

Tal vez el mayor acierto que se puede lograr en un espacio de negociación es una agenda operativa de finalización del conflicto armado, unida a la apertura de una agenda amplia de reivindicaciones, reformas y transformaciones sociales liderada ya no por la insurgencia, si no por las organizaciones sociales y políticas, protegidas, respetadas y escuchadas por toda la institucionalidad del Estado que apunte a resolver los grandes problemas del país.

El ELN conjuntamente con el gobierno del presidente Juan Manuel Santos tienen la responsabilidad de pensar, decidir y poner en marcha un proceso de paz que en el tiempo coincida con el iniciado por las FARC-EP, pero que tome en consideración las especificidades de esta organización que igual ha hecho presencia en el país a lo largo de medio siglo. Seguramente distintos sectores de la sociedad civil, política y la academia estarían dispuestos a prestar sus buenos servicios para que se produjeran estos acercamientos, si no existieran todavía. Que bueno seria que las partes echaran mano de la Comisión Facilitadora Civil que contribuyó en los acercamientos de las Rondas de la Habana y que seguramente, estaría dispuesta a contribuir en crear los escenarios de una Agenda y Metodología para el dialogo GOBIERNO-ELN.

Sin embargo, sin importar por donde se produzcan los acercamientos, lo que resulta urgente es que Nicolás Rodríguez Bautista, Antonio García, Pablo Beltrán, Ramiro Vargas y el otro miembro del COCE, conjuntamente con la Dirección Nacional, entiendan el momento histórico y tomen la decisión de marchar de manera definitiva e irreversible tras una agenda de paz, realista y alcanzable en los actuales momentos del conflicto y que el gobierno del presidente Juan Manuel Santos entienda la importancia que tiene para el país un proceso de solución política negociada con el ELN.

Resultan de la mayor importancia las declaraciones del comandante “Pablo” del Frente de Guerra Oriental, del cual hace parte el Frente Domingo Laín, en el sentido de que el ELN esta dispuesto para recorrer una ruta de acercamiento y diálogos de paz con el gobierno del Presidente Santos, dadas a conocer por el programa Grandes Temas, conducido por el director de Canal Capital, Hollman Morris.

Estas declaraciones resultan de la mayor importancia en cuanto que esta estructura del ELN ha mostrado siempre una gran independencia y autonomía en sus decisiones y se envía a través de ellas un mensaje de unida de criterio y explicita subordinación de esas estructuras a las orientación y a la cadena de mando del COCE y del comandante del ELN, Nicolás Rodríguez Bautista. Esperemos que este anuncio constituya la semilla de la que germine un proceso con el ELN.

No quisiera dejar de señalar la responsabilidad que tiene la sociedad civil y ciudadana, los movimientos sociales, de las organizaciones políticas, la prensa democrática, la academia y la institucionalidad en general de contribuir con optimismo a la salida política del conflicto armado, sin entorpecer los procesos, recuperando el protagonismo que se debe tener en la ampliación y profundización de la democracia en el país a partir de sus propias agendas reivindicativas: lo peor que le podría pasar a un proceso de estos es que todos los sectores de la sociedad le colgaran unos sus agendas reivindicativas especificas y, los otros, su carga de escepticismos y sus augurios de fracaso.