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Columna de opinión
ELN y Gobierno, un nuevo intento
Carlos Medina Gallego / Lunes 4 de mayo de 2015
 

A mediados de esta semana se reanuda el ciclo de conversaciones exploratorias entre el Gobierno Nacional y el Ejército de Liberación Nacional en el vecino país de Ecuador, que viene prestando sus buenos oficios a los propósitos de la paz de Colombia, para que pueda consolidarse entre las partes un acuerdo preliminar con una agenda de conversaciones que de inicio a una mesa pública.

En general, las expectativas con las que se inicia esta nueva ronda están cargadas de escepticismo por la cantidad de inamovibles y líneas rojas con las que se mueven estos diálogos y pese al anuncio hecho por Nicolás Rodríguez Bautista, comandante del ELN, en el sentido de que este proceso ha avanzado en un 80% de agenda; el 20% que queda es de un peso superior a lo acordado.

Las cabezas visibles de esta etapa exploratoria de parte del gobierno nacional son Frank Pearl y el General retirado Eduardo Herrera Verbel y, de parte del ELN, Antonio García y Pablo Beltrán, quien se incorporó después de las definiciones del V Congreso de la organización a la delegación de paz. Son ellos, con sus respectivos equipos de asesores, quienes tienen la responsabilidad de sacar adelante esa fase exploratoria y construir en consenso una agenda de conversaciones realista y viable.

Es bueno recordar que toda agenda de conversaciones está determinada en sus contenidos por tres prerrequisitos esenciales: Primero, la voluntad de las partes de desarrollar un proceso de paz para poner fin al conflicto armado a través de una solución política negociada del mismo, que implica
necesariamente cambios; segundo, entender que lo que refleja la agenda es la correlación de fuerzas en el campo de batalla y en el escenario social y político; y tercero, tener claro el momento político y las posibilidades que ofrece el mismo a un proceso de paz favorable, no para las partes, sino para el país.

Estos aspectos unidos a la construcción de confianzas, seguridades y certezas de que lo acordado se va a cumplir es lo que posibilita que el proceso empiece a andar.

La etapa exploratoria es muy importante porque en ella se hacen las precisiones y se ponen a consideración las aspiraciones y posibilidades de las partes, pero también porque se establecen los limites y se cierran los espacios a falsas expectativas. Las conversaciones son francas y en lo posible deben evitar, largos e inagotables discursos cargados de sólidas pero inútiles disertaciones ideologías o de cerrados argumentos en defensa de inamovibles modelos, doctrinas y estructuras políticas.

Uno y otros deben saber que no se sientan a conversar para que se produzca un proceso de paz para que todo siga igual, o para que se realice la revolución socialista. El diálogo se da para acabar la guerra y llegar a acuerdos sobre la necesidad y el compromiso de impulsar cambios que modifiquen, sino estructural, si sustancialmente las causas determinantes que llevaron al conflicto armado y se creen las condiciones para aumentar el bienestar de la sociedad en general, su seguridad y su convivencia democrática.

Por lo que se sabe el nudo de las conversaciones entre el ELN y el gobierno nacional, está en los temas de dejación de armas y el de los mecanismos de refrendación. El 80% del avance que habla Rodríguez Bautista, tiene que ver con los acuerdos que se han logrado en los temas de participación de la sociedad, el que aun debe precisar, los fines, propósitos y metodologías de participación; democracia, transformaciones necesarias para la paz y víctimas.

El diálogo sobre la terminación del conflicto, esto es, la dejación de armas y la normalización de los miembros de la insurgencia, se ha erigido como un obstáculo por la forma en que se está abordando. Darle a las armas un valor superior al que se le da a la política es equivocado. Las armas no pueden convertirse en un fetiche, ni se puede asumir frente a las mismas una actitud idólatra. Las armas no son el fin porque eso genera desviaciones crónicas en materia de confrontación. Esto no es para el ELN únicamente, también es para el gobierno, que en ocasiones parece ser lo único que le preocupa.

Colocar las conversaciones en donde unos solicitan el desarme para comenzar los cambios y los otros que se produzcan los cambios para desarmarse, no conduce a ninguna parte. Es necesario darle un lugar a la imaginación y al sentido común para encontrar acuerdos a este respecto. La discusión entre confianzas y certezas debe hallar un punto intermedio de garantías y garantes que superen las desconfianzas mutuas.

La actitud del gobierno en materia de plan de desarrollo y agenda legislativa, no es muy alentadora para el proceso de paz, gran parte de las propuestas van en contravía de los avances de los diálogos y lejos de comenzar a abrir caminos para su implementación, parece estar haciendo los ajustes para que los mismos se encuentren con los mayores obstáculos posibles para su materialización. Se requiere algún nivel de coherencia entre lo que se acuerda y lo que se gobierna, así se viva del cuento de que nada está acordado hasta que todo este acordado. Lo acordado y dado a conocer es la agenda liberal, todavía no ha llegado la agenda de las FARC-EP a la mesa de conversaciones que está en las salvedades.

Desde luego, todos estos aspectos generan desconfianza e incredulidad y requieren de lo que el ELN llama certezas, las que sólo son posibles como consecuencia del impulso decidido de los acuerdos alcanzados, los que todavía están muy lejos de comenzar a producirse.

Llenémonos de optimismo con esta nueva ronda de conversaciones porque querido Pablo Beltrán no hay tantos “elenólogos” como usted cree, hay un poco de artesanos de la paz que le han apostado respetuosamente al proceso del ELN, que a veces encuentro agotados y exceptivos. Artesanos que saben del peso específico que tienen una mesa de conversaciones con el ELN en la solución GLOBAL al conflicto armado y de la importancia de este momento político.

Siempre habrá causas para empezar una guerra y armas para alimentarla, lo que no se produce con mucha frecuencia son revoluciones ciudadanas y democráticas que es lo que ha ocurrido en los últimos años en América Latina y en cuyos espejos hay que mirarse, sin pretender copiarlas. Bolivia y Ecuador son un interesante ejemplo.