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Feminismo y lucha de clases: un aporte al debate
Sammy Andrea Sánchez / Sábado 5 de diciembre de 2015
 

Históricamente han habido diversos e importantes debates en los movimientos sociales, revolucionarios y de izquierda sobre la relación entre feminismo y marxismo, sobre la lucha de las mujeres al interior y exterior de las organizaciones, sobre las formas como las mujeres se organizan para resistir ante los contextos de guerra, el despojo o la violencia. En los sectores revolucionarios el feminismo ha sido de alguna manera subvalorado como parte del análisis de la opresión y explotación de las mujeres en la sociedad capitalista; el feminismo y el marxismo se complementan en el análisis materialista de la situación de la mujer.

Es recurrente escuchar a compañeros militantes de izquierda, afirmar que las luchas de las mujeres dividen a la clase y al movimiento revolucionario. Parten de la premisa que debe ser una única lucha contra el modelo económico y político, sin tener en cuenta las particularidades de la opresión, lo cual termina invisibilizando la lucha del movimiento de mujeres, desconociendo que esto es fundamental y que indudablemente el análisis marxista es esencial para comprender el desarrollo histórico, las relaciónes sociales y de producción de los individuos en una sociedad, como también la teoría feminista para entender el patriarcalismo y las relaciones sociales entre hombres y mujeres.

Desde los primeros análisis marxistas, la situación de la mujer siempre fue una preocupación en el marco de una sociedad dividida en clases, cuestión que se distancia de la corriente burguesa. Pero ¿el problema de la desigualdad de las mujeres es una cuestión solamente de nosotras o también de la clase trabajadora, obrera, asalariada? ¿Es posible resolver la cuestión de la mujer en una sociedad capitalista? ¿Es posible un acuerdo unitario entre las mujeres de la élite y las mujeres de la clase popular? ¿el machismo y el patriarcalismo son cuestiones meramente culturales o tienen su fundamento en el modelo económico, social y cultural? ¿El trabajo doméstico es tan negativo para el desarrollo personal, político y social de las mujeres? ¿En una sociedad no capitalista es inminente el fin del patriarcalismo? Estas a mi parecer han sido sido parte de las discusiones y polémicas entre las diferentes corrientes feministas y el movimiento socialista.

El capitalismo y el patriarcalismo van de la mano, la ideología sexista logra perpetuarse en el sistema económico con diversos elementos que producen ciertos esquemas sobre la percepción de la mujer en el mundo actual: su hipersexualización, la maternidad, la reproducción y el trabajo doméstico como base “natural” de la feminidad y del ser mujer, que se potencia en el sistema económico actual, pero la historia nos muestra que en una sociedad no capitalista también pueden haber relaciones patriarcales permeadas en los ámbitos de la vida social si no se hacen transformaciones profundas al respecto.

Disiento de las posiciones de algunas feministas que sostienen que la opresión de la mujer ha sido unicamente responsabilidad histórica de los hombres –incluyendo los de su misma clase social-. Hay varios componentes y relaciones entre sí que ayudan a esta jerarquización y dominación, en que el patriarcalismo como un conjunto de relaciones sociales mantiene una base material que estriba en el control de la vida, la fuerza de trabajo, el cuerpo y la autonomía de las mujeres, cuestión que no solamente es exclusiva de los hombres, empieza con él pero termina en la dominación de la misma sociedad y el sistema cultural sobre ellas.

Ahora bien, esto tiene una connotación y una categoría de análisis de clase, pues si bien quienes más sufren con rigor el patriarcalismo y la desigualdad sin dudas son las mujeres empobrecidas: con menor alcance a recursos educativos, de salud, son ellas, quienes tienen menos posibilidades de pagar un aborto en condiciones de salubridad y seguro terminan engrosando las estadísticas de mortalidad femenina.

Tampoco comparto ciertas posiciones esencialistas que piden el reconocimiento femenino en virtud de una moralidad y una ética superior a la de los hombres. Las mujeres de ninguna manera somos portadoras de una misión especial y superior a los varones. Hay mujeres que en el ejercicio de su reconocimiento, aplican el poder históricamente criticado a los hombres -no veo a una ANGELA MERKEL, en este momento de gran importancia coyuntural por los derechos, abogando particularmente por las mujeres inmigrantes que cruzan el Mediterráneo huyendo de la guerra y la pobreza, en virtud del género y la sororidad-. Hay contradicciones de clase, por lo cual el feminismo debe ser parte teórica importante en este análisis.

El feminismo liberal, que si bien en los albores del mismo dieron ciertas luchas relevantes como el sufragismo, los derechos civiles y el uso de los métodos anticonceptivos en la mitad del siglo XX, no fue un movimiento de masas y llamó la atención principalmente de mujeres de la ciudad y de clases altas, que tenían el tiempo suficiente para exigir algunos derechos desconocidos, distanciándose de las obreras y las trabajadoras que aparte de la carencia de tiempo para la lucha política, tenían que hacer esfuerzos para articular su lucha de clase, la maternidad, y las labores domésticas, por el reconocimiento y participación política. Las feministas burguesas aceptan todas las consecuencias del orden vigente, pero para su clase sí reclaman salarios justos y ciertas libertades individuales.

El debate feminista en el marxismo ha sido complejo puesto que la mayoría de análisis marxistas consideran la división sexual del trabajo como la principal causa de la subordinación de las mujeres. Por el contrario, el feminismo –principalmente radical y marxista- considera el patriarcalismo y el capitalismo como un eje articulador, incluso el primero como un sistema surgido antes que el segundo. La lógica de la explotación de las mujeres responde a dos necesidades del sistema: el trabajo doméstico se constituye como parte de la reproducción de la fuerza de trabajo, la atención al obrero en un ambiente enteramente alienado para ellas, o cómo no: la incursión al mundo laboral de las mujeres, con mano de obra barata, pues es reconocido que las mujeres ganan considerablemente menos que los hombres.

Si bien la entrada de la mujer al mundo laboral significó autonomía económica frente a los hombres en la estructura familiar, fue y sigue siendo una crisis invisible para las mujeres trabajadoras, obreras, empleadas domésticas, profesionales y aún más para las madres, con doble jornadas de trabajo en el campo doméstico –caracterizado como atributo natural y sexualizado- y sin ningún reconocimiento social y económico. La idea de liberación de este feminismo -burgués-, de alcanzar las mismas oportunidades de los hombres, ha sido mal interpretado en algunos espacios revolucionarios: la idea no es ingresar al mundo laboral para ser igualmente explotadas que los hombres, por el contrario la doble carga para la mayoría de mujeres no permite su participación plena en la política y en los movimientos sociales, pues ahora tienen dos trabajos que asumir. El trabajo doméstico asalariado por ejemplo, puede ser un avance pero no es el fin último de la liberación sino parte de la estratégia por mejorar las condiciones de las mujeres.

La equidad no debe ser que nosotras hagamos lo mismo que los hombres, esto supondría ir a la guerra, prestar el servicio militar. Los hombres también son marginalizados en este sistema económico y político, miles de hombres sufren violencia sexual en la guerra, pero dada la verguenza y el imaginário que esto conlleva, son casos muy pocos conocidos aún, y que el factor de género, raza, clase e incluso sexual entra a jugar fuertemente. Las luchas cotidianas y estratégicas deben ser por la transformación del modelo pero reivindicando y particularizando las luchas femeninas.

Hay ciertos acuerdos entre diversas corrientes feministas, independentemente de sus bases ideológicas. La persecución a “las brujas” en la edad media, mujeres que fueron en contra del modelo patriarcal, que se consolidaba en aquella época a tráves de diferentes instituciones, principalmente la iglesia: estas mujeres tenían conocimiento del cuerpo, la reproducción, el uso de plantas medicinales e inclusive de las ciencias, esto constituyó un ataque sistemático hacia las mujeres que estaban en desacuerdo con su papel subordinado en la sociedad, lo que generó su persecución. Precisamente el dominio del cuerpo como parte del resquebrajamiento de la identidad feminina ha sido parte de la consolidación del poder patriarcal, hay una intención manifiesta sobre su control, en el hecho de controlar la maternidad, la reproducción, el derecho a abortar, el ejercer la violencia sexual y la imposición de ciertos parametros de belleza como parte de la aceptación social, de la productividad que pueden tener los cuerpos de las mujeres. Esto ha constituído desde los años 60 grandes e interesantes debates en diferentes corrientes feministas.

Conclusión

En cualquier proceso emancipatorio no puede haber excusa para excluir los aportes del feminismo a los análisis de la sociedad capitalista, al entendimento de las problemáticas de las mujeres e incluso a la formación y construcción de nuevas masculinidades, por lo cual los hombres deben apropiarse, más allá del discurso.

El desconocimiento de algunos militantes y las interpretaciones equivocadas de la teoría feminista niegan la dominación histórica del mundo masculino sobre el feminino y desarticulan el trabajo, la lucha y la participación de las mujeres en los movimientos sociales.

¡Qué vivan las brujas, las madres, las mujeres que diariamente construyen un mundo más justo!