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Debate
Defender el proceso de paz
Gabriel Becerra Y. / Sábado 7 de junio de 2014
 

Sea cual sea el resultado definitivo, cobra mayor importancia trabajar por acelerar las medidas que contribuyan a concretar la construcción del frente amplio a partir de un programa mínimo de carácter democrático que reagrupe las fuerzas alternativas a favor de los acuerdos de paz.

Es imposible analizar el actual momento político y sus perspectivas al margen de los resultados y las implicaciones de la elección presidencial que se definirá en segunda vuelta el próximo domingo 15 de junio. Entre todas las consecuencias posibles que traerán los resultados entre dos cartas del mismo bando, un hecho es claro: si gana el candidato que encarna la fracción más militarista y de ultraderecha del bloque dominante y mantiene las condiciones de sometimiento que hoy exige a las insurgencias, el proceso de paz en curso con las FARC-EP dejará de existir y, muy seguramente, los obstáculos para comenzar un nuevo diálogo con las guerrillas se multiplicarán.

En ese escenario, lo que enseña la experiencia histórica es que vendrá un nuevo ciclo de la guerra interna, y con él, sus consecuencias en todos los órdenes. Esta posibilidad es indiferente, secundaria o inclusive, inevitable para algunos sectores desde diversas posturas ideológicas y políticas. Pero muy por el contrario, es un escenario que aterra a millones de compatriotas, sobre todo en regiones de la provincia colombiana, que han tenido que padecer y aún viven sin contemplación alguna el dolor de la violencia del terrorismo de estado y el paramilitarismo.

Otro campo en donde se profundizarían las posturas reaccionarias sería en el de la política exterior del Estado. Agudizando la provocación y las acciones de desestabilización al proceso bolivariano en Venezuela, así como el conflicto con Nicaragua y el saboteo abierto a los procesos de integración en el continente.

Por estas circunstancias, en especial, la que identifica una contradicción para nada accesoria o secundaria, entre dos fracciones del poder dominante respecto a la solución política, la dirección central del Partido Comunista Colombiano adoptó por consenso una declaración que llama a utilizar el voto como instrumento para defender la continuidad del proceso de paz de La Habana, que por ahora, en el marco de una concepción de paz muy limitada representa Juan Manuel Santos, y que es necesario, ampliar y llenarla de más contenido con movilización y una nueva correlación de fuerzas.

En la misma dirección y sin renunciar a sus principios, autonomía y proyectos políticos de oposición, se manifestó la Unión Patriótica y lo vienen haciendo una parte considerable de sectores representativos de la izquierda y el movimiento democrático, que en buena medida respaldaron la fórmula presidencial de Clara y Aída, con casi dos millones de votos; reflejando de nuevo los efectos multiplicadores de la unidad, pero que fue insuficiente para llegar a la segunda vuelta. Entre otras razones, por las fragmentaciones que aún subsisten en este campo político y que impidieron aprovechar de mejor manera la crisis de legitimidad y representatividad expresada en los altos niveles de abstención y el voto en blanco.

La decisión asumida no implica renunciar a la lucha y a las exigencias como oposición social y política con vocación de poder. Mucho menos puede ser interpretada como un ingreso a la “unidad nacional” o algún tipo de unidad de acción o programática con quien encarna el continuismo neoliberal y una versión de la guerra que continúa desplegándose.

Junto a la decisión asumida se dejan en claro exigencias tan importantes como: la necesidad de avanzar hacia un cese bilateral del fuego, el inicio de diálogos con el ELN y el EPL, la libertad de los presos políticos, las garantías para la oposición y la protesta popular, particularmente, el reconocimiento a las exigencias y al cumplimiento de los acuerdos con el movimiento campesino. Medidas que deben contribuir a romper el modelo de paz santista y abrir las compuertas a un proceso de construcción de paz democrática con justicia social que implique cambios y reformas en perspectiva de un verdadero pacto de paz y una asamblea nacional constituyente.

Finalmente, en esta misma dirección y, sea cual sea el resultado definitivo, cobra mayor importancia trabajar por acelerar a todos los niveles las medidas que contribuyan a concretar la construcción del frente amplio a partir de un programa mínimo de carácter democrático que reagrupe las fuerzas alternativas a favor de los acuerdos de paz y los cambios hacia un gobierno democrático o, de ser necesario, para hacer frente a un nuevo periodo de los planes de la ultraderecha con sus rasgos fascistas y concepción de guerra total.