Agencia Prensa Rural

Barbarie y antagonismo en la ciudad latinoamericana
José Honorio Martínez / Sábado 26 de abril de 2014
 

“Son, entre otras cosas, tiempos de experimentalismo político, de grietas abiertas en el poder constituido, de protestas populares, de organización colectiva y de luchas por un poder popular constituyente que, como nos recuerda la Comuna de París, nace en las calles como exigencia de cambio de las viejas estructuras políticas y económicas que oprimen a la gente y coartan la construcción de otras democracias posibles.”.

La Comuna de París (Antoni Aguiló)

I

Con el lema “Ciudades para la vida”, se realizó en Medellín, entre el 5 y el 11 de abril, el VII Foro Urbano Mundial convocado por la ONU-Hábitat. Mientras los expositores en el Foro echaban cháchara sobre “ciudades globales”[1] de neoliberal ensueño, 70.000 familias de los barrios populares no tenían suministro de alguno de los servicios públicos por no disponer de ingresos para pagarlos; los “habitantes de calle” estaban desaparecidos de las avenidas centrales, y una sospechosa tranquilidad se respiraba en las calles. Sospechosa porque como lo sugiere Lemoine, tal tranquilidad es más el resultado de la consolidación del poder de las organizaciones criminales que el resultado de transformaciones progresistas en la misma. Dice el periodista: “Medellín se enorgullece de haber acogido la Asamblea General de la Organización de Estados Americanos (OEA) en 2008; la del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en 2009; los Juegos Deportivos Sudamericanos en 2010; y quiere seguir siendo una metrópoli acogedora en la misma línea. “¡Durante esos períodos no hay un solo asesinato! ¿Cómo se explica esto? ¡Ningún enfrentamiento! Al día siguiente la violencia reaparece en todas las esquinas…”. Algunos apuntan a una respuesta: dando pruebas de una complacencia demostrada, el gobierno no duda en pactar secretamente con las estructuras criminales a cambio del control social de los barrios. “Además de que ciertos sectores del conglomerado económico antioqueño, propietarios del comercio e incluso de la ciudad, no tienen ningún interés en atacar la economía sumergida: es en sus bancos donde aterriza…”[2].

Simultáneamente con la celebración del Foro oficial se desenvolvió un Foro alternativo convocado por diversas organizaciones populares; fue en este donde se debatió la situación que afrontan las ciudades del país luego de “recibir” a millones de despojados y desterrados del campo.

El caso más crítico de la actual problemática urbana en Colombia es el que experimenta Buenaventura. Allí la construcción de nuevos proyectos portuarios para la optimización del transporte y localización de mercancías causará el desplazamiento de más de cien mil pobladores de los barrios populares. La “reubicación” de estos habitantes supondrá el cierre del acceso directo de miles de familias a su principal fuente de sustento que son el mar y los manglares, de los cuales obtienen la pesca y el agua y por donde se movilizan cotidianamente. Como es regla, la resistencia de las comunidades a abandonar su territorio es acometida mediante el terror de Estado.

Casos similares de despojo urbano se efectúan en La Boquilla (Cartagena), donde la construcción de condominios y complejos hoteleros viene implicando el destierro de los pescadores que han habitado allí durante siglos, también en Manizales, con el proyecto de renovación urbana de la Comuna San José, y en Bogotá, con los proyectos del Plan Centro. En todos los casos, se trata colosales proyectos urbanísticos que expulsan a miles de “ciudadanos” de su territorio. Esto sin hablar de la tragedia que cotidianamente enfrentan 30% de los hogares colombianos que no tienen vivienda.

Cuando los grandes capitales financieros no destierran forzadamente a la gente para la construcción de megaproyectos, los desposeen mediante la aplicación de estafa financiera metódicamente ejecutada en los créditos para la adquisición vivienda. Un promedio de 300 familias son desalojadas diariamente porque no pueden seguir pagando a los bancos las deudas que crecen a ritmos exponenciales. El capital no escatima en métodos para proseguir su gesta de barbarie.

El desarrollo urbano reproduce con creces la polaridad progreso/miseria inherente a la dialéctica de la explotación capitalista. Mientras que para las transnacionales, los “inversionistas” y la banca los megaproyectos son indicadores de bienestar, para los desterrados por ellos son signo de desgracia. Son las dos caras de uno de los antagonismos más palpables de la reproducción del sistema mundial. Con el cual se reitera que en el capitalismo es imposible la creación de valor sin producir enorme devastación e indigencia, y que en el capitalismo el desarrollo ocurre, indefectiblemente, a costa del subdesarrollo.

II

La lucha por el espacio urbano se viene dando incluso en los muros bogotanos, dos capítulos de dicha disputa se produjeron recientemente con el borramiento de murales por parte de la policía, en una ocasión, y una patota neofachos, en otra. En el primer caso la policía, abusando de su poder, borró todos los murales pintados por distintos colectivos juveniles de la ciudad bajo los puentes de la calle 26 con avenida Caracas; en el segundo, la patota de neofachos tachó parte de los murales dedicados a la memoria del genocidio de la Unión Patriótica (UP), los agentes de policía que presenciaron la acción desde su Centro de Atención Inmediata (CAI) se limitaron a observar la provocación justificando su pasividad en “el derecho a la libertad de expresión”[3] de los agresores.

Lo acontecido con los murales de la UP hace parte de las disputas en el terreno de lo simbólico poniendo de presente que los poderosos o quienes les secundan temen al recuerdo de sus actos destructivos. Para la UP la defensa de los murales de la calle 26 forma parte de toda una batalla por la memoria, la cual parte de la premisa que las luchas políticas “se hacen por los muertos y vencidos de las generaciones anteriores”. Como lo plantea Gandler: “Los vencidos de la historia tienen un derecho sobre nosotros. Estamos en deuda con ellos en el sentido de que no podemos olvidarnos de ellos sin más… (Estamos compelidos) a interrumpir la prolongación de la soledad de estos muertos, arrancarlos de las manos del olvido y abrirles un espacio en nuestra memoria individual y colectiva. Con esto podríamos detener la prolongación de su muerte”[4].

Los atropellos de la policía y los neofachos se inscriben en la perspectiva de lograr la intimidación y el silenciamiento, van en la idea de imponer el mutismo y la impunidad sobre los múltiples crímenes de Estado cometidos –y cometiéndose- en el país.

III

En el marco del “nuevo imperialismo” en curso, los antagonismos sociales en torno a la ciudad latinoamericana tienden a intensificarse. Una conspicua prueba de ello se está dando en Brasil con las obras para el mundial de fútbol 2014. Allí, en días pasados, murió el obrero Fabio Hamilton Da Cruz, al caer, como en una canción de Chico Buarque, desde el andamio en el que trabajaba. Da Cruz es el octavo constructor que pierde la vida en las labores de remodelación de los estadios.

Para los empresarios del balompié, e incluso para el gobierno, la muerte de los obreros en los trabajos de los estadios no tiene mayor importancia, así lo expresó el famoso Rey Pele; según él, la muerte de los trabajadores es algo normal, lo verdaderamente preocupante es la falta de aeropuertos que faciliten la movilidad de los aficionados y la seguridad para los visitantes extranjeros. Por su parte el gobierno, encabezado por la presidenta Dilma Roussef, ha sido enfático en manifestar que durante el mundial las ciudades serán militarizadas con las recién estrenadas, pero ya “celebres” por su brutalidad, Unidades Policiales de Pacificación (UPP).

Durante los días del mundial las leyes que prevalecerán en Brasil serán las de la Federación Internacional de Fútbol Asociado (Fifa), la cual no se satisface con haber derribado la vivienda a 170 mil personas para la adecuación de los escenarios deportivos, sino que también ha exigido el monopolio del comercio –comidas, bebidas, cerveza, gorras, banderas, camisetas, etc.-, en un perímetro de dos kilómetros alrededor de los estadios.

La realización del mundial viene generando masivas protestas porque ha consumido enormes recursos que beneficiarán fundamentalmente a las consultoras de la construcción (entre ellas las mayores financiadoras de las campañas del Partido de los Trabajadores (PT) como Odebrecht), el sector turístico, los monopolios mediáticos y el emporio Fifa, que dirige Joao de Havelange, distinguido amigo de los militares que gobernaron despóticamente Brasil entre 1964 y 1985. La inconformidad popular con la realización del mundial ha convergido con otras trayectorias de protesta urbana como la que aún se mantiene en contra del alto costo del transporte, como los rolezinhos contra el apartheid consumista de los shoppings, y la que se gesta en contra del urbanismo segregador implementado por el PT.

Durante más de una década los sectores populares brasileños han brindado su respaldo al proyecto político petista en la expectativa de alcanzar mejoras sustanciales en las condiciones de vida; sin embargo, las reformas, comenzando por la reforma agraria, siguen aplazadas. Es en dicho contexto, que tienden a cobrar fuerza las luchas populares en Brasil, lo cual ofrece una ilustrativa lección sobre las posibilidades y alcances del reformismo progresista en América Latina y sobre el horizonte y las perspectivas en las que se enmarca la lucha de clases en la región.

IV

Una de las motivaciones más significativas de los comuneros de París (1871) para levantarse contra el poder que les oprimía era haber sido expulsados del centro de la ciudad décadas atrás. En efecto, la renovación urbana de París dirigida por el Barón Haussmann en 1853 expulsó de la ciudad a miles de trabajadores que regresaron años después pero esta vez para tomar el poder en “uno de los grandes episodios revolucionarios de la historia urbana del capitalismo”[5].

Dicho acontecimiento es importante rememorarlo porque el urbanismo contemporáneo guiado por la compulsiva lógica de la ganancia, igual viene segregando y negando a los trabajadores y a los empobrecidos del mundo, sean del campo o la ciudad, el derecho a existir, a estar sobre la tierra, a vivir emancipadamente. En tal perspectiva, cobran enorme vigencia las luchas agrarias por el derecho a la tierra y las luchas populares urbanas por el derecho a la ciudad, las cuales se unifican en la reivindicación común de los desposeídos por el derecho a tener un lugar en el mundo.

Notas

[1] “Los conceptos de modo de producción informacional, ciudad informacional y sus variantes, ciudad global, ciudad dual, ciudad difusa, ciudad región, metápolis, tecnopolos, tecnópolis, clusters, nodos y redes urbanas, espacio de flujos, y nuevas tipologías de ciudades, entre otros muchos, repoblaron la literatura, sobre todo la de investigadores latinoamericanos que los usamos sin crítica ni adaptación a nuestras realidades”. Emilio Pradilla Cobos, La mundialización, la globalización imperialista y las ciudades latinoamericanas, Revista Bitácora Volumen 15 No.2, Bogotá 2009, p.14.

[2] Maurice Lemoine, Medellín diez años después de la “Operación Orión”, Mémoire des luttes, Enero 23 de 2013.

[3] En agosto de 2011, cuando un agente de policía asesino al grafitero Diego Felipe Becerra por pintar una pared, parece que tal derecho no existía o no era enseñado en la institución.

[4] Stefan Gandler, ¿Por qué el ángel de la historia mira hacia atrás?, en La mirada del ángel en torno a las tesis sobre la historia de Walter Benjamin, Era, México 2005. Gandler insiste en que la emancipación implica una ruptura con la mítica burguesa sobre el tiempo, el futuro y el progreso, para él, todo proyecto liberador debe instaurar su propia temporalidad.

[5] David Harvey, El derecho a la ciudad, New Left Review No.53, Octubre de 2008, Akal Madrid, p.26.