Agencia Prensa Rural

Hora de decisiones
Francisco Gutiérrez Sanín / Miércoles 4 de junio de 2014
 

Hay muchísimo en juego. Cada vez tengo más claro que los dos candidatos son muy distintos en muchos sentidos fundamentales, y que el veredicto que den los colombianos que asistan a las urnas el 15 de junio puede decidir el destino de este país por lustros.

No hago esta afirmación por dramatizar, sino por tres razones sencillas, comentadas en los corrillos por muchos, y muy fáciles de ver, pero precisamente por ello igualmente fáciles de olvidar. Primero, romper este proceso de paz, que ha sido exitoso más allá de las expectativas más febriles de muchos (me incluyo en este grupo) es dar un salto al vacío y perder una oportunidad única para un país que se acostumbró a vivir endémicamente en el conflicto, como un paciente tuberculoso que cree que todo es normal porque puede levantarse de la cama y trabajar sin problemas aparentes, aunque tenga 38 grados de fiebre. La paz es el prerrequisito para construir una vida pública que merezca ese nombre. Con un candidato tenemos una probabilidad alta de arribar a buen puerto. Con el otro, la promesa de seguirnos matando “muy tierna y colombianamente”, como alguna vez comentara con sorna ese ícono de la tolerancia que fue el dirigente conservador-republicano de primera mitad del siglo XX, Carlos E. Restrepo. No podemos dejar que el pan se queme en la puerta del horno.

Segundo, Uribe y los suyos han demostrado hasta la saciedad su hostilidad activa, por decir lo menos, hacia la alternación en el poder. Mockus era “un caballo viejo”, la izquierda era el apocalipsis y, por último, Santos les resultó demasiado heterodoxo. Sin excepción, los ocho años de gobierno de Uribe estuvieron orientados a mantener su continuidad en el poder, por medio de reformas institucionales en beneficio propio, pero también de la trampa, el uso indebido de la fuerza, y la estigmatización. Recuerden: la yidispolítica, las chuzadas, los insultos descompuestos al aparato de justicia. Es relativamente fácil reinstalar a estas gentes en la Casa de Nariño. Pero después, ¿quién los saca? Nadie. No por las buenas, al menos. Los que se atormentan con la pesadilla del castro-chavismo podrían estar construyendo la típica profecía autocumplida, al crear las condiciones para una polarización extrema que finalmente los conducirá al desenlace que tanto temen.

Tercero, el uribismo es impredecible, entre otros muchos factores porque sus liderazgos interactúan cómodamente con la ilegalidad, la acción intrépida, la denuncia temeraria y la mentira. Lo que sucedió recientemente con Gina Parody es un ejemplo revelador. La dirigente expresó sus opiniones políticas, y de manera automática Uribe la estigmatizó, inventándose el grosero embuste de que ella le había pedido puestos. Dentro de esta incertidumbre, lo que me queda claro —tanto por la trayectoria como por el comportamiento del Centro Democrático— es que esta fuerza se dirige tanto a una venganza acerba contra mucha gente, como a una autoabsolución institucionalmente construida. Espero poder hablar de esto en próximas columnas.

Lo malo de estos tres factores es que son susceptibles de producir hechos irreversibles e irreparables. Cuánta razón no tienen entonces actores que van desde los petristas hasta Gina Parody, desde Mockus hasta los azules moderados, desde voces en el movimiento agrario hasta figuras públicas que han sido victimizadas por las Farc, al optar públicamente por todo lo que conservamos y podemos construir de civilización y de convivencia, en momentos en que estos valores están tan clara, tan brutalmente amenazados. A propósito: las vertientes de izquierda agrupadas en el Polo Democrático están frente a un examen histórico. Si de facto ayudan a elegir a Uribe, esto no sólo será una bancarrota moral, sino que se irán a pique con todos nosotros