Agencia Prensa Rural
Mapa del sitio
Suscríbete a servicioprensarural

Entrevista con dos comandantes guerrilleros optimistas, Iván Márquez y Jesús Santrich de las FARC-EP
A continuación publicamos una entrevista de PIA Noticias con Iván Márquez y Jesús Santrich de las FARC-EP, al frente de la delegación que participa de los diálogos de paz que se están llevando adelante en La Habana, Cuba, entre la organización revolucionaria y el gobierno de Colombia.
Periodismo Internacional Alternativo (PIA) / Jueves 1ro de mayo de 2014
 

En su encuentro con PIA, Iván Márquez, miembro del Secretariado de las FARC-EP, y Jesús Santrich, del Estado Mayor Central, hablaron del desarrollo y perspectivas de los diálogos de paz, el rol de su organización dentro del movimiento popular de Colombia y Nuestra América, la necesidad de una asamblea nacional constituyente, las estrategias del imperio, como la Alianza del Pacífico o el negocio transnacional del narcotráfico, y el escenario en Nuestra América post Chávez.

—¿Qué evaluación hacen de los diálogos de paz hasta el momento y cuáles son las sus perspectivas a futuro?

—En tanto que temas de mucha trascendencia nacional que estaban relegados al olvido se colocaron en primer plano de debate y en manos del movimiento social y popular como banderas de lucha, el balance es muy positivo. Nos referimos a asuntos como el de la tenencia y uso de la tierra, la explotación minero-energética y la industria extractiva que tanto daño socioambiental están generando, el del reordenamiento territorial, o la reforma agraria y rural integral, o el asunto de la reestructuración política y la democratización del país, por ejemplo.

No obstante, ya en lo que concierne a concreción de acuerdos, habiendo agotado casi tres puntos de la agenda, lo que tenemos son construcciones parciales, que son de trascendencia, pero que, por el momento han dejado aún sin resolver los aspectos esenciales que se requieren para poder alcanzar un tratado de paz estable y duradero.

A manera de ilustración se podría decir que no hay acuerdo sobre las proscripción del latifundio y la limitación a la extranjerización de la tierra; no asoma todavía el replanteo de la Doctrina de la Seguridad Nacional que en Colombia continúa signada por la concepción del enemigo interno, la presencia del paramilitarismo de Estado, ni se han definido compromisos claros que nos indiquen un nuevo rumbo para la economía nacional, alternativo a las nefastas recetas neoliberales que cada día generan más miseria a las mayorías.

Nosotros estamos esperanzados en que con la participación ciudadana, con el protagonismo del pueblo en estas discusiones a partir de la convocatoria de una asamblea nacional constituyente, todas estas falencias queden superadas.

—¿Cómo ven el movimiento popular en Colombia y cuál es el lugar de las FARC-EP?

—Pese a la guerra sucia y al terrorismo de Estado que durante décadas ha victimizado al movimiento popular, sin lugar a dudas, este ha dado muestras de una valentía y de una capacidad de reorganización sin límites. El país está lleno de pobreza y desigualdad, como plagado está de represión, desapariciones forzadas, encarcelamientos políticos, tierra arrasada y desplazamiento en los campos, masacres, falsos positivos e incontables fosas comunes, que son producto de la criminalidad sistematizada y persistente del Estado, contra la inconformidad y las exigencias de las gentes del común.

Y aun así, con todo y que la protesta social está criminalizada y se le da un tratamiento de orden público militarizado, guerrerista, Colombia viene estremeciéndose constantemente por la acción de las masas en las calles y carreteras, por su presencia cada vez más cohesionada y politizada en función de transformaciones radicales que claman por la restauración de la soberanía, la democracia y la justicia social.

Podemos decir, en síntesis, que el movimiento social y popular es pujante y prometedor, y en él, el papel de las FARC-EP es el de coadyuvar en el propósito de unidad y contribuir fundamentalmente con planteamientos políticos y nuestro influjo sobre amplios sectores de masas a construir una alternativa política anticapitalista, que devuelva la independencia a nuestro país.

—¿Quiénes quieren el cambio, la soberanía nacional y la justicia social en Colombia? ¿Quiénes no lo quieren?

—El cambio social, como cambio revolucionario que funde el socialismo ha sido nuestra bandera de toda la vida en contra de un bloque de poder oligárquico que ha hegemonizado por casi dos siglos la conducción del país en una vía de sumisión frente al imperio.

En Colombia las condiciones materiales, objetivas de existencia que son nefastas, han multiplicado la inconformidad lanzando a la oposición a diversos sectores sociales, desde los más pobres, hasta importantes franjas de clase media que han tomado conciencia de que la plutocracia que ejerce un puñado de familias matriculadas con el capital financiero han sumergido a algo más 30 millones (de 46) de compatriotas en un tremedal de miseria y necesidades, segregando políticamente a las mayorías con procedimientos de violencia, de engaño y de humillación, que son aspectos latentes de una guerra que se nos impuso para defender los intereses mezquinos de esas minorías que tienen nombres conocidos como Ardila Lulle, Santodomingo, Sarmiento Angulo, entre otros a quienes sirven los gobernantes de turno.

Contra esas injusticias es que las FARC-EP han esgrimido su programa revolucionario, pero en aras de un entendimiento que permita ponerle freno a la confrontación, hoy en la Mesa de La Habana lo que hemos colocado no son los planteamientos radicales de la insurgencia, sino unas propuestas mínimas para llegar a un entendimiento que le abra las puertas a la democracia dando posibilidades al debate abierto sin el peligro que las balas del terrorismo de Estado acaben con la vida de quienes estén en la oposición o tengan puntos de vista diferentes a los de esas oligarquías que hasta ahora nos han gobernado.

—¿Qué es y cómo se explica el narcotráfico en Colombia y en la región?

—El narcotráfico es un negocio capitalista trasnacional en el que el capital financiero tiene sus manos metidas a fondo. Entre 3 y 5 puntos del PIB mundial están cruzados por este flagelo; de él, por ejemplo se beneficia la banca internacional con el blanqueo y organizaciones como la CIA financian sus operaciones encubiertas de la peor calaña. Colombia en esto es una víctima.

Víctimas son las empobrecidas masas campesinas obligadas por la pobreza que genera el neoliberalismo, a sobrevivir valiéndose de los cultivos de hoja de coca. Y víctimas son los millones de consumidores respecto a los cuales, en vez de priorizar medidas de prevención y de salud pública que impidan o reduzcan el daño, lo que se les aplica son políticas prohibicionistas de persecución, de criminalización y estigmatización, probadamente fracasadas.

Respecto a este problema reinan argumentos de hipocresía que, al tiempo que demonizan a los cultivadores y señalan como narcotraficante a la insurgencia para quitarle con mentiras su aureola política, esconden a los verdaderos responsables de la comercialización y del incremento de la producción.

—¿Qué respuesta tienen ante el mensaje como el que ha dado el presidente Santos, que espera que las FARC entreguen las armas y que espera ver a los integrantes de las FARC sentados en el Congreso?

—Lo que está planteado en el acuerdo general de La Habana es la posibilidad de llegar a un escenario, no de entrega sino de dejación de las armas, lo cual para nosotros significa en términos concretos que tras una larga tregua que permita observar la implementación de lo pactado, en un ambiente de verdadera democracia, el uso de las armas se haga innecesario.

Y sobre la participación en el congreso, lo que podemos decir es que establecer la democracia consiste en que todos los colombianos sean sujetos activos en la planificación y conducción de los destinos del país. Puede decirse, que los asuntos del Estado y del gobierno, el ejercicio de la política como servicio a la sociedad, no pueden ser privilegio de élites o de grupos económicos poderosos.

—¿Para qué llevar adelante una Asamblea Nacional Constituyente?

—Los problemas de la guerra y de la paz tocan con la vida de todos los colombianos, por ello, para su solución, para construir un verdadero tratado de reconciliación la participación ciudadana, del poder creador del soberano, es un factor principalísimo. Hasta el momento el desenvolvimiento de las conversaciones ha recogido algunas opiniones y elaboraciones de las comunidades, pero no ha abierto los espacios para que la gente del común debata a plenitud sus expectativas.

Si esto no se hace el proceso tendría un enorme déficit de legitimidad; entonces, la mejor manera de que el soberano pueda tener el protagonismo que le corresponde, porque de lo que se trata es de la definición de su destino, es mediante una Asamblea Nacional Constituyente, estructurada de manera tal que todos los sectores sociales tengan representatividad para sentar los cimientos de una nueva institucionalidad.

—¿Qué significa para ustedes la Alianza del Pacífico? ¿Qué proyecciones existen de Estados Unidos para nuestro continente?

Significa un intento de resurrección del defenestrado ALCA estableciendo tratados comerciales que son muy lesivos para importante renglones de la economía regional, y que lo que otorgan son ventajas que el libre comercio ha concedido a las trasnacionales. Es también un intento pérfido de descarrilar a Nuestra América del rumbo de integración que vienen trazando iniciativas como las de UNASUR y la CELAC.

La Alianza del Pacífico entraña una supuesta integración de orden comercial, pero plegada a un conservadurismo que resguarda la dependencia respecto a los Estados Unidos sin considerar que la unidad, cooperación y complementación entre nuestros países, debe apuntar a aspectos que van más allá de lo comercial, económico y financiero, y que tienen que ver con la cultura, con lo social y la identidad raizal de nuestros pueblos en condiciones de independencia.

En plata blanca, lo que ocurre es que unos gobiernos latinoamericanos lo que están es montándole a los Estados Unidos en el continente una plataforma a la alianza transpacífico que lidera el país del norte en momentos en que el litoral Atlántico es desplazado por el Pacífico en el campo de las exportaciones.

En el caso de Colombia, por ejemplo, desgrava el 92% del universo arancelario enfermando las defensas de sectores tan importantes como la agricultura. De hecho esto va en contra de la soberanía alimentaria y de la economía campesina, respecto a la cual, lo que habíamos pactado en la mesa era su fortalecimiento.

Con este tipo de alianzas no saldremos de ser exportadores de carbón, otros productos mineros, e importadores de bienes industriales y agrícolas. El proceso de reprimarización y refinanciarización que hoy sufre nuestra economía, sin duda, será agravado por una inminente profundización de la desindustrialización. Colombia debe apartarse de ese sendero, retomar una dinámica autónoma de industrialización y una política económica independiente, soberana, para la equidad, que entre otras cosas eleve la productividad del campo mediante una reforma rural integral, como la que las FARC-EP han colocado sobre la mesa de conversaciones.

—¿Qué significa Marulanda para el movimiento revolucionario de Nuestra América?

—Ante todo, Manuel Marulanda es un ejemplo de persistencia en la lucha por ideales de justicia y emancipación. Fidel Castro ha explicado muy bien lo que el comandante Manuel significa para nuestros pueblos cuando expresa: “Consideré y considero que Marulanda fue uno de los más destacados guerrilleros colombianos y latinoamericanos. Cuando muchos nombres de políticos mediocres sean olvidados, el de Marulanda será reconocido como uno de los más dignos y firmes luchadores por el bienestar de los campesinos, los trabajadores y los pobres de América Latina”.

—¿Qué mirada tienen de Nuestra América post Chávez y del proceso revolucionario en la región, y que rol tienen las FARC?

—La América post Chávez cuenta con la fuerza de los pueblos que han retomado ese instrumento fundamental de lucha, que es el pensamiento bolivariano y el de sus héroes nacionales, como herencia que en gran medida ayudó a rescatar el comandante Presidente. Decir esto significa que, hoy en Nuestra América, hay mucha agitación de cambio en favor de ideales tan importantes como el de la unidad continental, el de la independencia, el de la búsqueda de condiciones de igualdad y de justicia, el de actuar en condiciones de soberanía, etc., y todo ello ligado a ese otro gran propósito de equidad que es la construcción del socialismo.

Dentro de esta realidad, nosotros, sencillamente somos soldados de la más hermosa de las causas, que es la de liberar un continente que habrá de fulgurar como una Gran Nación de Repúblicas hermanas.