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Aproximación histórica a la participación de la mujer en las luchas sociales en Colombia
Viviana Aydé Vargas Rivera / Miércoles 21 de noviembre de 2007
 

Las mujeres en distintos momentos históricos se han organizado en movimientos sociales, luchando por el derecho al voto, el derecho a la tierra, a la libertad, a una vida digna para ellas y sus familias. En nuestro territorio los primeros pobladores fueron indígenas y posteriormente pueblos afrodescendientes que a la llegada de los españoles fueron cruelmente esclavizados, sometidos y asesinados, dándose así necesariamente las primeras muestras de resistencia en defensa de la vida y el territorio. La presencia y participación de la mujer en el desenvolvimiento de la vida campesina colombiana resalta hechos importantes como la lucha con sus compañeros por la vida digna y una justa repartición de la tierra. Campesinas y campesinos tienen una trayectoria de lucha en nuestro país: la pelea por la tierra en la época de la Colonia, la lucha por la Independencia en la cual nuestro libertador Simón Bolívar entendió que la mujer era un elemento importante y eran ellas quienes colaboraban acuñando la pólvora en las escopetas para que los soldados no perdieran tiempo, además de las tareas de espiar e informar sobre la situación de la época, como es el caso de la muy recordada Policarpa Salavarrieta. La rebelión de los Comuneros es una de las muestras del tesón con que hombres y mujeres han luchado por la igualdad en nuestro país, aquí podemos recordar a Manuela Beltrán.

En Colombia las luchas de las mujeres indígenas y campesinas han tenido una larga trayectoria. En esta lucha las reivindicaciones más claras son el derecho a la tierra, a un salario digno, el respeto por la vida, y a unas condiciones dignas y humanas para las trabajadoras, además el derecho a la igualdad ante sus compañeros, jefes y demás miembros de su comunidad, y a la no discriminación sexual y racial, además de la justa lucha por los derechos políticos como el voto, el derecho de comparecer ante un juzgado y la libertad patrimonial.

Remontándonos a las primeras mujeres luchadoras, indígenas y campesinas, en Colombia, encontramos a Felicita Campos (1890), quien en Sucre encabezó las ligas de campesinos en resistencia contra los terratenientes. Años después, en 1892, Juana Julia Guzmán fue una campesina de Córdoba fundadora de la Sociedad de Obreros y Artesanos de Córdoba (1916). Esta campesina socialista en 1919 creó la Sociedad de Obreras Redención de la Mujer, que estuvo integrada por lavanderas, fritangueras, vendedoras, cocineras y bailadoras. Esta sociedad tenia como objetivo que se reglamentara el trabajo de las mujeres y menores explotados.

En el movimiento indígena 14 mil mujeres lideradas por Quintín Lame firmaron en 1927 el Manifiesto sobre los Derechos de la Mujer Indígena, que se divulgó después de la matanza de nueve mujeres indígenas en la Guajira.

“ha llegado la hora de que las hijas del país (…) alcen la voz para exigir justicia social (…) después de 435 años hoy tenemos el coraje nosotras, las indias colombianas de ocho departamentos que firmamos este documento y unidas como una bandada de águilas furiosas, lucharemos nosotras mismas por la recuperación de nuestros derechos. Así debería ser para todas las mujeres campesinas, casadas o no, todas perseguidas por el hombre de la civilización. Pero sus leyes no serán cumplidas, porque si los hombres indios, que mucho antes de la conquista eran dueños de la tierra, no se levantan contra el orden ilegal y corrupto, entonces nosotras las mujeres nos prepararemos y unidas gritaremos no, no, no (…)” [1].

En las primeras décadas del siglo XX, se da el que se denominó Movimiento por la Liberación de la Mujer, con el impulso de la revolución socialista rusa y las ideas de igualdad, las mujeres lucharon por su libertad sexual, con el argumento “se evidencia el cuerpo femenino como una muestra histórica de la violencia contra la mujer”.

En Colombia el movimiento obrero de los años 20 estuvo marcado por la lucha de Betsabé Espinoza, obrera textil, quien en Bello (Antioquia) organizó a 300 mujeres para exigir aumento salarial y el despido del director y unos capataces que habían agredido sexualmente a cinco compañeras, logrando sus reivindicaciones y el apoyo de cerca de tres mil personas.

Por otro lado María Cano se destacó, entre otras, por la realización de numerosas giras entre 1923 y 1929 para agitar y organizar a trabajadoras y trabajadores del campo y la ciudad y por su contribución en la creación de la primera central obrera colombiana.

Petrona Yance y 800 mujeres apoyaron las valerosas luchas de los trabajadores agrícolas de las bananeras. Ellas en sus canastos cubrían con almojábanas las herramientas utilizadas para descarrillar los trenes que trasportaban las tropas. En una devastadora acción del estado colombiano para proteger las empresas multinacionales, los militares masacraron a más de 1.500 trabajadores el 6 de diciembre de 1928 en Ciénaga.

En la década de los años 30 el movimiento campesino se vio beneficiado por la expedición de la Ley 200 de 1936, la llamada Ley de Tierras. Esta ley creó la extinción de dominio, es decir la perdida de la propiedad cuando el terrateniente no explotaba económicamente la tierra durante 10 años. Esto hizo que le devolvieran sus tierras a muchos campesinos, pero sin embargo este intento de reforma agraria fue frustrado por el poder económico y político de los grandes terratenientes. La lucha de las mujeres en esta década estuvo ligada a los movimientos populares regionales y sindicalistas, un gran grupo de mujeres de clase media y alta inician una lucha civilista donde uno de los resultados fue “la expedición en 1932 de la Ley 28 que consagró la libre administración y disposición de los bienes de cada uno de los cónyuges y otorgó a la mujer la facultad de comparecer libremente en juicio” (Velásquez: 1986:197-198).

En 1933 se logró el ingreso de la mujer en la universidad. Este fue lento y elitista. Luego, en 1936, se obtuvo el derecho a ocupar funciones públicas.

Entre los años 40 y 50 el movimiento social tuvo un gran reflujo, el asesinato del caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán el 9 de abril de 1948 provocó un levantamiento espontáneo de las masas populares y con un nivel más organizativo de los liberales y comunistas. En este periodo conocido como “La Violencia” se dio una fuerte confrontación entre el partido liberal y conservador, en el cual las vidas comprometidas eran las del pueblo. Uno de los factores más influyentes de esta época es la creación de las guerrillas liberales y comunistas, en defensa de las agresiones del estado y el partido conservador. Las mujeres fueron víctimas principales de la confrontación; pues las bandas de chulavitas (embrión del paramilitarismo actual) llegaban a las fincas, a las pequeñas casas, amarrando a los campesinos, violaban a las mujeres para torturar a sus esposos, padres y hermanos. Si estaban en embarazo con el denominado corte de franela les abrían el vientre, les sacaban los fetos, “para no dejar semilla de la supuesta insurgencia”. Aquí podemos ver que la mujer era asesinada contradictoriamente por ser generadora de la vida.

En 1953 se da el golpe militar de Rojas Pinilla, quien prometió paz, justicia y libertad, y propuso la amnistía a miles de prisioneros políticos y guerrilleros, este generó una división al interior de las guerrillas: unos se desmovilizaron y otros fueron más radicales, y con las nuevas ideas comunistas siguieron en la lucha guerrillera, de allí el origen de las FARC-EP. En esta lucha armada las mujeres dejaron de ser víctimas a causa de la vinculación política de su compañero y pasaron a ser parte importante en esta confrontación.

Respecto al movimiento civilista de esta época, la lucha se dio en torno al voto. “Curiosamente, Colombia fue el primer país del mundo en otorgarle el voto a la mujer. Ocurrió en Vélez (Santander) en 1853, cuando este se declaró estado soberano, pero la legislación pasó desapercibida para las mismas mujeres y murió por inercia en 1860” (Torres, 1986:30).

El voto femenino fue negado dos veces, en 1944 y en 1946, y finalmente fue otorgado en 1954 por la Asamblea Constituyente convocada por el dictador Rojas Pinilla y se ejerció por primera vez en el plebiscito de 1957. El reconocimiento de los derechos políticos de la mujer en nuestro país es el resultado de un proceso lento y doloroso. Lo sigue siendo, pues muchos de ellos en la práctica no son reconocidos.

Este periodo culminó con la derrota de la dictadura y el acuerdo de los partidos para la repartición y alternación del poder estatal cada cuatro años, llamándolo Frente Nacional. Esta guerra civil provocó entre 1946 y 1966 el desplazamiento forzoso de 2’003.600 personas, y las mujeres y los niños fueron los más afectados.

“al final de la década de los 50 en Colombia se dio una conjunción de hechos e intereses muy definidos por el control de los procesos organizativos de la comunidad rural y de las mujeres provenientes de: el estado (Frente Nacional, los dos partidos políticos tradicionales), la Iglesia, los poderes internacionales (expresados en políticas de desarrollo) y la revolución cubana (partidos de izquierda). Algunos de estos actores actuaron en mutuo reforzamiento, otros, entraron en competencia y conflicto ante el propósito de coptar la población rural y las mujeres” [2].

Las organizaciones rurales y las mujeres han jugado un papel importante en la búsqueda de los derechos de la autonomía de las comunidades campesinas. Es así como se ha dado una importante lucha en el seno de las organizaciones campesinas:

• Con su legalización tras la caída de Rojas, se impulsó por parte del Partido Comunista de Colombia en 1957 la Unión de Mujeres Demócratas.

• En 1958 se crean los clubes de amas de casa para la mujer campesina.

• En 1967, en apoyo a la reforma agraria se impulsó la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos de Colombia (ANUC), organización que ha tenido una importante participación femenina.

• En 1984 se impulsó la Asociación Nacional de Mujeres Campesinas e Indígenas (Anmucic)

En el caso de la ANUC, durante el periodo de auge la participación de las mujeres fue directa y masiva en la toma de tierras, las movilizaciones, la presión por la libertad de los presos, en defensa de las comunidades, en los desalojos y en los enfrentamientos con la fuerza pública. La presencia de mujeres en los periodos álgidos de las luchas constituye una de las características de la participación femenina. Estas acciones de las mujeres en las regiones de mayor conflicto dieron origen a la creación de los primeros comités femeninos entre 1972 y 1973. Desde entonces estos están afiliados a los comités de la ANUC. Por otro lado, para contribuir al desarrollo organizativo rural, el Ministerio de Agricultura con el apoyo financiero de la Unicef en 1984 promueve la creación de la Asociación Nacional de Mujeres Campesinas e Indígenas de Colombia (Anmucic), que nació en un encuentro nacional al que asistieron aproximadamente 150 líderes campesinas. Estas líderes posteriormente se convirtieron en las representantes de las mujeres campesinas e indígenas del país. Sin embargo, varias organizaciones campesinas cuestionaron que Anmucic se reconociera como la única organización nacional de mujeres, se decía que había discriminación; a esto Anmucic respondió que se percibía el descontento de muchas organizaciones campesinas en las cuales los hombres sentían que estaban perdiendo el poder ante la autonomía que estaban logrando las mujeres indígenas y campesinas.
Una de las grandes pugnas de esta década fue la lucha por la inclusión de las demandas de las mujeres del campo finalmente logradas en las leyes 30 de 1988 y la 160 de 1994 sobre reforma agraria.

Con la Asamblea Constituyente de 1991 se abrió paso para que las campesinas e indígenas y en general las mujeres colombianas se reconocieran como parte elemental dentro del proceso democrático que se estaba gestando, y que se reconocieran a sí mismas como actoras colectivas dentro de este proceso. Se sentó una posición clara con una agenda propia con propuestas, pero sin embargo las mujeres, 51% de la población colombiana, no obtuvieron ninguna representación propia en la Constituyente.

En este proceso las mujeres rurales actuaron a través de distintas organizaciones: la Asociación Nacional de Mujeres Campesinas e Indígenas de Colombia, la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos, La Federación Nacional Sindical Unitaria Agropecuaria (Fensuagro) y la Organización Nacional Indígena de Colombia. Dentro de los logros obtenidos se puede resaltar:

Se fortaleció la identidad colectiva de las mujeres rurales como un actor importante del movimiento social, se abrieron espacios de participación política y se fortaleció el liderazgo femenino.

En 1993, la ONU “expidió la declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer en la Convención Interamericana para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer”.

Durante la preparación de la Cuarta Conferencia Mundial de Mujeres de Beijing realizada en 1995, se resaltó: “el carácter constante y sistemático de la violencia ejercida contra la mujer (…) que constituye una violación de los derechos y libertades fundamentales, de las mujeres, que les impide o menoscaba su disfrute y les limita la oportunidad para lograr la igualdad jurídica, social, política y económica” (ONU 2001.11).

En los últimos años, el movimiento campesino en Colombia ha tomado un papel importante en las luchas sociales, en defensa del derecho a la tierra, a la seguridad alimentaría, a la autonomía, los derechos humanos, el derecho internacional humanitario y por una salida política negociada al conflicto. Se han venido gestando procesos de resistencia en contra del terrorismo de estado ejercido a través de sus Fuerzas Militares y el fenómeno del paramilitarismo. Los y las campesinas se han organizado en sus regiones para protestar por la fumigación de cultivos con glifosato y todo el problema de salud pública que esto acarrea, además por las constantes violaciones de derechos fundamentales a los campesinos a raíz del conflicto social y armado por el que atraviesa nuestro país.

En este proceso la mujer campesina ha tomado parte importante como sujeta política. Uno de los grandes ejemplos es el proceso de las mujeres de la ACVC (Asociación Campesina del Valle del Río Cimitarra), quienes participaron en el primer encuentro de mujeres del Magdalena Medio en marzo del 2006

“también estamos cansadas de la doble opresión que nos afecta, la de una clase dominante que explota nuestro trabajo para producir una riqueza que no disfrutamos y la de una cultura machista que limita nuestra libertad de autonomía (…) estamos cansadas que esta doble opresión nos impida aportar más decididamente a la transformación social. Aquí reunidas anunciamos que ese cansancio se ha traducido en la decisión irrevocable de hacernos más protagonistas en la lucha por la conquista de la plenitud de nuestros derechos y por la construcción de una sociedad más igualitaria (…) pero este desafío no es sólo nuestro, es también un desafío en que obligatoriamente deben estar vinculados los hombres (…) porque el acceso a la plenitud de nuestros derechos como mujeres implica necesariamente una transformación honesta de las actitudes opresoras de los hombres, así como salir de la opresión y la injusticia económica, política y social, requiere del compromiso del trabajo hombro a hombro entre hombres y mujeres” [3].

En la actualidad el proceso organizativo de la Asociación Campesina del Catatumbo (Ascamcat) incluye como elemento primordial el trabajo de las mujeres y se ha expresado en la conformación de la Asociación de Mujeres del Catatumbo (Asmucat). En lo que va corrido del 2007, se han realizado tres escuelas de formación de líderes campesinos en las cuales uno de los principales talleres es el de género, brindando así herramientas a las campesinas para que sean líderes y se organicen a través de proyectos productivos en beneficio de ellas y su comunidad.

[1Uribe, María Tila, 1994. Los años escondidos. Sueños y rebeldía en la década del 20. Cestra, Cerec, Bogotá

[2Incidencia y transformación de las relaciones de género en la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos de Colombia, Dora Isabel Díaz Susa

[3Revista La Marcha. Declaración Política del Primer Encuentro de Mujeres del Magdalena Medio. 2006