Una graciosa tontería: amenazar periodistas por Daniel Samper Pizano En otros países amenazar a un periodista es motivo de escándalo, declaraciones presidenciales e investigaciones severas. En Colombia no es importante, ni lo fue nunca. Los gobernantes condenan con encrespada retórica las intimidaciones contra quienes trabajan en los medios, pero si surge un episodio de amenazas concreto, clarito, nítido, esconden el rabo y callan como piedras. El de Daniel Coronell --a quien personalmente no conozco y de quien a veces discrepo-- es un caso de libro. Columnista valeroso y documentado, ha recibido amenazas de muerte desde abril. Canallas anónimos lo atacaron en llamadas, notas y ramos fúnebres por sus opiniones adversas al Gobierno. Finalmente, entre el 16 y el 26 de junio, le enviaron a través del buzón electrónico de su abogado cinco mensajes ominosos. Allí lo insultaban ("ladronzuelo, bandido, pícaro, marica") y deslizaban amenazas poco sutiles, como la advertencia de que en Rusia sería condenado a la estepa (antesala de una muerte llena de penurias), pues "así se ha de tratar a las ratas". Los mensajes iban firmados por 'Zarovitch' (sic), que es como cree el intimidador que se denomina al hijo del zar. Un exitoso rastreo electrónico permitió averiguar que los mensajes salían del computador del ex parlamentario Carlos Náder Simmonds, personaje de gordo prontuario que incluye condena por narcotráfico en Estados Unidos y cercana amistad con Pablo Escobar, a quien trataba de "compadre" y "hermano". Una vez pillado, el autor de los correos atemorizantes intentó primero defenderse diciendo que numerosas personas tienen acceso cada día al computador de su casa, y, luego, que él considera estos mensajes "una tontería". Pude examinar las bitácoras de los emilios y el primer argumento es chimbo, a menos que en el domicilio de Náder duerma un batallón, pues las horas de envío que registran algunos documentos son demasiado tempranas como para que ronden muchos amigos por casa: las 5:08 am, las 6:29 am, las 9:23 de un domingo. Pero si el primer pretexto es deleznable, el segundo resulta francamente peligroso. No es tontería ampararse en un seudónimo para enviar mensajes donde se anuncia para alguien --periodista o no-- un tratamiento como el que merecen las ratas, ni menos cuando este ciudadano es víctima de amenazas. Nos hemos acostumbrado a que en Colombia se puede amenazar impunemente, y ni el más escéptico duda de que este ambiente es propicio para acciones violentas. Hay que ver las cosas que se escriben sin firma responsable en los foros de prensa en internet. Insultos y calumnias son lo de menos. Lo inquietante es el lenguaje hampesco y las amenazas que lanzan los émulos del zarevich Náder Simmonds. Supongo, sin embargo, que nada ocurrirá a este señor, buen amigo del presidente Uribe y su familia. Y lo digo porque sufrí en carne propia una experiencia semejante. Hace 18 años recibí amenazas parecidas a las que se le hacen a Coronell. El asesinato de algunos colegas y líderes de izquierda llevó al DAS a aconsejarme que me ausentara del país "por un tiempito". En esas estaba cuando un asesor del mandatario de turno avaló las amenazas al tildarme en forma miserable de "sicario moral", paradójicamente por un informe que no escribí y ni siquiera había leído. El presidente, Virgilio Barco, se encolerizó cuando un reportero osó preguntarle qué opinaba de la situación y, lejos de manifestar solidaridad alguna con los exiliados (éramos varios), dijo, con inolvidable eufemismo, que habíamos escogido residenciarnos en el exterior. Su asesor siguió gobernando hasta el final del mandato y varios de los amenazados tuvimos que prolongar indefinidamente el "tiempito" de ausencia. Náder tiene razón: en Colombia amenazar comunicadores es una tontería. Por eso encabezamos el récord mundial de periodistas asesinados. |