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Las casas de vicio: botín oculto de la guerra entre “narcos”
Agencia de Prensa IPC / Martes 10 de febrero de 2009
 

En la disputa armada que sostienen Daniel Rendón Herrera, alias don Mario, y la llamada Oficina de Envigado, la cual ha desatado una nueva ola de criminalidad en Medellín, no sólo está en juego el control por rutas claves en el negocio del narcotráfico y la hegemonía sobre las bandas delincuenciales de varios municipios del Valle de Aburrá.

La pelea también es por el jugoso botín que representan los sitios donde se expenden alucinógenos, conocidas como “casas de vicio”. Se calcula que una casa de vicio obtiene, en promedio, ganancias superiores a los 600 mil pesos diarios.

Así lo conceptúan diversas fuentes consultadas por la Agencia de Prensa IPC, quienes coinciden en afirmar que, por sus condiciones geográficas, la segunda ciudad de Colombia es el centro de operaciones de los nuevos grupos armados ilegales dedicados al tráfico de drogas gracias a su ubicación estratégica, que la conecta fácilmente con el Bajo Cauca antioqueño, principal centro cocalero del departamento y con los golfos de Urabá y Morrosquillo, puntos vitales para el envío de cargamentos de cocaína al exterior.

Por ello, buena parte del aumento de muertes violentas registradas el año anterior obedece a la confrontación que sostienen los nuevos barones de la droga para hacerse al control de las rutas dejadas por antiguos ex jefes paramilitares como Diego Fernando Murillo, alias don Berna, y Carlos Mario Jiménez, alias Macaco, ambos recluidos en cárceles norteamericanas desde mayo del año pasado, cuando fueron extraditados por decisión presidencial.

Detrás de esa confrontación a gran escala se esconde la lucha por el control de más de 500 casas dedicadas al expendio de estupefacientes que operan en toda la ciudad que, según estimativos de la Policía Metropolitana del Valle de Aburrá, generan unos 4.500 millones de pesos mensuales. Cifra nada despreciable que puede quedarse corta a juzgar por los mecanismos empleados por las mismas para aumentar sus rendimientos.

Alfredo*, un desmovilizado del bloque Héroes de Granada de las Auc que conoce al dedillo el negocio de la “venta al menudeo”, sostiene que “una plaza (como se conocen popularmente las casas de vicio) es un negocio redondo, aunque un poco riesgoso”.

Y, según las cifras, tiene razón en su apreciación: un kilo de marihuana se consigue en el mercado local a precios que oscilan entre los 55 y los 60 mil pesos. Sea en paquetes o en cigarrillos, la hierba puede generar ganancias superiores a los 200 mil pesos. “Lo mismo pasa con la base de coca. Un kilo puede costar entre 1 millón 200 mil y 1 millón 500 mil pesos. Ese material hay que “cortarlo”, es decir, agregarle otras sustancias para que de ese kilo salgan mínimo otros dos. Así, la ganancia se triplica”, explica el reinsertado.

Las cuentas no contemplan la distribución y venta de nuevas drogas en el mercado como la heroína y las sustancias sintéticas como el llamado “éxtasis”, cuyos consumos vienen creciendo aceleradamente en la ciudad.

El “motor” de las bandas

Mientras que altos oficiales de la Policía Metropolitana del Valle de Aburrá aseveran que “la lucha contra este delito ha sido frontal y sin contemplaciones”, las comunidades en los barrios perciben que hay poco interés de las autoridades por combatir las plazas de vicio e, incluso, hay quienes sostienen que algunos de los expendios más reconocidos sobornan a miembros de la Fuerza Pública. Según fuentes judiciales, la estación Candelaria, con jurisdicción en el centro de la ciudad, es señalada de recibir gruesas sumas de dinero por parte de los expendedores de drogas ilegales que tienen sus plazas en este sector.

Frente a esto, el brigadier general Dagoberto García, comandante de la Policía Metropolitana del Valle de Aburrá, sostiene que “se está haciendo un trabajo preventivo entre los uniformados, de formación en valores y en derechos humanos, para evitar al máximo esta situación”.

Asimismo, el general García destaca la operatividad de la Policía en la lucha contra las casas de vicio. Según el reporte de esa institución, en el 2008 se realizaron 415 allanamientos a esos lugares, en los que se capturaron 450 personas; otros 526 expendedores móviles fueron detenidos y se incautaron más de 4 toneladas de marihuana, gran cantidad de base de coca, papeletas de bazuco y droga sintética.

“Algunas de las casas allanadas volvieron a reincidir en este delito y hemos expedido 127 solicitudes de extinción de dominio, pero hay que decir que los procesos judiciales han sido muy lentos y eso dificulta la labor de la Policía”, sostiene el Oficial.

En lo que parecen coincidir los habitantes de los barrios y la Fuerza Pública es que la venta de drogas ilegales es el motor que le está dando vida a los combos y bandas delincuenciales en la ciudad. “Donde hay una plaza hay un combo, por los recursos que genera”, señala García.

Al respecto, los cuerpos de inteligencia de la Policía tienen identificados 141 combos en Medellín que agrupan a por lo menos 3.700 jóvenes, en su mayoría menores de edad, lo que brinda una amplia oferta de “mano de obra calificada delincuencial” para engrosar los ejércitos privados de las bandas de alias don Mario y de la llamada Oficina de Envigado, situación que ya se evidencia en algunos barrios de Medellín.

Algunos de ellos ya recibieron el ofrecimiento de alias don Mario para consolidar su presencia en Medellín, tal como lo sostiene Alfredo, quien habita en uno de los barrios de la comuna 13 de Medellín: “Había tres combos en guerra: los del Hoyo, la Arenera y Cuatro Esquinas. Desde diciembre se unieron y ahora son un combo grande con más de 30 muchachos. Hay un jefe que consiguió patrocinio con don Mario. A él le pagan 1,2 millones de pesos. A los jóvenes les dan 600 mil pesos”.

Y continúa: “Si necesitan ‘fierros’ se los traen de La Ceja. Cuando vino el general (Oscar) Naranjo cogieron varias armas, pero después mandaron por más. La orden es extenderse hasta el 20 (de Julio) y las Independencias, pero para eso tienen que matar mucha gente que no se quiere someter”.

Según el desmovilizado, no se trata sólo de un dominio territorial: controlar un barrio implica tener dominio absoluto sobre sus actividades ilegales, entre ellas, las casas de vicio: “entre más grande el territorio, más plata se mueve”, sentencia.

Lo que se presagia por parte de líderes comunales de otros sectores de Medellín, como las comunas 8 y 9, es una férrea disputa entre bandas alimentada por los dineros de la venta de drogas ilegales de la que están sacando provecho los capos del narcotráfico como alias don Mario; de no evitarse, podría generar un recrudecimiento de viejas prácticas paramilitares como la intimidación a líderes sociales y el control de la vida cotidiana en los barrios.

*Nombre cambiado a petición de la fuente