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Campaña electoral: entre la guerra y la paz
Nelson Lombana Silva / Martes 26 de noviembre de 2013
 
De nuevo la UP en las calles y caminos de Colombia. Foto Nelosi

El debate electoral para elegir Parlamento y Presidente de la República estará cruzado por dos temas centrales: la guerra vs. la paz. Son dos discursos antagónicos los que seguramente se escucharán en los días venideros a lo largo y ancho del territorio nacional.

Para tener una lectura correcta de lo que seguramente irá a caracterizar la contienda electoral hay que comprender las artimañas de la burguesía para desvirtuar realmente la polarización que se tiene que dar producto de la lucha de clases y no de simples jugadas maquiavélicas de dar la impresión de dividir al país entre lo mismo y lo mismo, solo con lenguaje descontextualizado y “distinto”.

La tarea impuesta a los medios de comunicación será la de hacer creer que la confrontación de fondo es entre Santos y Uribe, en el entendido de que el primero representa la paz y el segundo la guerra. Así planteada la cosa, es una falacia que el pueblo debe hacer un esfuerzo por entender correctamente. Incluso, algunos sectores de izquierda que se han apresurado a creer en esta jugada siniestra de la burguesía colombiana.

Santos y Uribe son caras de una misma moneda. Todo constituye un sofisma de distracción o cuando más una forma de polarizar ingenuamente al país nacional del cual hablara Gaitán.

Ambos representan los intereses de la burguesía y el poder omnipotente del imperialismo norteamericano; ambos son criminales, agresivos y violentos; ambos son responsables de la terrible crisis social, política, económica, ambiental y cultural que vive el país; ambos son partidarios de la mal llamada seguridad democrática; ambos son responsables de los distintos y siniestros planes de guerra, como el Plan Colombia, el Plan Fin del Fin, el Plan Patriota, el Plan Consolidación, el Plan Espada de Honor, etc.

Como diría coloquialmente un campesino de Anzoátegui: “Es la misma perra con distinta guasca”. Pero, si se trata de establecer sutiles diferencias de la clase social de la burguesía, habría que decir que Santos pertenece a la pura y rancia oligarquía santafereña como se dijera otrora, mientras Uribe es el “bazuco” de esa clase social. Es decir, lo más degenerado por cuanto para meterse en ese exclusivo círculo tuvo que apoyarse en el narcotráfico y en el paramilitarismo, principalmente.

Santos lo sabe, compartió gran parte del criminal gobierno de Uribe, fue artífice para bombardear extensas zonas campesinas, desplazar campesinos, desaparecer y estigmatizar a los líderes comunitarios. Sus manos bañadas de sangre humilde le impiden levantar con dignidad el ramo de olivos y si lo hace será un gran impostor que hay que denunciar abiertamente y sin rodeos.

Si Santos abre un proceso de diálogo de paz con la insurgencia de las FARC-EP, no es porque le asista vocación de paz, ni acto de contrición o arrepentimiento después de tanta infamia contra el pueblo. Lo hace por dos razones fundamentales: una, porque la vía militar ensayada por Uribe fue un completo fracaso, un fiasco; y dos, porque los Estados Unidos acarician la posibilidad de tener un país libre de guerrillas para facilitar la presencia avara de las multinacionales y transnacionales y las posibilidades siniestras de convertir este país en territorio de agresión a procesos democráticos y revolucionarios que se vienen sucediendo en América Latina.

Desde esa perspectiva, y tal como lo ha dicho los delegados de las FARC-EP en La Habana, la llave de la paz no la tiene ni Santos, ni ellos, la tiene el pueblo. Solo la movilización de masas es capaz de cerrarle la avenida a los violentos y abrir la alameda a la paz con justicia social. La paz –en otras palabras– jamás será una dádiva de la burguesía, será producto de la lucha campesina, indígena y popular con decisión y coraje, será producto de la lucha de clases.

La verdadera contradicción está entre la izquierda y la derecha. Santos y Uribe son los exponentes clásicos de la derecha, mientras la izquierda es la fiel exponente de la paz con justicia social, los cambios estructurales, la defensa de la soberanía nacional, la defensa del medio ambiente, la defensa de la seguridad alimentaria, el rechazo a los tratados de libre comercio, la solidaridad con los procesos revolucionarios y democráticos que se vienen dando en América Latina.

En esas condiciones, la izquierda debe reagruparse alrededor de un gran frente amplio por la paz y la democracia, asumir con responsabilidad el momento histórico y ser opción de poder. El despuntar fulgurante de la Unión Patriótica (UP) y la candidatura presidencial de la compañera Aída Avella Esquivel deben originar unidad, unidad y unidad, alrededor de un programa y unas reglas claras de juego sin exclusiones, sin estigmatizaciones y sin falsos protagonismos. Necesitamos una izquierda madura acorde con el momento estelar que estamos viviendo.

Esa es la verdadera polarización que debemos desarrollar con creatividad y decisión en la campaña electoral que se viene en Colombia. ¿No tiene autoridad moral, política y ética la UP para hablar de paz con justicia social? ¿No tiene autoridad política la UP para llamar a la unidad de la izquierda colombiana? ¿No ha hecho la UP grandes sacrificios por la salida política al conflicto social y armado? ¿No ha dado la UP lecciones de heroísmo, lealtad y compromiso con sus principios, que son los principios del pueblo colombiano? Es hora de pensar con la razón y no con la emoción.