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Análisis
Del periodismo y los tiempos de la urgente democratización de los medios en América Latina
Laura Capote / Jueves 31 de marzo de 2016
 

 

“El periodismo es libre, o es una farsa” Rodolfo Walsh

Hace poco fue publicado el Informe Anual de Libertad de Expresión que emite la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en el que se visibiliza que durante el año pasado fueron asesinados y asesinadas 39 periodistas en Colombia; ello sumado a la categorización que hace años se hace de nuestro país respecto a ser entre el segundo o el tercero donde es más riesgoso ejercer el oficio del periodismo según la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP) prende las alarmas, o por lo menos llama la atención de quienes aún no las tenían prendidas de cuál es la situación que atraviesa el periodismo y las y los profesionales que lo ejercen en nuestro país, y específicamente en la coyuntura del actual proceso de paz.

“Algo habrán hecho” se afirma desde el sentido común en las calles, como se hacía hace 40 años cuando detenían y desaparecían personas en las dictaduras del Cono Sur, justificando con esas supuestas acciones el fatídico destino que les correspondió protagonizar, y siendo hoy eco de la miopía que tiene aún nuestra sociedad colombiana y latinoamericana sobre el valiente accionar de aquellos y aquellas que sí, efectivamente hicieron algo: decidieron alzar su voz por los derechos de su pueblo, por investigar y denunciar las atrocidades de los poderosos a pesar de las amenazas en su contra y de poner, tras la publicación de cada nota periodística su vida en riesgo llenando de contenido político, humano y emancipador ese “mejor oficio del mundo” como lo llamaría García Márquez.

Son ellos y ellas quienes por años han encontrado en el periodismo una herramienta deliberación y denuncia de la realidad social y política de la región y particularmente de nuestro país, y a quienes hoy los medios masivos buscan tirar al olvido reemplazándolos por reportajes light o por hombres y mujeres continuadores de estereotipos y discursos atractivos y publicitarios generando la falsa imagen de encarnar el “periodismo objetivo poseedor de la verdad absoluta”, y sobre todo, la imagen de que el deber del oficio es informar de realidades lineales narradas por personas y medios ocultando su ideología, historia e intereses particulares.

Ejemplo de ello es la visión que se tiene del papel del periodismo en el marco de la historia del conflicto político, social y armado en Colombia en general, y del actual proceso de paz en particular, donde la opinión pública encuentra en la televisión o los diarios oficiales las fuentes supuestamente irrefutables de lo que acontece en Colombia hace más de sesenta años. La creación de la imagen del periodismo light y entretenido ha logrado además de despolitizar el oficio, crear una imagen de que los medios de comunicación han sido simples informantes de dicho conflicto, en vez de reconocerse como actores del mismo, y que a diario criminalizan, estigmatizan, y perpetúan la cultura de guerra en nuestro país haciendo pasar como información opiniones que corresponden a intereses de clase de los conglomerados económicos a los que pertenecen, atacando por ejemplo, cualquier suceso alrededor del proceso de paz y la posible consecución de un acuerdo final, vaciando de contenido político las discusiones en La Habana y haciendo de dicho proceso una cantera de chismes y temas de burla y crítica sin sentido en vez de aportar a una pedagogía para la paz al servicio de la transformación social de nuestro país.

Dichos intereses, vale la pena resaltar, no son solo en Colombia, sino tienen lugar en toda la región. En Argentina por ejemplo hace un par de días el gobierno derechista de Mauricio Macri decidió –como era de esperarse- que el Estado Argentino se retira de la sociedad que compone el canal de televisión Telesur, demostrando sus posiciones reaccionarias y censuradoras sobre los medios de comunicación y los periodistas que tienen como principal tema en sus agendas los derechos de las clases populares que gobiernos como el Argentino, el Colombiano, entre otros, violan cotidianamente, coartando con ello la libertad de expresión de una de las señales más vistas en el continente y logrando su no emisión a través de la Televisión Digital Abierta impidiendo que millones de televidentes puedan acceder a la información y análisis realizados por el equipo periodístico del canal que ha demostrado manejar una línea editorial enfocada en cubrir e informar sobre la realidad de los conflictos que acontecen a lo largo del mundo, en los que el imperialismo demuestra claras ofensivas contra los sectores populares y donde ellos generan procesos de organización y resistencia.

Telesur, ha creado a través de su pantalla, una oportunidad para conocer de manera crítica realidades sociales desde la ocupación Israelí en territorio Palestino, pasando por denuncias de violación de derechos humanos en Europa, racismo y xenofobia en Estados Unidos, hasta la actualización constante de información sobre el Proceso de Paz que acontece en La Habana complementado con análisis y entrevistas a las delegaciones de paz del Gobierno y las FARC-EP con el fin de acercar este importante suceso en la historia del continente a todos y todas las latinoamericanas y caribeñas, razones más que suficientes para que el Gobierno derechista de Cambiemos tome esta decisión de censura, evidenciando que a la restauración conservadora regional no le conviene que exista un canal de televisión como este, cuya agenda principal sea producir contenidos de las conflictividades sociales y políticas de los países latinoamericanos, para televidentes latinoamericanos.

Es entonces este panorama, donde hay asesinatos de periodistas en Colombia y toda la región, censura de los Estados al ejercicio de un periodismo crítico, e insistencia de los medios masivos y oficiales de contar intereses de clase como verdades objetivas y hechos noticiosos, entre muchos otros problemas referidos al oficio (derechos laborales, revisión de planes de estudio de las universidades, sindicalización, enfoque de género, etc.) una fuente de análisis para comprender la urgencia de la democratización de los medios de comunicación y el espectro radioeléctrico en todo el continente una tarea urgente que debemos resolver y exigir para poder construir una América Latina y el Caribe unida y digna, y en nuestro caso una Colombia en Paz con Justicia Social, en el que las expresiones comunicacionales creadas en las distintas comunidades rurales y urbanas que han sufrido durante décadas las inclemencias del conflicto se vean cobijadas bajo una real democratización de la propiedad de los medios de comunicación eliminando los monopolios y fortaleciendo de la propiedad y la generación de contenidos de los sectores públicos estatales y comunitarios, acercando las nuevas tecnologías comunicacionales a las distintas experiencias de comunicación popular y alternativa, creando una programación de dichos medios que corresponda a una pedagogía de paz donde la equidad de género sea requisito fundamental, permitiendo el acceso de las comunidades indígenas, afrodescendientes y campesinas no sólo a la creación de medios en sus territorios, sino a una educación media y superior que les permita desarrollar la comunicación como una herramienta de construcción política, y donde los hombres y mujeres que deciden asumir como oficio de vida el del periodismo no lo hagan con la misma sensación de miedo y zozobra con que miles de colegas, compañeros y compañeras lo han hecho desde hace años y tengan garantías reales para ejercer el periodismo y trabajar en pro de una cultura de paz, unión, liberación e independencia para toda Nuestramérica y los pueblos oprimidos del mundo.