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Clara López y los muñecos
Yezid Arteta Dávila / Sábado 9 de mayo de 2015
 

Era de noche y todo parecía acabado, recordaba Álvaro García Linera. Lo decía en tono pausado y pedagógico. Toni Negri, sentado a su lado, escuchaba la traducción al italiano a través de un audífono que tenía enganchado a una de sus orejas. Parecía que toda nuestra vida y nuestros planes políticos se desmoronaban, proseguía el vicepresidente de Bolivia.

García Linera hizo una pausa y levantó la mirada del texto que tenía encima del escritorio y dirigiéndose a quienes lo escuchábamos en un salón de la Universidad de Barcelona expresó: cuando dejaron de mojar mi cuerpo para facilitar la descarga eléctrica les pedí que me mataran pero no lo hicieron y desde ese momento se inició su derrota.

No es la primera vez que desde la derrota se prepara un plan para la victoria. La reciente historia política de Latinoamérica está tatuada a hierro. Es la historia de los líderes de izquierda que desde la derrota consiguieron capitalizar la rabia de sus pueblos y transformar el curso de los acontecimientos. Algunos lo han hecho mejor que otros pero entre todos consiguieron recobrar la soberanía continental que, una suerte de dictadores y mercachifles, cedieron por un puñado de dólares.

La anomalía es Colombia. El conflicto armado pesa. Pesa a la nación. A la derecha poco o nada puesto que son una locomotora insensible y explotadora que no se fija en los lamentos de la gente. Para la izquierda el conflicto armado pesa en términos políticos y humanos. Toda la carga contaminante de la guerra choca contra el rostro de las organizaciones de izquierda que, en toda su dilatada y trágica existencia, han tirado de los bueyes, arando sobre una tierra que más parece un cuero reseco.

A veces los dirigentes de izquierda colombianos parecen niños jugando con una pistola cargada. De repente suena un disparo. El niño se ha pegado un tiro o se lo ha pegado a su madre. No se sabe si el padre, dueño de la pistola, la ha dejado allí por descuido o adrede para que el niño la encuentre. No se sabe si es un padre cruel o un padre distraído que a veces no sabe dónde deja las cosas. En política no hay padres distraídos. Hay listos y tontos. La derecha cruel le ha dejado una pistola cargada a la izquierda colombiana.

La lucha en el seno de la izquierda por la alcaldía de Bogotá es otra más de una larga cadena de episodios que los activistas y la gente corriente que se siente de izquierda no consigue entender. Plantar batalla divididos es una operación enigmática en un tiempo políticamente peligroso. Los dirigentes de la izquierda colombiana son los únicos en este mundo melancólico que teniendo asegurada una batalla diseñan una estúpida estrategia para salir derrotados.

Vaya y cuéntele al mundo cómo me vio morir cagado de gallinas en esta playa inhóspita, le dijo el viejo Simón a un amigo que pasaba por su tienda de libertador. Bolívar al final se quedó solo pero la historia lo puso, junto con George Washington, en la cima de los libertadores de América. Posiblemente la historia se olvidará de los actuales dirigentes de izquierda empeñados en seguir dividiendo la vaina. Pueden acabar sus existencias solos y cagados por las gallinas. Atrás vienen otros y otras con la cabeza saneada de prejuicios y del maldito sectarismo. En el incrédulo siglo veintiuno nadie cree en el cuento de los imprescindibles.

La derecha viene por la guinda del pastel. Bogotá. Encuestas van. Encuestas vienen. Creíbles e increíbles. En los laboratorios de marketing político crean un muñeco bonito y lo ponen en escena. La gente se lo cree. La gente de la izquierda también se lo cree. El muñeco se crece ante un público tonto y estupefacto.

Al muñeco hay que oponerle una persona de carne y hueso. A una persona que la conozcan y sepa hablar. La única baza, creíble, que tiene la izquierda en Bogotá se llama Clara López. Los otros amigos que andan por allí picoteando no tienen chance. Son improvisaciones. No nos echemos mentiras. Ese afán de saltar a la cancha con el único propósito de que los vean es mejor que lo dejen para otra ocasión en los que no se esté disputando nada. Es una final, compas. Hay que salir con la titular. Con Clara López que se ha ganado la titularidad.

Salvo el fraude de Samuel Moreno, los alcaldes elegidos por las listas de izquierda en Bogotá lo han hecho medianamente bien. El eje social es lo más importante. En esto no ha fallado la gobernanza de izquierda. Es la parte que la derecha quiere revertir.

En toda clase de justas hay golpes tácticos y estratégicos. En caso de que la izquierda pierda Bogotá, por la necedad de sus dirigentes, estaríamos ante un revés de naturaleza estratégica del que se necesitarían muchísimos años para recuperarse si es que hay chance para ello. La potente candidatura de Clara López a la alcaldía de Bogotá no tiene pierde. En los bajos de la izquierda, allí donde está la gente picando la piedra, no hay confusiones. La confusión está en las alturas. Bogotá, la firma de un acuerdo de paz y la presidencia en el año 18 son las metas. El cuento de una izquierda eternamente testimonial es un cuento mediocre y del siglo pasado.