Agencia Prensa Rural
Mapa del sitio
Suscríbete a servicioprensarural

Análisis
El estamento militar y la guerra en Colombia
José Honorio Martínez / Jueves 23 de abril de 2015
 

La guerra que existe en Colombia no fue un invento del estamento militar sino de la clase dominante, sin embargo, en la medida que dicha guerra se ha prolongado el estamento militar, como fruto de sus réditos y dividendos en la guerra, ha ingresado a hacer parte de la clase dominante constituyendo la facción más a la derecha de ésta, es decir, más comprometida con la continuación de la guerra. Esta postura del estamento militar choca con las exigencias geopolíticas del capitalismo actual en el que hay marcadas tendencias a propiciar serias modificaciones sobre la forma en que se administra y ejerce la violencia del estado sobre las clases dominadas.

Entre dichas modificaciones se pueden mencionar:

1. La tendencia a la centralización del monopolio de la fuerza en la OTAN bajo la égida norteamericana. En este aspecto el aparato militar del Estado colombiano no tiene gran inconveniente puesto que históricamente ha estado subordinado a dicha línea.

2. La tendencia a la privatización de la represión y la violencia del Estado. Este punto si tiene considerables efectos sobre el estamento militar colombiano en la medida que este mismo se ha hecho a un amplio nicho bajo el cobijo de las erogaciones fiscales del estado. Es muy probable que el escenario de la privatización de la guerra impresione más al estamento militar que la posible aplicación de justicia por su participación en el terrorismo de estado.

La privatización de la seguridad es ya un hecho en Colombia, donde el crecimiento de la seguridad privada y la propia privatización de las fuerzas militares (vía contratos con las transnacionales) han avanzado considerablemente. Es probable que este escenario sea saludado por las jerarquías del estamento militar con la expectativa de forjarse un camino mediante la creación de emporios mercenarios de la seguridad.

3. La tendencia al incremento en la composición de capital con la que se desenvuelve el monopolio estatal de la fuerza, es decir, la tecnologización de la guerra y su gestión desde redes de bases militares –desde las cuales opera la vigilancia y el control de las telecomunicaciones y la dirección de bombardeos y asesinatos mediante drones–.

El nuevo formato de la guerra inaugurado por Estados Unidos, desde 1989 cuando invadió Panamá causando la destrucción de barrios enteros de Ciudad de Panamá (Chorrillos) y perfeccionado en el curso de numerosas invasiones (Yugoslavia, Irak, Afganistán, Libia, Yemen) hasta el presente, implica un perfil distinto de los ejércitos. Este formato de la guerra prescinde del despliegue permanente de grandes columnas de infantería, precisando otro tipo de “combatiente”. El impacto del desarrollo de esta tendencia sobre las fuerzas militares sería considerable pues llevaría a una reingeniería que desplazaría gran cantidad de militares del oficio de la guerra.

Estas tres tendencias pueden analizarse en las transformaciones producidas por Estados Unidos en la forma de desarrollar la guerra durante los últimos 25 años. Los efectos de todas ellas sobre los ejércitos “nacionales” son considerables y tienden a ser resistidos por los estamentos militares ante sus implicaciones en términos de la reducción del poder militar ante los centros de mando del capital global.

En los cambios operados en algunos países latinoamericanos (Ecuador, Venezuela, Bolivia) en dirección hacia el progresismo ha sido de mucha relevancia el apoyo de importantes sectores del estamento militar reposicionados en su visión del Estado nacional y la sociedad ante los imperativos cambios globales que se les imponían.

La oposición y el rechazo que manifiestan importantes sectores de las fuerzas militares al actual proceso de paz, no tiene tanto que ver con la defensa del “honor militar” como con la defensa de un coto burocrático que permite cierta acumulación de capital y el ejercicio de cierto poder social. Es la preocupación por la pérdida de los negocios de la guerra lo que radicaliza al estamento militar en contra de cualquier posibilidad de paz con la insurgencia en Colombia. La cuestión es que con o sin proceso de paz las tendencias descritas constituyen imperativos del capital global para la clase dominante, máxime cuando el gasto militar se convierte en un pesado lastre imposible de llevar.