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Medios y paz: Censura a la izquierda
El debate sobre los medios de comunicación trasciende a toda la sociedad. El desequilibrio informativo se está convirtiendo en un rasgo de antidemocracia.
Hernán Camacho / Lunes 6 de julio de 2015
 

La democratización del espacio radioeléctrico, la información y la comunicación es uno de los temas en los que aún no se llega a un acuerdo entre los delegados de paz de las FARC-EP y el gobierno nacional en la mesa de La Habana. La discusión abarca aspectos que rebasan las conversaciones y que impactan directamente en la democracia.

El derecho a la información, y todo lo que ello conlleva, resulta ser un eje fundamental de la discusión por un país sin conflicto y en reconciliación. La ampliación del espectro de la información, democratizar los medios de comunicación y la posibilidad cierta de que sectores excluidos históricamente tengan oportunidad en una comunicación masiva, así como ostentar el derecho a gozar de una información veraz ausente de manipulación y prejuicio es una discusión que está en el orden del día.

Doble discurso

Como en ninguna otra democracia en el mundo, en Colombia la censura de prensa se convirtió en una causa del conflicto. El discurso del mandatario de los colombianos Juan Manuel Santos en el Encuentro de Prensa Independiente en Bogotá el pasado mes de mayo señalaba que un “periodismo de inclusión es otro de los retos que tenemos por delante, pues un país en paz implica también la llegada de nuevas voces, de nuevas visiones, de nuevas opiniones”.

Pero su Delegación de Paz desde La Habana hace todo lo contrario a la hora de valorar las opiniones que emite su contraparte. “Cínicos”, llamó el alto comisionado para la Paz, Sergio Jaramillo, a sus pares de la insurgencia por declarar éstos la indebida atención que el gobierno y su política pública de víctimas tiene para con los desplazados del país. Un evidente doble discurso del gobierno nacional.

Automáticamente las líneas editoriales de la gran prensa alistaron sus baterías y crearon el ambiente para culpar a la insurgencia de las cifras de desplazamiento, pero no se escuchó la propuesta que estas lanzaron. Se repitió hasta la saciedad que los guerrilleros eran los encargados de generar el desplazamiento y que no podían opinar sobre políticas nacionales mientras no estuvieran bajo las reglas de la democracia y el establecimiento.

Para el director de Paréntesis y ex corresponsal de la cadena Telesur Colombia, Luis Alfonso Mena, hay una perversión orquestada para generar una animadversión contra cualquier voz diferente a la oficial. “La tergiversación y la utilización de lugares comunes, de frases hechas, de clichés. El desconocer de manera premeditada de la opinión a uno de los actores del conflicto que es la insurgencia y esas prevenciones se trasladan a la mente y a la conciencia de la población”, indica Mena.

Manual de propaganda

A ese hecho se le suma la campaña de propaganda utilizada por el Ministerio de Defensa desde el inicio del proceso de paz. Se está invitando a una desmovilización masiva de la insurgencia y celebrando una derrota militar que queda en la psiquis social.

Los sectores afines de la política de tierra arrasada y los fanáticos de la terminación de las conversaciones ocupan buena parte de la parrilla o la continuidad de las noticias de los dos medios masivos con mayor audiencia, Caracol TV y RCN TV. En ese sentido la dramaturga Patricia Ariza señala: “Hay que hacer un cese del discurso incendiario de los medios de comunicación. Ellos son parte de la guerra. Los ocho años del gobierno de Álvaro Uribe le hicieron un daño inmenso a la conciencia de los colombianos. No podemos desconocer que la extrema derecha tiene una base importante gracias a eso. Ahora se viene una batalla de ideas para romper ese cerco”.

El cerco de la censura

Cuando se habla de romper el cerco o la censura no es solamente para la insurgencia. La Unión Patriótica, el Partido Comunista, Marcha Patriótica y el Congreso de los Pueblos, además del movimiento social del lado de la salida política al conflicto y la paz con justicia social, han sido objeto de ese veto editorial.

Para la muestra el reciente video censurado a la colectividad upeísta. El Consejo Nacional Electoral le asigna un espacio en televisión a cada uno de los once partidos políticos con personería jurídica en Colombia. El espacio de dos minutos y repartidos proporcionalmente a las curules asignadas en el Congreso, es en todos los canales privados y públicos en las regiones.

A la UP se le asignó un espacio en RCN TV a finales del mes de mayo que no fue emitido por su contenido: el cese bilateral al fuego. Las directivas del canal no dieron respuestas a la Unión Patriótica por su censura, pero para su presidenta, Aída Avella, la situación no necesita mayor explicación: “es una censura desde la dirección de los canales privados y en este caso desde el noticiero de RCN a la cabeza de su directora Claudia Gurisatti. Esto es un problema político que tiene que ver con el proceso de paz y la posibilidad de unos acuerdos en el futuro. Pero lo grave es que esa censura se mantenga en el tiempo ya no como una política de los canales privados sino como una política de Estado, y así no podemos”, enfatizó.

La lista de excluidos

Tratándose de política editorial de los canales privados, el profesor Mena señala que es abierta la discriminación a la izquierda sobre todo en el tema del proceso de paz: “El espectro de analistas y académicos bien informados y mejor formados académicamente de la izquierda en Colombia o de los movimientos sociales del país, todos partidarios del proceso de paz, que tienen muchos elementos de juicio para aportar, jamás es invitado a esos programas de opinión por la agenda prediseñada. Personas como Carlos Lozano, Aída Avella, Piedad Córdoba o Jaime Caycedo no pueden estar en la lista de panelistas. Y si por alguna razón un periodista bien preparado e informado los toma como fuentes, pues tiene un problema con el medio y con su línea editorial”, explica.

Eso genera un enorme desequilibrio y en una sociedad que construye su opinión por la influencia de esos medios de comunicación el resultado es evidente: la animadversión a la paz. El 75% de los ciudadanos forma su opinión mediante los medios televisivos y esa es la razón por la cual el país siente que no va bien el proceso, esa opinión mayoritaria es producto del manejo de una sola fuente. “Los grandes medios deforman la opinión generalizada, eso significa un ejercicio de antidemocracia”, señala Mena.

Directores de medios nacionales han manifestado públicamente que se niegan a escuchar la voz de los guerrilleros y que no tienen ningún problema en tratarlos como delincuentes o terroristas, pero jamás como sujetos políticos. “Me niego a entrevistar a criminales”, dijo Néstor Morales, director de la cadena radial Blu, del grupo económico Santodomingo.

A esa posición respondió recientemente el jefe de la insurgencia, Timoleón Jiménez: “Asimismo pensamos que los debates de ideas deben hacerse de manera limpia. Claro que cualquier persona cuenta con el derecho de expresar y difundir su punto de vista sobre nosotros y todo lo demás. Lo que no nos parece defensable es que, antes de disentir, se proceda a presentar falsa o torcidamente lo expresado por el otro. Es eso lo que criticamos”.

El pacto de silencio, como se denomina a la actitud de la prensa para con las FARC, es el camino equivocado que el alto comisionado para la Paz sigue a su manera, con un mensaje institucional que asume la reconciliación del país pero excluyendo a las FARC-EP.

Uno de los 28 puntos de discordancia que están en las salvedades del proceso de paz entre guerrilla y gobierno nacional es precisamente el acceso a los medios de comunicación. Un asunto que pesa en la construcción de un nuevo país.