Agencia Prensa Rural
Mapa del sitio
Suscríbete a servicioprensarural

Resumen de la tragedia en los campos valencianos y de la crisis de precios en los alimentos
El agricultor en peligro de extinción
Vicent Boix / Lunes 13 de octubre de 2008
 

El presente artículo no pretende ser un riguroso estudio científico sobre la causa de la crisis agrícola. Ni es el objetivo, ni su autor está capacitado para hacer semejante tarea faraónica. Se pretende únicamente dar una serie de datos que concitarán una serie de conclusiones personales. Para ello, se analiza someramente la crisis de la citricultura valenciana (estado español), que puede servir como muestra de otras crisis en otros lugares. El autor proviene de una familia fuertemente enraizada en la citricultura valenciana desde hace varias generaciones y durante los últimos años trabajó en un comercio de exportación de naranjas, lo que le permitió conocer y palpar la crisis y la zozobra en primera persona. Además ha vivido tres años en Centroamérica, lo que le ha permitido conocer en mayor o menos grado la crisis agrícola en dicho continente.

Justo cuando se estaba redactando este escrito se produjo la triste noticia del fallecimiento de Joan Brusca (secretario de la Unió de Llauradors i Ramaders). Sirva este artículo de homenaje y de recuerdo para este gran defensor del campo valenciano.

Las buenas épocas

La naranja era fuente de riqueza que determinó la historia, progreso e idiosincrasia del País Valenciano. Fue motor durante aquellos años, no sólo de la economía valenciana, sino también de la española. Vicente Caballer, Catedrático de la Universidad Politécnica de Valencia, afirma al respecto que: “Los españoles tienen una deuda histórica con los valencianos debido a que la producción, comercialización y exportación de naranjas y mandarinas puede ser considerada como la principal actividad económica de España a lo largo de todo el siglo XX si tenemos en cuenta la aportación al PIB, a la Balanza de Pagos y su carácter social…”.1 Según el mismo autor, las exportaciones de naranja suponían el 20% del total en España en el año 1930 y el 16% en 1962, época en la cual irrumpe el turismo y se moderniza la industria. En el año 2002, todas las exportaciones del País Valenciano supusieron el 12% del total de la nación.2

De la misma manera, todas las labores asociadas al campo proporcionaron trabajo a infinidad de personas ocasionando grandes flujos migratorios hacia tierras valencianas. La naranja marcó también las tradiciones, el paisaje, la lengua y la cultura propia, condicionando festividades, aleccionando una serie de costumbres autóctonas, etc. Sin rubor se puede afirmar que la naranja generaba trabajo y futuro, y lo que es más importante, dicha riqueza se distribuía entre mucha gente por cuanto las explotaciones eran minifundios en manos de miles de pequeños agricultores. Los trabajos asociados al campo repartieron el patrimonio a mucha más gente.

La hecatombe

La otrora brillante y espectacular agricultura valenciana no es ni sombra de lo que era. Las condiciones comerciales que sufren los agricultores (productores) son inaceptables en cualquier país desarrollado y democrático. Subrayar que la crisis la sufren los productores, porque el resto de cadena productiva, especialmente los distribuidores, gozan de excelente salud económica. Valgan algunas cifras y datos para entender la dimensión de la tragedia:

- En muchos casos, el agricultor no vende las naranjas con un precio prefijado al operador (comercio privado o cooperativa. Denominados también comerciantes. Compran las naranjas al agricultor, las confeccionan, las envasan y las venden a un distribuidor, mercado de abastos, centro comercial, supermercado, etc.). Existe un contrato de compra-venta, pero no siempre se usa. El agricultor entrega los cítricos y al final de temporada recibe una cantidad de dinero del operador. Expoliar la renta del agricultor bajo esta modalidad se denomina “Compra a resultas” o “Comercializar”.

- En la campaña 2005-2006 el agricultor percibió el 68% menos respecto a 1997, según la Unió de Llauradors i Ramaders -asociación englobada dentro de la nacional Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG). Para la Federación Provincial de Agricultores y Ganaderos de Castellón (FEPAC) -enmarcada en la Asociación Agraria Jóvenes Agricultores (ASAJA)- los precios de dicha temporada fueron inferiores a los de hace 20 años.3 El agricultor ha sufrido un aumento en los bienes de consumo que necesita para vivir, sobre todo en la vivienda, mientras el valor de sus cítricos ha bajado vertiginosamente.

- En la misma temporada y con datos de la Unió de Llauradors i Ramaders, los costes de producción aumentaron casi un 12% respecto a la media de los últimos cinco años.4 Un estudio de la Universidad Politécnica de Valencia, publicado en diciembre de 2006, establecía en 0,19 euros / kilo el valor de los costos de producción.5 En esa misma época y según la FEPAC, la Conselleria de Agricultura6 había fijado el precio de dicha variedad en 0,19 euros / kilo en el campo,7 aunque realmente algunos operadores estaban pagando cantidades que oscilaban entre los 0,12 y 0,18 euros / kilo.8 Estos datos muestran cómo los precios recibidos no cubrían ni los costes de producción. El Comité de Gestión de Cítricos, la Federación de Cooperativas Agrícolas y CITRUSAT, precisaron que el precio justo a pagar al agricultor sería de 0,55 euros / kilo.9 La realidad era más testaruda pues se pagaba una tercera parte de dicho precio justo.

- Según el Censo Agrario, el campo valenciano perdió casi el 50% de los titulares de explotaciones entre 1989 y 2003. En 1989 se contabilizaban 286.886, en 1999 bajó a 222.454 y para 2003 la cifra sufrió una merma espectacular situándose en 149.207 titulares (En el País Valenciano existen más de cuatro millones y medio de personas). En los últimos años, los titulares de explotaciones jubilados aumentaron del 33,58% al 37,65%. Sólo el 1,7% de los agricultores tiene menos de 30 años.10 En Castellón (una de las tres provincias del País Valenciano), los agricultores representan el 7% de la población activa.11

- De 2000 a 2004 la superficie citrícola disminuyó un 5% gracias en parte al negocio inmobiliario, que desgraciadamente supone la única vía de escape ante la agonía. Evidentemente pocos se benefician, aunque la metamorfosis del territorio ahí está: agricultura por cemento.12

- En un estudio del Observatorio Ocupacional del Servicio Público de Empleo Estatal, publicado en los medios en diciembre de 2006, la agricultura había sido la única actividad económica con un comportamiento negativo en Castellón. Los puestos de trabajo ligados al campo fueron los únicos que descendieron en los últimos tres años.13

- En la campaña 2006-2007 y según el Ministerio de Agricultura, el descenso del precio de los cítricos para el agricultor fue casi 30 veces mayor que la media de los otros productos alimentarios. Esta disminución sitúa al naranjero como el agricultor que más ingresos perdió, aunque eso sí, la media estatal en el sector agroalimentario fue también negativa.14

- En la finalizada campaña 2007-2008, la producción se vio mermada en un 25% respecto al año anterior, lo cual debería haber repercutido en una ligera subida de los precios. Sin embargo el aumento del valor ha sido inexistente o pírrico en el mejor de los casos. Muchos operadores han seguido comprando “a resultas”.

- Según la FEPAC, entre un 5 y 10% de las fincas naranjeras castellonenses, o se han abandonado o no están bien cuidadas. Siguen existiendo productores que no han cobrado la naranja del año anterior y otros asociados a cooperativas tuvieron incluso que pagar.15

Los motivos

Existe consenso generalizado entre agricultores, operadores y organizaciones de diversa índole en cuanto a los motivos de la agonía del campo valenciano. Destacaríamos tres principalmente, muy relacionados entre si.

1- Concentración de la demanda

Vicent Goterris, de la Unió de Llauradors i Ramaders, advierte que “cinco grandes cadenas controlan el 40% de la producción y eso es una barbaridad”.16 Según la European Marketing Distribution, en los próximos años, 10 cadenas de minoristas podrían dominar el 70-75% del mercado alimentario europeo.17

La mayoría de naranjas y mandarinas que se produce en España van a mercado europeo, y evidentemente esta concentración de la demanda, unida al exceso de oferta, derivan en prácticas abusivas por parte de intermediarios y grandes cadenas, llegando a exigir los precios a pagar y las características de las naranjas. Los operadores ven estipulado y ahogado su precio de venta, aunque no lo defienden y acaban trasladando dicha reducción al agricultor a quien compran sin precio y tras hacer las cuentas le dan una pequeña limosna.

Las organizaciones de agricultores coinciden en señalar a estos dos agentes (operadores y grandes cadenas de distribución), como responsables de la tragedia de la naranja. Los que menos notan la crisis son los grandes operadores y multinacionales agroexportadoras, que al trabajar con volúmenes estratosféricos de fruta pueden permitirse el lujo de vender barato y seguir obteniendo beneficios. Por eso, a la paulatina reducción de agricultores también hay que añadirle la desaparición del pequeño operador tradicional al no poder competir.

Sin embargo, falta el tercer y principal culpable en todo este caos: las diferentes administraciones políticas escudadas en la ortodoxia neoliberal. Se ha permitido y se ha facilitado que grandes supermercados y centros comerciales vayan desplazando al pequeño comercio familiar de toda la vida, monopolizando la distribución y venta no sólo de las naranjas, sino de la mayoría de productos de consumo. No se ha establecido ninguna legislación en materia de precios agrarios. Se tolera vergonzosamente que los agricultores reciban migajas a cambio de unas naranjas que llegan al consumidor a unos precios astronómicos. Supuestamente esta es la tatareada libertad de comercio, pero aún hay más.

En una entrevista al “socialista” Josep Puxeu, cuando era Secretario General del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA), se le relató la queja de las organizaciones agrarias sobre la responsabilidad en la crisis de precios de las grandes empresas distribuidoras y supermercados. Pues bien, el Sr. Puxeu, respondió a esta queja de la siguiente forma: “Culpar a la distribución en muy fácil y quedas como un campeón cuando lo haces, pero el resultado que nos muestra el Observatorio de Precios es que los márgenes que se aplican son estrechos y no indica una posición de abuso”.18

Al analizar someramente los precios de la variedad clementina que ofrecía el Observatorio de Precios del MAPA,19 se percibió un primer punto que dejaba en entredicho las afirmaciones del Sr. Puxeu: Dichos precios se calculan mediante estudios en el mercado nacional, mas sin embargo los propios datos del Observatorio indicaban que cerca del 60% de la producción de mandarina española se exportaba.

El Observatorio, para la campaña 2006-2007, determinó que el productor obtenía el 10% del precio final en destino. Es decir, le pagaban a 0,17 euros / kilo una fruta que llegaba al consumidor a un precio de 1,62 euros / kilo. El mayorista se quedaba con el 31% y el minorista con el 59%. Según FEPAC, el precio de la clementina en los supermercados de Castellón, en la temporada 2006-2007, se incrementó entre un 650% y un 1.500% respecto al precio en el campo.20 En un estudio de la Unió de Llauradors i Ramaders del año 2005, se estipulaba el precio medio que percibía el agricultor en 0,19 euros / kilo. Con referencias de la Universidad Politécnica de Valencia mencionadas por la Unió, se indicaba que la clementina salía de los operadores a un precio promedio de 0,47 euros / kilo. El precio final de venta en supermercados era de 1,99 euros / kilo. Es decir, el agricultor obtenía el 10% del precio final, el comerciante y la cooperativa el 15% y los intermediarios y supermercados se llevaban el 75% del valor final.21 Según las organizaciones agrarias, en algunos lugares de Europa se llegaron a vender a 3 euros / kilo, lo que muestra una posición de abuso mayor hacia el productor y el consumidor.22

Contrariamente, algunas cadenas de supermercados como Aldi y Lidl vendieron naranjas a precios excesivamente bajos (incluso por debajo del precio de coste) como una especie de reclamo para atraer a potenciales clientes. Esta práctica, que obliga a otros minoristas a bajar precios y que comprime más aún los márgenes de ganancia, es repudiada por las organizaciones de agricultores que incluso elevaron una denuncia a la Comisión Europea,23 aunque en abril de 2006 este organismo concluyó que no había posición de abuso de ambos supermercados.

Pues bien, ante este panorama de indefensión, despotismo y de autoritarismo de las grandes cadenas, intermediarios y supermercados, el hecho de defender un precio justo para el agricultor fue tildado por un funcionario público de alto rango del MAPA como “quedar como un campeón”. Que el agricultor no cubra gastos y perciba de media un 10% del precio final de venta al consumidor “no indica una posición de abuso”.

2- Sobreoferta de naranjas y mandarinas

A- Aumento de la producción

Un pequeño comerciante entrevistado comentaba que él compraba y manufacturaba naranjas para luego cederlas sin precio a un intermediario. O sea, que los agricultores ceden sus naranjas sin precio a un operador que, en algunos casos, las vende a los intermediarios también sin precio. La gran pregunta es: ¿Cómo se ha llegado a esta dinámica? ¿Por qué los agricultores y operadores no tienen la sartén por el mango?

Tomás García Azcárate, jefe de la División Hortofrutícola de la Unión Europea, afirma: “Hay un exceso de oferta. La producción de cítricos ha crecido mucho más que la demanda…”24 Leopoldo Arribas, periodista, escritor y experto agrícola declara que “…dado el fardo de toneladas de producción con que contamos, y que, se quiera o no, son la clave del problema. Es imprescindible condenar un buen montón de toneladas para que la próxima campaña no estemos aún peor en cuanto a producción en cantidad”.25 Vicente Bordils, representante del comercio privado, sentencia: “La ley de la oferta y la demanda se ha roto. Sólo hay oferta y ése es el drama”.26 Cualquier agricultor a quien se le pregunte dice lo mismo: hay mucha naranja, pero, ¿por qué hay tanta naranja? Indudablemente porque no ha existido ningún tipo de planificación desde ninguna administración.

Este incremento ha sido dramático para el agricultor. Antes los operadores buscaban al productor, ofrecían un precio y mandaban a los recolectores Ahora a muchos se les queda la naranja en el árbol y otros las recolectan ellos mismos y las transportan hasta el operador.

A este aumento de superficie y producción hay que añadirle otro fenómeno paralelo: la disminución en el número de explotaciones. Entre 1989 y 1999 descendieron prácticamente en todas las zonas naranjeras de España salvo en algunas donde el incremento fue insignificante. Indudablemente el País Valenciano acogió la mayor parte de estos abandonos.29 Estos datos sugieren otro fenómeno más preocupante: se está produciendo una concentración de la tierra. Si bien es cierto que muchos agricultores han venido adquiriendo nuevas fincas, no son menos ciertos los comentarios de la gente del sector que advierte como grandes empresarios de la construcción, azulejeros, aristócratas, grandes comerciantes, etc. se han convertido en nuevos y acaudalados terratenientes. Incluso hay grupos de inversión dedicados a obtener réditos a través del cultivo de nuevas fincas citrícolas. Los datos hablan por si mismos: los minifundistas de toda la vida desaparecen ante la crisis, mientras los ricos e inversionistas acaparan cada vez más tierra, producción y beneficios.

Ante estos hechos, una de las demandas de las organizaciones agrarias ha sido exigir al gobierno español que prohíba nuevos plantíos. El posicionamiento de éste quedaron reflejadas en las palabras de Josep Puxeu, “número dos” del MAPA: “…pedir que se limiten las plantaciones pues queda muy bonito, pero es difícil que progrese porque las políticas de contingentación no valen en la UE, que está apostando cada vez más por la liberalización”.30

Hay dos aspectos a destacar en esta declaración. El primero desde el punto de vista técnico, al no ser verídico el razonamiento en toda su extensión porque existen políticas de cupos en el marco de la UE. Como segundo punto, no se puede tolerar en un estado democrático que decenas de miles de personas pierdan su forma de vida porque así lo establezca una doctrina económica destructiva, que desconocemos y que nos están imponiendo sin consultarnos.

B- Importaciones

En las importaciones se pueden distinguir dos canales de entrada. El primero correspondería a la fruta manufacturada que entra directamente en los mercados europeos. Los productores en la cuenca del Mediterráneo se agrupan en una organización denominada CLAM, que engloba a países como España, Francia, Italia, Grecia, Turquía, Israel, Egipto, Túnez, Argelia y Marruecos. En la temporada 2003 / 2004 y según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), estos países fueron responsables del 17% de la producción mundial de naranjas y del 25% de mandarinas. Dentro de los países CLAM, España producía aproximadamente un tercio de las naranjas y la mitad de las mandarinas. En cuanto a exportaciones y según la misma fuente en la misma temporada, a la zona CLAM le correspondía el 55% del total mundial en naranjas y el 72% en mandarinas.31 Según datos del propio CLAM citados por Vicent Estruch, Profesor de Economía y Ciencias Sociales de la Universidad Politécnica de Valencia, en las últimas temporadas España ha exportado el 50% de las naranjas y el 70% de las mandarinas de la zona mediterránea, lo que supone, si comparamos con temporadas de los años 80, un aumento en la exportación de naranjas y el mantenimiento de la cuota en las mandarinas.32 A nivel mundial, esto supondría que España exporta alrededor del 25% de la naranja mundial y el 50% de la mandarina. Los mercados de destino han sido los europeos, salvo porcentajes irrelevantes a Estados Unidos y Oriente Medio. Comparar las cifras actuales con otras más antiguas, permite concluir que España ha mantenido su cuota de exportación a nivel mundial en naranjas y mandarinas. Por lo tanto, este canal de importaciones no ha influido en la crisis de la naranja valenciana.

Existe una segunda vía de entrada de naranja de otros lugares del mundo, a través de operadores españoles. Ximo Tirado y Doménec Nàcher, secretario de comunicación y secretario técnico de la FEPAC respectivamente, explican cómo los propios comerciantes y cooperativas compran naranja del exterior para mantener sus mercados y clientes una vez finalizada la campaña y la producción española, evitando así que otros se adueñen de dicho espacio.33

Aunque destacan que dichas importaciones se suelen efectuar fuera de temporada, es cierto también que al principio y final del período éstas se han solapado con la producción nacional. De hecho es una realidad la existencia de producción extranjera en plena campaña como bien destaca Joan Brusca, secretario de la Unió de Llauradors i Ramaders, quién afirmó en el momento álgido de la temporada 2005 / 2006, que las importaciones habían aumentado un 34% respecto al año anterior. Concluyó diciendo que: "El sector siempre ha tolerado este tipo de importaciones porque, en un principio, se producían en contraestación y mantenían los canales de distribución de nuestros operadores comerciales, pero ahora conllevan problemas como plagas o el aumento de la competencia como herramienta comercial para presionar los precios".34 Tirado y Nàcher ratifican las afirmaciones de Brusca sobre la calidad y los problemas fitosanitarios de la producción foránea, y sobre todo, su utilización como argumento de chantaje hacia el productor local. Huelga decir que este tipo de importaciones en otros tiempos tal vez no hubieran supuesto un quebradero de cabeza, pero en épocas de crisis como ahora representan un obstáculo más para el agricultor tradicional valenciano.

Hay que especificar que la importación de naranjas del exterior no tiene por qué beneficiar a los agricultores de los países del Sur. Este falso axioma, perifoneado muchas veces por las propias ONG, hay que analizarlo caso por caso y en materia citrícola se derrumbaría ante ciertos datos. El 75% de las explotaciones citrícolas valencianas (país del Norte) son de menos de 10 hectáreas y tan sólo el 2,5% superan las 20.35 Según el Instituto de Comercio Exterior, en Marruecos (país del Sur), “el 75% de la superficie agrícola marroquí corresponde a pequeñas explotaciones familiares, dedicadas prácticamente a una agricultura de subsistencia. El 25% restante lo constituyen grandes explotaciones agrícolas de regadío, modernas y con una clara vocación exportadora”.36 Por lo tanto en Marruecos, el pastel de la agroexportación está en manos de unos pocos afortunados con grandes superficies de las mejores tierras, entre ellos la propia monarquía marroquí.37 Paradójicamente también hay agricultores españoles que han “deslocalizado” su producción porque “mientras que un bracero cobra en España 40 euros de media por jornada, en Marruecos reciben cinco. El agua, cuando la hay, aquí cuesta 30 céntimos de euro el metro cúbico. Allí, 10 veces menos. Lo mismo pasa con el gasóleo para los camiones: un 25% menos en Marruecos. Y, encima, la gran extensión de tierra que va a tener le permite abaratar muchos costos”. Como dato curioso, el 80% de las exportaciones freseras marroquíes estaban en manos de empresarios españoles.38 Como se verá más adelante, los agricultores del Sur que destinan su producción a la exportación tienen el mismo problema que los valencianos: el intermediario. Por tanto, cabe afirmar que la exportación de productos agrícolas desde Marruecos beneficia a un mínimo de latifundistas, aristócratas y extranjeros; mientras que la exportación de cítricos desde el País Valenciano fue una actividad que proporcionó futuro y trabajo a cientos de miles de personas.

3- Problemas estructurales del sector

Para Ximo Tirado y Doménec Nàcher, la sobreproducción no es tan grave ahora. Lo puede ser en un futuro inmediato y por eso, junto a otras organizaciones agrarias, han solicitado a las autoridades que limiten la superficie de cultivo.

En teoría, el problema de la compra “a resultas” surge con el nacimiento de las cooperativas. Éstas recolectan la producción de sus asociados y al final de temporada reparten beneficios. Por su manera de funcionar están obligadas a recoger toda la producción, incluida la fruta de menor calidad. Si a ese hecho se le suma el incremento de producción de los últimos años, la consecuencia es clara: se generan grandes cantidades de fruta que van llenando las cámaras frigoríficas y que tienen que salir a un mercado que monopolizan unos pocos intermediarios. Este fenómeno se ve agravado por la desorganización varietal, ya que una sola variedad de mandarina se cultiva masivamente, lo que obliga a los operadores a lanzar al mercado cientos de miles de toneladas en tres meses. Antes, algunos comercios detenían los envíos cuando los precios bajaban, a la espera del incremento de las cotizaciones, pero las cooperativas rompieron esa dinámica y los comercios privados se vieron obligados a copiar prácticas como comprar sin precio o enviar masivamente fruta sin consideración alguna. Y lo hicieron con suma alegría, pues al comprar sin precio al agricultor pueden pagarle a final de temporada lo que quieran. Si los ingresos totales han sido menores porque los precios en el mercado fueron bajos, los operadores restan a esos ingresos los otros costes de producción existentes, se quedan con su porción de beneficios y el resto lo reparten al agricultor. Como advierte Estruch, esta táctica genera un efecto perverso ya que el operador está dispuesto a comprimir el precio de venta por kilo, siempre y cuando logre cubrir costes y asegurarse una ganancia mínima. Luego podrá aumentar esa ganancia si logra incrementar la cantidad de kilos vendidos. Por eso al operador le interesa sacarse de encima la mayor cantidad de producción sin defender los precios. La gran cantidad de fruta y la nula cooperación entre los operadores desembocan en una competencia entre éstos por reducir al máximo los precios para poder vender la naranja. El resto ya lo saben: indiferencia gubernamental.

Además Estruch pone de manifiesto la opacidad de la compra “a resultas”, cuando señala que el comercio privado, al final de temporada, establece el precio a pagar al agricultor pero no explica cómo lo obtuvo. Se desconoce el preció al que vendió la fruta, los costos de producción y su margen de ganancia por kilo. El riesgo es mínimo.

Para Tirado y Nàcher, éste es el caldo de cultivo que desemboca en la actual crisis del productor. El problema no es ni la filosofía de las cooperativas ni la presencia de muchos operadores, ya que en décadas pasadas había más y sin embargo el sector progresaba y sembraba bienestar. El caos se origina porque el mercado está en pocas manos y los operadores (que son muchos) no se ponen de acuerdo en establecer un precio mínimo de venta y más bien compiten entre ellos. Si se añade el problema de la sobreproducción apuntado por otros expertos, se va conformando un trágico cuadro clínico de la crisis naranja.

Las modalidades de saqueo se han perfeccionado. Antes el distribuidor llamaba por teléfono a diferentes operadores a ver quién ofrecía el producto más barato, ahora hay un distribuidor que incluso dispone una página web donde los operadores ingresan y ofertan a la baja sus naranjas y mandarinas. En la web se indican las características exigidas por el comprador, los operadores pujan y se va observando como el precio decrece progresivamente.

Conclusiones y comentarios:

1- Hay dos visiones contrapuestas de entender la agricultura. La primera, la visión simplista y mecanicista del agro como un gran negocio en la era de la globalización. Sometido sin previo aviso a la ortodoxia del mercado y a sus falsas leyes de libertad, y que está o pretende estar en manos de unos pocos. En la otra banda, la agricultura de subsistencia y a pequeña escala. Conformada por cientos de millones de personas que siembran para alimentarse y para tener un trabajo generando a la vez bienestar y futuro. Que garantizan la seguridad y la soberanía alimentaria, mantienen vivo el tejido rural, enriquecen la diversidad cultural y ofrecen mayor protección y equilibrio al medio ambiente. Ambos modelos son incompatibles, pues el primero busca maximizar y acaparar la riqueza desplazando al segundo.

2- El tan cacareado libre mercado es una falacia. Sus pilares teóricos no se aplican por igual y su funcionamiento no es autónomo y ajeno a la intervención. Se manipula en beneficio de los grandes intereses. Como dice Noam Chomsky (profesor de Lingüística en el Instituto Tecnológico de Massachusetts y ensayista político): “Son programas neoliberales para las víctimas, pero no para los manipuladores. (…) La gente que trata de imponer los principios del neoliberalismo en el Tercer Mundo y en los slums (barrios bajos) de nuestras ciudades, no quiere esos principios para ella misma. Quiere un poderoso estado nodriza para protegerlos, como siempre”.39 Es una ilusión pensar en el neoliberalismo como una coyuntura donde todo el mundo puede participar y beneficiarse. Jean Ziegler, el ex relator especial de la ONU para el derecho a la alimentación, recuerda que “la liberalización total equivale a la organización de una pelea entre el campeón mundial de boxeo Mike Tyson y un desnutrido desempleado bengalí. Para decir después al estilo de la OMC que las mismas reglas valen para los dos, que los dos tienen los mismos guantes y que seguramente el mejor ganará. (…) El neoliberalismo en sí es un sistema asesino“.40

La paulatina concentración de los productos de consumo, los procesos de producción, las materias primas y los servicios en manos de unos pocos y la cada vez más precaria situación de la clase trabajadora y agrícola, es la clara evidencia de qué es y para qué sirve el neoliberalismo. Alberto Montero, profesor de Economía Aplicada de la Universidad de Málaga, lo explica así: “Yo creo que el problema actual obedece a que con la liberalización de determinados sectores para favorecer una mayor competencia que redunde en mayores beneficios para el consumidor (fundamentalmente, precios más bajos y mejor servicio), se suele generar el fenómeno opuesto al esperado porque las empresas lo que hacen es, en primer lugar, tratar de expulsar a los competidores más débiles para, una vez controlado el mercado por unas cuantas, esto es, llegados a una situación de oligopolio, repartirse el mercado y fijar precios mediante comportamientos colusorios”.41 En el caso de la citricultura valenciana, se ha visto como la intermediación está en manos de unos pocos y al paso que vamos la tierra y la comercialización también lo estará. Esta es la trampa del libre comercio.

3- La agricultura valenciana es víctima del libre mercado. Dicha doctrina postula la no intervención del estado en la economía. Esto deriva en que el gobierno no gobierna y no puede plasmar las exigencias y soluciones que desde las asociaciones de agricultores se proponen, dejando a éstos a la deriva. No se pueden establecer precios mínimos, ni frenar los oligopolios y abusos de la distribución, ni crear un fondo de crisis, ni limitar la producción y en general, no se puede intervenir hacia una solución integral de la crisis citrícola. Joan Brusca dejó entrever este punto cuando dijo: “Esa reacción popular contrasta con las de las diversas administraciones que no quieren saber nada del asunto de los precios, echando balones fuera y desviando las culpas hacia otras direcciones como si ellos no fueran gestores públicos de la cosa agraria”.42 Cristóbal Aguado, presidente de la Asociación Valenciana de Agricultores, coincidió cuando denunció que: “El sector está planteando importantes propuestas para atajar la crisis, pero todas chocan contra la ineficacia y la dejadez del Ministerio, que parece haber abandonado el sector a su suerte. Tenemos un gobierno que agrícolamente no gobierna, sin rumbo, que no atiende a las peticiones de los agricultores y que, por el contrario, va a su bola conformándose con lo que la Comisión Europea le pone delante y pensando en hipotéticas reflexiones globales cuando el campo necesita desesperadamente unas soluciones eficaces y urgentes”.43

4-El concepto de libre mercado sitúa en tela de juicio el concepto de democracia. Por ejemplo, al preguntarle a Josep Puxeu sobre controles en la producción para evitar la sobreoferta, él negó esa posibilidad amparándose en la liberalización económica emprendida en el seno de la UE. La conclusión es clara: el pueblo es abandonado, la democracia se desvirtúa, el mercado se antepone a un demos sin cracia. Atilio Borón, profesor de Teoría Política y Social de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires y ex secretario ejecutivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, afirma: “…el debilitamiento de los estados nacionales facilitado, por un lado, por la extinción práctica de la idea de nación -supuestamente subsumida bajo la corriente "civilizatoria" de la globalización- y, por el otro, por el imperio de las políticas "orientadas hacia el mercado" culmina en la degradación de la nación al rango de un mercado. Además, lo anterior significa aceptar (…) que los hombres y las mujeres de la democracia son despojados de su dignidad ciudadana y se convierten en instrumentos, en simples medios, al servicio de los negocios de las empresas”.44 Sin embargo, esa libertad de mercado que acaba con el sustento de miles de personas, no se aplica a todos por igual.45 Recientemente, Estados Unidos estudiaba la mayor intervención estatal de la historia por un monto de 700 mil millones de dólares, a fin de para salvar el sistema financiero. Por las mismas fechas, en una muestra de cinismo sin parangón, la patronal española pedía al gobierno “un paréntesis en el libre comercio”. Es decir, no quieren intervencionismo para que no se obstaculicen sus negocios, pero cuando lo revientan todo tiene que ir “papá estado” para apagar el fuego con dinero público. Privatizando los beneficios y socializando las pérdidas.

5- En otras partes el neoliberalismo también ha devastado la agricultura. En América Latina, el principal problema con los tratados de libre comercio y demás acuerdos neoliberales estriba en la reducción de los aranceles en algunos productos, que ha permitido la importación de los excedentes subvencionados desde Estados Unidos a unos precios más competitivos. Además los gobiernos han ido abandonando a los agricultores a su suerte, de manera similar a lo acaecido con los citricultores valencianos. Esto ha producido el desplazamiento de la producción local y la consecuente ruina de millones de personas. Según datos de Hernán Pérez Zapata,46 Colombia antes podía auto abastecerse de su propio trigo hasta que el estadounidense fue invadiendo sus mercados. En 1966 el país sudamericano producía 160 mil toneladas e importaba 120 mil. En 1990 cultivaba 20 mil e importaba 1.200.000. En el 2004, la importación superó 1.800.000 toneladas. En el maíz, de 1990 a 2002, el país pasó de importar 20 mil toneladas a 1.800.000.47 Cabe recordar que el maíz, el trigo y el arroz representan el 60% de la alimentación mundial y en algunas sociedades son la base nutricional de la ciudadanía. Si además tenemos en cuenta que de la agricultura depende el 75% de la población en China, el 77% en Kenia, el 67% en la India o el 82% en Senegal; se puede observar perfectamente que esta serie de medidas económicas pueden arrastrar a la miseria, hambre y ruina a cientos de millones de personas.48 En México, la Confederación Nacional Campesina denuncia que a diez años del Tratado de Libre Comercio entre EU, Canadá y México (NAFTA) “…sólo quedan 5.200 productores de arroz en todo el país, cuando hace una década eran casi 30 mil, y si antes se sembraban unas 250 mil hectáreas, la superficie actual apenas llega a 70 mil”.49 Y en ese mismo país “investigadores de varias universidades mexicanas como Alma Ayala Garay aseguran que aproximadamente emigran al año 40 mil habitantes de las zonas rurales y de esos, muchos se dedicaban a los cultivos de frijol y maíz”.50

6- Hay que acabar con mitos y estereotipos tales como “agricultores del Sur” y “agricultores del Norte”. Más adecuado sería distinguir entre pequeños y grandes agricultores, o simplemente entre ricos y pobres. Vía Campesina lo dice bien claro: “…el verdadero conflicto -en torno a los alimentos, la agricultura, la pesca, las fuentes de trabajo, el medio ambiente y el acceso a los recursos- no es entre el Norte y el Sur, sino entre ricos y pobres. Es un conflicto que gira en torno a los diferentes modelos de producción agrícola y desarrollo rural, un conflicto que está presente tanto en el Norte como en el Sur. Es un conflicto entre la agricultura industrializada centralizada, controlada por las corporaciones y orientada hacia las exportaciones, por un lado, y la producción campesina y familiar sustentable y descentralizada principalmente destinada a los mercados nacionales, por otro”.51

¿Acaso se benefician los pequeños agricultores marroquíes de la exportación citrícola? Se ha visto que no y es más, salen perjudicados como indica Aakik Driss, secretario general del Sindicato de Campesinos de Aoulouz (provincia de Taroudant): “El régimen marroquí defiende siempre los intereses de los compradores y de los grandes propietarios en la llanura de Souss, quienes, tras arrancar los arganes [un árbol de la familia de la encina que da un fruto jugoso, similar a la aceituna, del que se extrae un aceite muy apreciado, nota de Prensa Rural], ocuparon las tierras colectivas de los campesinos pobres en la zona. Todo ello para implantar campos de hortalizas y cítricos, o lo que es lo mismo, para impulsar una agricultura capitalista destinada a la exportación hacia Europa. El embalse se construyó con el sudor y la sangre de los campesinos pobres de Ouzioua que perdieron sus tierras, su único medio de subsistencia, a cambio de indemnizaciones ridículas…”52 En la otra banda tenemos la citricultura valenciana, que aún hoy aunque cada vez menos, está conformada por miles de minifundistas. Unos pocos viven de sus cosechas y el resto tienen otros trabajos, aunque oxigenan con la tierra la cada vez más apretada economía familiar. Muchos cultivan en sus parcelas otros alimentos para consumo doméstico. ¿Quién sale perdiendo en esta coyuntura? Sin duda alguna, minifundistas y campesinos valencianos y marroquíes.

7- Esta división geográfica errónea desemboca en un segundo mito que convendría revisar, defendido incluso por algunas ONG. Me refiero a la petición de eliminación de los aranceles en el Norte. Si tenemos en cuenta que la mayoría de agricultores del Sur practican agricultura de subsistencia, venden en mercados locales o tienen que tratar con intermediarios ¿Les beneficia en realidad que los aranceles del Norte se desarmen? ¿Este hecho no sería un nuevo espaldarazo a la agroexportación en detrimento de la soberanía alimentaria? ¿Cómo se puede combatir la injusticia liberalizadora con más liberalización? ¿Acaso olvidan que en el Norte también hay pequeños agricultores y en el Sur grandes terratenientes y transnacionales agroexportadoras con poder y voracidad? Que se lo pregunten al matrimonio de los Kirchner, que durante años criaron a cuervos sojeros que ahora les están sacando los ojos. Y también que se lo pregunten a los pequeños campesinos que son expulsados de sus tierras por la avaricia de unos pocos. También a los bosques que ven avanzar imparablemente la frontera agrícola. Gustavo Duch, director de Veterinarios Sin Fronteras, dice al respecto que “es preocupante la defensa que desde algunos medios de comunicación y de algunas ONG de desarrollo se hace del comercio internacional situándolo como herramienta casi mágica para asegurar el desarrollo. Y desde esos discursos de lucha contra la pobreza se defiende el papel de la OMC (se anima a los gobiernos a participar en las cumbres) si es que acepta introducir medidas regulatorias; o se criminalizan las políticas arancelarias que pueden proteger a los pequeños campesinos frente a la dura competencia de los agronegocios. En las políticas agrarias el comercio internacional no puede figurar como prioridad. Así lo defienden las familias campesinas integradas en la Vía Campesina, y los hechos lo demuestran. Los beneficios de la exportación del azúcar antaño o de la soja ahora nunca rebosan hacia los pequeños productores”.53

En julio de 2004 pude asistir al IV Foro Mesoamericano por la Diversidad Biológica y Cultural, celebrado en el municipio salvadoreño de Carolina. Durante varios días pude entrevistar a agricultores y expertos de varios países americanos diferentes. Les pregunté sobre los problemas que ellos enfrentaban u observaban. Juan Rojas, del Instituto de Permacultura de El Salvador, destacaba la importación de productos subsidiados y las pésimas políticas gubernamentales. Macario Santizo, maya quiché guatemalteco, mencionaba cómo existe una concentración de las tierras fértiles mientras que el campesino pobre tiene las peores. Santizo apuntaba también a la entrada de agroquímicos y sus plagas, así como al cambio en los patrones climatológicos consecuencia directa del cambio climático. La mayoría de estos campesinos no disponen de sistemas de regadío y dependen de la lluvia. Ellos han constatado distorsiones en las fechas de las estaciones lluviosas y también han sido víctimas de violentos temporales.

Artemio Aguilar y Romi Palacios, técnicos agrícolas guatemaltecos que trabajan con agricultores pobres, resaltaron también los problemas climatológicos, la dependencia hacia los insumos derivados de la revolución verde y la inexistencia de financiamiento. Sobre el modelo agroexportador reinante señalaron que “te han impuesto los precios, la demanda, los volúmenes de compra, etc.”. Es muy curioso cómo señalaban un problema que, alucinantemente, es el mismo que padecen los citricultores valencianos: el intermediario. Dicen de él que “es una figura bien conocida y nosotros lo denominamos de otra manera: El coyote. El que tiene menos riesgos en la inversión y el que más gana es el intermediario”. Generalmente el coyote se aprovecha de que el agricultor no tiene vías de comunicación, transporte para sus productos y un mercado seguro (posiblemente indefenso ante las importaciones subsidiadas). La incertidumbre generada por estos factores obliga al campesino a vender de cualquier manera al coyote, que ofrece transporte y salida al producto. Algunas veces de un intermediario local que transporta la cosecha, se pasa a uno regional que la procesa y luego a otro nacional que la exporta. El agricultor, al igual que en Valencia, paga caro el paso por esta cadena pues el coyote se acaba embolsando entre el 50 y el 75% del valor final.

Cesar Morales es mexicano, concretamente de Chiapas. Cuando lo entrevistaba era miembro de un comité cívico de carácter local que tenía vínculos con el campesinado. Morales coincidió con sus compañeros al señalar problemas como la inexistencia de políticas públicas. No existen subsidios ni créditos, solamente para amigos y conocidos de personas bien ubicadas en el poder. Hasta las instituciones que apoyaban a campesinos se han desmantelado. También subrayó los factores meteorológicos asociados al cambio climático, que no son solventados con el regadío porque por regla general no existe. Morales criticó fuertemente los tratados neoliberales que impiden el financiamiento público y desarman los aranceles permitiendo la entrada de productos subsidiados. También porque privatizan los recursos (biopiratería). Finalmente habló del intermediario con escepticismo: “El famoso coyote, donde quiera existe”.

Con las declaraciones de Teófilo Martínez, del Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras (COPINH), se fue conformando un patrón al señalar prácticamente lo mismo que sus compañeros. Reprochó duramente el neoliberalismo especialmente las importaciones subsidiadas, al intermediario y la indiferencia gubernamental. La palabras de Lorenza Pichinte, campesina salvadoreña, aportaron una nueva dimensión al mencionar ciertos problemas estructurales como la pobreza, el analfabetismo, la doble carga laboral para la mujer campesina, etc. Sin lugar a dudas estos factores son un lastre molesto para el agricultor pobre. Mencionó por ejemplo que frecuentemente los padres de las comunidades tienen que pagar materiales de educación básicos como pupitres o pizarras. Si a esta realidad se le añade los problemas y dificultades que se han ido desgranando, el cuadro final es dramático.

Regresando al presente, en agosto de 2008, Vía Campesina realizó un llamamiento porque líderes de la organización en Honduras estaban siendo hostigados. Así mismo son conocidas las presiones y expulsiones por la fuerza de campesinos en Paraguay, Argentina, Brasil, etc. Estos desalojos, extorsiones, presiones, secuestros e incluso asesinatos, son constantes en muchos países del mundo, pero sin embargo son desconocidos por la opinión pública. Ciertas transnacionales de la solidaridad que se jactan de defender los derechos humanos, miran a otro lado y centran sus pomposas campañas en países como China, Irán, Venezuela o Cuba, ya que su producto solidario es más vendible para la ciudadanía primermundista que en el fondo es quién paga la cuota de socio o apadrina niños.

Por lo tanto y resumiendo: A- Suprimir los aranceles del Norte supondría un impulso al agronegocio que en el Sur también está controlado por grandes propietarios, coyotes y transnacionales. Este hecho alimentaría la avaricia del terrateniente por apoderarse a la fuerza de más tierra, impulsaría la agroexportación y sería un obstáculo para la soberanía alimentaria. B- La propiedad de la tierra y su consiguiente reforma agraria, la integridad de los campesinos, la ortodoxia neoliberal, el intermediario y los agroexportadores, el cambio climático, el efecto tóxico y alienante de ciertos insumos, el financiamiento, las políticas públicas, la pobreza, la protección de productos estratégicos mediante aranceles, etc. son sin duda alguna cuestiones más perentorias que la supresión de aranceles en el Norte.

8- El problema que se aborda, como se ha visto, tiene unos orígenes políticos y comerciales. Por lo tanto sus soluciones tienen que partir desde esos ámbitos. Intentar suplir la injusticia del comercio con la tecnología es una decisión irresponsable, falaz y que posiblemente busque o al menos logre el efecto contrario. El Instituto Valenciano de Investigaciones Agrarias intentó diseñar un robot para recolectar naranjas.54 Esta tecnología generaría desempleo y sólo se la podrían permitir unos pocos, con lo que se puede vislumbrar hacía qué intereses dirigen los políticos los fondos públicos. Los transgénicos son otro ejemplo. Profetizar con que pueden ser la solución al hambre y los problemas de los campesinos del mundo resulta una afirmación engañosa, tendenciosa y malintencionada. Según el Servicio de Estadística Agrícola Nacional de Estados Unidos, entre los años 1997 y 2002 dicho país perdió más de 85 mil explotaciones agrícolas.55 Argentina, en 1988 albergaba 421.221 explotaciones y pasó a 333.533 en 2002, según los Censos Nacionales Agropecuarios elaborados por el Instituto Nacional de Estadística y Censos de la República.56 Ambos países, en 2002 sumaban el 85% de la superficie de cultivos transgénicos del mundo y, como se observa, dicha tecnología no evitó el abandono de la tierra.

Existe otro matiz que me gustaría comentar relacionado con ciertas tecnologías como los transgénicos. Antes se apuntaban los testimonios de campesinos centroamericanos. Entre otras cosas reconocían que muchos agricultores carecen de transporte básico y en muchos casos sus tierras están mal comunicadas lo que dificulta la salida de sus cosechas. En Jalapa, zona montañosa del norte de Nicaragua, pude ver como se cargaba el techo y el pasillo de un autobús con sacos de frijoles. En otros muchos casos, las cosechas dependen de unas lluvias que ya no llegan con la misma puntualidad que antes y frente a esto no existen sistemas de regadío. Por el contrario, en el País Valenciano aún se siguen utilizando canalizaciones y acequias que construyeron los árabes hace unos ocho o nueve siglos.

Es muy curioso, y a la vez sospechoso, que se presente una tecnología de última generación como los transgénicos como una herramienta al hambre y la pobreza, a unos campesinos que carecen de tecnologías o infraestructuras decimonónicas que en otros lugares hace siglos que existen. Dicho de otra manera, es extraño que a un campesino se le quiera embaucar en paquetes tecnológicos y “semillas milagrosas” propiedad de empresas transnacionales, cuando no dispone de una mísera carretera por la que poder transportar su “cosecha milagrosa”. ¿No da la sensación de que alguien quiere construir la casa por el tejado? ¿O será que ciertas tecnologías se crearon para perpetuar el actual modelo y beneficiar a unos pocos? Además, desde organismos multilaterales y desde el politiquismo corrupto se ensalzan las propiedades sobrehumanas de estas semillas, mientras propugnan e implantan ajustes fiscales que asfixian a países e impiden que éstos puedan ayudar a sus campesinos e invertir en agricultura y en infraestructuras básicas, públicas, elementales y sobre todo estratégicas y necesarias para el desarrollo. ¿No son paradójicos y contraproducentes estos hechos?

9-Como conclusión final, tanto en el Norte como en el Sur los agricultores tradicionales están en peligro de extinción. Ni los unos ni los otros se benefician de la actual situación y es infructuosa la distinción por razón geográfica. Más bien es urgente la cohesión y cooperación a nivel mundial para señalar claramente el problema y exigir a las autoridades soluciones políticas reales, cuyo eje principal sería excluir a la agricultura de la ortodoxia liberal. Canalizar dicha lucha será tarea de las organizaciones agrarias y ante la falta de voluntad política habría que plantearse de una vez por todas medidas de presión más fuertes que además fueran coordinadas e implementadas por las diversas organizaciones agrarias del mundo. No hacerlo supondría escurrir el bulto y plegarse ante el fundamentalismo del mercado.

Epílogo: la crisis de alimentos de 2008 deja a cada uno en su sitio

En más de 40 países del mundo se estuvieron produciendo altercados ante el aumento vertiginoso en los precios de los alimentos. Según la Unión Internacional de Trabajadores de la Alimentación (UITA), los alimentos a nivel mundial subieron un 90%, se duplicó el valor del trigo en un año y otros granos y alimentos básicos sufrieron espectaculares aumentos. El propio Fondo Monetario Internacional (FMI) augura cien millones de posibles hambrientos.57

Sin duda alguna, el modelo hace agua por todas partes y se empieza a ver la verdadera cara de esa libertad de mercado que prometía mejores precios y bienestar. Se atribuye la crisis a la suma de varios factores, aunque varía la importancia que cada autor le confiere a un factor u otro. La subida del precio del petróleo sería una causa importante en algunos lugares del mundo, pero por ejemplo en Europa dicho incremento se debería contrarrestar parcialmente con un euro cada vez más potente. Además tampoco explicaría los vertiginosos aumentos acaecidos en un periodo de tiempo reducido. Otras causas puestas en el tapete han sido las malas cosechas en algunos puntos del globo motivadas por sequías y temporales consecuencia del cambio climático. Sin embargo UITA resta importancia arguyendo por ejemplo que la mala cosecha de granos en Australia “…no ha agregado más del 1,5% al precio mundial del trigo”.58 El aumento en el consumo de carne y leche en países como India y China también se señala como motivo del incremento. Pero para UITA este hecho no justifica la crisis por cuanto “…la demanda creciente de proteínas de origen animal ha sido constante y no explosiva. No puede explicar el incremento del 31% en el precio del arroz que ocurrió apenas en los últimos días de marzo o el incremento del 400% en el precio de las tortillas mexicanas”.

Hay dos factores que sí suman más consensos: por una parte la especulación en el mercado alimentario, y por otra parte, el cambio del rol de la tierra impuesto desde la óptica liberal que microniza la seguridad alimentaria en beneficio del agronegocio. O sea, la tierra ya no debe parir alimentos, sino aquello que sea más rentable ¿Y qué es aquello más rentable? Pues paradójicamente productos que acaban en el Primer Mundo. Tres casos destacaré.

Primero, los agrocombustibles (mal llamados biocombustibles). Desde hace años, miles de organizaciones agrarias, ecologistas, ONG, etc. han advertido que la transferencia de alimentos del estómago al depósito del coche iba a elevar el precio de la comida. Los países del Norte bien saben que para llegar a los objetivos de producción de agrocombustibles que ellos mismos se han establecido, necesitan inexorablemente los campos y las tierras del Sur, lo que significa una reducción de la superficie para alimentos. El arrollador aumento del valor del maíz en México a principios de 2007, fue simplemente un aviso de lo que estaba por venir.

Después no ha existido debate, la propaganda oficial ha ensalzado las discutidas propiedades ecológicas de los agrocombustibles y los medios de comunicación de masas, una vez más, han silenciado las voces disidentes y han sido parciales en su información. En países como España, el gobierno de seudoizquierdas de Rodríguez Zapatero permite situaciones deplorables como que la que sufren los citricultores tradicionales valencianos, mientras subvenciona y patrocina a bombo y platillo el cultivo de agrocombustibles. El mensaje es tan claro como desolador: “Sr. agricultor, si quiere vivir de la tierra deje de producir alimentos y cultive gasolina”.

Ahora, los avisos que las organizaciones de la sociedad civil proclamaban años atrás, son refrendados hasta por reverendos del libre mercado como el presidente del Banco Mundial Robert Zoellick u organizaciones como la OCDE o el FMI. El ex relator especial de la ONU para el derecho a la alimentación, Jean Ziegler, llegó a afirmar que “es un crimen de lesa humanidad quemar alimentos para generar agrocombustibles”.59

Sin embargo, la seguridad alimentaria no se ha visto afectada únicamente por el cultivo de agrocombustibles. De la tierra donde antes brotaban alimentos ahora también lo hacen cultivos destinados a forraje para las granjas del Primer Mundo. Antes Argentina era conocida como el granero del mundo, ahora peyorativamente se le denomina “republiqueta sojera” porque con datos de febrero de 2008, más de la mitad de la superficie cultivable del país alberga soja que en un 95% es exportada.60 Es el primer país del mundo en exportación de harina y aceites de soja, primero en girasol, segundo en maíz, tercero en soja y cuarto en trigo.61 Este modelo agroexportador ha generado una entrada de divisas pero, ¿cómo ha repercutido en la sociedad?

Según datos del Informe Sobre Desarrollo Humano 2007-2008 del PNUD, Argentina tenía menos del 2,5% de población desnutrida entre los años 1990-1992 y ascendió al 3% entre 2002-2004,62 debido a la fuerte crisis de finales de 2001. Si bien datos más recientes reducen el porcentaje de desnutrición, numerosas organizaciones como la Central de Trabajadores de la Argentina o el Movimiento Nacional de los Chicos del Pueblo, desconfían de las cifras oficiales y afirman que siguen muriendo personas de hambre (sobre todo indígenas).63 En los últimos años y según los diversos informes “Panorama Social” que anualmente edita la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), Venezuela y Argentina fueron los países en América que más disminuyeron la pobreza.64 En el año 1999, el 23,7% de los argentinos era pobre. Dicha cifra se duplicó en 2002 por la espectacular crisis, para luego bajar de nuevo al 26% en 2005 y al 21% en 2006. Sin embargo, diversos analistas entrevistados por la agencia IPS indicaron que durante el año 2008 la tendencia se podría revertir por el alza de los precios de los alimentos. Para finales de año la pobreza podría escalar a un preocupante 30% y el sector indigente podría tener más dificultades para adquirir alimentos que en la crisis de 2001-2002. La inflación en el último año, calculada por estos expertos, es tres veces mayor a la publicada por el gobierno, es de las más elevadas del continente y está fuertemente influenciada por el alza de los alimentos.65 Teniendo en cuenta estos datos, ¿a quién beneficia que Argentina sea el primer exportador a nivel mundial de girasol, segundo de maíz, tercero de soja y cuarto de trigo?

GRAIN advierte que en los países del Sur “…las tierras fértiles fueron reconvertidas de la producción de alimentos para abastecimiento de un mercado local a la producción de commodities mundiales para la exportación o cultivos de contraestación y de alto valor para abastecer los supermercados occidentales. Si las cosechas se destinaran para los estómagos, posiblemente se podría alimentar al doble de la población mundial. El problema es que un porcentaje muy elevado se desvía hacia los caprichos del Norte. El estado español por ejemplo, importa un 66% más de alimentos que hace diez años y muchos de ellos podrían producirse localmente”.66 Esta metamorfosis del campo y la supremacía del agronegocio, presionan los precios de los alimentos y como informa GRAIN: “Hoy, aproximadamente el 70% de los llamados países en desarrollo son importadores netos de alimentos. Y de las 845 millones de personas con hambre en el mundo, 80% son pequeños agricultores y agricultoras”.67 Según la FAO, en el último año los países pobres gastaron un 40% más de dinero en importar alimentos. Respecto a 2000 dicho gasto podría multiplicarse por cuatro.68 El no cultivar alimentos y el paulatino exterminio de la agricultura tradicional sitúa en riesgo de hambre a muchas personas. ¿A quién ha beneficiado la transformación de la tierra de los países del Sur en factorías y huertos del Primer Mundo?

Sobre la especulación en el mercado agrícola, la organización GRAIN cita una fuente que estima que el dinero especulativo en alimentos creció de los cinco mil millones de dólares en 2000 a los 175 mil en 2007. Según esta misma organización, unas pocas transnacionales de granos, semillas, agroexportadoras, productos agroquímicos, así como grandes cadenas de supermercados, lograron el año pasado y siguen generando ahora extraordinarios beneficios gracias a que conforman oligopolios y controlan toda la cadena productiva.69 Detenerse a pensar fríamente es espeluznante, pues no se llega a entender cómo existen personas que están dispuestas a enriquecerse a cambio de hambre. Tampoco se entiende por qué la clase política no interviene los mercados para frenar esta práctica terrorista. Con estos datos se vislumbra quién se beneficia y quién sale perjudicado gracias a la sacrosanta y falsa libertad de mercado. Además el patrón se repite en otros sectores de la economía. Los precios del petróleo y de la vivienda están por las nubes mientras grandes multinacionales petroleras y constructoras se hacen multimillonarias.

Durante este trabajo se ha hablado varias veces de la figura del intermediario. Sería injusto dejar fuera del mismo la figura de las multinacionales agroexportadoras, que en el fondo son grandes intermediarios que, o bien tienen sus fincas en el Sur, o bien acaban comprando la producción local para luego exportarla. Algunas de sus prácticas pueden conocerse en mi libro “El parque de las hamacas”, que analiza el caso de miles de personas enfermas por el contacto con el peligroso agroquímico DBCP, que tuvo lugar en las fincas bananeras de América Latina durante los años 70. Muchas de estas empresas fueron responsables de que a muchos países se les denominara peyorativamente “repúblicas bananeras”, pues eran gobernados por ellas y sus intereses. Dichas compañías protagonizaron matanzas, golpes de estado y en fechas recientes alguna fue condenada por traficar con armas. La UITA o la Coordinadora de Sindicatos Bananeros de América Latina (COLSIBA), tienen documentados infinidad de informes y denuncias por las prácticas de las agroexportadoras.

En algunos cultivos como el propio banano, unas pocas transnacionales manejan casi todo el pastel del comercio mundial de dicha fruta. Esto les confiere una posición de privilegio que no dudan en explotar. Han sido señaladas por comprar a precios bajísimos a productores locales, y en sus fincas o en aquellas que les venden la producción, la animadversión por los sindicatos alcanza cotas esquizofrénicas.

Regresando a la crisis de los precios, otro factor influyente viene dado por la dependencia a los fertilizantes y productos químicos que están acaparados por unas pocas empresas, lo que ha derivado en aumentos espectaculares en sus precios de venta. Según ejecutivos de Bayer y Monsanto, los fertilizantes suponen el 35% de los costos de producción y en un año el valor de éstos se ha duplicado.70 En México, desde la desnacionalización de la industria petrolera no se fabrican fertilizantes. Ahora son suministrados por multinacionales y el precio se multiplicó por seis en dos años.71 Este hecho también ha contribuido a la subida de los precios de los alimentos y junto al peligro para las personas (como queda patente con el caso del DBCP), el medio ambiente y la extrema dependencia al petróleo de los agroquímicos, plantea la necesidad urgente de fomentar y dirigir recursos hacia una agricultura ecológica, local y a pequeña escala.

A estas causas se podría añadir otra desgranada en este trabajo: la desaparición en las últimas décadas de millones de agricultores y la consecuente concentración de la tierra y el agronegocio en manos de un oligopolio que establece las condiciones y especula. O dicho de otra manera, el cambio de paradigma que el neoliberalismo ha introducido en la agricultura: de la tradicional donde millones de pequeños agricultores cultivaban para comer y trabajar, de una manera más respetuosa con el medio ambiente, conservando variedades autóctonas, fomentando los tejidos rurales, enriqueciendo la diversidad cultural, participando en el desarrollo de sus comarcas, generando puestos de trabajo y contribuyendo a la seguridad alimentaria en sus territorios; se ha pasado y se fomenta la agricultura donde la premisa única y fundamental es el negocio, la concentración y la acumulación paranoica del capital. Para ello se ha fomentado el agronegocio industrial desde organismos multilaterales y gobiernos cipayos. Los créditos a pequeños agricultores se han ralentizado o congelado, se ha tolerado que fueran expulsados de su tierra y que sus cosechas naufragaran ante la producción externa. Se engatusó a los países del Sur para que abandonaran el cultivo de alimentos en favor de unos agrocombustibles y commodities que generarían ingresos para importar la comida. La inversión pública en agricultura de estas naciones adelgazó considerablemente. Según Jacques Diouf, director general de la FAO, “…la ayuda otorgada a la agricultura en el ámbito del desarrollo pasó de ocho mil millones de dólares (usando como base el año 2004) en 1984 a 3.400 millones de dólares en 2004, (…) En porcentaje, durante el mismo período, disminuyó la proporción de la ayuda pública al desarrollo correspondiente a la agricultura, que pasó del 17% en 1980 al 3% en 2006. En los presupuestos de las instituciones financieras internacionales se registró una drástica reducción de los fondos destinados a las actividades que constituyen el principal medio de vida del 70% de los pobres del mundo. En un caso revelador, el porcentaje de la cartera de préstamos asignado a la agricultura por una institución pasó del 33% en 1979 al 1% en 2007”.72

Ante semejante caos, en lugares como Europa las autoridades derrochan grandes sumas de dinero público subvencionando a grandes terratenientes, aristócratas, monarcas, etc. Apuestan ciega e incondicionalmente por tecnologías como los transgénicos, que en un pasado fueron publicitados como una especie de criaturas divinas y milagrosas. Amigos de la Tierra ha publicado recientemente un interesante informe donde se descubre el buen rollo existente entre altos cargos de la Comisión Europea y EuropaBio (lobby de la biotecnología). Este curioso compadreo no dispersa los nubarrones de la actual crisis alimentaria y ofrece una explicación más convincente al fanatismo biotecnológico de las autoridades europeas.73

Por el momento, se han escuchado dos propuestas para frenar la crisis. Una se podría definir como un “peligroso parche caritativo” de urgencia consistente en aumentar el dinero que se destina a la compra de alimentos a través del Programa Mundial de Alimentos. Decir que con una gran parte de ese dinero se compra los excedentes de granos generados en EU para llevarlos a los países necesitados. En algunos casos se ha denunciado que esa comida llega a los mercados desplazando la producción local. Además hay un razonamiento que salta a la vista: Lo más lógico sería comprar esa comida en el mismo país donde va a ser consumida o en países cercanos, y no comprar la sobreproducción estadounidense fruto de políticas proteccionistas que los integristas del mercado prohíben tajantemente en el Sur.

La segunda medida es el anuncio de que debe aumentar la superficie agrícola para producir más alimentos, lo cual no tiene mucho sentido si tenemos en cuenta que supuestamente hay cultivos para alimentar a 12 mil millones de personas. Además si se eleva dicha superficie la frontera agrícola avanzará sacrificando bosques y selvas. Es decir, se cultiva agrogasolina para supuestamente reducir las emisiones de CO2 pero se encarece el precio de los alimentos; para frenar el incremento se aconseja aumentar la superficie de cultivo, pero esto redundará en un avance de la frontera agrícola y los bosques talados para cultivar dejarán de absorber CO2 y el carbono fijado en su interior regresará a la atmósfera. He aquí un caso típico donde una muy buena pescadilla se muerde terca y ferozmente la cola.

En Europa, a finales de mayo, las autoridades revisaron la Política Agraria Común (PAC) en busca de soluciones a las crisis. El rechazo fue evidente por parte de algunas organizaciones agrarias. COAG advirtió que este “chequeo médico”: “…sigue en la línea del desmantelamiento de la única política común de los 27, profundizando en las principales medidas que sirvieron de base en la reforma de la PAC de 2003: liberalización, desregulación, desacoplamiento de las ayudas (no ligadas a la producción) y recortes de los apoyos para el sector agrario. La experiencia ha hecho visibles las negativas consecuencias que este patrón está teniendo para agricultores y consumidores: el precio de los productos básicos se ha disparado, provocando problemas de acceso a los alimentos para la mayoría de la población. Al mismo tiempo, los agricultores y ganaderos reciben precios que no les permiten cubrir los costes de producción (que en el último año han subido de medio más de un 60%), de ahí que muchos estén abandonando una actividad que es fundamental para el mantenimiento de nuestros pueblos”.74

El resentimiento también se hizo patente tras la Cumbre de la FAO en Roma, celebrada a inicios de junio. Las organizaciones sociales que realizaron su propio foro, Terra Preta, se mostraron fuertemente decepcionadas tras los acuerdos conseguidos por los “representantes de los pueblos”. Algunas afirmaciones de éstas fueron: “La declaración final no llenará ningún plato. Las recomendaciones de más liberalización provocarán más violaciones del derecho a la alimentación”. “Los reclamos de los movimientos sociales de más protección y apoyo a los productores en pequeña escala sostenibles, de reforma agraria y de medidas concretas contra la especulación financiera, han sido totalmente ignorados por los gobiernos”. “Es una gran decepción que los gobiernos todavía no reconozcan que la crisis actual es resultado de décadas de ajuste estructural que ha violado sistemáticamente el derecho a la alimentación”. “Es una vergüenza que algunos gobiernos no impidan a las compañías internacionales procesadoras de semillas, granos y alimentos aprovechar la crisis alimentaria para aumentar sus beneficios”.75

¿Y que se podía esperar de la cumbre del G-8 celebrada en el mes de julio en Japón? Pues más de lo mismo, pero como espectacular guinda a este bochornoso espectáculo, varios agricultores coreanos de Vía Campesina que habían viajado a Japón, fueron detenidos, deportados y señalados como posibles perturbadores de la cumbre.76

Nadie con poder se plantea hasta el momento lo que miles de organizaciones reclaman desde hace años: que no se apliquen los criterios neoliberales que desplazan al agricultor, concentran la oferta, favorecen la exportación y desatienden el cultivo de alimentos. Es necesario para frenar situaciones como las que se viven en la actualidad que las autoridades intervengan para garantizar la seguridad y la soberanía alimentaria de los pueblos. Vía Campesina lo dice así: “La crisis actual pone de manifiesto que no se puede jugar con la alimentación y que la regulación de los mercados tanto a nivel internacional como a nivel europeo es indispensable para la seguridad alimentaria de las poblaciones”.77 COAG va en la misma línea: “La UE debe cambiar su política neoliberalizadora radical de abandono de la regulación de mercados y debe reinstaurar los mecanismos que eviten la fluctuación de los mercados agrícolas y garanticen unos precios a los agricultores que superen sus costes de producción”.78

Esta crisis de la alimentación y sus causas no son coyunturales sino claramente estructurales. Este modelo agrícola en particular y de desarrollo en general está agotado. Tengan en cuenta que será muy complicado que el año que viene el petróleo se abarate, que cambien los patrones de consumo, que cesen los temporales y sequías consecuencia del cambio climático, que se impulse la seguridad alimentaria en detrimento del agronegocio y que los inversores dejen de enriquecerse a cambio de hambre y miseria. Por lo tanto, es hora de que los estados intervengan para dar soluciones positivas y efectivas que redunden favorablemente en los consumidores, agricultores, ganaderos, pescadores, etc. Y si los estados no adoptan estas medidas, las organizaciones sociales, especialmente las agrícolas, deberían pensar seriamente tomar las calles y las carreteras porque desgraciadamente, en las democracias burguesas esta medicina es la única que entiende la corruptela del poder.

Algunos/as, los y las políticamente correctos, ya estarán pensando que soy un radical. Para mí que tienen la escala de valores un poco oxidada. Para mí radical es un mundo donde cientos de millones de personas sufren la zozobra del hambre porque unos cuantos agroterroristas quieren acaparar más poder y capital. Donde se despoja al campesino, se le expulsa de la tierra o se le sumerge en huracanes doctrinarios que no comprende. Para mí eso sí que es radical, pero, allá cada uno con sus principios.