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Barack Obama, nuevo presidente de Estados Unidos
¿La obamanía sí da para tanto?
Expectativa en el mundo por los cambios que introducirá Barack Obama, primer presidente negro de Estados Unidos, después del gobierno de George W. Bush, uno de los peores en la principal potencia capitalista
Carlos A. Lozano Guillén / Miércoles 12 de noviembre de 2008
 

El triunfo del Partido Demócrata en las elecciones de los Estados Unidos del 4 de noviembre pasado fue completo, casi que sin precedentes en la historia electoral de la principal potencia capitalista, que algunos califican con exageración como la democracia más perfecta del planeta. Cada elección, por el contrario, saca a flote las imperfecciones de la democracia burguesa, incluyendo el acostumbrado fraude, escandaloso en la Florida en la primera elección de George W. Bush, y el cerrado y excluyente régimen bipartidista que ahoga el pluralismo y la opción de otras alternativas políticas, lo cual es propio de la democracia del capital en la cual predomina el interés burgués y donde el dinero corre a borbotones en la campaña electoral. Fue muy característico en esta elección polarizada entre los candidatos del sistema: Obama y McCain.

Barack Obama, del Partido Demócrata, logró 63’767.294 votos, mientras su contrincante, John McCaine, del Partido Republicano, obtuvo 56’312.447 votos. En cuanto a los delegados del Colegio Electoral, dado que la elección presidencial es indirecta y no siempre el que logra más votos totales es el que tiene la mayoría en el Colegio Electoral, Obama conquistó 349 delegados y McCain apenas 161. En el Senado los demócratas tienen 56 curules (5 más) y los republicanos 40; en la Cámara son 254 escaños demócratas (18 más) y 174 los republicanos. Los demócratas se colocaron arriba con la aplanadora Obama.

El desprestigio de Bush

Más que el novedoso programa de Barack Obama, el arrollador triunfo de los demócratas se debe al desprestigio de George W. Bush. Jamás un presidente de Estados Unidos, dos veces elegido, culminó la administración con tan bajo índice de popularidad. “Es lo peor que le pudo pasar a este país”, dijo un elector antes de depositar el voto por Obama en medio de tanto entusiasmo.

Sin pretender hacer comparaciones y muchos menos registrar anécdotas, es dable recordar que Bush siempre ha dicho que su principal aliado en América Latina es el presidente colombiano Uribe Vélez. “Mi amigo”, así lo calificaba y lo recompensaba con una de sus célebres frases lapidarias: “Hace lo que nosotros decimos y algo más”. Con toda razón, algún analista, al conocer los resultados favorables a Barack Obama, quien se pronunció contra el TLC por el tema de la violación a los derechos humanos de los sindicalistas, con cierta ironía dijo: “En la Casa de Nari hay más de uno llorando”. No hay que olvidar que Uribe Vélez estuvo semanas antes de las elecciones en Estados Unidos, dándole una manito al candidato McCain, y se reunió con la candidata a la vicepresidencia en la fórmula republicana, Sarah Palin, experta en coleccionar desaciertos y actuaciones ridículas durante la campaña.

El entusiasmo de la juventud y los latinoamericanos

¿Cómo fue posible que una persona de raza negra en el país del viejo esclavismo racista, que dejó profundas huellas, del Ku Klux Klan y de la discriminación racial pudiera lograr la Presidencia? La candidatura de Obama despertó un enorme entusiasmo entre la juventud y la comunidad latinoamericana, discriminada y amenazada en los últimos años, como también en amplios sectores agobiados por la crisis económica y por el rechazo a la inútil invasión estadounidense en Iraq. El legado de Bush no fue más funesto para los ciudadanos de Estados Unidos: el desprestigio de la guerra en Iraq, no sólo porque el pretexto de las armas químicas resultó una enorme mentira, sino porque las torturas en Abu Ghraib y los abusos en Guantánamo los avergonzaron ante el mundo; y la profunda crisis económica, más allá del colapso financiero, sumió en el pesimismo y en la desesperanza al país más arrogante y de mayor consumo en el mundo. Son dos de los grandes desafíos de Obama: ponerle punto final a la intervención militar en Iraq y recuperar la maltrecha economía de su país. La guerra en Iraq deja 96.700 civiles muertos tras la invasión, 4.189 soldados muertos y 600 billones de dólares de los contribuyentes dilapidados.

Algunos quieren dimensionar el hecho histórico de que un negro haya logrado la hazaña en Estados Unidos de capturar la Presidencia con el apoyo mayoritario de los blancos. Por supuesto que es importante, pero al fin y al cabo formal, porque lo trascendental que desató la obamanía fue el desastre político y social del gobierno de Bush, el gran aliado de Uribe Vélez. El propio Bush en su egolatría caricaturesca entendió la terrible situación y prefirió mantenerse al margen de la campaña de McCain pero a éste, de todas maneras, lo arrastró el violento tsunami.

¿Cuáles son las diferencias?

¿Pero realmente son tantas las diferencias entre demócratas y republicanos? Parece que no son muchas, aunque hay que esperar las intenciones y las tendencias en el gobierno de Obama. Al menos hay que darle el beneficio de la paciente espera. Pueden ser muchas las frustraciones, porque la juventud y los hispanos esperan bastante. Para Obama es indispensable el retiro de las fuerzas militares de ocupación en Iraq y reducir el gasto militar, entre éste el del Plan Colombia, si es que quiere afrontar con realismo y decisión la crisis económica. Ello implica, por lo menos, ciertos virajes en política nacional e internacional. Es positivo, por ejemplo, el acento en el tema de los derechos humanos, que no pueden convertirse en una bandera demagógica en el mundo, porque deben tener expresión real en el rechazó a los regímenes autoritarios como el Uribe Vélez. Como también el distanciamiento de las doctrinas de la guerra preventiva y el apoyo a los protocolos de Ginebra y a la Corte Penal Internacional. ¿Será capaz Obama de asumir estas trascendentales decisiones, desafiando el tradicional poder militar estadounidense y del complejo militar-industrial que se alimenta de la guerra? Es la gran pregunta, porque son políticas de estado, más que del gobierno de turno.

No puede perderse de vista que los demócratas tuvieron que ver con el genocidio atómico en Hiroshima y Nagasaki (Truman), la invasión a Playa Girón en Cuba (Kennedy) y con el Plan Colombia (Clinton), para citar unos ejemplos. Obama tendrá que resolver si continúa el ejemplo de Martin Luther King, el pacifista negro asesinado por el militarismo yanqui o el de los blancos demócratas, que promovieron también guerras de invasión y sojuzgaron a muchos pueblos en distintas latitudes. Es la duda. Sólo el tiempo la disipará, entre tanto no es aconsejable que militantes de la izquierda se pongan la camiseta de Obama, no sea que al final quede manchada de rojo, pero no de la esperanza y la vida sino de la sangre y la muerte.

Lo importante es que por ahora Uribe Vélez quedó huérfano. En la Casa de Nari hay inmensa tristeza. Por lo menos, lo más seguro, es que Obama cumplirá la promesa de ser exigente con el respeto a los derechos humanos, con mayor razón cuando flotan los cadáveres de los falsos positivos y de la guerra sucia, promovida desde las alturas del poder, sus usufructuarios son los mismos que adularon y adoraron a George W. Bush.