Agencia Prensa Rural
Mapa del sitio
Suscríbete a servicioprensarural

Sociedad civil para la paz
El reto actual es construir la sociedad civil para la paz que se sustente en la filosofía del Acuerdo general de La Habana que coloca la vigencia de los derechos humanos en primer lugar. La paz necesita un sujeto político comprometido con la superación del conflicto.
Horacio Duque Giraldo / Lunes 11 de febrero de 2013
 

Crece el apoyo ciudadano a los diálogos de paz que se realizan en La Habana. Casi un 70% de la opinión ha expresado, en la más reciente encuesta, su respaldo al trabajo de la Mesa de conversaciones.

Para los próximos días y semanas están previstas diversas acciones y movilizaciones por la paz.

El 9 de abril, fecha en la que se recuerda el magnicidio del caudillo liberal Jorge Eliecer Gaitán, se realizarán multitudinarias manifestaciones en Bogotá y otras capitales regionales como Medellín, Cali, Barranquilla, Pereira, y Bucaramanga. Organizaciones agrarias y obreras, con gran capacidad para articular la vida social y política, han planificado la realización de unas reuniones constituyentes municipales con el fin de hacer la deliberación sobre el contenido de los cambios que apalanquen los acuerdos para terminar el conflicto armado. La iglesia católica (una sociedad civil dentro de la sociedad civil) ha proyectado desfiles y actos para la primera semana de pascua con la Virgen de Chiquinquirá, que es la de la paz, para comprometer a sus feligreses con la voluntad general de paz que se percibe en la formación social y su régimen político, que es el que se consagra en la Constitución.

El impulso a la participación de la sociedad en las conversaciones es un compromiso de las partes pues se considera que “la construcción de la paz es un asunto de la sociedad en su conjunto que requiere de la participación de todos, sin distinción”.

Se trata de un principio central en el cuerpo de la filosofía del Acuerdo especial de La Habana para la paz, que ha pretendido ser ignorado pero que es fundamental en las conversaciones y eventuales acuerdos.

Hay que dar forma al sujeto social de la paz, lo que supone un nuevo régimen de ciudadanía y una sociedad civil para la paz.

En la actual formación social no hay una sola sociedad civil, existe una pluralidad y diversidad cuya génesis se encuentra en el subsuelo y suelo político y en el abigarramiento social y regional colombiano con agrupaciones indígenas, campesinas y afro descendientes con protagonismo expansivo.

El momento plantea el reto de pensar la sociedad civil para la paz y el sujeto social que la dinamice y potencie.

Así que resulta conveniente una aproximación analítica a dicha categoría y a sus implicaciones en el movimiento real de la historia. La sociedad civil es el verdadero hogar y escenario de toda la historia.

1. Una definición preliminar.

En su dimensión inicial la sociedad civil (SC) es el mundo de las organizaciones y asociaciones, pero también de los particularismos (Hegel) o de la defensa de intereses parciales o sectoriales. No es inmediatamente política, es decir, capaz de proyectarse más allá de sí hacia el plano “ético-político”, generar consenso e interés general. Para que eso sea así se requiere rescatar la política como práctica y como proyecto de cambio, pues es en la dinámica de la confrontación y articulación de intereses particulares diversos que la SC se politiza, es decir, transita desde el mundo “egoísta” al de la “ética política” y la acción colectiva y comunal. Se construye entonces el interés colectivo y la fortaleza societal para gestionar el propio destino, impulsar cambios radicales, proyectarse hacia el futuro con una utopía y vivirla al mismo tiempo.

En este ámbito simple la SC es una trama asociativa no estatal, de base voluntaria compuesta por asociaciones, organizaciones y movimientos, que se originan de manera más o menos espontánea y dispuestas a hacer prevalecer sus intereses y reclamos en la esfera de lo público.

Como quiera que ella es algo más complejo, la construcción de la SC para la paz implica una reflexión de mayor calado, pues abarca todo el intercambio material de los individuos en una determinada fase del desarrollo de las fuerzas productivas.

La SC incluye las relaciones económicas y la conformación de las clases sociales.

2. Una dimensión profunda de la Sociedad Civil.

La SC es hegemonía cultural y política de un grupo social sobre el conjunto de la sociedad, como contenido ético del Estado por ser la esfera de las organizaciones privadas.

La SC es un universal complejo*, ya que su campo de acción es muy extenso y su misión por liderar todo el bloque histórico (Gramsci) implica una adecuación de sus contenidos en relación con las categorías sociales que cubre. La SC debería ser considerada bajo tres ejes complementarios que se retroalimentan e influyen vivamente: a) como ideología de la clase dirigente, en tanto abarca todas las ramas de la ideología, desde el arte hasta las ciencias, pasando por la economía, el derecho, etc.; b) como concepción del mundo difundida entre todas las capas sociales a las que liga de este modo a la clase dirigente, en tanto se adecua a todos los grupos; por eso sus diferentes grados cualitativos: filosofía, religión, sentido común folklore; y c) como dirección ideológica de la sociedad, se articula en tres niveles esenciales: la ideología propiamente dicha, la “estructura ideológica” –es decir las organizaciones que crean y difunden la ideología- y el “material ideológico”, es decir, los instrumentos técnicos de difusión de la ideología (sistema educativo, medios masivos de comunicación, redes, etc.).

3. El ámbito de la Sociedad Civil.

El ámbito que cubre la SC es muy vasto, es el de la ideología, entendida esta como una concepción del mundo que se manifiesta implícitamente en el arte, en el derecho, en la actividad económica, en todas las manifestaciones de la vida intelectual y colectiva. Únicamente las ideologías orgánicas, esto es ligadas a una clase fundamental, son esenciales. Acotada en un primer momento al aspecto económico de esa clase, con la evolución de la hegemonía política, la ideología se extiende a todo el quehacer del núcleo directivo. Esta crea una o más capas de intelectuales que se especializa en cada uno de los aspectos de la ideología de esa agrupación: la economía, las ciencias, el arte. Independientes en apariencia, las diversas ramas de la ideología no son más que los diferentes elementos de un mismo universal: la concepción del mundo de la clase fundamental.

Así que la ideología recubre todas las actividades de la clase dirigente y por lo tanto de toda la superestructura: una concepción tan extensiva de la ideología explica el porqué de su rol esencial en el seno de un bloque histórico concreto.

4. Los diferentes niveles de la ideología.

La ideología, visión del mundo de la clase dirigente, debe expandirse por toda la formación social. No obstante, no dispone de la misma homogeneidad en todas las escalas: la ideología socializada en las clases dirigentes es claramente mucho más elaborada que los pedazos sueltos de ideología que es posible identificar en la cultura popular. De esa manera es dable distinguir diferentes grados cualitativos que corresponden a capas sociales determinadas: en la cumbre la concepción del mundo más elaborada: la filosofía. En el nivel más bajo: el folklore. Entre estos dos puntos, el “sentido común” y la cultura religiosa.

La filosofía es el nivel más sofisticado de la concepción del mundo, la escala donde más claramente aparecen las características de la ideología como manifestación cultural de la clase fundamental. Es en calidad de tal que la filosofía debe poseer el máximo de coherencia: el filósofo profesional no solo piensa con mayor lógica, con más coherencia, con mayor espíritu sistemático que los demás hombres, sino que además conoce toda la historia del pensamiento, es decir, sabe determinar el sentido del desarrollo que el pensamiento ha tenido hasta él y se halla en condiciones de retomar los problemas desde el punto en que se hallan, luego de haber sufrido el máximo de tentativas de solución.

Esa necesidad de coherencia es aún mayor por cuanto la filosofía es la referencia de todo el sistema ideológico. El rol de la ideología se puede definir en iguales términos en que se definen sus creadores, los grandes intelectuales, piedra angular de la hegemonía: la filosofía es la piedra angular de la ideología; el problema fundamental de toda filosofía que se ha traducido en movimiento cultural, en “creencia” es conservar la cohesión ideológica de todo el bloque social, que precisamente es cimentado y unificado por esta ideología.

Por su vínculo con la clase dominante, la filosofía influye sobre las normas de vida prácticamente de todas las capas sociales.

En ese sentido, la historia de la filosofía, como la entiende comúnmente, esto es, como historia de la filosofía de los filósofos, es la historia de las iniciativas de una determinada clase de personas para cambiar, corregir, perfeccionar las concepciones del mundo existentes en cada época determinada y para cambiar, consiguientemente, las normas de conducta conformes y relativas a ella; o sea, por modificar la actividad práctica en su conjunto. Así que filosofía e historia se identifican: la filosofía de un periodo determinado no es otra cosa que la historia de dicha época; no es otra cosa que la masa de las variaciones que el grupo dirigente ha logrado determinar en la realidad precedente: historia y filosofía son inseparables, en ese sentido, forman un bloque.

El papel central de la filosofía en el seno del bloque histórico se manifiesta por su influencia sobre las concepciones del mundo propagadas entre las clases auxiliares y subalternas: el sentido común.

Toda filosofía “histórica”, vale decir orgánica, debe prolongarse por el sentido común y esto significa que a la vez que elabora un “pensamiento superior al sentido común y científicamente coherente, todo movimiento filosófico orgánico debe mantenerse en contacto con las clases populares, e incluso encontrar en este contacto, la fuente de los problemas a estudiar y resolver, a fin de dirigir mejor ideológicamente a las clases subalternas. Sin embargo, la verdadera conexión entre filosofía “superior” y sentido común está asegurada en realidad por la política, que establece la unidad ideológica del bloque histórico.

La prioridad de este vínculo político evidencia la diferencia entre filosofía y sentido común: mientras que en la filosofía predominan los caracteres de la elaboración individual del pensamiento, en el sentido común se trata esencialmente de los caracteres difusos y dispersos de un pensamiento genérico de cierta época y de cierto ambiente popular. El sentido común aparece como una amalgama de diversas ideologías tradicionales y de la ideología de la clase dirigente: el buen sentido. Pero las ideologías tradicionales, en especial las religiones- cuya vinculación con el sentido común es aún más estrecha que la existente entre éste y la filosofía- constituyen los principales elementos. Esta amalgama que son las religiones no está formada sólo por los distintos aspectos de las religiones contemporáneas, sino también por antiguas creencias y supersticiones. Lo que explica que no exista un solo sentido común –baste recordar que no existe una sola religión, ni siquiera en el seno de una misma iglesia-. Cada capa social posee su propio “sentido común”, de tal forma que esta concepción del mundo se presenta bajo una multiplicidad de formas: su rasgo más fundamental y más característico es el de ser una concepción (incluso en cada individuo) disgregada, incoherente, incongruente, conforme a la posición social y cultural de las multitudes, cuya filosofía es. Esta situación explica que sea autoritariamente, por medio de la política, que pueda llegar a lograrse una cierta coherencia.

Si se considera al bloque histórico en su conjunto, el sentido común aparece como el folklore de la filosofía, situado a mitad de camino entre la filosofía –de la que toma prestado un núcleo de buen sentido- y el folklore, que le suministra lo esencial de su sedimentación ideológica. La primera obligación de todo nuevo núcleo social homogéneo es, por tanto, definir su propia filosofía y rechazar el sentido común.

En el nivel más bajo del bloque histórico se sitúa el folklore, que no es algo pintoresco. El folklore es una “concepción del mundo” a pesar de su condición primitiva e incoherente. Su incoherencia se explica por el origen social de esta variedad de ideologías: el folklore es una concepción del mundo no solo no elaborada y asistemática, ya que el pueblo (es decir, el conjunto de las clases subalternas e instrumentales de cada una de las formaciones sociales hasta ahora conocidas) por definición no puede tener concepciones elaboradas, sistemáticas y políticamente organizadas y centralizadas aun en su contradictorio desarrollo, sino también múltiples; no solo en el sentido de diverso y yuxtapuesto sino también en el sentido estratificado de lo más grosero a lo menos grosero, si no debe hablarse directamente de un aglomerado indigesto de fragmentos de todas las concepciones del mundo y de la vida que se han sucedido en la historia, de la mayor parte de las cuales solo en el folklore se encuentran, sobrevivientes, documentos mutilados y contaminados. El folklore es un fenómeno presente y no pasado: permanentemente el pensamiento y la ciencia proveen al “folklore moderno” de nuevos elementos. Hay que diferenciar en el folklore una religión popular -particularmente en los países de religión católica y ortodoxa- muy diferente a la de los intelectuales y a la jerarquía eclesiástica, una moral popular formada por el conjunto de máximas para la conducta práctica y de costumbres.

El campo ideológico de la sociedad civil se extiende así sobre todas las estratificaciones sociales de la estructura del bloque histórico. En la medida en que la ideología abarca todas las actividades de la clase dominante, la sociedad civil debe disponer de una articulación interna extremadamente compleja.

5. La estructura ideológica.

Un aspecto cardinal de la sociedad civil consiste en su articulación interna, es decir en la organización mediante la cual la clase dirigente difunde su ideología. Es lo que se conoce como “estructura ideológica” de la clase dirigente que no es otra cosa que la organización material destinada a mantener, defender, y desarrollar el frente teórico e ideológico. En tal estructura están no solamente las organizaciones cuya función es difundir la ideología, sino también todos los medios de comunicación social de masas y todos los instrumentos que permiten influir sobre la opinión de los ciudadanos.

En el seno de la “estructura ideológica” hay que distinguir las organizaciones encargadas de la difusión de la ideología de aquellas que incorporan a su actividad general una “fracción cultural”. Los jueces y los oficiales del ejército, por ejemplo, forman parte de estas últimas. Las organizaciones propiamente culturales son: la iglesia, la organización escolar y las entidades de prensa. La iglesia, después de haber tenido en el bloque histórico precedente el casi monopolio de la sociedad civil (la “ideología religiosa”, es decir, la filosofía y la ciencia de la época, con la escuela, la instrucción, la moral, la justicia), conserva todavía una parte importante de esta esfera. La organización escolar, ya sea que este bajo el control del Estado o bien de organismos privados, e incluso las universidades populares, forman el segundo conjunto cultural de la sociedad civil, donde volvemos a encontrar la gradación de la ideología, esta vez bajo el control de la universidad y la academia (esta última en la medida que ejerce una función nacional de alta cultura, especialmente como depositaria de la lengua nacional y por lo tanto de una concepción del mundo). La prensa, las editoriales, la red constituyen la tercera de las grandes instituciones de la sociedad civil. Es la más dinámica de la sociedad civil. Es la institución más dinámica de la sociedad civil a lo que se debe agregar todo aquello que influye o pueda influir directa o indirectamente sobre la opinión pública, como las bibliotecas, los círculos de lectura y clubes.

Esta “estructura ideológica” difunde ideología a través de diversos medios de comunicación (material ideológico) cuya eficacia se puede resaltar: los medios audio visuales como el cine, la televisión, el teatro, la radio, la red son unos medios de difusión ideológica que tienen mucha rapidez, un campo de acción y un impacto emocional mucho más basto que la comunicación escrita, pero no a profundidad, solo superficialmente.

Es posible apreciar la disposición de los diversos aspectos de la sociedad civil (campo, gradación, estructura y difusión de la ideología) observando el caso de la iglesia, que es como una sociedad civil dentro de la sociedad civil.

6. La iglesia es una sociedad civil.

Aún hoy la iglesia católica y otras expresiones de la religiosidad constituyen una verdadera sociedad civil.

Hay dos factores que explican la larga duración de la iglesia: su homogeneidad ideológica y la trascendencia de la estructura ideológica.

La fuerza de la iglesia reside fundamentalmente en la unidad ideológica que ha logrado mantener en el seno del bloque social que controla. La fuerza de las religiones, y especialmente de la iglesia católica, ha consistido en que ellas sienten enérgicamente la necesidad de la unidad doctrinaria de toda la masa religiosa y luchan porque los estratos intelectualmente superiores no se separen de los inferiores. La iglesia romana ha sido siempre la más tenaz en la lucha por impedir que se formen “oficialmente” dos religiones: la de los “intelectuales” y la de los seres más simples. Lo que no significa que no exista de hecho una diferencia entre las creencias de las distintas capas sociales. Así, es clara la diferencia entre un catolicismo de los campesinos, un catolicismo de los pequeños burgueses y de los obreros urbanos, un catolicismo de las mujeres, un catolicismo de los intelectuales. El problema radica en conciliar la fe de los intelectuales –análoga a la filosofía- con la fe de los sencillos –análoga al sentido común- o al folklore.

La iglesia mantiene una unidad ideológica “oficial” a través de dos medios: la política y la evolución ideológica progresiva. Como en toda ideología, la relación entre diferentes niveles de la religión está asegurada por la política, en este caso ejerciendo una disciplina de hierro sobre los intelectuales a fin de que no pasen ciertos límites en la distinción y no la tornen catastrófica e irreparable. Pero, a fin de limitar este recurso “político” la iglesia ha optado igualmente a favor de un movimiento progresista que tiende a dar ciertas satisfacciones a las exigencias de la ciencia y la filosofía, pero con ritmo tan lento y metódico que las mutaciones no han sido percibidas por la masa del pueblo si bien aparecen como revolucionarias y demagógicas ante los integristas. De esa manera la iglesia logra conservar cierta homogeneidad de su bloque histórico.

Para difundir la religión, la iglesia se apoya sobre una organización muy poderosa: en el centro, el clero, con gran capacidad organizativa, que se renueva constantemente, especialmente por la creación de nuevas órdenes religiosas, para canalizar los movimientos de masa durante la Edad Media y, más tarde, después de la contra reforma, a fin de conservar las posiciones políticas adquiridas. Esta organización se prolonga a través de instituciones confiadas a los laicos, con objetivos políticos o sindicales (partidos demócrata cristianos y sindicatos católicos) o ideológicos.

La iglesia también ejerce una influencia determinante gracias a su material ideológico. La iglesia realiza esfuerzos duraderos para desarrollar su propia sección de la estructura material de la ideología. Dicho material ideológico está formado especialmente por la literatura, la prensa que edita, sus programas de radio, de televisión, en la red y por la organización escolar y universitaria que la iglesia ha desarrollado.

7. Construir la sociedad civil para la paz.

En los términos establecido en esta reflexión, el reto consiste en construir e impulsar, en la actualidad, una sociedad civil para la paz con todos sus aspectos primordiales. Por una parte, la ideología propagada y adaptada a toda la formación social y que no es cosa distinta a la que se consigna en el preámbulo del Acuerdo general para la paz que se refiere a la construcción de la paz como un asunto de la sociedad en su conjunto que requiere de la participación de todos, sin distinción; el respeto a los DDHH en todos los confines del territorio nacional es un fin del Estado que debe promoverse; el desarrollo económico con justicia social y en armonía con el medio ambiente es garantía de paz y progreso.

El desarrollo social con equidad y bienestar, incluyendo las grandes mayorías, permite crecer como país; una Colombia en paz jugará un papel activo y soberano en la paz y el desarrollo regional y mundial. Es importante ampliar la democracia como condición para lograr bases sólidas de la paz.

Y por la otra, las organizaciones y los canales de difusión de esa filosofía, especialmente a través de los medios masivos de comunicación, asunto que está pendiente de su reglamentación por parte de la Mesa de conversaciones en La Habana.

Esa sociedad civil debe ser dinamizada por un nuevo sujeto social para la paz que sea el fruto de un nuevo régimen de ciudadanía con todos los derechos fundamentales reconocidos efectivamente.

· La elaboración de este texto de trabajo que es utilizado en seminarios y talleres sobre el proceso de paz colombiano, sigue la línea analítica expuesta en los siguientes documentos: Hugues Portelli, Gramsci y el bloque histórico (1984); Norberto Bobbio, Gramsci y la concepción de la sociedad civil (1978); Karl Marx, Introducción general a la crítica de la economía política (1857); Alejandro Pizzorno, Sobre el método de Gramsci (1972); Arcangelo R. Buzzi, La teoría política de Antonio Gramsci (1969); Christine Buci-Glucksman, Gramsci y el Estado (1978).