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Reencontrando a Camilo Torres Restrepo
Entrevista exclusiva con Nicolás A. Herrera Farfán
Rachel León Batista / Viernes 12 de febrero de 2016
 

Disímiles interrogantes se abren con la búsqueda de los restos del cura Camilo Torres Restrepo en el actual contexto político colombiano, tras 50 años del ocultamiento de los mismos.

La Época [1] ha realizado una entrevista exclusiva al investigador de la Fundación Colectivo Frente Unido Nicolás A. Herrera Farfán, integrante del equipo de investigación del Documental “El rastro de Camilo”, en torno a la recuperación de su memoria y análisis del contexto, en el marco de las Jornadas Camilistas.

En lo particular, formas parte del Colectivo Frente Unido ¿Cuándo surgió? ¿Cuál es su objeto principal?

El Colectivo Frente Unido (CFU) es un equipo de investigación en torno a procesos de memoria social y política en Colombia.

En el año 2010 lo fundamos tres personas: una historiadora (Lorena López Guzmán), un cineasta (Diego A. Briceño Orduz) y un psicólogo (yo). Tres colombianos en la diáspora: dos en Argentina y uno en Canadá. Desde entonces nos une un horizonte común: ayudar a recuperar y divulgar la memoria de Camilo Torres Restrepo para des-fetichizarlo.

Al asumir, como equipo, la metodología de Investigación-Acción Participativa (IAP) propusimos como líneas de trabajo y acción: un documental, una línea editorial, una exposición museográfica (con fotografías desconocidas) y un archivo virtual. También nos articulamos con núcleos y movimientos sociales y ecuménicos en diversas ciudades colombianas. De esta confluencia nació la Fundación colectivo Frente Unido.

¿A quienes agrupa hoy la Fundación Colectivo Frente Unido?

Agrupa núcleos de jóvenes en ciudades como Bogotá, Medellín y Bucaramanga; de diversas disciplinas sociales (Historia, Ciencia Política, Sociología, Cine, Antropología, Psicología) y universidades (plúbicas y privadas).

Compartimos la angustia de conocer nuestra realidad y redescubrir nuestro pasado histórico para seguir ayudando a construir un país al alcance de nuestros sueños.

En este sentido, Camilo Torres sigue estando en el centro de nuestro trabajo, pero también trabajamos en torno a la Iglesia Popular en general, entendiendo que la espiritualidad y la lucha por la dignidad siguen yendo de la mano.

¿Quién era Camilo Torres?

Era un sacerdote bogotano nacido en 1929 que creció en una familia de alta sociedad con posiciones muy liberales (en términos culturales y políticos). Su padre había sido embajador en la Liga de las Naciones (antecedente de la ONU-Organización de las Naciones Unidas) y era un prestigioso médico pediatra. Su madre era una mujer brillante y culta, lectora y conversadora. Tenía de dónde ser carismático y científico, pero no sacerdote.

En su juventud conoció a unos frailes dominicos franceses que le revelaron una verdad que le quemó el pecho: la esencia del cristianismo era el amor al prójimo, pero no sólo de palabra sino de hechos. Esta verdad lo llevó a hacerse sacerdote para “dedicarse al amor al prójimo de tiempo completo” y concretarlo en obras.

Ordenado sacerdote en 1954, buscó los medios precisos para poder desarrollar el amor al prójimo y estudió Sociología en la progresista Universidad Católica de Lovaina (Bélgica), donde compartió un ambiente cultural de apertura, diálogos y debates.

Su paso por Lovaina le abrió las puertas a entender un cristianismo centrado en los demás y en el compromiso por la mejora estructural de las condiciones de vida. Y eso implicaba ver las instituciones políticas e históricas. En esa tarea podían trabajar juntos marxistas y cristianos.

Vio de primera mano dos cristianismos que no conocía en Colombia: la de los curas obreros franceses que desarrollaban la caridad con los pobres parisinos y la de los cristianos en los barrios marginales de París que ejercían su solidaridad con los exiliados argelinos.

Su estadía también le permitió conocer experiencias del otro lado de la “cortina de hierro” y quedó hondamente impresionado con las obras de esos ateos comunistas en favor de los demás, sobre todo de los procesos de organización de los obreros en Yugoslavia.

¿Qué sucedió tras su regreso a Colombia?

Regresó a Colombia en 1959, con apenas 30 años, la Revolución Cubana en efervescencia y la Alianza para el Progreso en curso. Fue profesor universitario y fundador de la primera Facultad de Sociología de Latinoamérica, alfabetizador, promotor de la acción comunal, animador socio-cultural, e instructor para campesinos y habitantes de las barriadas pobres.

Comienza a leer la historia, la Biblia y la ciencia, con los ojos de los de abajo, que termina distanciándolo de los de arriba (su propia clase social).

Luego de trabajar seis años en diferentes instituciones estatales llegó a la conclusión que aquellos que gobernaban no estaban dispuestos a transformar la realidad y las estructuras para favorecer la vida, la dignidad y la felicidad de todos (el “sumak qamaña” o “vivir bien”), porque eso implicaba que renunciaran a sus intereses y a los intereses norteamericanos.

Entonces formó el Frente Unido del Pueblo (FUP) una coalición en favor del cambio social y la dignidad humana, que iba desde la socialdemocracia cristiana, pasando por disidencias de partidos tradicionales, nacionalismos militaristas y tendencias comunistas, hasta personas sin partido que perseguían los mismos propósitos.

El FUP constituía una novedosa experiencia de “unidad en la diversidad”, un verdadero ecumenismo político, que se unificaba en torno a una Plataforma de cambios y que enfatizaba en el diálogo común, antes de buscar las diferencias que separaban.

¿Cuál era su propuesta en ese entonces?

Sus postulados revolucionarios estaban basados en la convicción de la ética cristiana del reconocimiento del Otro, en la interpretación marxista de las estructuras de la sociedad, y en la convicción de que la ciencia debía comprometerse con el cambio social, trabajando hombro a hombro con los sectores populares.

Camilo proponía que el poder estuviera en manos de las mayorías, decía: “el pueblo tiene derecho al poder. Hay que preguntarle a la oligarquía como lo va a entregar. Si lo entrega pacíficamente, lo tomaremos pacíficamente, pero, si decide entregarlo por la violencia, nosotros lo tomaremos violentamente”.

Al comprometerse más en las luchas y reclamos populares fue sancionado por la Iglesia hasta el punto de ser obligado a dejar el sacerdocio. Entonces vinieron las acusaciones, los asedios, las amenazas, las persecuciones y los señalamientos: la Iglesia lo acusó de comunista y el gobierno de incitador a la violencia.

Al final consideró que las vías legales estaban cerradas. Y siguiendo las dinámicas de su tiempo, con la impronta de la gesta cubana, decidió vincularse al Ejército de Liberación Nacional (ELN). Allí esperaba luchar y triunfar en poco tiempo.

Lamentablemente, murió en su primer combate, sin disparar un tiro, en una emboscada fallida. Su cuerpo fue enterrado secretamente por los militares. Hasta el día de hoy se mantiene el misterio sobre el paradero de sus restos.

La clase gobernante colombiana (al servicio de la burguesía dependiente norteamericana) nunca le perdonó a Camilo Torres que los hubiera traicionado. Y en política, la traición se paga con la muerte.

En el caso de Camilo Torres no fue suficiente con matar su cuerpo, se necesitó esconderlo y tratar de borrar todo rastro de memoria. La mancha dejada por su traición debía desaparecer del imaginario cotidiano y del relato de Nación. Y una manera de anularlo históricamente, fue reducirlo a la imagen mesiánico-militarista de “cura guerrillero”.

¿Podríamos decir que a pesar de ello, Camilo constituye un símbolo universal?

Así es, la potencia de su mensaje y de su ejemplo lo hicieron renacer una y otra vez a lo largo de cincuenta años. Y su semilla germinó en diversas vías y por múltiples canales del paradigma liberacionista en Pedagogía (Paulo Freire), Sociología (Orlando Fals Borda), Teología (Gustavo Gutiérrez, Leonardo Boff y otros), filosofía, ética y política (Enrique Dussel y otros).

No quiero decir con esto que Camilo haya dado “las bases” de todos estos desarrollos, sino que su testimonio de compromiso con los pobres hasta las últimas consecuencias ronda alrededor de todas ellas, como el viejo fantasma que decía Marx.

Esto es lo realmente peligroso en Camilo: su mirada evangélica radical, su concepción de ciencia de compromiso con el cambio social, su política situada y raizal alejada de los transgénicos manuales e implantes “revolucionarios” y de cualquier tentación vanguardista.

La convicción de que el principio central del cristianismo (el amor al prójimo) debía buscar medios eficaces para desarrollarse, y esto implicaba modificar las estructuras sociales; entonces el amor al prójimo era el sustrato de la revolución. Para Camilo la revolución era la realización del amor eficaz.

En este contexto de diálogos de paz con las FARC-EP (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo) y el anuncio de la apertura de la mesa de negociaciones con el ELN el gobierno de Juan Manuel Santos ha ordenado públicamente que se busquen los restos de Camilo Torres como un “gesto de paz” hacia el ELN, quien públicamente había pedido esto a comienzos de enero. ¿Cómo entender esta coyuntura?

El pedido de los restos de Camilo Torres Restrepo ha sido un reclamo histórico, iniciado por su propia madre. Durante cincuenta años el reclamo ha sido acogido por movimientos sociales, populares y eclesiales; también por el ELN. Es decir, es un reclamo que va mucho más allá de la insurgencia.

En el último tiempo, el arzobispo de Cali, Monseñor Darío de Jesús Monsalve, ha asumido el pedido público, casi al mismo tiempo que familiares y amigos de Camilo adelantaban medidas judiciales.

Entonces el reclamo no comenzó con la insinuación del ELN en enero pasado, ni es producto exclusivo de la dádiva del gobierno de Juan Manuel Santos.

Reducir esta situación a una negociación entre “jefes de ejércitos enemigos” no ayuda mucho, pues vuelve a encapsularlo en la figura de cura-guerrillero, convirtiendo su cuerpo en un trofeo de guerra.

En mi opinión personal, sin desconocer la voluntad presidencial de facilitar la investigación sobre la ubicación de los restos de Camilo, tengo muchas resistencias en torno al procedimiento, pues creo que al presentar esta situación exclusivamente como un “gesto de paz” de parte del gobierno, dirigido a la guerrilla del ELN, se termina usando el cuerpo de Camilo y su “restitución” termina siendo accesoria. Y le voy a dar tres argumentos.

En primer lugar, la entrega del cuerpo de Camilo debe ser de cara a un diálogo con la sociedad colombiana. Al presentarlo en un diálogo con el ELN no sólo desconoce las acciones judiciales en curso, sino el reclamo histórico de sus familiares y de la sociedad civil en general.

En segundo lugar, el gobierno, además de ubicar, identificar y devolver los restos, debe explicar porqué los mantuvo ocultos, esclarecer los hechos de la muerte y plantear un acto público de perdón a la sociedad y de reparación a la memoria de Camilo.

No es suficiente con entregar los restos, si el Estado no asume con pundonor y dignidad su responsabilidad en un ocultamiento de cincuenta años. Esto abriría la puerta al esclarecimiento histórico de cientos de hechos criminales de agentes estatales o de brazos paraestatales.

Finalmente, la entrega del cuerpo de Camilo debe significar una decisión política de des-estigmatizar la figura y la memoria de Camilo, y de todas las personas que lo asumen como referencia ética, política, religiosa o espiritual. Entonces entregar los restos implica devolverle la posibilidad a los ciudadanos de poder identificarse tranquilamente con él.

Me temo que muchas de estas cosas no quedan muy claras.

El 15 de febrero se cumplirán 50 años de la caída en combate de Camilo y, como parte del trabajo que viene realizando el Colectivo, se realizarán disímiles actividades y estrenarán un documental llamado “El rastro de Camilo” ¿Qué puedes adelantarnos al respecto?

En todo el mundo se estarán desarrollando eventos que honrarán la memoria de Camilo Torres a lo largo del año. En diversos países de América Latina se realizarán encuentros académicos, jornadas de muralismo, movilizaciones populares y oficios religiosos, indistintamente.

En Colombia, como referente, se realizará un concierto por la vida y la paz, en la plaza que lleva su nombre en Barrancabermeja. Al día siguiente se hará una peregrinación al lugar donde murió (Patio Cemento) y se reinstalará un memorial, pues hace 30 años los paramilitares dinamitaron el que había.

El 15 de febrero se estrenará por Señal Colombia el documental “El rastro de Camilo”, una producción de Laberinto Producciones (Colombia) en coproducción con RTVC-Señal Colombia (Colombia) y Les Films Grain de Sable (Francia).

Esta producción, dirigida por Diego Briceño Orduz, rompe con 40 años de silencio audiovisual sobre el tema en cuestión e incluye materiales audiovisuales, sonoros y fotográficos inéditos de Camilo Torres, Fidel Castro y la madre de Camilo.

Aparece además la única entrevista filmada del General Álvaro Valencia Tovar, el militar que escondió el cuerpo de Camilo Torres; asimismo informaciones reveladoras sobre las acciones emprendidas por familiares y amigos de Camilo, juristas, defensores de DDHH sobre el paradero de sus restos. También incluye parte de nuestro trabajo, como Colectivo Frente Unido, en la búsqueda y recuperación de la memoria de Camilo.

También prepararemos tres libros que saldrán en el primer semestre del año: una foto-biografía de Camilo que se llamará “El revolucionario sonriente”; una antología de sus escritos y un libro que recopilará algunas de sus correspondencias inéditas.

Ojalá esta fecha sirva de excusa para que los pueblos de América Latina se reencuentren con Camilo Torres y descubran en él referencias éticas, teológicas, políticas y espirituales profundas.

NOTA: Entrevista publicada en el semanario boliviano “La Época”, en su edición 707, del domingo 7 de febrero de 2016, páginas 3 y 4.

[1Semanario Boliviano www.la-epoca.com.bo