El luto embarga a los indígenas del Cauca
/ Martes 16 de diciembre de 2008
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Agencia de Prensa del Instituto Popular de Capacitación de Medellín.
La coincidencia no podía ser más triste: el mismo día que fue asesinado por tropas del Ejército en zona rural del municipio de Totoró Edwin Legarda, esposo de Aida Quilcué, Consejera Mayor del Consejo Regional Indígena del Cauca (Cric), se rememoraban los 17 años de la masacre de El Nilo, perpetrada por miembros de la Policía Nacional y que dejó 20 comuneros indígenas muertos en el municipio de Caloto.
Este martes 16 de diciembre, al igual que ese lunes de 1991, el terror tocó las puertas de los indígenas del departamento del Cauca. En esta ocasión, fueron tropas del Ejército que dispararon contra el vehículo en el que se movilizaba Edwin Legarda en un estrecho tramo de la vía que conduce al municipio de Totoró; hace 17 años fueron miembros de la Policía Nacional, quienes mediante engaños emboscaron a los nativos que adelantaban una ocupación pacífica en la finca El Nilo y los disparos acabaron con la vida de 20 nativos de la etnia Nasa.
“Con la misma intensión de hace 17 años nos vuelven a atacar hoy: se quiera afectar el movimiento indígena”, expresa Manuel Rosental, integrante del equipo del Tejido de Comunicaciones de la Asociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca (Acin), quien a pesar del dolor que embarga a los nativos, indica que este tipo de terror lejos de debilitarlos, los fortalece, “nos compromete más con una lucha que es justa”.
Al momento del ataque de los militares adscritos a la Tercera División del Ejército, a eso de las cuatro de la mañana, Edwin Legarda iba en compañía de un grupo de médicos que apoyaba una brigada de salud que se realizó en el municipio de Inzá.
La comitiva se dirigía a la ciudad de Popayán, donde recogerían a Aída, esposa de Legarda, quien la noche del lunes arribó procedente Ginebra, Suiza, donde participó como delegada de la Organización Nacional Indígena de Colombia (Onic) en las exposiciones del Gobierno colombiano y de las organizaciones no gubernamentales en el seno del Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas, donde rindieron cuentas sobre la situación del país en el marco del Examen Periódico Universal.
El vehículo en el que viajaba Legarda y sus acompañantes recibió 17 impactos de fusil; de ellos, uno impactó en el torax y dos más en los miembros inferiores del esposo de la Consejera Indígena del Cric, que le provocaron heridas mortales, falleciendo horas después en el hospital San José de Popayán.
Entre los consejeros, abogados y asesores indígenas no hay duda que los hechos representan un atentado contra la Consejera Aida Quilcué. “Mientras no se demuestre lo contrario hay que investigarlo en ese sentido”, sentencia Rosental e interpreta este hecho tal como interpretó hace 17 años la masacre de El Nilo: “este tipo de acciones pretenden intimidarnos para frenar un proceso que está cogiendo fuerza”.
Este atentado es el primer hecho contra los líderes de las comunidades indígenas del Cauca, quienes impulsaron la Minga Nacional de Resistencia Indígena y Popular, movilizando miles de nativos desde el pasado 12 de octubre hasta la ciudad de Bogotá para plantear varios cuestionamientos contra el Gobierno nacional por el manejo que le ha dado al tema de la propiedad y la explotación de la tierra, así como la firma de varias leyes que afectan sus territorios y el impulso al tratado de libre comercio con Estados Unidos.
“Este ataque del Ejército es un intento abierto de difamar a la Minga, pero también de aplicar un acto de terror para intimidar a los indígenas”, reitera Rosental.
Según los testigos que han logrado hablar con los consejeros indígenas, los hechos no son como los narra el general Justo Eliceo Peña, comandante de la Tercera División del Ejército, quien ha declarado que un pelotón de soldados campesinos prestaba seguridad en la vía y cuando vieron a la distancia el vehículo del Cric le hicieron señas para que se detuviera, pero según el oficial, el vehículo siguió de largo y fue impactado por sendos tiros de fusil.
“No compartimos esa versión del Ejército. Habría que recavar más información, pero la información que tenemos de testigos presenciales es que no se hizo ninguna advertencia de pare y se disparó sin provocación; además, el vehículo en el que viajaba Edwin es del Cric, es absolutamente conocido en la zona y no hay la menor posibilidad de que no se pudiera identificar el vehículo, pues esa ruta es la que utiliza cotidianamente la Consejera hacia su resguardo en Tierradentro”, cuenta Rosental.
Un tercer elemento que desvirtúa la versión del Ejército tiene que ver con la trayectoria de las balas. Según este integrante del Tejido de Comunicaciones de Acin, es importante que aclaren por qué se observan dos disparos de frente y el resto de los disparos a los lados, ninguno desde atrás. “Los disparos que mataron a Edwin los recibió en el pecho, fueron disparos hechos directamente de frente contra el vehículo”, asevera.
El año 2008 no ha sido un año fácil para los indígenas en el país. Ha sido un periodo en el que el modelo de desarrollo impulsado desde el Gobierno nacional ha sido aplicado con rigor, afectando a las comunidades nativas de diversas regiones; además, han sido asesinados 67 aborígenes en varios departamentos. Cifras no oficiales entregadas por fuentes de la Acin dan cuenta de más de 1.200 asesinatos de indígenas desde agosto de 2002 que están en la absoluta impunidad.
Pero, pese a la adversidad, los indígenas caucanos rescatan que el 2008 es el año de la Minga Nacional de Resistencia Indígena y Popular, un movimiento que convocó a todos los sectores del país a pensar en las nefastas consecuencias del modelo de desarrollo que impulsa el actual Gobierno nacional, y a cuestionar la llamada seguridad democrática, bandera del presidente Álvaro Uribe Vélez.
El eco de las balas estatales que acabaron con la vida de su esposo confirman la visión sobre la seguridad democrática que expuso la consejera mayor Aida Quilcué el pasado 21 de noviembre a la llegada de la Minga a la Plaza de Bolívar de Bogotá: “está Minga tiene que crecer en el ámbito de la construcción, en el ámbito del pensamiento, en el ámbito de la verdadera paz, no una paz como la de la seguridad democrática que nos atropelló a nosotros, donde la seguridad democrática lo que ha hecho es reprimir a los civiles, disparar contra los civiles”. Con fuerza también dijo que “esa no es la Colombia que necesitamos”.