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Poema
Timo
A Villarrica
Edison Peralta Gonzalez / Lunes 14 de septiembre de 2015
 

Aprendí que la patria

era luz, tierra, agua y razón,

cielo y espacio de un dios eterno,

infinito, omnipotente,

girando entre las nubes,

para justificar la noche

y sostener el miedo

de otros dioses acoquinados

detrás de sus miserias.

Aprendí a soportar

la plegaria de los místicos,

amar el dolor de las hojas y la lluvia,

mesclar el hambre con los sueños

y testimoniar el bálsamo divino

enquistado en los perdigones

y tablas de la ley

Un día entendí

el fraude terrible del tirano

y encaucé el agite

en contra de la muerte

parapetada en el borde

del odio y la codicia.

En Villarrica castraron

el alma de los críos

para ahuyentar

el grito de la selva,

y el fantasma libertario

de las raíces y el designio.

Recuerdo

la lengua de los muertos

y el rastro de la sangre

decapitada en la solapa

del verdugo,

el azote de la carne

cercenada en las rutas

de la tarde,

el truco sacramental

de la sotana para desmigajar

la paz de los cafetos

y aturdir el cielo

entre una tempestad

de miedos incendiarios.