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Del “cholismo” a la libertad de Brayan Angulo
La nueva ola de deportistas colombianos toma distancia de la canalla política y gansteril que tanta mala hora le sigue trayendo al país
Yezid Arteta Dávila / Domingo 19 de enero de 2014
 

Fútbol de autor. Así se llama lo que está haciendo el “Cholo” Simeone en el balompié europeo. Entre los hispanoparlantes se viene acuñando el vocablo “cholismo” que, en resumidas cuentas, es una mixtura de trabajo colectivo, humildad y combatividad. El Atlético de Madrid que, hoy figura entre l
os grandes clubes del mundo, es la quintaesencia del “cholismo”.

El carácter del “Cholo” Simeone me hace pensar en las nuevas generaciones de deportistas colombianos que a golpe de voluntad y disciplina consiguen figurar en los escalones más altos del deporte: futbolistas, ciclistas, atletas, boxeadores, beisbolistas, pesistas, etc.

Deportistas que han conseguido carácter e identidad. Poco a poco, van quedando atrás aquella clase de deportistas que, luego de alcanzar importantes trofeos, se volvían meras comparsas de los gobernantes de turno y se separaban, física y mentalmente, del entorno social en los que crecieron.

A Pambelé, a mi modo de ver el más grande deportista colombiano de todos los tiempos (Salón de la Fama del Boxeo y mejor Welter de la historia libra por libra), le exprimieron hasta la última gota de su fama. Gobernantes de pacotilla y negociantes sin escrúpulos sacaron provecho del héroe y cuando se les volvió un problema lo dejaron tirado en el basurero.

El caso de Pambelé es el más emblemático. Hay más historias de deportistas colombianos pisoteados por el poder y por la vida misma. Andrés Escobar, asesinado por un autogol. El “Palomo” Usuriaga, Elsón Becerra y otros más, muertos a tiros, tal como si hubieran llevado vida de gánsteres. A algunas deportistas les fueron amputados sus miembros y luego murieron en el desamparo, tales como el artillero Jaime Morón y el zaguero José “Boricua” Zarate, quienes integraron la selección absoluta de fútbol.

Hoy, en cambio, nos sorprendemos y alegramos con el “cholismo” que encarnan los corredores Nairo Quintana y Rigoberto Urán. Chicos de pueblo que ganan difíciles pruebas sin perder el contacto con la realidad y sin pretender una vida rebuscada. Deportistas con decoro que comparten el drama de su gente, tal como lo hizo Nairo Quintana al apoyar a los cultivadores de papa boyacense durante el pasado paro agrario.

La nueva ola de deportistas colombianos toma distancia de la canalla política y gansteril que tanta mala hora le sigue trayendo al país. Entre más lejos estén los deportistas de los feudos podridos, más chance tienen de crecer y obtener galardones.

A Carlos “Pibe” Valderrama y Mauricio “Chicho” Serna, futbolistas que brillaron en el césped hoy recorren el camino de la paz y la reconciliación. El “Pibe” y “Chicho” se la vienen jugando por las víctimas del conflicto, es decir, juegan del lado de los débiles.

Falcao, Jackson y Bacca, goleadores genuinos, llevan con destacado profesionalismo sus vidas en las capitales europeas. Ellos tres encabezan la lista de casi medio centenar de futbolistas colombianos que crecen culturalmente como individuos. Atrás quedan los tiempos en los que algunos de los nuestros recalaban con complejos a los grandes clubes.

Hay lunares, muchos lunares. Es el caso de los deportistas que son víctimas de empresarios capitalistas que les importa un rábano el sufrimiento de las jóvenes promesas.
Brayan Angulo, el lateral colombiano del Granada, fue recientemente beneficiado por un fallo del Tribunal Deportivo de Arbitraje (TAS) y liberado de las garras del empresario español, Bartolomé Cursach, quien sometió al jugador – desde los 16 años - a un contrato esclavizante.

Ahí está, tirado en una cama, el pluma colombiano José Carmona luego del nocaut que, en el noveno asalto, le propinó el pentacampeón mexicano Jorge “Travieso” Arce, durante el combate que libraron en noviembre pasado. Sus padres, vendedores de pescado en el mercado de Bazurto, están cuidando de él y su prole. Nadie más.

Edgar Rentería, luego de ganar dos guantes de oro y tres bates de plata en la Gran Carpa, llevó un bate al Palacio de Nariño ocupado entonces por el presidente Álvaro Uribe.

El mandatario tomó el madero con sus manos y prometió dar garrote con él. La fundación creada por Rentería financia programas sociales que benefician a niños pobres, mientras, el expresidente Uribe sigue repartiendo bate hacia todas las direcciones.

En Twitter: @Yezid_Ar_D