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Una mosca en una botella de Coca- Cola
Luz Marina López Espinosa / Jueves 24 de abril de 2014
 

“Si no estaís prevenido ante los medios de comunicación te harán amar al opresor y odiar al oprimido” Malcon X

Con este provocador título, los académicos, periodistas y activistas españoles Javier Couso –director- y Pablo Iglesias –guión-, sobre un libro de Pascual Serrano y la participación de los investigadores Juan Carlos Monedero, Olga Rodríguez e Ignacio Escobar, acaban de lanzar un documental que pone el dedo en la llaga de uno de los problemas que más inquietan y más lastran sobre la sociedad hoy: el papel de los medios de comunicación en el manejo de la información.

Y esa inquietud, obviamente silenciada por las mass media, planteada con un interrogante cuya contundencia ya es la respuesta que no quisiéramos oír: “Quién elige a los presidentes: la ciudadanía o los medios de comunicación?”

El documental recaba en el hecho real del mundo económico, de que los medios de comunicación son propiedad de las grandes corporaciones multinacionales, los bancos y poderosos grupos empresariales nacionales, en un complejo entramado industrial, financiero y mediático, donde el medio cumple la fundamental misión de legitimar, promover y defender con beligerancia los intereses privados y sectoriales de ese entramado. O si no, díganlo las rigurosamente sincronizadas feroces campañas de la prensa nacional e internacional de todo el mundo “libre” –valgan las comillas- cuando un gobierno progresista –dictadura en el lenguaje de esos medios- ya sea Ecuador, Venezuela, Bolivia o Argentina, dentro de la más estricta legalidad y consultando los intereses nacionales, afecta alguna de las empresas de ese complejo, sea de petróleo, papel, telecomunicaciones o finanzas.

Pero aunque la anotada consecuencia de esa composición accionaria es por todo aspecto perniciosa sobre todo considerando los angélicos y filantrópicos fines que ese periodismo dice perseguir y constituirían su razón de ser según proclama con vehemencia, hay un efecto más perverso aún: se trata de que esa legitimación y defensa de los intereses venales -en el sentido de transables- de los dueños de los medios, se extrapola a la legitimación, promoción, y defensa por encima de cualquier circunstancia de cualquier índole, del modelo político económico que permite la formación y expansión de esos grupos. Para decirlo sin ambages, del capitalismo en su etapa globalizadora y neoliberal. Y aquí sí ya la situación llega al punto límite, indefensible, donde el periodismo y los medios pierden todo norte y referente moral. Y toda respetabilidad.

Es lo que vemos todos los días en los medios nacionales, que hoy con las facilidades tecnológicas para estar al tanto de lo que pasa en el mundo, descubrimos son iguales en todas partes. Las mismas noticias, igual orientación, un mismo libreto que como una letania se repite día a día en el mismo medio y país, pero igual en los otros del mismo y los demás: la policía brutal, “robotizada”, idénticamente blindada, los mismos uniformes, “defendiéndose” a tiros, garrote y armas no convencionales al igual letales, de ciudadanos estudiantes, ciudadanos campesinos, ciudadanos citadinos, indignados contra un orden que los malhiere. Al mismo tiempo, igual escamotear del número de muertos, mutilados y heridos, que se remplaza con el “close up” de los gestos de agonía del policía que sufrió una leve contusión en la refriega. Son los únicos resultados cruentos que nos informa el telenoticiero. Así en España como en Francia, en Corea del Sur como en Sudán, en México como en Colombia.

Y esa defensa a ultranza del orden que posibilita el flujo de las máquinas registradoras, es hoy la razón de ser, la carta de ciudadanía del periodismo y de los medios de comunicación, sin que los justifiquen sus panegíricos en sus propios órganos. Y es que son demasiadas las evidencias, las deliberadas reincidencias, como para alegar inocencia o casualidad. Inclusive ya se ha teorizado sobre ello y pensadores contemporáneos como Noam Chomsky han demostrado cómo hoy las guerras por el poder, por los recursos naturales, los territorios y sobre todo por la homogenización ideológica del mundo, las libra el capitalismo en las mentes de los ciudadanos. Quiérese decir, el campo de batalla es la conciencia de estos, por muy desprevenidos que estén y muy ajenos que se sientan a la contienda. Y en esa guerra, la punta de lanza, el arma definitiva es el periodismo.

Dentro de la teorizaciones que señalamos, también es sabido que hay una elaboración llamada “La guerra de cuarta generación”, donde la desinformación, el ocultamiento y la tergiversación es el elemento crucial, todo en aras de afectar la conciencia pública sobre la historia. Al igual que la creación artificiosa pero impactante de movimientos “libertarios” y “primaveras”en países largamente “oprimidos” como Cuba, Siria e Irán. Y ahí, nuevamente los medios de comunicación cumplen ese papel al servicio de los poderes imperiales –tómese literal el adjetivo- en porfía por la hegemonía universal. Ese papel, en contra de los millones de incautos que desprevenidos sintonizan el telediario, o abren las páginas del periódico “para “informarse”. ¿Han oído ustedes miles de veces por casualidad en los noticieros radiales y televisivos nacionales e internacionales, la palabra dictadura y dictador a propósito de Venezuela, Bolivia, Ecuador, Chávez, Maduro, Evo y Rafael Correa? ¿Han oído hablar de los “agentes del orden” recuperando la tranquilidad turbada por “desadaptados” -cuando no terroristas- en Madrid, Wall Street, Belfast, Lisboa, Atenas o Bogotá?

No es sólo lo que se dice, sino lo que se calla. Acaso los medios del “mundo libre” reseñaron y recordaron con el homenaje debido el 51 aniversario este 20 de abril del asesinato del gran dirigente comunista Julián Grimau, ordenado por decreto con la firma del dictador Franco y de Manuel Fraga fundador del Partido Popular hoy en el poder en España? Y los empresarios del periodismo que tanto se resienten por el atentado contra la libertad de expresión por los justos controles y legítimas restricciones que les imponen los gobiernos progresistas, ¿qué dijeron del alevoso crimen de los periodistas internacionales que cubrían la invasión a Irak desde un hotel de Bagdad y que se negaron a la orden de los militares norteamericanos de cesar su misión y difundir sólo sus comunicados? ¿Qué dicen esos empresarios de la impunidad pactada por España con los Estados Unidos para que la muerte del camarógrafo José Couso no sea castigada? ¿Han informado al mundo los medios que ayer no más en Tabasco -México -, la policía de frente y sin ocultarse, disparó masivamente contra los trabajadores de PEMEX en huelga dejando tres muertos y numerosos heridos? No; no lo dijeron. Ellos están ocupados informando sobre la brutalidad de régimen del presidente Maduró contra los protestantes en Venezuela.

Por eso el documental que comentamos nos dice que son las multinacionales, las grandes corporaciones financieras y las agencias de publicidad, las que sirviendo sus intereses y los del poder que las prohíja, las que gobiernan el mundo por la vía de colonizar las mentes del individuo, crear unos imaginarios y destruir otros y hacer real lo apenas virtual. Escamoteando así la realidad del hombre de a pie, la del inerme ciudadano; usted y yo.

Estamos bajo la tiranía de los anunciantes, los patrocinadores, los dueños de las empresas. Por eso nos advierte el documental que da título a esta nota: usted podrá decir cualquier cosa que quiera en un medio, cierta o falsa, no importa. Pero lo que no podrá jamás decir así sea cierto, es que se ha encontrado una mosca en una botella de Coca-Cola.