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Crónica de cómo se vivió el 18D en Bogotá
72 horas de caos: entre basura y exenciones a los ricos
Manuel Humberto Restrepo Domínguez / Jueves 27 de diciembre de 2012
 

Bogotá, capital de Colombia, tiene cerca de ocho millones de habitantes y produce 8000 toneladas diarias de basura. Es la principal receptora de desplazados forzosos del país. Tiene los mayores índices de riqueza y también de pobreza. Tiene el mayor consumo per cápita. Alrededor de la Plaza de Bolívar, están los centros del poder político: Palacio de Gobierno, Congreso, Cortes de Justicia, Alcaldía, junto a los que se han producido hechos que marcan la violencia sin límite como el asesinato de Gaitán y el holocausto del Palacio de Justicia. Semanalmente concluyen allí múltiples protestas. En 200 años por tercera vez consecutiva gobierna la izquierda.

El alcalde actual viene de ser reconocido quizá como el mejor senador opositor durante el régimen de Uribe. Llevó a debate la estrategia del paramilitarismo y puso en evidencia el entramado de poder real de este en las decisiones del alto gobierno y del Estado. Sus debates despertaron la simpatía e interés de amplios sectores populares y de clases medias y el rechazo de la clase política tradicional, los empresarios y los militares. Recibió la alcaldía de manos de la alcaldesa encargada Clara López, quien realizó una corta y eficiente gestión en reemplazo del titular preso con cargos por corrupción. Calles destruidas con apellido Nule eran Bogotá.

La primera medida de impacto del alcalde fue el Decreto de Desarme de la población. Prohibir el porte de armas por particulares recibió el inmediato rechazo de militares, empresarios y la clase política tradicional. Los medios de comunicación abrieron sus tribunas, se creó una la sensación de desprotección, se acusó inexperiencia e improvisación. Luego vino la negativa a abrir una autopista longitudinal que bordeaba a Bogotá, señalando que el diseño favorecía a propietarios muy ricos, sobrevino una cascada de improperios y descalificaciones, intervinieron el gobierno central, los partidos, los empresarios. Después se produjo la negativa a venderle agua a la empresa Coca Cola y en cambio la ofreció gratuita a sectores que no podían pagarla. Los empresarios y la clase política enfrentaron la medida, los medios abrieron sus tribunas, se acusó de populismo, improvisación y mal gobierno. La primera agenda la completó la decisión de crear el Sistema Integrado de Transporte Público. En rechazo se destruyeron buses y estaciones, hubo bloqueos y acusaciones de improvisación y mal gobierno.

Secuencialmente se envió el mensaje sobre la pronta implementación de un nuevo modelo de gestión de las basuras señalando que estas constituían una gran riqueza que movía cifras en billones. Las basuras se convirtieron en discordia, sus volúmenes y contenidos tienen estrato social, dejan al descubierto la desigualdad. Los recicladores son tan buen negocio como la basura misma y proceden de los cordones de miseria o viven en las calles, en las alcantarillas, en el Bronx, los empresarios en lujosos apartamentos. En numerosos restaurantes se “espanta” a recicladores o a habitantes de la calle que buscan entre las bolsas objetos de algún valor los unos y la comida diaria los otros que compiten con los perros callejeros por su bocado.

El día 18 de diciembre de 2012, a 72 horas del fin de una era maya, nació como ningún otro día, puntual y con cámaras de televisión esperándolo. Ese 18D para empresarios y clase política se convirtió en el día del fin. La basura era el caos. Las bolsas eran las mismas, los volúmenes también, pero estaban a cargo de una empresa pública. El caos no era por la basura, era por el “operador”: la empresa pública retando al mundo privado. Más de 5000 recicladores se convertían en trabajadores del sistema de gestión pública con overol y botas de caucho. Los medios de comunicación en especial Caracol, RCN, La W, desde el amanecer mostraron el caos, hablaron del caos, describieron el caos, proyectaron el caos, armaron el caos. Los reporteros atrincherados en sus puestos se ponían del lado del caos, actuaban, señalaban con el dedo y recitaban el libreto del que tenían bien claras dos respuestas: primera: responsable el alcalde, segunda: la razón: improvisación, mal gobierno.

Las imágenes eran claras: caos, bultos de basura amontonados. No había preguntas por el origen del caos, por los consumos excesivos, ni por la situación de días anteriores, nada, sólo importaba el caos. A las 6 de la mañana el consenso era claro: el sistema público no servía, la televisión lo mostraba, la radio lo decía, los periódicos lo ratificaban: en conclusión había caos, mal gobierno y un responsable. Se pedía la revocatoria de mandato al alcalde, se le calificaba de guerrillero, de inepto, arrogante, ególatra, chavista, comunista.

Durante las primeras doce horas la noticia de las basuras recorría el país, hasta que se supo que durante las mismas horas del caos, avanzaba a toda marcha en el Congreso una Reforma Tributaria, “la mejor” en la historia según el gobierno, “ la peor de la historia” reciente según la izquierda. El Presidente de la República hizo alocuciones públicas llamando a sus mayorías de la Unidad Nacional a aprobarla y así lo harían, no faltaba argumentar, mayorías son mayorías, las minorías el caos. Durante las primeras 18 horas del caos, el Estado en pleno se pronunció: Algunos congresistas abandonaban la rutina y ante las cámaras calificaban drásticamente las improvisaciones y el mal gobierno del Alcalde. El Procurador anunció una comisión especial para investigar las improvisadas actuaciones del alcalde; la Contralora anunció investigaciones y medidas; el Defensor del Pueblo solicitó apertura de múltiples investigaciones; el Contralor Distrital acusó improvisaciones y amenazó con procesos que llegarían muy lejos; Concejales contrarios a los Progresistas del alcalde llamaban al desacato total contra el alcalde; el Presidente de la República dijo que esperaba el desenlace y en caso de dificultad actuaría; los empresarios subrayaron la incapacidad del sistema y del alcalde para gestionar el bien común -la basura- y ratificaron la necesidad de actuar rápido contra la improvisación y el mal gobierno.

36 horas después, Periodistas, Empresarios y Políticos de la Unidad Nacional coincidían en haber “descubierto” que la basura era un buen negocio, que los recicladores eran despojados de todo y que mucha gente de la calle comía desechos. En un barrio 400 personas emprendieron la tarea comunal de recoger basura para eliminar el caos y un periodista entre atónito y ofendido reclamaba por un pobre “habitante de la calle” al que le estaban quitando la posibilidad de sacar su comida de las bolsas de basura. No es uno. Son más de 10.000 “habitantes de la calle”.

Al filo de las 72 horas, el Procurador destituyó del cargo al Secretario de Gobierno y lo sancionó con 12 años de inhabilidad, por algún proceso en curso. Al cierre de las 72 horas, quedó aprobada en el Senado la Reforma Tributaria con 52 votos de la Unidad Nacional del presidente frente a 6 de la izquierda. Esta minoría dejó constancia de que se mejoraban las garantías para acumulación desmedida de los grandes empresarios, los eximirá de pagar 8 billones de pesos, que saldrán del consumo de los pobres y los pagos de las clases medias por sus salarios. A las clases populares les rebaja el IVA del salchichón –gourmet entre recicladores, obreros, habitantes de la calle-, la comida corriente y otros embutidos. Se adicionan pequeños montos a salud y educación, nada comparables a los recursos inamovibles de la guerra y se mantienen las dádivas al sector financiero. Según la constancia de izquierda, se impuso la lógica perversa de favorecer a los ricos-ricos y atacar a los pobres, que parece producirle satisfacción patriótica a los gobernantes. Se hizo lo mismo de siempre con una lógica mental de autoritarismo de viejos tiempos que va de equivocación en equivocación.

El final de las 72 horas fue doblemente extraordinario: Primero porque desaparecieron temporalmente las basuras de Bogotá y se esfumaron los periodistas, pero en todo caso quedó el caos. Segundo porque el Congreso de la República inició sesión extraordinaria de aprobación de la Reforma a las 6 de la mañana con una mayoría festiva y vestida de sport, lista a ir de vacaciones. El gobierno había enviado 100 artículos para aprobar y aprobaron 192. Ya aprobada la Reforma, el Ministro de Hacienda reconoció que efectivamente las exenciones a los empresarios deberán recuperarse “de alguna manera” y que el faltante de medio billón podrá producir recortes en el gasto social.

Cambió la era: entre Basura y Reforma Tributaria.