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Prisioneros políticos de La Picota respaldan movilización agraria y popular
Prisioneros políticos y de guerra / Viernes 10 de junio de 2016
 

Digámoslo sin rodeos: todo lo que viene ocurriendo en torno al Paro Agrario que se adelanta en varios puntos del país desde hace 10 días, está plagado de malos augurios en torno al proceso de Paz. Sí señoras y señores, el heroico campesinado colombiano, nuestros indígenas y comunidades negras, que cultivan fértiles suelos del territorio nacional, han debido lanzarse de nuevo a las carreteras del país con la vocación civilista de siempre, pero también con la dignidad, el temple, la determinación y capacidad de sacrificio que son sus estandartes.

¿Por qué? Por el incumplimiento continuo de los acuerdos firmados por el Gobierno Nacional durante las negociaciones que permitieron levantar el Paro Agrario de 2013 que sacudió al país con sus contundentes jornadas de movilización, protesta, denuncia y bloqueos que permitieron visibilizar el impresionante nivel de deterioro del campo colombiano. Un campo que ha sido brutalmente golpeado por el conflicto interno armado, por el abandono estatal y por el modelo económico neoliberal y los tratados de libre comercio que someten a millones de personas, miles y miles de familias y a pequeños y medianos productores a niveles de pobreza y desesperación sin precedentes.

Recordemos que el tema agrario está en las raíces mismas del origen y desarrollo del grave conflicto social y armado; que fue el punto de partida en el actual proceso de diálogos entre el Gobierno y las Farc-EP; que es parte esencial de los acuerdos alcanzados y será base fundamental de las transformaciones estructurales que deberá emprender el país como garantía de la superación histórica del conflicto. Entonces resulta negativamente sintomático que sean los campesinos e indígenas quienes tengan que salir a la movilización y la protesta, cuando más cerca estamos de la firma de los Acuerdos Generales en la Mesa de Diálogos de La Habana, Cuba. ¿Qué confianza ofrece ello frente a la voluntad de cambio del Gobierno Nacional y la oligarquía a la que representa? ¿Qué confianza ofrece esto frente al cumplimiento de los Acuerdos Generales de paz, por parte de unos gobernantes que continúan inamovibles en sus políticas de despojo al campo, de entrega de los recursos al capital extranjero, de represión al movimiento social y de criminalización y judicialización de sus legítimas luchas? ¿Cómo es posible que se estén reportando 179 heridos, 152 detenidos y 4 muertos, mientras los ministros en sus declaraciones públicas desdibujan el verdadero carácter del Paro, estigmatizan a sus lideres, justifican los atropellos e intentan deslegitimar y restar apoyo de la opinión pública?

Aún hoy siguen en prisión líderes del movimiento social procesados con base en montajes judiciales, detenidos al calor del anterior Paro Agrario como Húber Ballesteros; o como resultado de la criminalización de otras jornadas, como el caso de Feliciano Valencia. Y peor aún, al tiempo que estos dirigentes son víctimas de falsos positivos judiciales, campea la impunidad frente a los campesinos y manifestantes asesinados por el Esmad y la fuerza pública durante las anteriores jornadas de lucha agraria; nada se avanza frente a las decenas de heridos y lesionados por la brutalidad estatal.

Esta ha sido históricamente la norma en el trato del establecimiento hacia el campo y hacia el campesinado y sus luchas: despojo, pauperización, represión e impunidad. O acaso, ¿Qué ha cambiado desde 1928 hasta nuestros días? ¿Acaso se dialogó con los huelguistas de las bananeras en Ciénaga, Magdalena? ¿Acaso hubo justicia frente a los autores intelectuales y materiales de aquella masacre? No son estas las señales de credibilidad y de confianza que fortalecen la esperanza de alcanzar prontamente la paz. Menos aún cuando, a la par de los TLC y la represión oficial a las justas resistencias al modelo neoliberal, la ultraderecha incrementa su arremetida paramilitar que ya deja mas de 40 líderes sociales y populares asesinados, mientras recoge firmas para su llamada ”resistencia civil”, que no es más que una puñalada legalista a la paz buscando perpetuar la guerra.

Todo lo anterior con el cómplice respaldo de los grandes medios de comunicación que distraen la atención, volcando su mentida indignación hacia Venezuela, cuya realidad tergiversan, pero donde el pueblo no sufre la brutalidad del terrorismo de Estado; y sí callan ante las acciones ilegales, violentas y de paramilitares de la ”oposición” que han provocado múltiples heridos y muertos.

Por todo ello, desde las cárceles del país,, los prisioneros políticos de guerra de las Farc-EP, alentamos y apoyamos el valiente, justo y digno Paro Agrario y la Minga Indígena que continúa en pié de lucha. Abrazo a todos los que resisten con dignidad la arremetida estatal; su lucha es nuestra, sus conquistas son de todos; sí a la resistencia, por la dignificación y restablecimiento de los derechos de los que dan desarrollo al país.

“Para el logro del triunfo, siempre ha sido indispensable pasar por la senda de los sacrificios” Simón Bolívar.

Fraternalmente,
Prisioneros políticos de guerra de las Farc-EP
Columna Domingo Biohó
La Picota, Bogotá, patio 4