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¿Paz sí pero no así?
Jose Antequera Guzmán / Viernes 5 de agosto de 2016
 

No estamos hablando de paz en Colombia sino por el conflicto armado que hemos tenido por más de sesenta años. Luego no existe otra paz negociada posible que la que se ha negociado entre quienes pueden terminar con ese conflicto. Lo distinto de la paz negociada no es la paz, sino la guerra. Y la guerra ya ha fracasado suficientemente.

Como la terminación del conflicto depende de la solución de algunos problemas fundamentales de toda la sociedad colombiana, era necesario que hubiera un proceso de diálogo con una agenda de cambios para resolver esos problemas. Que sobre cada punto de esa agenda hubiera participación de los más involucrados, y que los acuerdos resultantes fueran viables considerando que se discuten como parte de un proceso entre partes enfrentadas que deben hacerse concesiones mutuas.

Como la terminación del conflicto dependía especialmente de resolver los graves daños que ha producido su degradación, era necesario que participaran especialmente las víctimas escogiendo algunas entre ellas porque han sido millones, sin que se quedara ningún tipo de daño por fuera.

Como la terminación del conflicto se discute entre partes enfrentadas, era fundamental que las partes acordaran una manera de cambiar su relación violenta.

Sobre los cambios fundamentales que se necesitan para la paz se han alcanzado acuerdos suficientes en los puntos más importantes: la tierra, la participación política, el tráfico de drogas, las víctimas y los elementos necesarios para que las FARC y el Estado dejen de enfrentarse con armas. Ha habido participación de la sociedad cualificada y suficiente en cada punto y se han alcanzado resultados que celebran todos los que han conocido los procesos de paz en el mundo y saben el tamaño del problema que tenemos.

Sobre el sufrimiento de las víctimas se ha logrado un acuerdo histórico como no ha existido otro en ningún lugar del mundo, gracias a la participación de representantes de víctimas que actuaron con la certeza de que lo único que le da sentido al sufrimiento es el cambio constructivo y no la venganza. Se ha puesto el punto de partida para que salga a la luz toda la verdad que es lo que necesitamos para no repetir el pasado, conscientes de que la cárcel para todos los que la merecerían según los estándares sería un absurdo inviable, injusto, irrealizable que, sobre todo, no nos conduciría a la paz.

Sobre la relación entre las FARC y el Estado se ha logrado la única solución posible y real que es la democracia. Porque sólo existe la democracia como el espacio donde conviven y se resuelven las diferencias políticas, y sólo existe la democracia, en cualquier país del mundo, entre grupos representativos de sociedades que han pasado por violencias y guerras.

Estos cambios posibles debieron haber sido alcanzados hace mucho tiempo, antes de que la guerra se volviera un infierno. Pero si han costado tanto es porque aunque parezcan simples, son el corazón de la Colombia posible. Por eso no son cambios para las FARC ni para el Estado. Son cambios para Colombia. Hacerlos cumplir es una tarea trascendente que no debe distinguir banderas ni posiciones partidistas.

Así que se apoya la paz votando que SÍ en el plebiscito. Es la única oportunidad que tenemos para expresar nuestra responsabilidad con el dolor que han sufrido millones de personas en Colombia, realmente, con sus nombres y apellidos. La oportunidad para demostrar nuestra altura abriendo la puerta de las soluciones a los problemas que tenemos y que la guerra excusa.

Se apoya la paz votando SÍ en el plebiscito. Nadie nos pide que creamos en el Presidente, ni que aceptemos lo inaceptable, ni que olvidemos nuestros muertos, ni que pasemos de largo de nuestras rabias. Se trata de terminar el conflicto que realmente hemos tenido y de construir el país que realmente podemos tener.