¿Son las FARC – EP un actor político?
Reflexiones a propósito del capítulo homónimo del docente e investigador Francisco Javier Toloza y del debate nacional contemporáneo.
/ Lunes 16 de febrero de 2015
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Trabajador Social – Universidad Nacional de Colombia. Magíster en Educación – Universidad de Los Andes. Estudiante doctoral en Ciencia Política – Universidad de Los Andes. Investigador Social.
Reflexionar en la actualidad en torno al carácter político de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia – Ejército del Pueblo, - FARC - EP - se reviste de trascendental importancia a la hora de trazar matrices de análisis que desmitifiquen el cúmulo de discursos mediatizados y distorsionados que a este respecto se producen a diario por los medios de comunicación de manera acrítica. En este orden de ideas se proponen dos grandes partes para el presente documento. En primera medida una revisión de las principales conclusiones a las que el profesor Toloza llega después de haber realizado una investigación a partir de tres autores clásicos de la teoría política: Carl Schmitt, Max Weber y Karl Marx. Posteriormente se plantearán algunos elementos de análisis concernientes a la preponderancia de este tipo de propuestas reflexivas en torno a la actual coyuntura de Colombia de cara a la construcción de la Paz con Justicia Social.
1. Elementos centrales del análisis del carácter político de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia – Ejército del Pueblo en la obra de Francisco Toloza [1]
Después de evidenciar de manera clara los elementos centrales de la teoría política de la obra disímil de Weber, Schmitt y Marx que permiten afirmar de manera categórica que las FARC – EP son un actor político, Toloza logra condensar en cinco aspectos centrales elementos de convergencia entre las perspectivas que complementan y fundamentan esta afirmación, a saber: a. La diferenciación entre lo político y lo ético. b. La relación entre lo político y el Estado. c. La relación amigo-enemigo y la dimensión de la construcción de la política a partir de este vínculo. d. La idea de aceptación en lo político de la violencia y, e. La perspectiva de lo político como constructo histórico.
Como primera medida argüir la distinción entre lo político y lo ético se hace necesario para desmitificar la idea de dicho supuesto vínculo entre dos fenómenos de naturaleza distintos. Lo que los autores, en la pluma de Toloza, nos mencionan alude directamente al necesario desmonte del argumento banal referido al plano de lo moralmente deseable en el escenario de lo político. Nada más engañoso y teóricamente incorrecto que asumir dicho supuesto desbordado a todas luches por las “tensiones materiales ajenas al mundo de la ética”. En otras palabras: suponer que lo político debe condensar las aspiraciones morales más loables, termina siendo una ingenua y acomodada lectura a los intereses de quienes encubren sus actos atroces con eufemismos idealistas.
Como segundo elemento clave para darle sentido al compendio argumentativo, Toloza identifica “Lo político en referencia al Estado” como uno de los elementos nodales del análisis respecto al carácter político de las FARC – EP. En este sentido sería importante preguntarse ¿Cómo concebir lo político sin el Estado? ¿En qué dimensiones supraterrenales puede lo político materializarse por fuera del Estado? ¿No se construyen el discurso, las múltiples diversidades y la práctica política en relación directa al Estado ya sea como su antagónico o ya sea como actor protagónico en juego en las sociedades contemporáneas? A este respecto es importante plantear que el “control del Estado y la lucha por éste” se ubica en la contemporaneidad como uno de los rasgos esenciales, no el único, en la identificación precisamente de lo político.
La tercera arista de comprensión de este sistema analítico propuesto por el profesor alude a la idea elaborada por C. Schmitt referida a la concepción de lo político desde la relación amigo-enemigo. Este vínculo indisoluble evidente en las sociedades contemporáneas se erige como precisamente uno de los factores constitutivos de lo que llamamos político. Es precisamente a partir de esa tensa relación entre amigo y enemigo que se fundamenta lo político. Sin ella, su esencia carecería de posibilidades de realización. Por esta razón el argumento teórico expuesto en este punto, posibilita, en última instancia, la instauración de distintos tipos de órdenes sociales y la disputa siempre presente por los intereses de los contrarios. Eso es lo político también: disputa, contradicción, pugna, en última instancia, lucha.
Como uno de los elementos quizás más polémicos, se plantea el carácter violento de lo político como uno de sus elementos constitutivos. De manera clara y como derivado del segundo de los puntos concluidos – referido a “lo político en referencia al Estado” se arguye que es precisamente éste uno de los rasgos característicos del fenómeno político. No existe política allí donde no existe violencia, sería una de las afirmaciones derivadas de este postulado. En este orden de ideas, intentar desvirtuar la lucha armada de un grupo insurgente y beligerante como las FARC –EP como no política (el cual se ha levantado en armas para la toma del poder político del Estado colombiano), bajo el argumento de lo violento de sus acciones, sería precisamente contribuir a la solidez teórica de lo ya planteado. Precisamente esta insurrección armada representa la síntesis de dicho elemento del carácter político.
El último de los argumentos elaborados por Toloza a partir del abordaje teórico y conceptual a la obra de los tres autores ya mencionados alude a la concepción de “Lo político como construcción histórica”. Esta idea está referida de manera directa al supuesto de construcción de lo político a través de un proceso histórico dinámico, siempre en movimiento. Es precisamente la historia aquella partera de lo político. Allí donde se forjan luchas, tensiones, desavenencias, pugnas por el control de la organización del Estado, propuestas programáticas y organizativas para la construcción de un nuevo ordenamiento a lo largo del tiempo, existe lo político. Este carácter histórico de lo político se considera sustancial para enmarcar la totalidad del entramado puesto a disposición con los puntos anteriores. Es precisamente el marco histórico el telón de fondo que permite asumir y comprenden las dimensiones de la política de manera contextualizada pero siempre sustantiva al conflicto, a la disputa por el Estado y su control, más allá de la isla de la ética y la utopía.
2. Reflexiones sobre las implicaciones de asumir a las FARC – EP como un actor político protagónico en el marco del proceso de construcción de paz que atraviesa Colombia.
Como consecuencia lógica de asumir el sólido entramado teórico presentado por el profesor Toloza, a continuación presento algunas ideas intrínsecas a las implicaciones de comprender a las FARC – EP como un actor político protagónico en el actual panorama nacional e internacional.
a. Sobre el necesario desmonte de discursos falaces convertidos en mediocres verdades.
Como punto de partida de este apartado es necesario ubicar en el centro del debate al debate mismo con miras a la desarticulación argumentativa de discursos engañosos que pretenden ser construidos bajo falsas premisas y pésimos supuestos de la teoría política. Así pues, el carácter mismo de lo político, como campo en disputa, debe ser asumido y controvertido con el peso de los argumentos y con el rigor de la lucha cotidiana por el control del Estado, como se ha pretendido demostrar a lo largo de estas páginas. En este sentido, construir paz es llenarse de argumentos tanto teóricos como empíricos que permitan subvertir los mentirosos discursos hegemónicos convertidos en verdades por los títeres dueños de los medios masivos de comunicación.
En Colombia, la ausencia de debates y los fanatismos tendientes a perpetuar intereses de clases dominantes generan estructuras interpretativas de las realidad la mayoría de las veces engañosas. Por eso mismo vale la pena dar un vistazo a los clásicos de la teoría política para profundizar en el debate.
b. Sobre la importancia de mirar a los ojos a la contradicción, al enemigo.
El enemigo siempre va a estar presente. Como se analizó en el apartado anterior la disputa por el control político del Estado estará presente mientras los seres humanos, como especie, no solo diseñemos un metarrelato, sino una metexistencia de nuestras realidades que desvirtúen nuestras condiciones materiales de existencia. Hasta entonces quizás estemos confinados a la confrontación, a la disputa, a la lucha en el campo de lo político. En este orden de ideas las preguntas son simples: ¿No es más sencillo construir una sociedad basada en los intereses generales de la población, en detrimento de los intereses de clase de los detentores del poder económico? ¿No vale la pena construir una democracia deliberativa que no solo respete, sino valore el debate y la diferencia? ¿No es acaso deseable la imposición de la dictadura de la democracia efectiva?
En este punto vale la pena detenerse a desmontar las categorías morales del enemigo. El enemigo no es malo per sé, es contradictor, es antítesis mediante la cual nos realizamos. El espectro de valores sobre la cual fundamentamos nuestro accionar debe ser desmontado. La construcción de paz atraviesa necesariamente por la disposición de distintos mecanismos que garanticen las voces de todos los individuos de una sociedad. Tristemente en Colombia por décadas ha imperado la ley de la antidemocracia.
c. Sobre la refundación del Estado colombiano y la Asamblea Nacional Constituyente. Una mirada fugaz al carácter histórico de lo político.
Preguntarse por el carácter histórico del principio antidemocrático que ha fundado el hasta ahora fallido Estado colombiano se hace trascendental. Una revisión superflua a la historia del país permite rastrear dicho carácter. El asesinato y eliminación sistemática de proyectos políticos divergentes a los conservadores y liberales (hasta el sol de hoy) ha sido una nefasta constante que urge por cambios. ¿A qué le teme el Estado colombiano al permitir surgir a la escena legal a las insurgencias del país? ¿No es acaso el temor a que movimientos telúricos profundos se generen en la escena política de Colombia y arrasen con sus intereses de clase? ¿A qué le teme el establecimiento colombiano al admitir la diferencia, llamada FARC – EP, ELN y EPL, en el panorama político del país en una Asamblea Nacional Constituyente? ¿No son precisamente los actores enriquecidos sobre la base de la pobreza de las inmensas mayorías los que temen a que justamente las gentes del común se organicen, luchen y, por ejemplo, puedan sufragar por otro tipo de Estado que les arranque sus riquezas?
Este tipo de preguntas valen la pena en tanto interpelan aquel pésimo argumento que intenta quitarle el carácter político a las FARC – EP para luchar a toda costa en contra de una Asamblea Nacional Constituyente en la cual se disputen los principios de refundación y reordenamiento del Estado colombiano. Construir paz es necesariamente luchar por la ANC de cara a la disputa por el control del Estado en proyectos unitarios que vinculen distintos tipos de sectores a favor de la democracia y la justicia social.
d. Sobre lo obvio.
Otro de los elementos considerados a partir de las reflexiones planteadas por el profesor Toloza refiere al cruce básico de los cinco elementos propuestos por la teoría política estudiada con la historia de las FARC – EP. Como resultado de ejercicio, el interesado va a obtener un contundente resultado investigativo que aludirá a conceder el carácter político a dicho sujeto colectivo del panorama nacional.
Adicionalmente el susodicho tendrá la posibilidad de hacer un paneo regular de medios de comunicación – entendidos como fuentes secundarias - respecto al actor en mención durante, por ejemplo, los últimos tres años y se dará cuenta que no solo los elementos teóricos mencionados evidencian su carácter político, sino que por el contrario su accionar cotidiano, constante, práctico, permanente por lo largo de más de 50 años confieren de manera categórica a las FARC – EP su dimensión política.
En la actualidad este carácter es concedido no sólo como consecuencia lógica de estar en igualdad de condiciones con el gobierno nacional del Estado colombiano en la mesa de conversaciones que tiene como epicentro de la noticia a la ciudad de La Habana, Cuba, sino que además las FARC – EP son un actor político internacional que logra incluso trastocar las ambiciones y proyectos imperiales de los Estados Unidos de Norteamérica. En este orden de ideas lo obvio sale a relucir como argumento contundente a los constructores y reproductores de narrativas ficticias que buscan a toda costa suprimir el carácter político a esta organización para desplegar el poder militar sobre sus hombres y sobre los intereses del pueblo colombiano que añora parar los más de cien años de balas y soledad.
e. Sobre el derecho a no querer inmortalizar el capitalismo.
Como última reflexión del corpus presentado en este acápite vale la pena mencionar el derecho de los pueblos a no querer inmortalizar un sistema de producción transnacional fundamentado en la explotación de las mayorías so pretexto de los intereses de los detentores históricos de los poderes económico y político. No puede ser un pecado ni un delito construir proyectos democráticos que encarnen la liberación de la especie humana del capitalismo. Es así como las luchas históricas de los pueblos y todos sus actores políticos por la edificación de otros mundos debe ser entendida no solo como justa, sino necesaria en el mundo.
Particularmente en Colombia deberán bastar ya las décadas de sangre e injusticia que imperan en barriadas y veredas; deberán bastar ya las disposiciones de un aparato judicial inservible en contra de los intereses del pueblo colombiano; deberán ser ya asumidos los argumentos y la organización social como mecanismos de tránsito hacia un Estado en Paz y con Justicia Social. Deberá ya el Estado colombiano en su conjunto cesar la historia de estigmatización sobre cualquier tipo de ideología, aceptando que el principio básico de cualquier democracia es el no matar por ideas, el no perpetrar violentamente los proyectos políticos legítimos de los enemigos. Deberá ya el Estado Colombiano asumir el carácter violento que decidió darle a las demandas sociales, convertidas en insurgencias y brindar garantías para la estructuración de unas reglas de juego que permitan valorar y dignificar la disputa por un ordenamiento anticapitalista que ubique en el centro de sus intereses a los seres humanos y no a la plusvalía.
[1] TOLOZA, Francisco. ¿Son las FARC – EP un actor político? Una mirada desde tres clásicos de la teoría política. En: MEDINA, Carlos. FARC – EP. Temas y Problemas nacionales. Universidad Nacional de Colombia. 2008. Págs. 56 – 70.