’Se necesita un cambio a favor de la pequeña agricultura en Colombia’: Albert Berry
Colombia debe canalizar directa e indirectamente una buena parte de sus recursos de la explotación minera hacia el campo, no solamente a la restitución de tierras, sino, en términos más generales, al apoyo de la pequeña agricultura.
/ Jueves 14 de marzo de 2013
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Profesor, economista, director de Investigaciones del Programa de América Latina y el Caribe en el Centro de Estudios Internacionales de la Universidad de Toronto (Canadá), ha sido candidato al Premio Nobel de Economía, experto en la cuestión agraria en Colombia y Latinoamérica.
Albert Berry, estudioso del agro colombiano, propone un timonazo hacia la pequeña agricultura.
1) La agricultura familiar pequeña alcanza alta productividad de la tierra.
En el mundo en desarrollo, la pequeña agricultura familiar se conoce por su uso intensivo de la mano de obra. Menos conocido, pero más importante, es el hecho de que típicamente produce más valor por hectárea que la agricultura grande, la llamada "relación inversa" entre el tamaño de la unidad productora y la productividad promedio de la tierra.
Esta relación ha sido observada y comprobada en muchísimos países y está aceptada por los expertos como un "hecho estilizado" del desarrollo económico. Las excepciones son raras y, por lo general, el resultado de condiciones atípicas, por ejemplo, la prohibición de la producción de ciertos cultivos de los pequeños agricultores africanos para evitar su competencia con las grandes unidades de los colonialistas europeos.
2) ¿Por qué esta ventaja de las pequeñas?
Se debe en buena parte al uso más intensivo de la mano de obra. Detrás de esto están, a veces, la urgencia de ganarse la vida y la falta de buenos usos alternativos para esa mano de obra. Esto conduce a un patrón de producción dentro del cual las fincas pequeñas frecuentemente se dedican a productos de alto valor, ya sean de autoconsumo, como legumbres, frutas y animales pequeños, o para la venta, tales como café, té, cacao y (otra vez) legumbres y frutas.
3) "Eficiencia económica" de la pequeña agricultura
Mientras las pequeñas unidades alcanzan una productividad de la tierra mayor que las grandes, en el caso de la productividad de la mano de obra es lo contrario. Esto nos deja con la pregunta: ¿cuál de las dos es más "eficiente"? La respuesta depende de cómo se defina "eficiencia". Si es por la capacidad de sacar el máximo de producto por unidad de tierra, son más eficientes las unidades pequeñas. Pero en países donde la mano de obra es escasa, las unidades grandes tienen la ventaja.
4) Frente a la ambigüedad del concepto de eficiencia, vale la pena distinguir dos alternativas: "eficiencia estrecha" y "eficiencia amplia".
La primera corresponde a la relación entre el valor de la producción y el valor de todos los insumos utilizados. Es frecuente que, según este indicador, las pequeñas y las grandes difieran poco, que es el caso de varios productos de Colombia, según el estudio reciente de Forero (2013). Pero el concepto de eficiencia económica estrecha no es una buena medida de la contribución económica de una unidad de producción, dado que no toma en cuenta ninguna otra variable económica fuera del nivel del PIB.
Para corregir esta deficiencia se necesita el concepto de "eficiencia económica amplia". Al aplicar un indicador de esta naturaleza, la pequeña agricultura sale mejor porque genera más empleo por hectárea, mejora directamente la seguridad alimentaria de la población y disminuye la inseguridad económica y alimentaria de los pequeños agricultores.
5) Dinamismo potencial de la pequeña agricultura.
El potencial dinámico (capacidad de aumentar la producción) de la pequeña agricultura es bueno, siempre y cuando el apoyo estatal sea adecuado. El avance de la productividad agrícola depende más que todo de las investigaciones y la difusión tecnológica. Cuando el sistema agrícola tiene su base en la agricultura familiar (caso de todos los países más exitosos, tales como EE. UU., fuera del sur con su esclavitud; Canadá, los países europeos, Japón y los otros casos exitosos del sureste asiático), el secreto del éxito ha sido una inversión adecuada del sector público en estos renglones.
6) El poco apoyo estatal para la pequeña agricultura familiar.
Las diversas ventajas de las pequeñas unidades campesinas son poco conocidas. Hay varias razones detrás de esta anomalía. Una es la falta del flujo necesario de información entre los expertos y los responsables de las decisiones sobre el agro. Influye también el hecho de que las ventajas de las unidades pequeñas son sorprendentes y hasta contraintuitivas para mucha gente. Esto se debe en parte a que pocas personas conocen de cerca esa agricultura, en parte a la creencia general (en este caso equivocada) en la importancia universal de las economías de escala, y en parte a la influencia de los intereses creados en contra a una política de apoyo a la pequeña agricultura.
7) La agricultura familiar en el contexto de la escasez de empleos decentes.
Existe un argumento de que como Colombia ya es un país relativamente urbano, con menos del 25 por ciento del empleo ubicado en el agro, una política de apoyo serio hacia la agricultura familiar ya no tiene sentido, como lo hubiera tenido tal vez hace 30 o 50 años. En condiciones normales, este argumento tendría una cierta validez. Pero existen en la realidad colombiana de hoy en día unos elementos que le dan mucha más importancia a un resurgir de la agricultura familiar que en casi cualquier otro país que se encuentra en la misma fase del desarrollo económico. Entre estos factores figuran:
i) Una historia de conflicto y de injusticia en el campo, que ha dejado un número enorme de familias desplazadas, en condiciones graves de pobreza y angustia, muchas de las cuales han llegado involuntariamente a las ciudades, en donde sus habilidades no encuentran una demanda.
ii) La presencia de una industria minera grande, que pesa en forma negativa en el mercado de trabajo a través del mecanismo de la maldición de los recursos naturales.
iii) La incapacidad de los otros sectores no agrícolas de generar empleos suficientes para llenar las necesidades del país.
Los dos sectores que más empleos generan en los países en desarrollo son la pequeña agricultura y las microempresas, las pequeñas y medianas empresas (mypymes) no agrícolas, con alrededor de un 60 o 70 por ciento del empleo total. Dado este punto de partida, es imposible que a corto o mediano plazo los sectores de tecnologías más modernas contribuyan con un número suficiente de empleos a responder a las necesidades del país.
Ha sido difícil fortalecer el sector mypymes a través de una política de apoyo, así que no se debe esperar que ni a corto ni a mediano plazo este sector por sí solo resuelva el problema de empleo. Por esto es tan importante que la pequeña agricultura retome su papel histórico de generador de empleo. Entre estos dos sectores, la pequeña agricultura tiene dos ventajas relativas. Por una parte, los trabajadores desplazados constituyen una masa de gente poco productiva en sus sitios de asilo (rural o urbano), pero su ventaja comparativa personal está en su actividad anterior. Por otra parte, resulta más fácil, en el sentido de que la receta ya se conoce, aumentar la productividad de los pequeños agricultores en general que aumentar la de los microempresarios y mypymes.
8) Conclusión
Colombia necesita un cambio radical de la política a favor de la pequeña agricultura familiar. Debe canalizar directa e indirectamente una buena parte de sus recursos de la explotación minera hacia el campo, no solamente a la restitución de tierras, sino, en términos más generales, al apoyo de la pequeña agricultura. Este fue el elemento clave de la receta exitosa utilizada por Indonesia cuando aprovechó bien su bonanza petrolera para generar un crecimiento rápido e igualitario, con impresionante reducción de la pobreza. Colombia tiene aún más necesidad de seguir el camino que tenía Indonesia por la gravedad de su problema social y por el desafío mayor en cuanto a la generación de empleo.
* Tomado de El Tiempo