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Elecciones en Cataluña: Ganar es perder, perder es ganar
César Jerez / Viernes 10 de noviembre de 2006
 

Fundador y redactor de la Agencia Prensa Rural. Geólogo de la Academia Estatal Azerbaijana de Petróleos (exURSS). En Bakú obtuvo una maestría en geología industrial de petróleo y gas. Es profesor y traductor de idioma ruso. Realizó estudios de gestión y planificacion del desarrollo urbano y regional en la Escuela Superior de Administración Pública -ESAP de Bogotá. Desde 1998 es miembro de la ACVC. Actualmente coordina el equipo nacional dinamizador de Anzorc. Investiga y escribe para diversos medios de comunicación alternativa.

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Durante estos días se está conformando en Barcelona el nuevo gobierno autónomo de Cataluña, del cual será presidente José Montilla, militante del Partido Socialista Catalán, encabezando un gobierno tripartito de "acuerdo nacional por el progreso", donde además gobernarán Esquerra Republicana e Inicitiva per Catalunya - Izquierda Unida y Alternativa.

Después de las elecciones del día de los muertos del 1 de noviembre, se presentaba la misma situación del año 2003: la derecha "nacionalista" agrupada en Convergència i Unió (CiU) ganaba en votos y escaños pero quedaba nuevamente en minoría, difunta frente a la coalición de los partidos de centro-izquierda.

La campaña se planteó agresiva e insultante por parte de CiU, liderada por el arrogante Artur Mas (quien iba de guapo en la estrategia publicitaria), basada en la descalificación del gobierno tripartito anterior, catalanista y de izquierdas, pero insuficiente para motivar a los abstencionistas (43%) y al 2% de los electores que votaron en blanco. Finalmente, el ascenso de CiU se debió casi exclusivamente al descalabro del Partido Socialista, al que los catalanes le pasaron factura por las intromisiones del gobierno de Zapatero y del PSOE frente a temas tan sensibles como el estatuto de autonomía o la designación de Montilla, en lugar del carismático Pascual Maragall, como candidato de los socialistas a la presidencia de la Generalitat.

La designación de Montilla como presidente, un inmigrante andaluz nacido en Córdoba, es una lección para los que lo criticaron por ser chernego (un peyorativo usado para los catalanes nacidos fuera), por no tener formación profesional o por no saberse la letra de las canciones nacionalistas catalanas, una lección para esos mismos que ganaron las elecciones proponiendo un carnet por puntos para inmigrantes como un mecanismo para acceder a derechos y que se oponen al voto de los inmigrantes, para esos "demócratas" que disfrazan la xenofobia y el racismo con buenas intenciones.

Esquerra Republicana inclinó la balanza y reeditó el tripartito, un apoyo a CiU le hubiese representado un impredecible costo político y electoral en el futuro. Fue precisamente Carod-Rovira, defenestrado del último gobierno por haberse reunido con ETA, quien anunció públicamente la segunda oportunidad para el gobierno de izquierdas, dejando a los convergentes colgados de la brocha, como ya lo habían hecho previamente los socialistas, para quienes una alianza con CiU, de estabilidad para el gobierno de Madrid, hubiera significado un suicidio electoral en Cataluña.

El sistema parlamentario catalán y sus sorpresas me hizo recordar a un conocido filósofo del fútbol colombiano, a ese director técnico de la selección colombiana, allegado al balompié desde el mundo de la curación dental, quien frente a las reiteradas derrotas de nuestros indisciplinados futbolistas, acuñó la desgraciada frase: "perder es ganar un poco". Desde hoy, gracias a la desgracia de la derecha que cantó victoria antes de tiempo y para fortuna de la progresía catalana, diremos que ganar es perder y que perder es ganar un poco en Cataluña.