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Debate
La reelección y los diálogos de paz
Podemos decir que ni las candidaturas de Peñalosa, Zuluaga, Ramírez y López por sí solas amenazan la reelección, sin embargo sí logran dispersar la votación de los sectores del bloque y por esta vía aspirar a avanzar hacia un escenario probable de segunda vuelta con oportunidades de afectar la reelección.
Carlos González / Lunes 21 de abril de 2014
 

Los diálogos de paz entre Gobierno y Farc-ep constituyeron quizá la iniciativa política más importante del gobierno de Juan Manuel Santos. Con la instalación de la mesa de conversaciones en octubre de 2012 se dio inicio formal al proceso diálogos a partir de un acuerdo inicial para la terminación del conflicto y se configuró un escenario político que afectó, en adelante, la estabilidad del bloque en el poder, polarizó la clase política en torno a quienes apoyan el proceso y quienes no, y se convirtió en un tema clave de opinión pública. Este escenario coyuntural y dinámico aparece ante las elecciones presidenciales de mayo como una oportunidad política favorable principalmente a los actores de la mesa y fundamentalmente al presidente aspirante a reelección. Hablar de diálogos y de las posibilidades de un acuerdo con las Farc-ep ahora, es hablar de reelección.

Las razones que ligan una cosa y otra pasan por considerar las condiciones de la mesa de diálogos, es decir, las limitaciones y posibilidades que ofrece el acuerdo inicial, la composición del nuevo Congreso y las estrategias electorales en un contexto de polarización. En el primer caso, la mesa de diálogo responde a las condiciones creadas a partir de la relación de fuerzas favorables al Estado y, especialmente, a la iniciativa y los resultados militares. En otras palabras, el diseño de la mesa responde a las opciones reales que tienen los actores protagonistas de la misma y que se respaldan en la superioridad bélica. Entendido así, el diseño de la negociación ciñe la actividad del gobierno y las Farc-ep en la mesa y por fuera de ella, al tiempo que presenta condicionamientos para los actores “externos”, en este caso las campañas políticas que aspiran a remplazar a Santos.

En el segundo caso, un nuevo Congreso de mayorías de la Unidad Nacional, aunque con un avance importante de la derecha contraria a la mesa de la Habana, parece no revelar amenaza significativa sobre los propósitos del gobierno de Santos más allá de hacerle más costoso el logro, por el contrario corresponden al propósito gubernamental y se espera funcionen como maquinaria reeleccionista; esto quiere decir que tras las legislativas, el nuevo Congreso se lo mantiene en el bolsillo Santos.

Y el tercer caso, las estrategia electoral de Santos está centrada en el logro del fin del conflicto vía conversaciones en la Habana y en la reducción de la desigualdad, eso sí, por medio de proyectos asistenciales. Las otras candidaturas del bloque tienen, por su parte, posiciones tímidas, difusas y de reformas frente a la mesa de diálogos, centradas todas ellas en captar la opinión que no está segura de la posibilidad del fin del conflicto a través del actual proceso. El contexto de polarización política en torno a la mesa jugó a favor del presidente candidato, a pesar de que sus contrincantes se movieron hacia el centro en la idea de aprobar los diálogos pero con condiciones, mostraron incapacidad de dirigir el proceso apareciendo como actores “externos”. Este enfoque que comparten las campañas en mención, junto con las condiciones del modelo de negociación que restringen la participación en los diálogos a los miembros de las delegaciones y centralizan la información en el gobierno, le representa a Santos la exclusividad en la exploración política de este escenario.

La campaña del presidente candidato sin embargo tiene amenazas relacionadas con el modelo de negociación, en particular con aquellas que propician inestabilidad y las derivadas de la puja política en la mesa. Paradójicamente los límites de la mesa son oportunidades para quienes cuentan con recursos políticos y económicos. El modelo de negociación contiene dos elementos de inestabilidad que amenazan la instrumentalización de la mesa de diálogo por Santos: 1) Escasos mecanismos de participación y composición limitada de la comisión negociadora, con representación del gobierno, gremios y fuerza pública; la participación y la comisión dejan por fuera sectores políticos y de la sociedad civil muy importantes haciendo más costoso el acuerdo político y brindando oportunidades a posiciones críticas; 2) Los diálogos en medio del conflicto, partiendo del principio de que “nada está acordado hasta que todo este acordado”, brindan a la dinámica de la confrontación un valor especial. Con cada acción militar ofensiva de gran impacto (especialmente las propinadas a la fuerza pública) agudiza las tensiones en el bloque e impacta la opinión. Aunque negociar en medio del conflicto fue la mejor fórmula que encontró el gobierno en su momento para lograr un consenso al interior del bloque y alcanzar favorabilidad en la opinión, ahora representa una ventaja para los contrincantes.

Finalmente, se encuentran los sectores que, aunque partidarios de los diálogos, se ubican por fuera del bloque en el poder y aparecen como expresiones múltiples, diversas políticamente y, aunque dispersas actualmente, se encuentran movilizadas. Estos sectores no representan una amenaza significativa en términos electorales, así lo indica la composición del nuevo Congreso, sin embargo, cuentan con capacidad de presión y relativa capacidad de afectar la opinión. Como parte de estos sectores se encuentran el PDA, movimiento Progresistas, Marcha Patriótica, Congreso de los Pueblos, Dignidades, ONG’s y demás sectores de la sociedad civil que se inscriben en un espectro democrático y popular, donde la izquierda tiene un papel protagónico. Estas condiciones los llevaron a una estrategia de movilización de masas en todos los campos, un tensionamiento de fuerzas que elevan la capacidad de presión y contribuyen a crear mejores condiciones para la negociación. Sin embargo, un elemento que limita su alcance es la ausencia de un frente amplio y mayores acuerdos en materia de estrategia política. Hoy no existe un acuerdo unánime en torno a la candidatura inscrita por fuera del bloque, la del PDA-UP; no se conoce la posición de Progresistas frente a presidenciales y la postura de Marcha Patriótica no encamina su participación como movimiento hacia Mayo, dejando en libertad a las organizaciones que la componen de elegir como mejor le convenga a cada una.

En general podemos decir que ni las candidaturas de Peñalosa, Zuluaga, Ramírez y López por sí solas amenazan la reelección, sin embargo sí logran dispersar la votación de los sectores del bloque y por esta vía aspirar a avanzar hacia un escenario probable de segunda vuelta con oportunidades de afectar la reelección. Finalmente, el proceso de diálogo y las posibilidades de un cierre del conflicto en los términos planteados en la Habana, estarían sobre las cuerdas y tendrían implicaciones directas sobre las decisiones, los acuerdos y el comportamiento de todos los sectores políticos hacia la segunda vuelta presidencial.