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Los caminos de la duda
La torpeza del general
Dialogar en medio de la guerra. Esa fue la condición impuesta por Santos a los alzados en armas y la sigue defendiendo tercamente en público. A esta altura del proceso se ha hecho evidente la necesidad de un cese bilateral de las hostilidades
Alfonso Conde Cotes / Viernes 28 de noviembre de 2014
 

Se aprestan las FARC y el gobierno a concretar la entrega del general Rubén Darío Alzate, quien se desplazó, bajo circunstancias no explicadas, por el río Atrato hacia el corregimiento Las Mercedes en el Chocó y en ese trayecto fue retenido por la guerrilla. Dice el presidente Santos que en esta semana se realizará la entrega.

Es claro que el mencionado general le debe explicaciones al país por su comportamiento que dio la mano a la derecha fascista para desestabilizar el proceso de paz en curso. Más allá de la evidente torpeza, las consecuencias de su acción no se dejaron esperar. Fue el patrón del Centro Democrático, el expresidente Uribe, quien divulgó la noticia, incluidas las coordenadas de la acción, y aprovechó el momento para reiterar sus diatribas contra los diálogos de La Habana. Santos, atemorizado por el ruido de sables, decidió la suspensión de las conversaciones hasta tanto se produjera la liberación de los retenidos. Ha sido, tal vez, la mayor amenaza contra el proceso de esa paz que demandamos y necesitamos los colombianos.

Las fuentes militares del uribismo, el propio iluminado más su corte se convirtieron, desde el comienzo del proceso, en los saboteadores de la paz. El asunto llega hasta el extremo que obliga al mismo procurador Ordóñez, cruzado de la ultraderecha, a anunciar la eventual apertura de un proceso contra Uribe por divulgación de información reservada. Ojalá, como dice Iván Cepeda, no se divulguen también las coordenadas de los sitios de entrega de los retenidos. Vidas y proceso correrían grave peligro y ello daña a Colombia.

Dialogar en medio de la guerra. Esa fue la condición impuesta por Santos a los alzados en armas y la sigue defendiendo tercamente en público. A esta altura del proceso se ha hecho evidente la necesidad de un cese bilateral de las hostilidades, cuya sola mención despierta la urticaria de los guerreristas. La decisión es de Santos, no del Centro Democrático. Si en verdad quiere la paz debe ejercer su autoridad presidencial y decidir la depuración de esas fuerzas militares que sabotean las políticas de su comandante.

Y a todas estas ¿cuál es el papel del mindefensa? El “colaborador leal y transparente”, a quien se refiriera Santos al anunciar la ratificación de Pinzón como su ministro de Defensa, ha jugado un papel de quintacolumnista del proceso de paz. Mientras su verborrea guerrerista emula la de su apreciado expresidente Uribe, se dice fiel seguidor del actual presidente y manifiesta su ignorancia incompetente frente a sucesos como el que aquí nos ocupa. Tal vez debería preguntar a Uribe por las respuestas a los interrogantes públicos de su presidente.

Y dicen que Pinzón guarda recónditas aspiraciones políticas. ¡Qué barbaridad!