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Análisis social de la problemática alimentaria en barrios periféricos de Medellín
Yeny Alejandra Pino / Viernes 25 de julio de 2008
 

”Ellos viven, si vivir se puede llamar a ese sueño monótono”.

Luís Tejada Cano.

Los cambios de la sociedad, a través de la historia, han modificado las concepciones que se tienen en el común de los aspectos de la vida. La sociedad actual presenta aspectos que la hacen compleja frente a las anteriores formas de sociedad. El elemento central, el ser humano, adquiere connotaciones que lo alejan tanto de su esencia como de su relación con la naturaleza.

La diferenciación en la vida cotidiana se arraiga en elementos no sólo culturales sino los que responden a todos los órdenes de la vida. Las condiciones sociales son un elemento de análisis para entender estos contenidos de la vida cotidiana, donde se construyen las formas para estar y vivir en sociedad.

Las barriadas con escasos recursos económicos que se encuentran en la periferia de las ciudades son poblaciones cuyos problemas no sólo se enmarcan en lo económico: se presentan dilemas culturales y morales que afectan los procesos de socialización donde, generalmente, las contradicciones que se presentan en la vida cotidiana son resueltas por terceros.

La alimentación es uno de los elementos que hacen parte de esa particularidad y del “ser cotidiano” de cualquier población, la cual la pone (a la alimentación) en una constante dinámica entre el hombre y el mundo. Para la población con carencias económicas, la alimentación se resumiría en: alimentarse para sobrevivir para trabajar para alimentarse… y así continuaría. La construcción que se ha hecho de la alimentación en términos de las prácticas sociales muestra cómo el factor de socialización de esta y su función nutricional tienen grandes carencias no sólo físicas sino culturales y sociales, ya que se ha planteado la alimentación por parte de los programas estatales y demás instituciones como la FAO, como una imposición de recetas y productos, pensados técnicamente como los más convenientes frente a la situación de pobreza de estas poblaciones, olvidándose de esta forma de las construcciones culturales y los regímenes alimentarios que hacen parte de la formación de comunidad en un ambiente natural determinado.

Lo que se quiere focalizar en este artículo acerca de la situación alimentaria en los barrios pobres de la ciudad sería entonces el papel que se le asigna a la alimentación en la vida cotidiana, teniendo como elemento clave para entender esta situación, el momento y la racionalización que hace cada sujeto del acceso y la elección de los alimentos.

Blanquizal: barrio periférico de la ciudad

Desde el surgimiento del barrio Blanquizal, la lucha por mantener los espacios que se habitan ha sido constante. Blanquizal ha sido en primera instancia un barrio que se inició mediante un proceso de invasión de predios. Ya tiene un nivel infraestructural, en cuanto a vías, redes de alcantarillado, servicio de agua potable, servicio de transporte, centro médico, servicio de telecomunicaciones, iglesia y una mejor red de energía. Esto se ha logrado en el asocio de las familias que lo habitan, interesadas en que estos procesos se den, apoyados por la junta de acción comunal que en su momento era integrada por los pocos habitantes del barrio. Con la llegada de más familias al barrio, algunas desplazadas, otras destechadas, se hizo casi imposible el trabajo colectivo, teniendo en cuenta que la junta de acción comunal tomó otros rumbos. Ahora los trabajos colectivos responden más a coyunturas donde los problemas planteados son asumidos por las personas que se sienten con grandes posibilidades de lograr beneficios.

Las organizaciones sociales, estatales y religiosas se han vuelto, para estas poblaciones, indispensables para llevar la vida en lo económico, lo moral, lo cultural y lo social, frente a la compleja red de relaciones construidas a partir del egoísmo, la agresividad, la desconfianza y, en ultimo término, la mendicidad y la caridad de la institución que les permite vivir conformes. Las diversas condiciones de pobreza, que es una generalidad en estos barrios, son situaciones que llevan a la configuración de variadas formas de relacionarse del hombre con sus semejantes y con la naturaleza. Por ser un grupo social que ocupa un espacio, se establecen ciertos cánones de comportamiento, que tienen en cuenta las condiciones mencionadas anteriormente, cánones que pretenden integrar el colectivo a partir de estas condiciones socialmente aceptadas.

La alimentación es uno de los frentes más importantes para estas instituciones. La mayoría de madres que tienen sus hijos en las escuelas y colegios, le deja a los comedores escolares la mayor parte de la alimentación de los niños, por necesidad económica y como única alternativa para mejorar la nutrición de sus hijos. Esta dieta comprende los alimentos de bienestarina o solidarina, producto enfocado principalmente a combatir el hambre. Estas formas de los comedores escolares generalizan los comportamientos de los niños en estos espacios, disminuyendo la experiencia dentro de la familia, pues la mayor parte de las comidas se realizan por fuera de las casas, desde el desayuno hasta el “algo”. Las implicaciones que tienen estas maneras de alimentarse se evidencian en la desestructuracion de las formas de la alimentación familiar, siendo el comedor uno de los espacios más importantes de socialización y construcción de identidad.

Por otro lado, los contenidos de la alimentación en los hogares se hacen cada vez más monótonos, por el restringido acceso a la diversidad del mercado y el régimen alimentario que se mantienen históricamente, teniendo en cuenta que se da un fenómeno de fusión entre los productos elaborados por el mercado y la comida tradicional, no haciéndose raro la combinación de arroz con huevo y gaseosa, aduciendo su practicidad y buen sabor. Los contenidos vitamínicos de los alimentos no es cuestión de preocupación, ni tampoco hay mucho detalle en la preparación en los hogares.

Frente a los alimentos en general, la población maneja una serie de mitos usados como justificación para no consumir ciertos alimentos, llevando esto a no cuestionar los hábitos alimentarios. Se podría nombrar, por ejemplo, el pensar que las verduras son más costosas que los productos que normalmente se consumen (arroz, papa, yuca, frijoles, lentejas).

Estas dos situaciones, tanto dentro de los hogares como la promovida por las instituciones, son dos elementos necesarios para entender de una forma más general la mentalidad que se está construyendo no sólo en torno a la alimentación sino al estar en el mundo, cómo se desarrolla la vida cotidiana a partir de sus particularidades y cuál es el papel de los medios de comunicación y de los programas del estado en esta forma que adquiere el ser y estar de las poblaciones pobres en el mundo moderno.

Vida cotidiana: todo lo que rodea la alimentación

Las actuales condiciones sociales presentan en sus características de economía de mercado una necesidad permanente de cambios y rupturas del hombre con su medio social y cultural, como parte del funcionamiento del sistema económico que hace de la vida cotidiana una cuestión de adaptación a estos rápidos cambios que se reflejan en situaciones como la manera de comportarse, de vestirse, de comer etc. Esta forma de vida plantea para los sujetos estar resolviendo las nuevas necesidades que se suscitan tanto en el plano social como de consumo.

Las formas como se plantean las alternativas para la adaptación a estos cambios son dadas por tres elementos:

1) Los procesos de socialización dados en la familia, en la escuela, etc. para la integración a la sociedad.

2) La experiencia que permitiría la reflexión sobre el conocimiento del mundo y cómo interactuar en él.

3) Los medios de comunicación como guías frente a la compleja sociedad moderna.

La idea del uso de alguno de estos elementos, o los tres en conjunto, es resolver satisfactoriamente dichas necesidades.

Lo que primaría para el caso de las poblaciones periféricas sería una combinación entre las opciones que dan los medios de comunicación y la socialización dada por las diferentes instituciones. La experiencia de enfrentar y replantear el mundo a partir de la reflexión se limita a coger estos dos elementos anteriores y ponerlos en dialogo con las condiciones materiales y morales que los rodean para medir cuál sería la que más le conviene, más allá de cuestionarlos e incluso superarlos.

El grado de asimilación de las opciones ofrecidos para resolver los problemas por cada uno de estos elementos, depende de la presión que logra el mercado en las condiciones materiales y culturales de cada sociedad determinada. Así, la posición del mercado y el consumismo no prima en la actualidad en todas las poblaciones en la construcción de la vida cotidiana. Ejemplo de ello es la diferencia entre las formas como se resuelven las necesidades en la ciudad frente a las de un pueblo.

Las opciones que le da la sociedad por medio de instituciones como los medios de comunicación, la escuela, la Iglesia, los programas sociales, etc. al sujeto, pasan en otro orden de la integración social a configurar los estados de realidad, que serían lo que se considera dentro del grupo social como las formas correctas de ser de la sociedad, que pasa por ser aceptado socialmente y necesario para la integración. En este caso no necesariamente son analizados y confrontados frente a la experiencia, sino sólo asimilados como la lógica y las formas de racionalización en los comportamientos. Esta racionalización incrementa la credibilidad en lo que las instituciones dicen, mas allá de lo que el sujeto vive en confrontación con su experiencia.

Esta construcción de la realidad se enmarca en un orden “racional” y coherente con las necesidades del tipo de sociedad, para este caso capitalista. En el mundo objetivo las opciones que quedan por fuera de esta construcción de la realidad plantean para la vida cotidiana una serie de elementos sin resolver, que entran en contradicción con lo que esa “realidad” hace suponer a los sujetos. De esta forma, las personas disminuyen su capacidad para elaborar el pensamiento, y de la mano con esto sus actos. Se vinculan más las formas de ser y estar del individuo en los estados de realidad que propone la sociedad.

Los conflictos de la vida cotidiana también se reconfiguran a partir de estos estados de realidad de manera que puedan ser resueltos por el mismo mercado. Por ejemplo, frente al problema de la alimentación que creen tener las poblaciones pobres de la ciudad es el cómo lograr acceder a alimentos que satisfagan la necesidad física, más allá de plantearse el problema del acceso a alimentos que cumplan su función real de mantener el buen funcionamiento del cuerpo, a través de un buen uso de nutrientes, vitaminas, proteínas etc. De esta forma es como se ha construido la relación con la alimentación, como algo no complejo, sino una acción meramente física, necesaria para realizar otras actividades durante el día. Se configura así la alimentación no como un fin en si mismo, tampoco como la satisfacción de una necesidad vital y placentera, sino un medio para otros fines, principalmente el de poder laborar para conseguir el dinero para saciar estas necesidades vitales, volviéndose en algo cíclico.

El ser humano se configura como un ser que se alimenta de acuerdo con su capacidad económica, que equivaldría a mostrar lo productivo económicamente que es para esta sociedad. Esto puede ser visto en el contenido de la alimentación entre una persona recicladora y un ejecutivo de gran puesto. De esta manera el hombre se mostraría como un objeto que tiene necesidades físicas y psíquicas que se resuelven con objetos equivalentes a satisfactores, ya que no se resuelven las necesidades humanas como el ocio, la cultura, la imaginación, etc., sino las necesidades del hombre-productivo (mercancía).

La idea de lo real

La interacción que vemos que se da entre el hombre y el medio social y material, refleja una posición de este en el mundo que está cambiando las formas de ser de lo humano. La alimentación es uno de esos objetos que le permite al hombre interactuar con la naturaleza e incidir en el cambio social. La forma como se da esta relación está evidenciando una degradación en la capacidad inventiva y exploratoria del ser humano.

La capacidad de innovación se agota en el temor a la inseguridad que producen las constantes rupturas y cambios de la sociedad; las personas se dedican a ejecutar lo que ven como problemas de la vida cotidiana y a su vez la solución que ya se le ha asignado, así el pensamiento se limita a llevar a cabo esta operación, teniendo en cuenta que esto implica que la experiencia se reduzca, y que por tanto la reflexión y el conocimiento sobre la vida en sus diferentes contenidos se ponga en vilo. La realidad llega ya depurada y evidente, los conflictos y contradicciones de la sociedad se ocultan y el sistema económico y social se mantiene.

El encierro en sus problemas cotidianos hace que dispersen o no sean fundamentales problemas latentes y generales como la pobreza, la desigualdad, el hambre, la precarizacion del trabajo, entre otros, haciendo de esta una población limitada a la producción de su vida cotidiana e imposibilitada para enfrentar tanto individual como colectivamente los dilemas y contradicciones que se presentan. Los liderazgos son rápidamente censurados y frustrados, pues se consideran utópicos y a la vez problemáticos por su pretensión de cuestionar la particularidad de estas personas y tratar de modificar las condiciones sociales y materiales de esta población, implicando nuevos dilemas que no se están dispuestos a enfrentar.

Esta es la sociedad del particularismo, donde nada es trascendental, sólo es real lo que se ve y que se cree necesario para llevar la vida cotidiana, donde las opciones frente a los problemas ya están determinadas y donde el individuo no pelea con nada, evita al máximo el conflicto que implique una desestabilización o preocupación por algo que va mas allá de su vida cotidiana, acepta los conflictos cotidianos que le da la sociedad para sentirse seguro y dentro de una integración.

Son poblaciones que, por sus condiciones sociales, no pertenecen a ningún grupo de interés, por tanto no se encuentran definidos dentro de un colectivo, y sus intereses individuales se reducen a sus necesidades coyunturales que los pueden aglomerar bajo cualquier grupo de interés, sin importar el tipo o la ideología, movilizándose de acuerdo a estas necesidades. Así, la unión que se da entre los integrantes de la comunidad es a raíz de hechos coyunturales que generan un beneficio particular. Por ello son procesos efímeros, siendo sólo motivados por situaciones que ellos consideran de necesidad vital y de carencia absoluta. La alimentación no es un tema de gran preocupación porque la pueden conseguir así sea en condiciones higiénicas no muy buenas. Esta opción permite que no haya una carencia absoluta del alimento y que no sea problema latente para la población.

Las instituciones

Las instituciones cumplen un papel fundamental en la configuración de la realidad; estas plantean opciones y formas de resolver los conflictos que se dan en la particularidad de la vida cotidiana. La Iglesia es una de las instituciones más importantes en estos barrios periféricos; su papel ha sido de concentrar las expectativas de gran parte de la población hacia la conformidad con la vida que se tiene, apoyado esto con la caridad, que es la posibilidad que tiene esta institución de aportar para saciar el hambre.

La Iglesia ha sido elemento fundamental en esta concepción pasiva y conformista hacia la vida. Promueve valores humanos como la solidaridad, la libertad, la compasión que de alguna manera va en contraposición de los valores promulgados por el mercado a través de los medios de comunicación. Estas dos situaciones “morales” (mercado e Iglesia), se resuelven de acuerdo a las condiciones que se tenga para la situación dada. En la generalidad, debido a las condiciones de carencias materiales y culturales, en términos de una autoridad moral, se hace más fácil y obvio resolverse por lo que más convenga y sea socialmente aceptado, teniendo en cuenta el contexto de la ilegalidad, del miedo, de la desconfianza en que se mueven estas poblaciones, viviendo latentemente la contradicción de la moral de estas dos instituciones.

Por otro lado se encuentran los programas sociales que pertenecen al estado. Estos programas plantean soluciones inmediatas y materiales a los problemas de la vida cotidiana (alimentación, vestido, etc.). Estos procesos se encuentran poco acompañados de motivaciones para enfrentar como colectivo los diferentes problemas e incentivar la creación de alternativas propias de la comunidad a sus situaciones. De esta forma se enfrenta el problema del acceso a una variedad de alimentos limpios y nutritivos, con las posibilidades dada por estas instituciones a través de los créditos y subsidios para acceder a los mismos, creando cierta tranquilidad en la población y descuidando otras alternativas viables y a más largo plazo como posible solución a esta situación. Ejemplo de ello serían las huertas caseras.

La costumbre es otro elemento que nos permite entender cómo se configura la alimentación en estas poblaciones. En la generalidad esta ha determinado su forma de alimentación, que se ha constituido a partir de una cultura de la pobreza. Por lo general son comidas poco variadas y con mucho contenido de carbohidratos que se compone principalmente de yuca, papa, plátano, arroz y grasa, con muy poca hortaliza, verduras y lácteos. Estos hábitos se hacen sostenibles frente a las carencias económicas actuales. Los cambios que se dan frente a esta dieta por cuestiones de acceso económico se reflejan en la disminución de consumo de alguno de estos alimentos, y no en el cambio por otros productos de preparación casera, como por ejemplo las verduras. La práctica que les ha dado la preparación por largo tiempo de estos alimentos, les hace mas rápido el proceso de elaboración, tiempo que consideran necesario para la realización de las actividades laborales.

Lo que ofrece el mercado se hace, en estas condiciones, un elemento necesario a la hora de lograr un equilibrio entre el tiempo necesitado para las actividades domesticas y laborales. Este propone practicidad a la hora de la alimentación que se hace funcional para los ritmos de esta sociedad. Lo que se muestra en las transformaciones que se dan en la dieta alimentaria y en las formas de consumo, es una mezcla entre lo que siempre se ha consumido por costumbre y los productos que el mercado pone a disposición, que en la mayoría de veces complementaría y en algunos casos reemplazaría a este primer elemento, sin olvidar que el mercado tiene un papel muy importante en lo que cree son las necesidades básicas, no sólo en términos alimentarios sino también de vestido, artefactos, etc.

El mercado se organiza de manera que puedan tener acceso todos los diferentes grupos. Los productos son diseñados de forma que abarquen las posibilidades y “necesidades” de cada grupo.

La institución familiar cumple un rol importante en esta situación, que es donde se promueven estos hábitos alimentarios, además que es un núcleo que se mantiene en gran medida en estos barrios. Las mujeres madres de familia son las que velan por la alimentación, y son claves para la transformación de los hábitos alimentarios en la familia, pero ellas no consideran que puedan tomar ningún tipo de decisión importante frente al hogar. Esto evidencia la censura y las limitaciones que viven por los compañeros, que generalmente son quienes reprochan cualquier tipo de novedad o de cambio en el hogar, especialmente en la alimentación. De esta forma, aunque las mujeres pueden tener otros espacios mas allá del familiar y conocer nuevos elementos para llevar a cabo su vida cotidiana, el hecho de estar dispuestas a cambiar las cosas dependería de las posibilidades que les dé el mundo material y social (que está actualmente delimitado por una sociedad machista).

Así, lo que hacen estas instituciones es administrar las posibilidades y las formas de adaptación a las condiciones, delimitando los comportamientos de los individuos, como lo hace particularmente la Iglesia y los programas del estado.

Por otro lado, podemos plantear que la seguridad en la elección de qué consumir se da en una convivencia entre la costumbre y lo que define el mercado, comportamiento que se ha convertido en lo socialmente aceptado.

Conocimiento científico y vida cotidiana

La idea que se tiene de no poder crear nuevas posibilidades para la vida cotidiana, hace pensar en la ciencia (en términos de novedad) como un imposible o una falsedad para que accedan estas personas. Por ello es necesario pensar las formas de enseñanza del conocimiento que lleve a la asimilación de nuevas ideas, de aquí partir de la evaluación del interés del que enseña y el que recibe en cambiar algunos hábitos a partir del conocimiento, de lo contrario esto hace que los mecanismos de enseñanza fracasen, porque no se han interiorizado y no se está en disposición de hacer lo necesario para que se logren en la practica transformar los hábitos alimentarios.

La limitación se refleja en ceñirse a los procedimientos racionales y formales de construir el conocimiento y compartir con el otro, además que la forma como se plantea el trabajo se reduce a realizar una actividad aislada y mínima frente a lo necesario para el cambio. La universidad limita el trabajo a una mirada cuantitativa de cuántas personas fueron capacitadas, pero no cuántas personas lo han llevado a la práctica y qué condiciones culturales, económicas y sociales tienen para esto, que sería lo esencial de estas propuestas.

Para lograr algunos resultados es importante que los participantes del proyecto aprendan a aprehender las formas como se da la vida cotidiana de estas personas y cuáles son sus lógicas y sensaciones que vienen dadas por un proceso de socialización dentro de unas condiciones determinadas, para así desarrollar estrategias pertinentes y eficaces a la hora de interactuar con ellas y con sus vidas.

Es necesario tener en cuenta que la construcción y creencia en una realidad determinada hace que se excluyan algunos otros elementos de la vida y esto se evidencia cuando al tener una idea de lo que es real, el resto de posibilidades se convierten automáticamente en falsas, lo que es real sería así un mito ideológico que refuerza una visión del mundo. Cuando esta visión es compartida socialmente, se van homogeneizando las formas de ser, hacer y estar en el mundo, estableciéndose lo diferente como peligroso y temible.

Los nuevos conocimientos entrarían así en esta esfera de lucha con los conocimientos creados con la costumbre y los dados por las diferentes instituciones sociales, teniendo en cuenta lo antes dicho sobre las condiciones de incertidumbre, sensaciones de impotencia y de constante ruptura que plantea esta sociedad con los lazos familiares y comunitarios.

La propuesta de unos hábitos alimentarios diferentes se hace difícil, ya que se tiene temor a lo nuevo y se manejan mitos sobre algunos alimentos (como las verduras) que son muy costosos (cosa que promediando con lo que normalmente consumen no es cierto), de muy mal sabor y aspecto desagradable, mostrando estas excusas el no deseo de explorar el mundo. Por esta misma línea vemos que los problemas que se presentan de malnutrición no están dados sólo por la posibilidad económica de estas poblaciones, sino también por el desinterés y el facilismo que esta sociedad no sólo promueve, sino que obliga a seguir por los ritmos de trabajo que vive esta población.

El papel de la mujer en estas condiciones se hace importante, pues esta es la que está accediendo a nuevos conocimientos, que le permitirían evidenciar las contradicciones de esta sociedad si ella sabe de sus capacidades de transformación y las pone en práctica, superando los limitantes que le plantea esta sociedad.

Bibliografía

- Agnes Heller. Sociología de la vida cotidiana. Ediciones Península. Barcelona, 1994.

- Edgard Thompson. Tradición, revuelta y conciencia de clase: estudios sobre la crisis de la sociedad preindustrial. Editorial Crítica.

- Máximo Montanari. El hambre y la abundancia: Historia y cultura de la alimentación en Europa. Grupo Grijalbo. Barcelona, 1993.

- Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).

La autora agradece a la Escuela de alimentos y desarrollo humano de la Universidad de Antioquia por el apoyo brindado a la presente investigación.