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Lo que preocupa de Peñalosa
La preocupación de la potencial victoria de Enrique Peñalosa no es, paradójicamente, que incumpla sus promesas de campaña, sino ésta radica en quienes lo rodean, en quienes lo respaldan, en quienes se verán beneficiados con los favores que éste deberá retribuir por los apoyos recibidos.
Omar Ramírez / Domingo 25 de octubre de 2015
 

Todas las encuestas de las últimas dos semanas señalan que el próximo alcalde de Bogotá será Enrique Peñalosa. Podemos o no creerle a las encuestas, estamos en nuestro legítimo derecho de sospechar sobre la veracidad de esta información, pero es claro que estos ejercicios muestran cierta tendencia sobre la preferencia de voto y ejercen una fuerte influencia en la decisión de voto, sobre todo en la recta final, especialmente en los indecisos y en quienes desean sentirse ganadores eligiendo al favorito.

Como Enrique Peñalosa es el candidato favorito, quiero compartir algunas preocupaciones en caso de salir ganador.

Con este candidato llegarían a Bogotá dos partidos que no hubieran podido ganar las curules en la Capital con candidatos propios: el Partido Conservador y Cambio Radical. El primero de ellos, por definición y por experiencia histórica, representaría un cambio de ruta y un entorpecimiento de las políticas progresivas que, con sus virtudes y dificultades, se han intentado implementar en la Ciudad. El segundo de ellos, Cambio Radical, representa todos los vicios que han llevado al descrédito de la política en el país: clientelismo, corrupción, presencia de mafias, parapolítica, entre otros [1].

Votar por Enrique Peñalosa no significa únicamente apoyar sus ideas, algunas de las cuales coinciden con las de los demás candidatos, otras pueden ser loables y algunas descabelladas. El problema es que él no se representa únicamente a sí mismo, él representa toda una maquinaria que lo respalda y con la cual queda en deuda en caso de salir victorioso.

Votar por Enrique Peñalosa no es votar por una persona, es votar por los partidos que representa y por los intereses económicos privados que lo sostienen. Es abrirle las puertas de la ciudad a dos partidos políticos con dudosas prácticas y antecedentes, es aceptar que el Partido Conservador y Cambio Radical, incluso un sector del uribismo, gobiernen la capital del país.

En este caso, la preocupación de la potencial victoria de Enrique Peñalosa no es, paradójicamente, que incumpla sus promesas de campaña, sino ésta radica en los intereses de quienes lo rodean, de quienes lo respaldan, de quienes se verán beneficiados con los favores que éste deberá retribuir por los apoyos recibidos.

La preocupación es que llegue a la Alcaldía una persona mal rodeada, una persona que bajo el manto de ser estrictamente "técnico" quiere dar a entender que sus propuestas no tienen ningún tinte de ideología política, pero curiosamente este candidato está donde está gracias a la maquinaria de dos partidos políticos con claras intenciones de ganar las curules, no sólo en Bogotá, sino a nivel nacional con miras a las elecciones presidenciales de Germán Vargas Lleras en 2018. Su victoria, lejos de representar el triunfo de la tecnocracia a nivel local, tendría importantes implicaciones en la configuración política del país. No sobra recordar, señor Peñalosa, que la ciencia y la técnica avanzan y se consolidan dentro de marcos ideológicos, no de manera indiferente e impermeable de la configuración social.

La preocupación radica, entonces, en que Enrique Peñalosa, más allá de sus propuestas y de sus buenas intenciones como gobernante, actúe como la puerta de entrada para que Bogotá sea gobernada por la clase dirigente más conservadora del país y para que las prácticas mafiosas y enlodadas de parapolítica dirijan la Ciudad. Vale la pena preguntarse si el Partido Conservador y Cambio Radical representan algún tipo de cambio político lo suficientemente sustancial como para “recuperar a Bogotá”... A propósito, ¿recuperar a Bogotá para quiénes?