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Fracasa el plan de tratar de humillar a Cuba
La delegación de Cuba participó donde hubo respeto, pero jamás abandonó su posición de principios ni dialogó con mercenarios
Granma / Sábado 11 de abril de 2015
 

El plan estaba claro desde un inicio. Quienes han lucrado con el odio por más de medio siglo, no podían aceptar la presencia de Cuba en la VII Cumbre de las Américas de Panamá.

Ante la imposibilidad de revertir el hecho de Cuba asistiría a la cita hemisférica como resultado de una demanda colectiva de América Latina y el Caribe, la idea fue utilizar la coyuntura para tratar de humillar a la delegación cubana.

El escenario escogido fue el Foro de la Sociedad Civil, uno de los cuatro eventos paralelos a la Cumbre de Jefes de Estado.

Desde su llegada, los representantes cubanos dejaron sentado que, por una cuestión de principios, no podían legitimar la presencia en el evento de mercenarios al servicio de potencias extranjeras, ni establecer un “diálogo civilizado” con personas que defienden ideas y comparten valores de terroristas confesos como Luis Posada Carriles y Félix Rodríguez Mendigutía, el asesino del Che, presente para colmo en Panamá.

El miércoles, la delegación cubana abandonó la inauguración oficial del evento por respeto a las autoridades panameñas. Recibieron el respaldo de diversas organizaciones sociales de nuestro continente y de organizaciones gremiales y sindicales del país anfitrión.

El jueves, regresaron a la conformación de los grupos de trabajo bajo las mismas condiciones. La contrarrevolución se había instalado en las mesas de Gobernabilidad democrática y Participación ciudadana, pero había dado por perdida la batalla en las de Educación, Salud, Energía, Medio Ambiente y Mi­gración, quizá porque los temas trascendentales del desarrollo de nuestra región nunca han estado en su agenda.

Las dos mesas donde estuvieron presentes los mercenarios se fracturaron y una parte minoritaria los acompañó en su retirada.

Gobernabilidad siguió sesionando y se discutieron las propuestas de las comitivas de Panamá, Venezuela, México, Co­lombia, Ecuador, Nicaragua y Cuba. La de Participación, entretanto, emitió un comunicado con una denuncia clara: “No hubo mesa, hubo denuncia”.

Los contrarrevolucionarios y sus acompañantes hicieron campamento en el sótano del hotel El Panamá para elaborar en secreto sus propias relatorías.
Una de las coordinadoras de la mesa de Gobernabilidad apareció en una foto de una red social bajo un cartel de la USAID, en caso de que alguien tuviera duda de su vinculación con la pantalla que ha utilizado Washington para la subversión en nuestro continente.

La estrategia final

Para el viernes quedó pactado el plenario donde se debatirían los documentos finales que serían presentados a los jefes de Estado y de Gobierno asistentes a la VII Cumbre de las Américas.

Los contrarrevolucionarios se concentraron en la mañana en el interior del lobby del hotel El Panamá. La delegación cubana estaba afuera, denunciando la manipulación que se intentaba hacer con los documentos y presentando los textos legítimos que habían surgido de los debates del jueves.

La provocación de sacar carteles ofensivos contra nuestro país fue respondida de manera cívica pero contundente por pocas decenas de nuestros delegados a los que se fueron sumando otros representantes de la región.

Con banderas cubanas en las manos, coreando “Fuera los asesinos”, “Fuera los mercenarios” y cantando la Marcha del 26 de Julio, los mercenarios fueron obligados a replegarse una vez más al interior del hotel.

Cerca de las 11 de la mañana, tres horas después de lo pactado, comenzó a sesionar el plenario cuando las autoridades permitieron el ingreso de la delegación de Cuba. Los contrarrevolucionarios habían desaparecido de la sala.

Granma presenció toda la sesión. No había problema alguno con Educación, Salud, Energía, Medio Ambiente y Migración, explicaron.

En el caso de las dos mesas conflictivas, Magaly Castillo, coordinadora de la Red de Derechos Humanos de Panamá y una de las organizadoras del Foro, apareció con una solución salomónica.

Presentarían las dos versiones de documentos de la Mesa de Gobernabilidad Democrática y en la de Participación utilizarían la versión fantasma de quienes abandonaron la sala y solo adjuntarían la denuncia hecha el jueves por la mayoría de la mesa de trabajo.

Soraya Álvarez, de la Asociación Cubana de Naciones Uni­das, pidió la palabra. Primero agradeció los esfuerzos de los organizadores panameños, explicó las razones de nuestro país para no aceptar un diálogo con las personas que habían sido acreditadas como supuestos luchadores de los derechos humanos y defendió con firmeza la ilegitimidad del intento de presentar dos versiones de documentos de unas mesas que no sesionaron en realidad. Hubo aplausos en la sala.

La delegada brasileña María do Socorro Gomes Coelho, de la mesa de Gobernabilidad, solicitó intervenir. Afirmó que el Foro de la Sociedad Civil incluía a delegados de todo el continente y deberían ser ellos quienes tomaran por consenso las decisiones. De nuevo apoyo en la sala.

Pide el micrófono un hombre de la primera fila y no dice su nombre. Después averiguamos que es Gabriel C. Salvia, del Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina, una de esas ONG de derecha que pululan en la región. Su intervención hizo saltar la sala: “No pueden pretender que la OEA se adapte a ustedes (los pueblos), ustedes (los pueblos) tienen que adaptarse a la OEA”.

Justo en ese momento ingresó al plenario un grupo de contrarrevolucionarios. La respuesta de la delegación cubana fue inmediata. Los panameños dieron por concluido el espacio. “Que se vayan”, “Cuánto cobran, quién les paga” y otras de­nuncias re­tum­baron en el hotel.

La denuncia a los mercenarios se mezcló con una respuesta colectiva a la última intervención: “Pa’ lo que sea Raúl, pa’ lo que sea; no nos importa la OEA” y “Celac sí, OEA no”.

Para la tarde del viernes estaba programado el encuentro con los presidentes. La contrarrevolución no podía perderse el convite. Nuestra delegación emitió una fuerte declaración. El interés no era irrespetar a presidente alguno, incluido el de Estados Unidos. Decidieron ausentarse una vez más al plenario y se marcharon del hotel El Panamá con la bandera cubana al frente.

De forma cívica pero contundente la delegación cubana exigió la expulsión de los mercenarios. Foto: Ismael Francisco/Cubadebate

Donde hubo respeto, hubo diálogo

La principal muestra de que Cuba llegó a estos foros a presentar propuestas y contribuir a la agenda, fue el trabajo de las mesas que no sufrieron provocaciones. La doctora Beatriz Mar­checo Teruel, presidenta de la Sociedad Cubana de Genética Humana, incluso copresidió la mesa de Salud, que emitió un sólido informe que exige la responsabilidad del Estado en ofrecer servicios médicos de manera universal, gratuita y equitativa.

Alguien comentó que el texto era izquierdista y uno de los miembros de nuestra delegación respondió: “no sabía que la salud tenía izquierda y derecha”.

Marcheco dijo que las posiciones de los 16 países representados no siempre coincidieron, pero se escucharon todas y se llevaron los temas a votación. Añadió que la cofacilitación cubana fue respetada y reconocida por los asistentes.

Por su parte, Ileana Sorolla, directora del Centro de Estudios de Migraciones Internacionales en Cuba, quien participó en la Mesa de Migración y Seguridad, nos aseguró que en su mesa hubo “un debate con un nivel técnico muy alto”, y primó el reclamo a Estados Unidos por sus políticas migratorias selectivas en cuanto a la nacionalidad y a la capacitación profesional, y se mencionó específicamente la Ley de Ajuste Cubano, como un ejemplo de una legislación que ejerce una influencia desestabilizadora y reproduce condiciones para el tráfico de personas.

En los foros de Jóvenes, Rectores y Empresarios, el ambiente fue de regocijo por la inédita presencia de Cuba. Aunque este tipo de Cumbre arrastra un legado neoliberal, llevaron las propuestas e ideas de nuestro país sobre los problemas que enfrenta la región.

A eso habían venido. El intento de humillar a Cuba fracasó.

Ahora la historia de esta cita hemisférica la escriben los jefes de Estado en el Centro de Convenciones Atlapa.