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Entrevista
Alexandra Nariño: “La violencia sexual no es táctica de guerra”
En una conversación con VOZ, Tanja Nijmeijer, la “holandesa”, nos cuenta cuál es la situación de las mujeres dentro de las filas de las FARC-EP y cuáles son sus posturas para la futura integración de las combatientes a la vida civil, con el fin de que se construya una paz con justicia social.
Semanario Voz / Viernes 27 de noviembre de 2015
 

Tanja Nijmeijer, Alexandra Nariño o la “holandesa”, como se conoce dentro de las FARC-EP, se autodefine como una mujer: “Rebelde en todo sentido de la palabra, por eso terminé siendo guerrillera. Mi vida en las filas es algo que he extrañado durante estos tres años que llevo en La Habana. La sencillez de la vida guerrillera es lo que más me ha llenado durante los años en el monte. Dentro del movimiento siempre he estimulado a las guerrilleras a hacer valer sus derechos estatutarios. Que no se dejen ganar de las concepciones machistas que traen de la sociedad(…) El tema ha ganado cada vez más espacio, lo que es mérito de todos (as) y también de la coyuntura favorable que se está dando”.

En una conversación con VOZ, Alexandra Nariño nos cuenta cuál es la situación de las mujeres dentro de las filas de las FARC-EP y cuáles son sus posturas para la futura integración de las combatientes a la vida civil, con el fin de que se construya una paz con justicia social.

Según Foreign Policy, “Investigadores de Harvard estudiaron 174 países y encontraron que el mejor indicador para predecir el nivel de paz de un Estado, no es la riqueza, ni la democracia, ni la identidad etno-religiosa, sino qué tan buen trato reciben las mujeres.”

–¿Qué piensa de eso, teniendo en cuenta cómo debería ser la integración a la vida civil colombiana de las mujeres combatientes?

–A pesar de que creo que todos estos aspectos cuentan y están interrelacionados para definir “el nivel de paz de un Estado”, sí hay que reconocer que dentro de todos ellos, el patriarcado como sistema de opresión, discriminación y estigmatización de las mujeres tiene su peso específico.

Cuando una nación llega a ese nivel de desarrollo y entendimiento de la problemática específica de las mujeres y empiezan a aparecer leyes e instituciones para contrarrestar la violencia sexual y de género, ha llegado a un nivel de civilización relativa, eso para mí es incuestionable. Lo mismo diría de las personas; es contradictorio llamarse revolucionario o siquiera progresista y tratar mal a las mujeres, ya sea de forma explícita o sutil. A menudo para nosotras las mujeres es suficiente una mirada despectiva o un silencio abrumador para quedarnos calladas y sentirnos inferiores.

El nivel de violencia sexual y de género por fuera del conflicto en Colombia está por encima del nivel promedio mundial. Veo este proceso de diálogos como un punto de partida para la construcción de paz que necesariamente pasa por la no violencia, la no discriminación y la participación política de las colombianas. De todas; combatientes y no combatientes. El primer paso para ello es incluir perspectiva de género en los acuerdos, para que desde ahí se pueda seguir trabajando y construyendo.

–De acuerdo al imaginario colectivo con respecto al trato que reciben las mujeres dentro del movimiento guerrillero y teniendo en cuenta que los medios convencionales de comunicación lo reproducen y refuerzan a diario, nos gustaría resolver unas inquietudes con respecto a lo siguiente. ¿Las reclutan de manera forzada?

–Ni hombres ni mujeres, al contrario. El ingreso debe ser consciente y voluntario. Sería imposible mantener por tanto tiempo tanta gente –¡armada!- que no sabe, ni entiende ni quiere estar allí. La gente ingresa obligada por la pobreza, la violencia, la represión, porque no veía más alternativa…

–¿Cómo es el tema del aborto. Es una política o termina siendo una decisión personal de cada mujer?

–Nuestra política es de planificación obligatoria, ya que tener bebés no es compatible con la situación de guerra en la que hemos vivido. Esta política es conocida antes de ingresar en la organización. En una guerra la planificación familiar también es obligación para las mujeres del Ejército burgués, si pretenden ser combatientes.

Si hay embarazo, es porque no se han respetado las normas sobre planificación, o porque esta no ha funcionado. Entonces, el comandante de la unidad y la guerrillera o la pareja analizan la situación. Pesa mucho la disciplina: ¿Fue por descuido? ¿No funcionó la planificación? ¿La pareja quiso? Luego se toma una decisión conjunta, ¿hay condiciones médicas para interrumpir el embarazo o para dar a luz? ¿Condiciones militares? La decisión se toma en función del deseo de la interesada, pero también se tiene que tomar en cuenta la situación militar, las condiciones médicas, la situación de las familias y que ese incumplimiento en las normas de planificación familiar no ponga en peligro al resto de unidades guerrilleras.

La falta de políticas explícitas frente a la interrupción del embarazo ha hecho que sean los comandantes de cada unidad quienes deban asumir las responsabilidades sobre la decisión adoptada. En una situación de guerra y sometidos a inmensas ofensivas por el Ejército, a veces los frentes carecen de las herramientas necesarias para atender todas las implicaciones de la decisión que se adopte en cada momento.

Esto deja la puerta abierta a la toma de decisiones en contextos difíciles. A veces la decisión adoptada puede no ser la más adecuada.

–¿Han nacido niños (as) en la guerrilla en medio del conflicto?

–Hemos ido aprendiendo de nuestros errores, adaptándonos a las condiciones de guerra que hay en cada momento y generando acuerdos que suplen los vacíos reglamentarios que pueden haber existido sobre esta materia. Son numerosos los bebés que han nacido en la guerrilla, como todo el mundo sabe, en especial el Estado, que los ha utilizado para llegar a sus padres guerrilleros, o a sus familiares para perseguirlos e incluso abatirlos.

–Según organizaciones de derechos humanos, el Gobierno debe exigirle al movimiento que responda por supuestos delitos de violencia sexual. ¿Cómo se maneja el tema de la violencia sexual en las filas?, si la hay, ¿se castiga a los responsables?

–La violencia sexual en las FARC-EP es un delito de suma gravedad, no solo internamente sino también hacia fuera. Quien cometa este crimen, es sometido a un consejo de guerra, donde puede ser castigado con la pena de muerte, si la asamblea guerrillera así lo decide. Por tanto, nunca ha sido ni es una táctica de guerra para nosotros, es algo que es reprochado dentro de nuestras filas. Personalmente he conocido casos de violencia sexual en Holanda, he conocido casos en Colombia, pero nunca en las FARC-EP. Supongo que sí se deben haber dado en más de 50 años de guerra, pero las guerrilleras tenemos la absoluta tranquilidad que quien la comete es castigado de la forma más severa.

–En el caso colombiano, ¿qué experiencias de las mujeres combatientes de otros países que han tenido procesos de paz se pueden aprovechar?

–Hay experiencias positivas y negativas. En Sudáfrica, por ejemplo, las mujeres del Congreso Nacional Africano han construido una base social enorme. Me decía la semana pasada un representante del CNA que para pensar en postularse para algún cargo, había que hablar primero con la plataforma de mujeres y luego con la plataforma de la juventud. Sin el apoyo decidido de las mujeres y la juventud no hay nada, decía. Aquí en Latinoamérica hubo experiencias negativas para las mujeres, los de la política fueron los hombres, mientras las mujeres volvían a sus hogares para seguir oprimidas por el patriarcado. En otros casos dicen que la estigmatización es mayor para las mujeres que para los hombres, en el sentido de que la sociedad las juzga por haber dejado los hijos, por haber salido de sus roles. Hemos hablado con la Red de Mujeres Excombatientes, mujeres del M-19, del EPL, del Quintín Lame, a quienes les tocó enfrentar una dura realidad luego de su desmovilización. Aprendiendo de estas experiencias y teniendo en cuenta lo que a ellas les pasó, esperemos lograr algo mucho mejor. Y sabemos que lo lograremos con la ayuda de los y las colombianas.