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Seguridad y defensa para el final de la guerra y una paz duradera
La izquierda debe proponer la construcción de una doctrina de seguridad y defensa, para una paz estable, diferente a la actual que es guerrera y propiciatoria a la violación de los DD.HH.
Carlos Arturo Velandia Jagua / Sábado 25 de enero de 2014
 

Ha hecho carrera una equivocada noción de que la seguridad y defensa de un país son temas de manejo casi exclusivo de los partidos políticos de derecha y que, por lo contrario, los temas sociales lo son de las izquierdas. Este entendido en Colombia es una verdad casi que absoluta, por cuanto no
ha habido un gobierno de izquierda gobernando al país que deba encarar los retos de manejo del orden público interno, la paz y la convivencia y la defensa de la soberanía nacional. Además, por haber sido objeto de la acción persecutoria de los gobiernos de derechas, que en virtud de la doctrina imperial impuesta y adoptada por ellas en el marco de la guerra fría, hizo ver a las izquierdas como una amenaza y como parte del enemigo interno a vencer.

Sin embargo, esto no es razón para que los temas de seguridad y defensa brillen por su ausencia en los idearios políticos de los partidos y movimientos de izquierda, y mucho menos ad portas del final del conflicto armado interno y del advenimiento de una nueva época de apertura a la lucha política sin armas, y a la disolución o transformación de fuerzas fácticas de poder armado.

Los partidos políticos de izquierda y sus dirigentes, deben construir en su discurso e ideario una noción de seguridad y defensa compatibles con sus programas de transformación social, de tal modo que se establezca una correspondencia entre los propósitos sociales, políticos, económicos y de soberanía, con los de la seguridad de una noción y la defensa de un país.

Colombia y sus gentes han vivido a lo largo del último medio siglo bajo el peso específico de las políticas de seguridad y defensa, desarrolladas por los distintos gobiernos que han tenido que afrontar el conflicto armado planteado entre las guerrillas insurgentes y el Estado; peso que se ha hecho sentir de manera desbordada y criminal en muchos casos, que revestidas con el maquillaje y el discurso de autoridad, de defensa de la institucionalidad y la democracia, del restablecimiento del orden y en nombre de la patria, han intervenido y recortado derechos ciudadanos y acorralado a las opciones políticas diferentes, algunas de ellas llevadas hasta el exterminio.

En contraste, la defensa de los intereses del país, se ha quedado a la vera del camino y también hemos visto cómo la soberanía nacional no es más que un canto a la bandera, mientras que el intervencionismo militar y económico extranjero se han fortalecido frente a la claudicación y subyugación promovidas por las clases económicas y políticas en el poder.

Así, los gobernantes de turno, uno a uno, han entregado las riquezas naturales a las multinacionales, riquezas que nominal y constitucionalmente son de propiedad colectiva de la Nación, es decir de todas y todos los colombianos; con la justificación de una suerte de vanos espejismos de desarrollo y progreso. De otra parte, han permitido la presencia continuada y sostenida de contingentes militares de potencias extranjeras, bajo el eufemismo de programas de ayuda y cooperación; han cooptado la voluntad defensora de la soberanía nacional y han articulado la fuerza y disposición ofensiva de las Fuerzas Armadas de Colombia a sus planes imperiales, generando con ello desequilibrios, preocupaciones e inestabilidad en la región.

El proceso de paz en curso con la guerrilla de las FARC-EP y el esperado proceso con el ELN permiten avizorar, en tiempo no muy lejano, la firma de acuerdos de final del conflicto armado. Corresponde en consecuencia que los partidos y movimientos políticos que aspiran a regir los destinos del país construyan la doctrina de seguridad y defensa para los tiempos de paz que hemos de vivir y que sobrevendrán tras la firma de los acuerdos de punto final a la confrontación entre colombianos.

Sin duda alguna que se trata de una “NUEVA DOCTRINA DE SEGURIDAD Y DEFENSA”, la cual debe estar signada por la superación de la concepción de enemigo interno y una redefinición de las amenazas, en las que se no se incluya a las fuerzas políticas de ideología comunista o socialista o movimientos de oposición política al gobierno.

Una nueva doctrina determinada por el respeto a la libre autodeterminación de los pueblos, la solidaridad, la cooperación y los principios de buena vecindad. Una nueva doctrina que privilegie dirimir los actuales y futuros contenciosos con otros países a través de la diplomacia y las cortes internacionales. Una nueva doctrina que deconstruya el guerrerismo exacerbado en las FF. AA. del Estado y de la sociedad, por haber estado inmersas durante 50 años en la guerra, y construya una noción de cultura de paz, para la convivencia y una paz duradera. Una nueva doctrina que prohíba a Colombia a participar en conflictos internacionales.

Una nueva doctrina que no haga del agente de la seguridad y el orden, sea este militar o policía, un potencial agresor contra su pueblo. Una nueva doctrina, que permita reducir el pie de fuerza militar y de policía a las estrictas proporciones de la defensa de las fronteras, la integridad territorial, la soberanía nacional, la lucha contra la criminalidad y la convivencia pacífica. Una nueva doctrina, que permita que los demás países de la región eleven su confianza y posibilite impulsar a niveles mayores la integración de los países y los pueblos. Una nueva doctrina, que haga posible aplicar el diferencial presupuestario de unas FF. AA. en guerra a unas FF. AA. en paz, en favor de la inversión y la justicia social.

Finalmente, una nueva doctrina que en la que el respeto a los derechos humanos, el acatamiento a la norma y la obediencia al poder civil contribuyan a situar a Colombia en posiciones internacionales de respeto y alta consideración por su progresión y civilidad.

Este es el reto que tienen los partidos políticos y los aspirantes a la Presidencia de la República. Hacer mutis por el foro sobre estos temas es darle ventaja a las opciones que ofertan la guerra, porque ellos sí que tienen doctrina de seguridad y defensa: la que hemos padecido durante 50 años.

@carlosvelandiaj