Agencia Prensa Rural

Agricultura, coca y cocaína
Los intentos de sustituir la coca, manteniendo el carácter ilegal del cultivo, han fracasado. Tenemos que ser creativos y no hacer más de lo mismo.
Juan Pablo Ruiz Soto / Jueves 6 de noviembre de 2014
 

Una condición para que la paz sea estable y duradera es la erradicación o la legalización del cultivo de hoja de coca.

La condición de ilegalidad de este cultivo eleva su rentabilidad y atrapa al campesino.

El propósito de generar sustitutos para los cultivos de uso ilícito, con alternativas productivas sostenibles en el marco de un desarrollo rural integrado, es un gran reto. Quizá una utopía.

Es difícil encontrar un producto que cumpla con las características de la producción ilícita de hoja de coca y su transformación local en pasta. Esta actividad se caracteriza por tener áreas de cultivo pequeñas y de alta rotación en medio del bosque, desarrollo de tecnologías apropiadas y transferencia y manejo de las mismas por las comunidades locales, alta demanda en mano de obra tanto en el cultivo como en su procesamiento, encadenamiento productivo, un mercado desarrollado, un buen precio, un alto valor por kilo que permite cubrir un alto costo de transporte. Todo lo anterior hay que considerarlo cuando se pretende generar alternativas.

La ilegalidad establece diferencia entre la coca y otros productos agrícolas. Esta condición sube el precio del producto, aumenta su rentabilidad y financia el desarrollo tecnológico y adaptativo para su cultivo en áreas aisladas.

Para que el proceso de sustitución pueda adelantarse es indispensable modificar el actual estatus del cultivo de coca: se legaliza el cultivo o se conserva como ilegal, pero se aumenta y se hace efectivo el riesgo para quienes cultiven la hoja de coca.

Legalizar el cultivo de coca sería lo más conveniente, esto haría que el precio de la hoja bajara y que su cultivo, como actividad agropecuaria legal, competiera con otros cultivos. Esto despenalizaría al campesino cultivador y señalaría como ilegales a quienes adelanten el proceso de transformar la hoja de coca en cocaína, lo cual permite focalizar y concentrar los esfuerzos de persecución en los procesos de transformación y distribución de la cocaína. No se fumigarían cultivos sino que se perseguiría a los comerciantes de cocaína y se destruirían laboratorios. Dado que en la cadena productiva y de transformación entran diversos actores, quizá lo más eficiente y efectivo sería focalizarse en el comercializador de la cocaína, es decir, dejar de perseguir al cultivador en medio de las selvas y perseguir al comerciante en las ciudades e interceptar canales de distribución y transporte.

Si bajamos la rentabilidad al cultivo de la coca, podemos buscar sustitutos y complementar el ingreso del campesino. Gestionar una solución gradual de mediano y largo plazo requerirá subsidios y precios de sustentación en el corto plazo para cultivos sustitutos y pago de servicios ambientales que contribuyan a recuperar los bosques. El territorio hoy relacionado con el cultivo de coca es amplio y está distribuido en zonas con características biofísicas, sociales y económicas muy distintas que exigen la elaboración y puesta en marcha de propuestas diferenciadas, ajustadas a diversos territorios y condiciones sociales. Los intentos de sustituir la coca, manteniendo el carácter ilegal del cultivo, han fracasado. Tenemos que ser creativos y no hacer más de lo mismo.